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viernes, 7 de noviembre de 2014

Himnos JMJ VII: París, 1997







En esta entrada, quiero compartir con el lector el Himno de la XII Jornada Mundial de la Juventud que se celebró en París, la primera en la que tuve la dicha de participar. Aún recuerdo las notas de esta bella canción, que escuché íntegra por vez primera en la solemne Misa de apertura del inolvidable evento, presidida por monseñor Jean Marie Lustiger, entonces arzobispo de París, de venerada memoria. El lema de esta Jornada fue "Maestro, ¿dinos dónde vives? Vengan y lo verán." (Cf. Jn. 1, 38-39).
 
Recuerdo que en muchos de los carteles, estampas y señaladores que promocionaban el evento, se anunciaba explícitamente que se reunirían 300.000 jóvenes en torno al Papa. (Todavía conservo algunos de los folletos). Es que no se esperaba mucho de la fría y anticlerical "ciudad de las luces" ni de los jóvenes que habían sido convocados a ella. Pero no se tuvo en cuenta que Quien convocaba era el Espíritu del Señor, y a través de uno de sus más piadosos elegidos: Juan Pablo II. 

La mencionada Misa de apertura superó los 300.000 participantes. La ceremonia de bienvenida al Papa, el 21 de agosto, convocó a más de 500.000 jóvenes en el Campo de Marte.

Además, el 22 de agosto, tuve la gracia de poder participar por primera vez en una multitudinaria beatificación. Fue en la imponente catedral de Notre Dame, en la que el Santo Padre elevó a los altares al laico Federico Ozanam, vicentino.

La "Velada bautismal", como se le llamó a la Vigilia del sábado 23 de agosto por la noche, llegó a superar los 700.000 concurrentes, en el gigante Hipódromo de Longchamp. Allí mismo pernoctamos y, al día siguiente, participamos de la Misa de clausura, que, ante el asombro de la prensa mundial, superó el millón de jóvenes, algo impensable para un evento religioso en esa ciudad.

Aún recuerdo el Ángelus de la hermosa mañana de ese 24 de agosto, en que el Papa se refirió a santa Teresita del Niño Jesús (en ese año del centenario de su "entrada a la Vida", como dijo entonces Juan Pablo II), proponiéndola como modelo para todos los jóvenes y anunciando que casi dos meses después la declararía "doctora de la Iglesia".

He querido compartir con el lector estos gratos e inolvidables recuerdos para concluir afirmando que, a mi criterio, no existe una experiencia más grandiosa, más profunda, más fructuosa y más inolvidable que podamos tener de todo lo que es de verdad la Madre Iglesia, que la que se vive en las Jornadas Mundiales de la Juventud, en torno al Pontífice Romano, verdadero "padre de la humanidad". Solamente un profeta santo y visionario, como Juan Pablo II podía instituir a perpetuidad un evento de esta magnitud.

Bien. Debo excusarme por esta digresión que me he atrevido a realizar, pues hermosos recuerdos se agolparon en mi mente y, casi sin darme cuenta, los he volcado en la entrada.

Pero luego de esta introducción, comentemos el Himno oficial de esta memorable Jornada. Se trata de un canto a la doble naturaleza de Cristo, humana y divina. 

En efecto, sabemos que el Señor Jesús es uno de nosotros, que vive y camina por los senderos del mundo, y por eso Le preguntamos dónde vive. Él nos invita a seguirlo. Pero nunca olvidamos, por eso lo explicitamos repetidamente, que estamos hablando con el mismo Dios, el único que puede darnos la verdadera Vida. 

Por eso, Lo invitamos a que venga a nosotros, para que nos lleve hacia Él.
Le imploramos que nos enseñe a marchar confiados tras sus huellas. 
A Él, que se hizo esclavo por amor, a Él, que es la verdadera Luz, Le pedimos que nos conforte, que no permita que nos falte la fe, don suyo, y que nos guarde junto a Sí. 
Le suplicamos también que dé la esperanza a este mundo que tiene miedo y frío, que le revele su gloria de Hijo de Dios, Señor y Salvador.
Le rogamos que el mundo sepa dónde Él habita, y que, como Dios fiel, no rompa su alianza con nosotros, que avancemos hacia donde Él vive, abriéndonos paso con el Signo de la Cruz gloriosa.

He aquí la letra original del Himno (francés), que transmite los sentimientos que acabo de describir:




Maître et Seigneur

Maître et Seigneur, venu chez nous, (bis)

Dis-nous où tu demeures, Dieu!
Dis-nous où tu demeures!

Maître et Seigneur, prends-nous chez toi, (bis)

Quand nous cherchons nos routes, Dieu!
Quand nous cherchons nos routes!

Maître et Seigneur, appelle-nous, (bis)

Que nous puissions te suivre, Dieu!
Que nous puissions te suivre !

Maître et Seigneur, dépouille-nous, (bis)

Tu veux servir les pauvres, Dieu!
Tu veux servir les pauvres!

Maître et Seigneur, enseigne-nous, (bis)

Tu prends le rang d'esclave, Dieu!
Tu prends le rang d'esclave!

Maître et Seigneur, entraîne-nous, (bis)

A la dernière place, Dieu!
A la dernière place !

Maître et Seigneur, éclaire-nous, (bis)

Tu es la vraie lumière, Dieu!
Tu es la vraie lumière!

Maître et Seigneur, pardonne-nous, (bis)

Tu aimes faire grâce, Dieu!
Tu aimes faire grâce!

Maître et Seigneur, conforte-nous, (bis)

Si notre foi défaille, Dieu!
Si notre foi défaille!

Maître et Seigneur, ce monde a peur, (bis)

Deviens son espérance, Dieu!
Deviens son espérance!

Maître et Seigneur, ce monde attend, (bis)

Révèle-lui ta gloire, Dieu!
Révèle-lui ta gloire!

Maître et Seigneur, ce monde a froid, (bis)

Qu'il sache où tu demeures, Dieu!
Qu'il sache où tu demeures!

Maître et Seigneur, demeure en nous, (bis)

Tiens-nous dans ton Alliance, Dieu!
Tiens-nous dans ton Alliance!

Maître et Seigneur, tiens-nous en toi, (bis)

Que nous formions ton peuple, Dieu!
Que nous formions ton peuple!

Maître et Seigneur, rassemble-nous, (bis)

Que nous levions ton signe, Dieu!
Que nous levions ton signe!






7 de noviembre de 2014, en Argentina, memoria litúrgica de María, Madre y Medianera de la Gracia.
En algunos países, comienzo del Mes de María.

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