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La verdadera Iglesia de Dios...

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Nos iluminaste con la Luz de Cristo...

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martes, 13 de septiembre de 2016

Guion: Domingo XXV del Tiempo Ordinario





Formulario de Misa: aquí.


Ciclo C

Introducción

Hermanos, acudir a la Santa Misa es responder a la amorosa invitación de Dios. Como el mejor de los padres, Él nos prepara la Mesa familiar de la Palabra y de la Eucaristía. Gracias a Jesucristo, no somos esclavos que nos acercamos a mendigar las migajas del amo, sino hijos que tenemos el derecho de experimentar la bondad infinita del más bueno y justo de los padres.


Primera lectura: Am. 8, 4.7

El profeta Amós "critica el estilo de vida típico de quienes se dejan absorber por una búsqueda egoísta del lucro (...) en desprecio a los pobres y en explotación de su situación, en beneficio propio". (Cf. S.S. Benedicto XVI, Homilía en la Catedral de Velletri, 23/09/07).

Segunda lectura: I Tim. 2, 1-8

El Apóstol nos invita a orar. Esta "es nuestra aportación espiritual a la edificación de una comunidad eclesial fiel a Cristo y a la construcción de una sociedad más justa y más solidaria". (Cf. ídem).

Evangelio: Lc. 16, 1-13; o bien: 16, 10-13

El Evangelio de Lucas tiene hoy como protagonista a un administrador injusto: el mismo Señor nos lo presenta no como "modelo a seguir en su injusticia sino como ejemplo a imitar por su astucia previsora". (Cf. ídem).


Oración de los fieles
 
Las siguientes preces, con las necesarias adaptaciones, están tomadas de la Santa Misa de Inicio de la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, presidida por el Papa Francisco el 3 de octubre de 2018 en la Plaza de San Pedro:


Hermanos queridos, acudamos confiadamente a Dios, nuestro Padre, para que infunda en nosotros el Espíritu Santo, primer Don del Señor Resucitado.

R. Te rogamos, óyenos.

-Envía, Señor, sobre el Santo Padre y los obispos, el Espíritu de sabiduría y discernimiento, para que busquen la verdad con apertura de corazón y en todo sean obedientes a tu voluntad. R.

-Infunde, Padre, en los gobernantes, el Espíritu de justicia y verdad, para que conduzcan a los pueblos a la paz verdadera y defiendan la vida de toda persona. R.

-Colma, Padre, a los niños y a los jóvenes, del Espíritu de consejo y fortaleza, para que miren con esperanza el futuro y no teman las adversidades de la vida. R.

-Acompaña, Padre, a los educadores, con el Espíritu de caridad y paciencia, para que puedan servir a tus hijos con la misma benevolencia tuya y se abran con sabiduría a la novedad. R.

-Sostén, Padre, a los afligidos y a las personas en dificultad, con el Espíritu de consuelo y esperanza, para que no sucumban bajo el peso de las fatigas y experimenten la ternura de personas amigas. R.

Oración conclusiva

"Confiamos en tu fiel presencia, oh, Padre: escucha nuestra plegaria y lleva a su cumplimiento, con el poder de tu Espíritu, toda obra que iniciemos en tu nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén".

O bien:

R. Inclínate hacia nosotros, Señor; somos tus hijos.

-Por la paz y la unidad de la Iglesia. R.

-Por las intenciones del Papa para este mes. R.

-Por la generosidad de los gobernantes. R.

-Por la plena unidad de los cristianos. R.
 
-Por el respeto de las culturas aborígenes de todo el mundo. R.

-Por la esperanzada resignación de quienes lloran la pérdida de sus seres queridos. R.

-Por la fortaleza y perseverancia de quienes agonizan. R.

-Por la eterna salvación de los difuntos. R.
 
A continuación, se propone como otra oración conclusiva de las preces, una colecta alternativa a la de este domingo, tomada de la edición italiana del Misal Romano y traducida al castellano. Se reemplaza la conclusión trinitaria larga, propia de toda colecta, por la breve, típica de las demás oraciones litúrgicas:

"Oh, Padre, que nos llamas a amarte y servirte como único Señor, ten piedad de nuestra condición humana; sálvanos de la codicia de la riqueza y haz que, alzando al Cielo las manos libres y puras, te glorifiquemos con toda nuestra vida. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén". 


Ofertorio

Que el Señor nos conceda un corazón puro y humilde que, como ofrenda, se una al pan y al vino que llevamos al Altar.


Comunión

Al participar de la Mesa del Altar, nos unimos en espíritu a los comensales del Banquete eterno en la Morada celestial. El mismo Dios a Quien ellos adoran en la gloria es al que nosotros recibimos como Pan del Cielo y adoramos en nuestro corazón.


Despedida

Anunciemos a todo el mundo que Dios nos ama y que jamás se cansa de esperar y de perdonar.


13 de septiembre de 2016, memoria litúrgica de san Juan Crisóstomo, obispo y doctor de la Iglesia. Entrada dedicada a él.

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