Buscar este blog

La verdadera Iglesia de Dios...

La verdadera Iglesia de Dios...

Nos iluminaste con la Luz de Cristo...

Nos iluminaste con la Luz de Cristo...

estrella-de-navidad-imagen-animada-0041

viernes, 1 de noviembre de 2013

Notas previas al Martirologio Romano





Texto oficil: negro.
Resaltado del blog en el mismo texto: negrita.
Comentarios del blog: azul.
 

Introducción general

I

La santidad en la historia de la salvación

Vocación universal de los hombres a la santidad

1. Dios Padre quiere que todos los hombres, creados a su divina imagen (cf. Gn 1, 26-27), se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (cf. 1Tm 2, 4) que es el Señor Jesucristo, camino de los hombres hacia el Padre (cf. Jn 14, 6). Por eso, todos, en primer lugar los fieles cristianos de cualquier estado y condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, y esta santidad favorece también en la sociedad terrena un estilo de vida más humano (1).

2. Más aún, Dios Padre, al renovar todas las cosas en Cristo (cf. Ef 1, 10), ha manifestado su voluntad, que es la santificación de los hombres (cf. 1Ts 4, 3) y que se aumenta más y más cada día en la vida de los cristianos por Cristo, con Cristo y en Cristo (2) , para la mayor gloria de la única e indivisible Trinidad y para una más fecunda santidad de la Iglesia (3) .

3. Y puesto que él es santo (cf. 1P 1, 16), para que todos se hagan uno en Cristo Jesús (cf. Jn 11, 51-52), los liberó del poder de las tinieblas y los trasladó al reino del Hijo de su amor, y los hizo partícipes de su santidad por la fuerza del Espíritu Santo, para alabanza de la gloria de su gracia (cf. Ef 1, 6. 12).

La santidad en el misterio de Cristo

4. El Señor Jesucristo, Hijo de Dios, Maestro y modelo, que con el Padre y el Espíritu es aclamado (4) « el solo santo » y es la fuente de toda santidad y origen de las virtudes, predicó a todos y cada uno de sus discípulos la santidad de la vida de la que él mismo es su autor y consumador: « Vosotros, pues, sed perfectos como perfecto es vuestro Padre celestial » (Mt 5, 48) (5) . En el mismo misterio del Padre, que es Cristo, el Espíritu Santo, mediante el bautismo, confirma a los fieles cristianos con la comunión de todos los santos y los anima en la carrera emprendida para alcanzar la corona de la gloria que no se marchita (cf. 2Tm 4, 7-8; 1Co 9, 25; Ap 2, 10) (6) . Los mismos fieles en Cristo Jesús se esfuerzan en imitar al Salvador siguiendo su consejo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga» (Mt 16, 24; cf. Mc 8, 34; Jn 12, 26); de tal modo que, fortalecidos en la fe, la esperanza y la caridad, encuentren por los hermanos que ya viven en Cristo el modo de realizar los misterios de la salvación y reciban el estímulo de sus ejemplos insignes o se encomienden a la ayuda permanente de su piadosa intercesión (7) .

La santidad en la vida de la Iglesia

El siguiente punto 5 es como la síntesis de todo el texto, y expresa la doctrina católica acerca de que el culto de dulía que loablemente tributamos a los santos tiene su origen y redunda en el de latría que debemos a la Trinidad.

5. Dios Padre, mediante el testimonio admirable de los santos, fecunda sin cesar a la Iglesia con vitalidad siempre nueva, dándonos así pruebas evidentes de su amor (8) .

También Cristo, el Señor, ama a la Iglesia como esposa suya, se entregó a sí mismo por ella para santificarla (cf. Ef 5, 25-26), la unió a sí mismo como a su Cuerpo y la llenó del don de la santidad para gloria de Dios (9) .

El mismo Espíritu Santo anima al Cuerpo de Cristo para que de él reciba la santidad y con él haga billar el reino de la verdad y de la vida, es decir, el reino de la santidad y de la gracia, el reino de la justicia, del amor y de la paz (10) ; en él todos los fieles pasan de la esclavitud de la corrupción a la gloriosa libertad de los hijos de Dios (cf. Rm 8, 21).

