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miércoles, 10 de mayo de 2017

Bendición de un nuevo seminario



Pontificio Seminario Romano Maggiore


Texto comentado

Bendicional:
en negro; (oración de bendición: negrita cursiva).
(Se conservan los números de secciones y parágrafos tal y como se hallan en el Bendicional: negrita. También en negrita me permito realzar algunas cuestiones litúrgicas del texto del Bendicional, incisos que, a mi criterio, merecen especial consideración).
Comentarios del blog: azul.


El capítulo XI del Bendicional, en la parte referida a las "bendiciones de construcciones y actividades", ofrece el siguiente rito de bendición, en el que se destaca la tensión entre el presente en el que acaece dicho sacramental, y el futuro en el que se verán sus frutos:

553. Cuando se abre un nuevo seminario o casa donde se forman los candidatos a las sagradas Órdenes, es conveniente disponer de un rito particular de bendición.

554. Como quiera que la apertura de un nuevo seminario influye de algún modo en la vida espiritual de los cristianos de toda la diócesis, debe comunicarse a su debido tiempo el día que tendrá lugar la bendición, para que pueda asistir a ella el mayor número posible de fieles, o al menos se unan espiritualmente por la oración. Para facilitar la asistencia, como también por razón del carácter del rito, se escogerá un día festivo, de preferencia un domingo. 

Adviértase que la erección de un seminario, por razones obvias, involucra espiritualmente a muchísimas más personas que aquellos que se formarán en él.

555. Cuando se dedica o bendice la iglesia del seminario, en las letanías o en la oración de los fieles pueden intercalarse, según las circunstancias, algunas invocaciones o intenciones relacionadas con las circunstancias peculiares de la casa y de la formación de los alumnos. (Tal intercalación ha de efectuarse en la segunda parte de las letanías, correspondiente a las peticiones. Por otro lado, nada obsta a que en la primera parte, (las invocaciones de los santos), se añadan santos patronos del lugar u oriundos, como así tamibén otros que de alguna manera estuvieren más íntimamente ligados al flamante seminario).

556. El rito que aquí se describe lo usa el Obispo o también el presbítero, los cuales, respetando la estructura del rito, adaptarán la celebración a las circunstancias de los presentes y del momento.

557. En aquellos lugares donde se hace la bendición de todas las casas en el tiempo pascual o en otro tiempo determinado, el celebrante, con los elementos indicados en este Rito, puede preparar una adecuada celebración, que aprovecha al bien espiritual de los alumnos que en ella participan.

RITO DE LA BENDICIÓN

RITOS INICIALES

558. Los alumnos y los fieles se reúnen en el lugar donde se ha erigido el nuevo seminario que se va a bendecir, y se interpreta, según convenga, un canto adecuado.

559. Terminado el canto, el celebrante dice:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:

Amén.

560. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:

La gracia de nuestro Señor Jesucristo, que es la eterna Sabiduría y el único Maestro, esté con todos vosotros.

U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.

El pueblo responde:

Y con tu espíritu.

O bien:

A él la gloria por los siglos de los siglos.

561. Luego el celebrante habla brevemente a los presentes para disponer su ánimo a la celebración y explicar el rito; puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos, por la misericordia de Dios nos hemos congregado aquí para la bendición de un nuevo seminario, que es un gran regalo de la generosidad divina. Un seminario —como su mismo nombre indica— es como un semillero destacado en la diócesis, donde se forman los ministros de la Iglesia. Pidamos, pues, al Señor que este nuevo seminario sea una escuela de oración y un aula de erudición divina y que a los alumnos que reciba, los devuelva convertidos en pastores celosos para vosotros y en compañeros y colaboradores nuestros en el sagrado ministerio.

(En el parágrafo precedente se destaca en negrita el "binomio" que debe caracterizar a todo seminario).

562. Todos oran un rato en silencio. Luego prosigue:

Dirige tu mirada, Señor, sobre esta Iglesia de N., que ha erigido este nuevo seminario; haz que, con tu ayuda, los futuros ministros de Cristo que en él vivirán, mediante la vida en común y el estudio de las ciencias sagradas, se preparen para ejercer debidamente tan elevado ministerio. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

(En la anterior oración, se destaca en negrita cuál es el primordial objetivo de todo seminario).

