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jueves, 20 de agosto de 2015

Himno del VIII "Encuentro Mundial de las Familias 2015" (22-27/9)







Con motivo del VIII Encuentro Mundial de las Familias, que tendrá lugar el próximo mes en Filadelfia, les ofrezco la letra del Himno oficial, seguido de un comentario:

 Resuena la campana de la libertad


Resuena la campana de la santa libertad; llama a todas las naciones de la Tierra.
Hijos e hijas de un Padre, enviados a anunciar la Palabra salvadora de Dios.
Vengan, y reúnanse, como una sola familia en la Mesa del Señor.

David, rama de la Raíz de Jesé, María esa Rosa floreciente de la vid.
Ella nos trajo al Salvador, tal como el ángel lo propuso;
Eclipsada por el Espíritu, por su “sí” surgió Vida nueva.


Bendito José, Esposo de María, maestro de tu Dios y Señor,
Tú diste abrigo y proveíste a ese Niño maravilloso, adorado por los reyes.
Atento a la Palabra de Dios en tus sueños, salvaste a tu Niño de la espada de Herodes.

Jesús, joven en la preciosa Nazaret, Hijo fiel, y Niño amoroso,
Invitado y Anfitrión en las bodas de Caná, proveíste el más fino de los vinos.
Tú, nuestra roca y nuestro amparo, mantennos siempre a tu lado.

Por la Cruz una Madre angustiada, en la Cruz, su único Hijo,
Con todas las madres y sus hijos, bendita María, tú eres una.
En nuestras alegrías, y en nuestras penas, que obremos como tú lo hiciste.

Resuena la campana de la santa libertad; llama a todas las familias de la Tierra,
para ser alimentadas por el Amor encarnado, para proclamar el mundo bendito de Dios.
Por el amor de Cristo, nuestro Hermano, haznos uno en el Espíritu.

Texto: Andrew D. Ciferni, O., Praem, n. 1942
Melodía: PHILADELPHIA, 8 7 8 7 8 7:Normand Gouin, b
Para escuchar el himno, hacer clic aquí.


Comentario 

La primera estrofa parte de la metáfora del tañido de la campana, icono elocuente de la Independencia de EEUU, y "voz celestial" de las iglesias, que convoca a los hijos de Dios para que se congreguen en una sola familia. La invitación no excluye a nadie, no hace acepción de personas, y exhorta a todos a la evangelización. El signo más reprsentativo de la unidad de las familias con Dios es la participación en el Banquete/Sacrificio que el Padre ha preparado: la Mesa memorial de nuestra redención, que es una sola, y que pertenece al Señor.
La segunda estrofa se refiere a la Santísima Virgen como Rosa fecunda que brotó de la vid davídica. En efecto, gracias a María y José, Jesús es verdadero "Descendiente", "Hijo de David". El de ella, mediante el Poder del Espíritu, permitió el ingreso de Dios hecho hombre en el tiempo y en la historia de los hombres.
Infaltable la mención del gran San José, presentado con el original título de "maestro" del Divino Maestro, que es Dios y Señor (casi tan nuestro como suyo). Late aquí el eco perenne de la confesión del apóstol Tomás. José, como si fuera padre carnal del Niño, y con mayor amor que los que lo son, proveyó al Pequeño Jesús de todo lo necesario para su vida terrenal. Fiel cumplidor de la Palabra, protegió del peligro al Señor de los ejércitos, "escondido" en la santa Humanidad de un Niño inerme; defendió de la crueldad humana al Rey ante el que se postraron los Magos, más humildes que poderosos. La metonimia de la "espada de Herodes" representa todos los peligros que atentaban contra el Divino Infante, y de los que halló refugio en el inefable misterio de su sujeción en el seno de la Familia de Nazaret.

La tercera estrofa es una alabanza a Jesús en el misterio de su Santa Infancia. El Niño amoroso y adorable es el Hijo fiel y amante de sus padres. Interesante el encomio a la ciudad de Nazaret, que abre esta estrofa. Encomio justísimo, pues a esta ciudad, que no Lo vio nacer, pero que Lo vio vivir en la armonía de una Familia perfecta que sería modelo de todas, el Señor le debe el cumplimiento de la Escritura que dice que sería llamado "Nazareno".
Entre las Bodas de Caná, recordadas en esta misma estrofa, y las Bodas del Cordero de las que habla el Libro del Apocalipsis, se encuentra nuestra vida terrena, durante la cual, en el Banquete eucarístico, recibimos la Sangre redentora de Cristo, el más fino de los vinos, del que era profecía el del Milagro de Caná. La estrofa concluye con la súplica a Jesús, Roca y Amparo, para que nos conceda la gracia de vivir unidos a Él.
La cuarta estrofa nos invita a contemplar a Jesús, ya mayor, en el Sacrificio de la Cruz, al que en espíritu, su Madre se asoció como nadie. Por el misterio del dolor, aquella que había dado a luz sin sufrimiento carnal al que concibió "del Espíritu Santo", engendra espiritualmente con dolor a los hijos que el Hijo le deja como herencia. Esto la une inefablemente a cada madre y a cada hijo, en toda época y lugar. La estrofa concluye con el ruego a María de que nos conceda poder imitarla.
La última estrofa asume el carácter trinitario tan típico de la conclusión de los himnos litúrgicos. Retoma el título de la canción y con él, el espíritu y los objetivos inmediatos y a largo plazo de la convocatoria: la reunión de todas las familias del mundo en torno a la única Mesa del Señor, la toma de conciencia y el fortalecimiento del compromiso misionero de ellas, y el cumplimiento del anhelo del señor de que todos, en la familia y por medio de ella, seamos uno en Cristo.

20 de agosto de 2015, memoria litúrgica de San Bernardo, abad y doctor de la Iglesia. Entrada dedicada a él.
15° aniversario de la Clausura de la XV Jornada Mundial de la Juventud, en Roma.


San Juan Pablo II en la Apertura de la XV JMJ (15/08/00)
 

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