6. Por eso, la Iglesia es a la vez santa y necesita siempre ser purificada (11) ; a ella, sin embargo, está llamada en Cristo toda la humanidad, para que también en ella, por la gracia de Dios omnipotente, goce de la compañía de los santos hasta que su comunión gloriosa en Cristo llegue a la culminación en el final de los tiempos. Esta misma Iglesia, Madre Santa, no cesa de procurar con esmero que los fieles cristianos fomenten la vocación a la santidad y consigan llegar a ella. Concretamente y, sobre todo, dadas las circunstancias de este tiempo de nueva evangelización, es de capital importancia la orientación de todo el itinerario pastoral hacia esa misma santidad, que no ha de considerarse como exclusivo camino extraordinario de unos pocos, sino como propósito de todos los fieles cristianos hacia la plenitud de la vida cristiana y la perfección de la caridad (12) .

II

La memoria o veneración de los santos

La memoria de Cristo en la vida de los santos

7. El Padre, lleno de bondad, que por medio de su Hijo amado no sólo es el creador del género humano sino también « el bondadosísimo Redentor » (13) , con la ayuda del Espíritu Santo ofrece a cada fiel cristiano, con la ayuda del Espíritu Santo, el ejemplo de vida de los santos, la ayuda de su intercesión y la participación en su destino (14) .

8. La Iglesia confiesa a la Trinidad admirable en los mismos santos, que hacen visible a todos los hombres la presencia viva del Salvador y la naturaleza genuina de la Iglesia, como imágenes de la santidad divina, de la que brotan aquellas obras de los santos que, al mismo tiempo, proclaman las maravillas de Cristo (15) .

9. Toda celebración litúrgica de los santos ofrecida en la vida de la Iglesia por su propia naturaleza se dirige a Cristo y termina en él, « corona de todos los santos » (16) , y por él, en el Espíritu Santo, al Padre, que es admirable en sus santos y es glorificado en ellos (cf. 2Ts 1, 10) (17) .

10. La vida de los santos en el correr de los tiempos, como continuación y memoria de la vida de Cristo, resplandece en este siglo, como muestra de su misma gloriosa resurrección (18) , y en la gloria de los cielos; y se propone a los fieles cristianos como una estrella difiere de otra estrella por su resplandor (cf. 1Co 15, 40-41): «todo pasa, perdura la gloria de los santos en Cristo, que todo lo renueva, mientras él permanece.»(19)

11. Por eso la celebración litúrgica de los santos no tanto tiene como fin el proponer a los fieles los ejemplos de los santos para su imitación, sino, sobre todo, que se fortalezca en el Espíritu la unión de la Iglesia entera (cf. Ef 4, 1-6). Pues así como la comunión de los que vamos de camino nos lleva más cerca de Cristo, la comunión con los santos nos une con él, de quien como fuente y cabeza dimana toda gracia y la vida misma del pueblo de Dios (21) .

12. Por este motivo, el día del tránsito de esta vida al consorcio eterno de los santos se apoya en la vida de Cristo, esto es, en su Misterio Pascual, y con razón se denomina y es su “día natalicio”, el conmemorado, según costumbre, en la Sagrada Liturgia.

El dies natalis es el que se asigna para la celebración oficial del santo, a no ser que sea perpetuamente impedido por otra celebración de rango mayor.

El culto de los santos

13. La Iglesia peregrina ya desde los primeros tiempos de su vida honró con su celebración a los apóstoles y a los mártires de Cristo, que con la efusión de su sangre, a imitación del Salvador paciente en la cruz, dieron el supremo testimonio de su fe y de su amor (cf. Ap 22, 14) (21) .

14. Por eso, la Iglesia venera a los santos de acuerdo con la genuina tradición (22) y recomienda la peculiar y filial veneración de los fieles a la Bienaventurada siempre Virgen María, Madre de Dios, a la cual Cristo constituyó Madre de todos los hombres; asimismo, promueve el culto verdadero y auténtico a los demás santos (23) .

15. Sólo es lícito venerar con culto público a aquellos siervos de Dios que hayan sido incluidos por la autoridad de la Iglesia en el catálogo de los santos o de los beatos (24) . Se veneran sus reliquias auténticas y sus imágenes, porque el culto de los santos en la Iglesia proclama las maravillas de Cristo en sus siervos y ofrece a los fieles ejemplos adecuados, dignos de imitación (25) .