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

563. Luego, los lectores o el diácono leen uno o varios textos de la Sagrada Escritura, principalmente de los que se proponen a continuación o de los que se hallan en el Leccionario para la administración de las Sagradas Órdenes (2), intercalando los convenientes salmos responsoriales, o bien, espacios de silencio. (En muchas ocasiones la liturgia de la Iglesia da cuenta de la importancia de este silencio como algo que le es propio, presentándolo como una alternativa frente a los salmos, que son Palabra de Dios). La lectura del Evangelio ha de ser el acto más relevante.

564. Como primera lectura puede emplearse el texto siguiente:

I Co 1, 26—2, 5: Fijaos en vuestra asamblea, hermanos

Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Corintios:

Fijaos en vuestra asamblea, hermanos; no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido para humillar el poder. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención. Y así —como dice la Escritura—: «El que se gloríe, que se gloríe en el Señor.»
Por eso yo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fueron con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

Palabra de Dios.

565. Pueden también leerse: 1S 3, 1-10; Sb 9, 1-6. 10-18; I Co 9, 7-27.

566. Si se canta el salmo responsorial, puede tomarse uno de los siguientes:

Salmo responsorial Sal 83 (84), 3-4. 5 y 11 (R.: 5)

R. Dichosos los que viven en tu casa, Señor.

Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío. R.

Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados. R.

567. O bien:

Sal 15 (16), 1-2 y 5. 7-8. 11. R. (cf. 5) Tú, Señor, eres el lote de mi heredad.

Sal 22 (23), 1-3. 4. 5. 6. R. (1) El Señor es mi pastor, nada me falta.

Sal 99 (100), 2. 3. 4. 5. R. (Jn 15, 14) Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.

568. Como evangelio puede emplearse el texto siguiente:

Mt 9, 35-38: La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos

Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo:

Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos:
—«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.»

Palabra del Señor.

569. Pueden también leerse: Mt 13, 44-46; Mc 4, 1-2. 26b-34; Lc. 24, 44-48; Jn 1, 35-42; Jn 20, 19-23.

570. Luego el celebrante hace la homilía, en la que explica las lecturas bíblicas y el significado de la celebración.

PRECES

571. Sigue la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias del momento o de las personas.

En Cristo, que es la imagen perfecta del Padre, están encerrados todos los tesoros de la gracia y del saber. Acudamos a él con confianza e invoquémoslo, diciendo:

R. Señor, haz que te sigamos adonde vayas.

O bien:

R. Señor, fíjate en tus elegidos.

O bien:

R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.

Señor Jesucristo, que reuniste a los discípulos para instruirlos y asociarlos al servicio del reino,
—haz que también nosotros nos esforcemos por imitarte y consagrarnos al servicio del pueblo de Dios. R.

Tú que oraste por los discípulos para que fueran consagrados en la verdad,
—derrama sobre nosotros el Espíritu Santo, a fin de que, unidos a ti, demos fruto, y nuestro fruto dure. R.

Tú que, como sumo sacerdote escogido entre los hombres, hiciste del pueblo redimido por ti un reino de sacerdotes de Dios, tu Padre,
—haz que con nuestra palabra y nuestra vida, demos testimonio de lo que hemos creído al meditar tu ley. R.

Tú que, para cumplir la voluntad del Padre, escogiste un género de vida virginal y pobre, haz que, amando a Dios sobre todo, y entregados totalmente a él, nos unamos a ti y nos esforcemos por vivir sólo para agradarte. R.

Tú, a quien Dios ha hecho para nosotros sabiduría,
—haz que, instruidos en la sabiduría de la cruz, hablemos y vivamos en la manifestación y el poder del Espíritu. R.

Tú que nos mandaste rogar al Padre que mande trabajadores a su mies,
—escucha nuestras súplicas, para que, a medida que va aumentando la tarea, se multipliquen también los trabajadores. R.

