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sábado, 2 de enero de 2016

Guion: Domingo II después de Navidad





Introducción

El gozo festivo de la Navidad, que hemos celebrado durante ocho días, como si se tratada de un único día de fiesta, se prolongará todavía una semana más, hasta la fiesta del Bautismo del Señor, que vamos a celebrar el domingo próximo.
En este "Domingo II después de Navidad" la Iglesia nos invita a contemplar con mayor profundidad el Misterio del Verbo encarnado, la Luz verdadera que ha puesto su morada entre nosotros para disipar las tinieblas que nos invaden:

"Al nacer en el pesebre, Dios mismo inicia la única revolución verdadera que da esperanza y dignidad a los desheredados, a los marginados: la revolución del amor, la revolución de la ternura. Desde el belén, Jesús proclama, con manso poder, la llamada a compartir con los últimos el camino hacia un mundo más humano y fraterno, donde nadie sea excluido ni marginado". (S.S. Francisco, Carta Apostólica Admirabile signum, 6).
Que en esta Misa, el Divino Niño Jesús nos haga fervorosos receptores de la gracia que brota abundante para nosotros de los misterios de su santa Infancia.


Los siguientes tropos u otros pueden acompañar el canto o recitación del Kyrie:

-Verbo omnipotente de Dios, que te hiciste Palabra encarnada, Kyrie eleison

-Luz verdadera, a Quien los suyos no recibieron, Christe eleison

-Verdadero Dios, que como verdadero Hombre, padeciste la fatiga y el dolor humanos, Kyrie eleison

Se canta o recita el himno Gloria in excelsis Deo.

 
Liturgia de la Palabra

Primera lectura: Eclo. 24, 1-2. 8-12

En la Sabiduría existente antes de los siglos, que ha instalado "su tienda" entre los hijos de los hombres, reconocemos al Señor Jesucristo, el Mesías de las promesas en Quien todas las Escrituras tienen su pleno cumplimiento.

Segunda lectura: Ef. 1, 3-6. 15-18

Jesucristo, nacido entre nosotros, es la Bendición en Persona que el Padre de la Gloria ha querido impartir sobre sus hijos.

Evangelio:  Jn. 1, 1-18

"Vino a los suyos y los suyos no Lo recibieron".

A la luz de la siguiente página del Evangelio, una de las más sublimes de las Sagradas Escrituras, reflexionemos si recibimos a Jesús en nuestra vida con condicionamientos y transitoriamente, o bien, en plenitud y para siempre. 


Conviene rezar el Credo de Nicea y Constantinopla, más acorde con la liturgia de hoy que el Símbolo de los Apóstoles.


Oración de los fieles

Elevemos nuestras súplicas al Dios de todo consuelo y Padre de nuestro Señor Jesucristo, meditando en los misterios de la Santa Infancia de su amado Hijo. Digamos:

R. Por su Santa Infancia, míranos, Señor.

-Para que en el Evangelio de Jesús, el Verbo anunciado por el arcángel y encarnado en la Virgen, la Iglesia encuentre inspiración, alegría, y esperanza. R.

-Para que por la adoración a Jesús, el Niño nacido en Belén, honrado por los pastores y los Magos, nuestro Papa reciba sabiduría, consuelo y fortaleza. R.

-Para que por la contemplación de Jesús, Rey y supremo Legislador,  pero  sujeto a la ley mosaica, circuncidado y presentado en el Templo, los gobernantes imiten el espíritu de servicio, y los gobernados, la obediencia y el respeto a la legítima autoridad. R.

-Para que por Jesús, que con sus Santos Padres tuvo que huir del cruel Herodes hacia Egipto, los emigrantes hallen fraterna acogida. R.

-Para que la meditación en Jesús, sumiso a María y José, y trabajador en esta santa Familia de Nazaret, consolide en las familias las virtudes de la unidad, de la fidelidad, de la colaboración y del sacrificio. R.

-Para que en Jesús, perdido y hallado en el Templo, todos los progenitores aprendan a respetar los designios de Dios sobre sus hijos, y estos profesen siempre tierno amor y sincera gratitud hacia sus padres. R.

A continuación, se propone como otra oración conclusiva de las preces, una colecta alternativa a la de este domingo, tomada de la edición italiana del Misal Romano y traducida al castellano. Se reemplaza la conclusión trinitaria larga, propia de toda colecta, por la breve, típica de las demás oraciones litúrgicas:

"Padre de eterna gloria, que en tu único Hijo nos has elegido y amado antes de la creación del mundo, y en Él, Sabiduría encarnada, has venido a edificar tu morada entre nosotros, ilumínanos con tu Espíritu, para que acogiendo el misterio de tu amor, pregustemos la alegría que nos espera como hijos y herederos del Reino. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén".

O bien: (de la Misa propia del Niño Jesús de Praga, de la Orden carmelita: colecta adaptada).

"Padre, concédenos reconocer el esplendor de tu gloria en la pobreza de tu Hijo hecho hombre, y adorar la divina grandeza en la humildad de su Infancia, para que, acogiendo como niños el Reino de los Cielos, obtengamos el premio prometido a los humildes de corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén".



Ofertorio 

Al presentar estos dones, pedimos que por los misterios de la santa Infancia del Señor, que la liturgia nos permite revivir en estos días, aprendamos a hacer de nuestra vida, una ofrenda agradable al Padre como lo es la misma Persona de Jesús que en el Altar se inmola y se ofrece.




Comunión

Jesús es el cándido Pan "amasado" por el mismo Dios en el seno de María. Pan exquisito cuya fragancia sentimos por primera vez en Belén, ciudad cuyo nombre significa justamente "Casa del Pan". Maná definitivo, que se "leudó" en Nazaret y se nos distribuyó por vez primera en Jerusalén.
Recibamos, hermanos, el Pan verdadero, que sacia toda hambre.

 O bien:

Frágil y pequeño fue el Niño que se puso en manos de los hombres.
María, José, los ángeles, pastores y Magos Lo veneraron con amor, porque reconocieron en Él al mismo Dios.

Frágil y pequeña es, igualmente, la Hostia que ahora la Iglesia nos entrega como Alimento. Ojalá también nosotros sepamos reconocer en Ella al Emmanuel de  la profecía, al mismo Dios que se humilló hasta hacerse Pan para que nosotros tengamos vida en abundancia.

El celebrante principal puede impartir la Bendición solemne de Navidad.


Despedida

Sublimes lecciones hemos recibido. El Gran Dios todopoderoso se ha hecho un Niño inerme e indefenso. Cultivemos pues, la virtud de la humildad en el mundo en que vivimos.


2 de enero de 2016, primeras Vísperas del Domingo II después de Navidad.
Entrada dedicada a Jesús Niño.
(Última actualización de la entrada: 27/12/22).


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