16. En cuanto a los santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, a los Ángeles Custodios y a los innumerables coros de los Ángeles que están en la presencia de Dios para servirle de día y de noche, contemplando sin cesar la gloria de su rostro (26) , y cuyos nombres sólo él conoce, a éstos solamente se les tributa el culto que está admitido en los libros litúrgicos y en la auténtica tradición de la Iglesia.

De lo que se deduce que no se admite el culto a otros ángeles más que los tres cuyos nombres conocemos de la Biblia, los Ángeles Custodios, y los demás que, como ellos, están distribuidos en los nueve coros que se mencionan en la Biblia, y que la Tradición de la Iglesia tiene en mucha estima. Fuera de los nombres genéricos de esos coros, de los tres arcángeles aludidos más arriba, y de los Ángeles Custodios igualmente mencionados, todo otro nombre o culto, no es lícito para la fe católica.

La comunión de los santos realizada en la Liturgia

17. En la Sagrada Liturgia, la Iglesia entera celebra la alabanza de la divina majestad en común alegría (27) . Pues todos los que son de Cristo, que tienen su Espíritu y forman una misma Iglesia, en él permanecen unidos entre sí (cf. Ef 4, 16).

18. De lo cual se sigue que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad, ennoblecen el culto que ella misma presenta a Dios aquí en la tierra y contribuyen de múltiples maneras a su más dilatada edificación (28) . Los fieles, imitándolos, se esfuerzan en ayudarse siempre mutuamente, mientras, en el camino hacia el Padre, siguen las huellas de Cristo. E igualmente, contemplando su vida en Cristo, en ellos buscan luz para descifrar los misterios de Dios. Porque en la vida de los santos, que, partícipes de nuestra humanidad, se van no obstante perfeccionando más y más a imagen de Cristo (cf. 2Co 3, 18), muestra vivamente Dios su presencia y su rostro a los hombres. En ellos nos habla él mismo y nos ofrece un signo de su Reino (29) . Lo cual se hace especialmente patente en aquellos santos que, dotados con peculiares dones del Espíritu Santo, brillaron por la excelencia no sólo de su vida sino también de su doctrina. Lo cual ha de entenderse, no exclusivamente de la ciencia teológica, sino también de esa “ciencia del amor” que, merced a la iluminación del Espíritu Santo, nace de la experiencia de los misterios de Dios (30) .

19. Por la intercesión de los santos, en Cristo, eterno y sumo sacerdote (cf. Hb 3, 1; 4, 14; 5, 10; 7, 26; 9, 11), mediador entre Dios y los hombres (cf. 1Tm 2, 5), cuando se realiza la celebración litúrgica se aumenta más y más cada día la comunión eclesial. Esto ocurre, sobre todo, en la celebración de la Eucaristía, en la que con mayor razón, al dar gracias la Iglesia entera, se une en comunión con los moradores del cielo, venerando la memoria de todos los santos (31) ; y ocurre también al celebrar la Liturgia de las Horas, en la cual es perenne la alabanza a la Santísima Trinidad por medio de los santos.

III

El Martirologio Romano

Índole y naturaleza litúrgica del Martirologio

20. En el transcurso de los siglos, el Martirologio, cuya naturaleza litúrgica se va clarificando progresivamente, ha sido incluido entre los libros para las celebraciones litúrgicas que tributan con la dignidad conveniente el culto a la Santísima Trinidad.

Queda claro entonces, que se trata de un libro litúrgico.

21. Las relaciones entre los más antiguos calendarios litúrgicos y el Martirologio, añadidas las oportunas indicaciones prácticas de las mutuas conexiones entre ellos y las celebraciones de los divinos misterios, han ido creciendo sensiblemente hasta el carácter que hoy tienen, donde la finalidad y el uso preferentemente litúrgico son evidentes.

La reforma del Martirologio

22. El Martirologio ha sido renovado muchas veces en el transcurso de los siglos y en este momento es urgente su reforma por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II, al mismo tiempo que la promulgación de los otros libros litúrgicos reformados, para que el mismo Martirologio, previa la debida investigación histórica, esté de nuevo en coherencia con los demás libros del Rito Romano.

23. El catálogo de los santos y de los beatos en el Martirologio, pues a unos y otros, santos y beatos de los que se ha tratado en el núm. 15 , se refiere, por una inveterada costumbre tradicional, responde al curso del año civil desde el mes de enero hasta el de diciembre, como en el Calendario Romano, aunque de ningún modo por eso se pretende minusvalorar el curso del año litúrgico.