ORACIÓN DE BENDICIÓN

572. EI celebrante, con las manos extendidas, dice:

(Tesoro precioso de teología es la siguiente plegaria, que presenta al Señor Jesús como el Sujeto principal de todo lo que realiza la Iglesia que Él mismo fundó, y al seminarista, como futuro alter Christus, pidiendo para él todo lo que necesita para llegar a serlo):
Te bendecimos, Señor, y alabamos tu Nombre, porque, siguiendo el inefable designio de tu misericordia, determinaste que el único y supremo sacerdocio de Cristo permaneciera para siempre, y que su eficacia invisible sustentara continuamente a tu Iglesia, por medio de ministros visibles. Tu Hijo, en efecto, manifiesta a todos los hombres el misterio de tu amor, cuando los predicadores del Evangelio proclaman la Palabra de salvación; Él, sentado a la derecha de tu gloria, ora con nosotros cuando resuena la oración de los sacerdotes, y se digna actualizar la Oblación de Sí mismo, cuando los sacerdotes celebran los sagrados misterios del altar; Él dirige y gobierna tu Iglesia, cuando los pastores guardan y apacientan las ovejas que tienen confiadas. Dirige, pues, tu mirada, Señor, sobre esta Iglesia de N., que ha construido este nuevo seminario, para que los futuros ministros de Cristo que en él vivirán, mediante la vida en común y el estudio de las ciencias sagradas, encuentren en este lugar la debida formación para ejercer tan sublime ministerio.
Te pedimos, Padre santo, que los que has destinado a ser mensajeros del Evangelio y ministros del altar aprendan aquí, en la oración, lo que después enseñarán, y vayan asimilando lo que han de testimoniar con su vida; que aquí se habitúen a ofrecer sacrificios espirituales y, en la participación de los sagrados misterios, experimenten la eficacia saludable de los sacramentos celestiales; que aquí, con su obediencia, sean como las ovejas que conocen al buen Pastor, para que ellos, una vez constituidos pastores del rebaño del Señor, sepan dar generosamente la vida por las ovejas a ellos encomendadas. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

573. Después de la oración de bendición, el celebrante rocía con agua bendita a los presentes y el nuevo edificio, mientras se canta la antífona:

Ant. Donde hay caridad y amor, allí está Dios.

Nos congregó y unió el amor de Cristo.
Regocijémonos y alegrémonos en él.
Temamos y amemos al Dios vivo,
y amémonos con corazón sincero.

Ant. Donde hay caridad y amor, allí está Dios.

Pues estamos en un cuerpo congregados,
cuidemos no se divida nuestro afecto.
Cesen las contiendas malignas, cesen los litigios,
y en medio de nosotros esté Cristo Dios.

Ant. Donde hay caridad y amor, allí está Dios.

Veamos juntamente con los santos
tu glorioso rostro, ¡oh, Cristo Dios!
Éste será gozo inmenso y puro,
por los siglos de los siglos infinitos.

U otro canto adecuado.

CONCLUSIÓN DEL RITO

574. Luego el diácono, según las circunstancias, invita a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:

Inclinaos para recibir la bendición.

El celebrante, con las manos extendidas sobre los presentes concluye el rito diciendo:

Dios, que no deja de proveer de pastores a su pueblo, derrame sobre su Iglesia el espíritu de piedad y fortaleza, para que los llamados por Él asuman el ministerio sacerdotal, con la gracia del Espíritu Santo, y se esfuercen por ejercerlo dignamente.

R Amén.

Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes, os bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo.

R. Amén.

575. O bien:

Dios, a cuya llamada habéis respondido generosamente, y en el cual ponéis la firme esperanza de ser en el futuro servidores fieles y cumplidores en el ejercicio del sagrado ministerio, derrame sobre vosotros su bendición.

R. Amén.

Y, ya que aspiráis a participar del sacerdocio ministerial de Cristo, el Espíritu Santo os llene de sus dones, para que realicéis una forma de vida apostólica.

R. Amén.

El Señor dirija con su amor vuestros días y vuestras acciones, para que podáis realizar entre los hombres la obra salvadora de Cristo y perseverar con asiduidad en el servicio de la Iglesia.

R. Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.

R. Amén.

576. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.


Nota:
2 Cf. Missale romanum, Ordo Lectionum Missae, núms. 770-774.


10 de mayo de 2017, conmemoración de san Juan de Ávila, presbítero y doctor de la Iglesia. Entrada dedicada a él.


 

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