La estrecha relación del Martirologio con los libros litúrgicos

24. La celebración litúrgica, como manifestación y actualización del amor de la Iglesia a Jesucristo, su Esposo, cuyo misterio total desentraña y rememora a lo largo del año, también se ocupa del culto de los santos. Pues éstos, que por la multiforme gracia de Dios fueron llevados a la perfección y ya han alcanzado la salvación eterna, cantan a Dios en el cielo una alabanza perfecta e interceden, preferentemente por los fieles cristianos, pero también por todos los hombres. Debido a esto, el misterio de Cristo y el culto a los santos se unen mutuamente, hasta tal punto que en la liturgia de la Iglesia existen relaciones entre el Martirologio y los demás libros litúrgicos utilizados para la celebración del misterio de Cristo, en la cual se encuentran también los santos.

25. Por esta causa, la Iglesia, para que las festividades de los santos no prevalezcan sobre las celebraciones que conmemoran los misterios mismos de la Salvación, con el catálogo de los santos y beatos ofrece unas normas, en virtud de las cuales sus memorias pueden celebrarse en días determinados (32) .
26. Está claro que además de las solemnidades y fiestas de los santos, así como de las memorias obligatorias, por causa justa también pueden celebrarse en las ferias que lo admitan las memorias libres con su propia categoría, así como el Oficio y la Misa de un Santo inscrito ese día en el Martirologio Romano o en un Martirologio Propio, o sea, en el Apéndice propio debidamente aprobado (33) .

Es lícito, por tanto, rendir culto a cualquier santo o beato que esté inscripto en el Martirologio.

El catálogo de los santos en el Martirologio

27. El Martirologio, que se ha considerado como un libro litúrgico, no se propuso ofrecer una exhaustiva enumeración de todos los santos y beatos, ni extensos elogios de los mismos de donde pudieran sacarse o derivar tratados edificantes de ascética, o una historia de la Iglesia como familia de los santos, nación santa, adquirida por Dios (cf. 1P 2, 9; 1Ts 5, 9-10; 2Ts 2, 13).

28. El Martirologio nos ofrece, en primer lugar, la enumeración de las memorias de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios; en segundo término, la de los Ángeles, y finalmente la de los fieles cristianos que en nuestros días reciben culto, bien sea en la Iglesia universal, en las particulares o en cualquier familia religiosa; pero no ofrece un catálogo completo de todos cuantos gozan de la eterna visión beatífica de Dios (34) .

29. Por esta razón, el Martirologio Romano incluye a los santos inscritos en el Calendario Romano cuando tienen una importancia universal en toda la Iglesia del Rito Romano, y también a otros muchos, pero no a todos de entre aquellos que han sido más estimados en cada Iglesia particular o familia religiosa y se conmemoran en cualquiera de las categorías litúrgicas. Cada caso particular o local conmemorativo de santos antiguos, así como de todos los beatos, desde la Edad Media hasta el día de hoy, se señala con su correspondiente asterisco (*), siguiendo el orden cronológico de santos y beatos conmemorados en el día.

IV

Uso del Martirologio

La celebración de los santos o beatos

30. Según lo dicho anteriormente en el núm. 26 , la Misa, y también el Oficio de un Santo inscrito en el Martirologio Romano o en un propio del Martirologio debidamente aprobado, se puede celebrar con dicha causa el día en que está inscrito su nombre, en las ferias en que se admite la celebración de una memoria libre (35) .

En este caso, para la Misa y la Liturgia de las Horas, se hace uso de los textos de los correspondientes "Comunes", de acuerdo con las diferentes categorías de bienaventurados.

31. De este modo, la celebración de un beato inscrito en el Martirologio, o en un Propio del Martirologio, ha de limitarse a la diócesis, nación o territorio más amplio, o a la familia religiosa a la que lo haya concedido la Sede Apostólica (36) .
El culto de los beatos es, por tanto, restringido. El de los santos, universal.
32. Es conveniente que cada diócesis o familia religiosa tenga su Calendario Propio (37)  , y que cada una de las Conferencias de los Obispos haga Calendarios Propios para cada nación o, juntamente con otras Conferencias, un Calendario de más amplia jurisdicción; todos ellos deben estar en la debida coherencia con el Martirologio Romano y han de ser aprobados o confirmados por la Santa Sede.

33. Pero si el día natalicio de un santo o de un beato indicado en el Martirologio está impedido todos los años por otra celebración de grado superior, ese santo o beato puede conmemorarse en los Calendarios Propios en un día libre próximo o, si es el caso, en otra fecha que por alguna razón le sea propia, como, por ejemplo, el día de su descubrimiento, del levantamiento de su cadáver o del traslado de su cuerpo, o el día de la canonización o beatificación, aunque esto ordinariamente ha de considerarse como menos conveniente (38) . Si esto ocurriere, en la lectura del Martirologio empléese una de las fórmulas propuestas más abajo, pág. 34, núm. 12 .

34. Cualquiera de los santos inscritos en el Martirologio Romano puede elegirse como titular de una Iglesia. Mas, si se trata de un beato, es necesario pedir permiso a la Sede Apostólica (39) , a no ser que el mismo beato esté ya debidamente inscrito en el Calendario de la diócesis o nación (40) .

Lectura del Martirologio

35. Los elogios de los santos de cualquier día han de leerse siempre el día precedente.

36. Es loable que la lectura del Martirologio se haga en el coro, pero también se puede hacer fuera de él.

37. Al leer el Martirologio, obsérvese el orden que se encuentra más abajo.

V

Los propios del Martirologio

38. Cada una de la diócesis, nación o familia religiosa puede confeccionar el Propio del Martirologio o Apéndice del mismo, en el que se han de incluir los santos o beatos inscritos en el Calendario Propio que no estén en el Martirologio Romano, o se celebren en distinto día, o se conmemoren con otra categoría, o cuyo elogio parezca conveniente ampliar un poco. Este Propio ha de enviarse a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, para obtener la revisión, aprobación o confirmación.

39. Esos elogios ampliados no deben componerse simplemente según el género literario de “Vidas” o “Leyendas”, sino en lo posible han de resaltar la victoria pascual de Cristo en sus siervos y poner de relieve ante los fieles (41) el carisma distintivo que se atribuye a cada uno (42) . Además, siempre se ha de observar estrictamente la fidelidad a la historia y no se han de admitir elementos homiléticos o para “edificación”, ni que pasen los elogios de unas cuarenta palabras.

Siempre el estilo de los elogios ha sido sobrio y breve, aunque no pocas veces se ha alejado de la realidad histórica, la cual ha sido suplida muchas veces por pintorescas leyendas. Felizmente la actual versión del Martirologio, igualmente sobrio y breve, adolece de estos dos últimos errores.

VI

Adaptaciones que competen a las Conferencias de los Obispos

40. Corresponde a la Conferencias de los Obispos preparar las traducciones del Martirologio Romano a las lenguas vulgares, observando minuciosamente la integridad y la fidelidad, teniendo en cuenta las notas características del género literario.

41. Al editar el Martirologio, conviene poner los elogios de cada día que se han de considerar propios de la nación o territorio por concesión de la Santa Sede en el primer lugar, después de los elogios que pertenecen a celebraciones inscritas en el Calendario General e imprimiéndolos en los mismos caracteres. Y los elogios propios de la región o de la diócesis tengan siempre su puesto en Apéndice particular. Según las normas del derecho, el texto de cualquier edición de la Conferencia de los Obispos ha de ser aprobado y revisado por la Sede Apostólica. Esto vale también, con las debidas variantes, para cualquier familia religiosa.

42. Al preparar las ediciones hay que distinguir claramente entre las traducciones del Martirologio Romano, que deben ser íntegras, y las colecciones parciales que, seleccionadas del mismo para el uso pastoral, no deben destinarse a la liturgia.

1 Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II , Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen gentium , núm. 40.

2 Cf. Misal Romano , doxología de las Plegarias Eucarísticas.

3 Cf. Conc. Ec. Vatic. II , Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen gentium , núm. 47.

4 Cf. Misal Romano , himno Gloria in excelsis.

5 Cf. Conc. Ec. Vatic. II , Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen gentium , núm. 40; Orígenes , Commentarium in Romanos, 7, 7 (PG 14, 1122 B); Ps.-Macario , De Oratione , 11 (PG 34, 861AB); Sto. Tomás de Aquino , Summa Teol. II-II, 9, 184, a. 3.

6 Cf. Misal Romano , Prefacio I de los Santos.

7 Cf. Misal Romano , Prefacio II de los Santos.

8 Ibíd.

9 Cf. Conc. Ec. Vatic. II , Const. Dogm. sobre la Iglesia Lumen gentium , núm. 39.

10 Cf. Misal Romano , Prefacio de Jesucristo, Rey del Universo.

11 Cf. Misal Romano , Ordinario de la Misa: Profesión de la fe ; Conc. Ec. Vatic. II , Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen gentium , núm. 8.

12 Cf. J uan Pablo II, Carta Apostólica Novo Millennio ineunte , 6 de enero de 2001, núm. 30: AAS 93 (2001), pág. 267.

13 Cf. Misal Romano , Prefacio común III.

14 Cf. Misal Romano , Prefacio I de los Santos.

15 Cf. Conc. Ec. Vatic. II , Const. sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium , núm. 111.

16 Cf. Liturgia de las Horas , Preces en la solemnidad de Todos los Santos.

17 Conc. Ec. Vatic. II , Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen gentium, núm. 50.

18 Cf. J uan Pablo II, Carta Apostólica Dies Domini , 31 de mayo de 1998, núm. 78: AAS 90 (1998), pág. 761.

19 Cf. San Paulino de Nola , Carmina , XIV, 3-4: CSEL 30, 67.

20 Cf. Papa Pío xii , Carta Enc. Mediator Dei : AAS39 (1947), págs. 581-582.

21 Conc. Ec. Vatic. II , Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen gentium , núm. 50.

22 Conc. Ec. Vatic. II , Const. sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium , núm. 111.

23 Cf. Código de Derecho Canónico , can. 1186.

24 Cf. Código de Derecho Canónico , can. 1187.

25 Cf. Conc. Ec. Vatic. II , Const. sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium , núm. 111; cf. también Código de Derecho Canónico , cans. 1188-1190.

26 Cf. Misal Romano , Plegaria Eucarística IV , Prefacio.

27 Cf. Misal Romano , Prefacios, repetidas veces .

28 Cf. 1Co 12, 12-27; Conc. Ec. Vatic. II , Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen gentium, núm. 49.

29 Conc. Ec. Vatic. II , Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen gentium , núm. 50.

30 Cf. Juan Pablo II , Carta Apostólica Divini amoris scientia : Santa Teresa del Niño Jesús y del Santo Rostro, proclamada Doctora de la Iglesia universal, núm. 7: AAS 90 (1998), pág. 936; y Conc. Ec. Vatic. II , Const. dogm. de la divina revelación Dei Verbum , núm. 8.

31 Cf. Misal Romano , Plegaria Eucarística I o Canon Romano , Reunidos en comunión.

32 Cf. Conc. Ec. Vatic. II , Const. sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium , núm. 111.

33 Cf. Ordenación General de la Liturgia de las Horas , núms. 244-239; S agrada Congregación para el Culto Divino , Instrucción Sobre los Calendarios particulares , núms. 8-10: AAS 62 (1970), págs. 653-654.

34 Cf. Ordenación general del Misal Romano , núm. 316.

35 Cf. Ordenación general del Misal Romano , núm. 316 [355]; Ordenación general de la Liturgia de las Horas , núm. 244.

36 Cf. Sagrada Congregación para el Culto Divino , Instrucción Sobre los Calendarios particulares , núms. 8-9: AAS 62 (1970), págs. 653-654.

37 Normas Universales sobre el Año Litúrgico y sobre el Calendario , núms. 48-55; S agrada Congregación para el Culto Divino , Instrucción Sobre los Calendarios particulares , del día 24 de junio 1970, núms. 1-9, 12: AAS 62 (1970), págs. 651-654.

38 Cf. S agrada Congregación para el Culto Divino , Instrucción Sobre los Calendarios particulares , núm. 21: AAS 62 (1970), pág. 656.

39 Cf. S agrada Congregación para el Culto Divino , Instrucción Sobre los Calendarios particulares , núm. 34: AAS 62 (1970); Pontifical Romano, Ritual de las dedicaciones de una Iglesia o un altar , edición típica, 1977, capítulo II, núm. 4.

40 Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos , notificación sobre la dedicación o bendición de una Iglesia en honor de algún Beato, día 28 de noviembre de 1998: Notitiæ 34 (1998), pág. 664.

41 Cf. Conc. Ec. Vatic. II , Constitución sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium , núm. 92.

42 Ibíd. , núm. 111.

43 Ver pág. 29.

44 Una vez computada la parte íntegra en la relación con el año del que interesa encontrar los elementos y el 19, el número áureo se deduce restando de aquel mismo año, añadido uno, la antedicha íntegra, multiplicada diecinueve veces.

45 Computado el total resultante por la multiplicación entre el número áureo del año, del que interesa encontrar la epacta, y el 11, desde ahora hasta el año 2099, la epacta se encuentra: a) si el total de la multiplicación es mayor de trece, añadiendo uno al resto del cociente íntegro, que de aquella misma suma resulta, deduciendo trece, dividido por treinta; b) pero si es menor de trece, añadiendo uno al total antedicho de la multiplicación, añadiendo treinta y restando trece (o añadiendo 18 al total de la multiplicación). Desde el año 2100 hasta el 2199, en lugar de los números trece y uno, se tendrán que emplear catorce y dos, respectivamente.

46 Donde la solemnidad de la Ascensión del Señor no es fiesta de precepto, se le asigna como día propio el domingo VII de Pascua.

47 Donde la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo no es fiesta de precepto, se le asigna como día propio el domingo siguiente a la Santísima Trinidad.

EL ANUNCIO DEL DÍA SEGÚN EL CALENDARIO LUNAR, QUE PUEDE HACERSE AD LIBITUM.

Aunque en todo el mundo se conoce y está divulgado el calendario solar, ha parecido oportuno mantener la costumbre de anunciar el día según el calendario lunar, que puede seguirse libremente en la lectura litúrgica del Martirologio.

La importancia del cómputo del día lunar resalta porque la máxima solemnidad de la Pascua, con la Cuaresma que la precede y el tiempo pascual que le sigue, depende del plenilunio del mes de abril.

Por eso, en esta edición típica del Martirologio se conserva el cómputo lunar, para que resplandezca la peculiar vinculación entre el pueblo del Antiguo y el del Nuevo Testamento, incluso en la celebración del misterio pascual. Por lo demás, el cómputo lunar se guarda en las Iglesias orientales y en multitud de religiones y cultos no cristianos del mundo entero.

En este Martirologio, colocada al comienzo de cada día, hay una serie de treinta letras, que corresponden al mismo número de días con el que los cronógrafos determinaron la duración del ciclo de las fases de la luna; esas letras indican cuál es la luna que ha de anunciarse en cada uno de los días de la totalidad del año, después de hacer el cálculo pertinente; además, cada letra remite al número de orden correspondiente, que es la que está en números romanos debajo de la serie de treinta o veintinueve cifras que identifican cada uno de los días del mes lunar. El uso de estas letras y números combinados para determinar la luna, se rige por una tabla temporal específica, en la cual corresponde a cada año un número áureo , que indica la posición del año en curso dentro del ciclo lunar de diecinueve años empleado en estos cómputos, y también la epacta, o diferencia de once días entre el fin del año lunar y el principio del año solar, así como, finalmente, la letra del Martirologio , en íntima y fácil conexión con la anterior epacta, como muestra el siguiente cuadro:

a b c d e f g h i k l m n p q

I II III IV V VI VII VIII IX X XI XII XIII XIV XV

r s t u A B C D E F /F G H M N P

XVI XVII XVIII XIX XX XXI XXII XXIII XXIV XXV XXVI XXVII XXVIII XXIX *

Todos estos elementos precisos para el cómputo de la luna en el período entre 2004 y 2033 se encuentran más adelante, en la tabla temporal correspondiente 43 . Así pues, para anunciar la fecha de la lunación en cualquier día de cada año, una vez conocido el número áureo hay que tomar la epacta y luego la letra correspondiente; encontrada ésta en las tablas de igualación que figuran en el Martirologio al comienzo de cada día, nos mostrará el número del día lunar correspondiente, es decir, cuál es la luna que se ha de anunciar en cada uno de los días de todo el año hasta el último día de diciembre. Ejemplo : En el año 2005, el número áureo concurrente es el 11, al que corresponde la epacta XIX y la letra “ u ” del Martirologio, que es la que hay que buscar en las citadas tablas de igualación del Martirologio; consultadas éstas, se verá que al día uno de enero, o Kalendis ianuarii , a la letra “ u ” le corresponde el número 20, que es la luna que hay que anunciar, y al día dos de agosto, o Quarto Nonas augusti , el número 26.

Sin embargo, en los años en que el número áureo es el 1, la luna que se ha de anunciar desde el día uno de enero hasta el fin de aquella lunación será siempre con un día menos que la anotada en el Martirologio. Ejemplo: Al año 2204, cuyo número áureo es el 1, le corresponde la epacta XXVIII y la letra del Martirologio “ M ”, que es la que hay que buscar en todo ese año en las tablas de igualación; consultadas éstas, en el día primero, o Kalendis ianuarii , se verá que a la letra “ M ” le corresponde el número o día de lunación 29, pero en lugar de éste habrá que anunciar el 28; de este modo hay que seguir sólo hasta el día segundo, o Quarto Nonas ianuarii , en el que la luna será 29, (aunque haya anotado el número 30), mientras que al día tercero, Tertio Nonas ianuarii , normalmente le corresponde la luna 1. Esta norma sólo queda derogada cuantas veces al número áureo 1 le corresponda la letra del Martirologio “ P ” mayúscula, bajo la cual estará siempre la luna que se ha de anunciar, según esté indicado en las tablas de la igualación, o sea, como se hace regularmente en los demás años.

Si en algún año cae, circunstancialmente, la epacta XXV a la que corresponda la doble letra “ F ”, una en color negro y otra en rojo, el día de la lunación hay que determinarlo según el número áureo sea de los once primeros o del 12 hasta el 19. Ejemplo : En el año 2011, cuyo número áureo es 17, corresponde la epacta XXV y la letra del Martirologio “ F ”. El día trece, idus de abril de aquel año, bajo la letra “ F ” se indica una luna doble variable, pero como el número es mayor de 12, se ha de anunciar como bajo la epacta negra, es decir, luna 10. Y cuando llegue el año 2303, cuyo número áureo es 9 y la misma epacta XXV , en los mismos idus de abril, como el número áureo es menor de 11, se ha de anunciar el día de la lunación bajo la letra del Martirologio “ F ” escrita en color rojo, es decir, el 9.

Esa tabla temporal sólo es válida hasta el año 2199, pero pueden hacerse otras sucesivas por medio de tablas especiales perpetuas de igualación del ciclo de las epactas, con las que pueden obtenerse y conocer el número áureo, 44 la epacta 45 y la letra del Martirologio correspondiente a cualquier año. Esas nuevas tablas, como la formada, por ejemplo, en el siguiente cuadro, valen a su vez sólo por un tiempo determinado, hasta el cambio del ciclo de las epactas. Ejemplo: Desde el 2200, al que corresponde el número áureo 16, y del que arranca el modelo adjunto, se puede componer la tabla propuesta sólo hasta el año 2293, en la que se recogen todos los elementos para averiguar qué luna se ha de anunciar durante este espacio de tiempo.

Tabla de las letras del Martirologio

correspondiente a los números áureos y epactas

desde el principio del año 2200 hasta el fin del año 2299.

Núm. áureo 16 17 18 19 1 2 3 4 5

Epacta xiii xiv v xvi xxviii ix xx i xii

Letra Mart. n E e r M i A a m

Núm. áureo 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15

Epacta xxiii iv xv xxvi vii xviii xxix x xxi ii

Letra Mart. D d q G g t N k B b

Al año 2248, cuyo número áureo es el 7, corresponderá la epacta IV y la letra del Martirologio “ d” minúscula, mediante la cual, como se ha dicho más arriba, se encuentra la fecha de la lunación de cada día de aquel año.

Tabla temporal

de las epactas y letras del Martirologio

Año Número Epacta Letra del Año Número Epacta Letra del

áureo Martirologio áureo Martirologio

2004 10 VIII h 2019 6 XXIV E

2005 11 XIX u 2020 7 V e

2006 12 * P 2021 8 XVI r

2007 13 XI l 2022 9 XXVII H

2008 14 XXII C 2023 10 VIII h

2009 15 III c 2024 11 XIX u

2010 16 IV p 2025 12 * P

2011 17 XXV F 2026 13 XI l

2012 18 VI f 2027 14 XXII C

2013 19 XVII s 2028 15 III c

2014 1 XXIX N 2029 16 XIV p

2015 2 IX k 2030 17 XXV F

2016 3 XXI B 2031 18 VI f

2017 4 II b 2032 19 XVII s

2018 5 XIII n 2033 1 XXIX N


1° de noviembre de 2013, solemnidad de Todos los Santos. Entrada dedicada a ellos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario