Cada 29 de junio, la Iglesia Universal celebra la "solemnidad" de los santos Pedro y Pablo, apóstoles. El 28 por la tarde, es la Misa vespertina de la Vigilia. El Rito romano posee un mismo Prefacio propio (A) para ambas celebraciones. En la liturgia ambrosiana se cantan, respectivamente, dos Prefacios propios (B) y (C). Estos últimos se han traducido al español simplemente a modo ilustrativo y como homenaje a los dos máximos apóstoles. Adviértase que (A) y (B), por su parte, son dos versiones de traducción de un original semejante:
(A)
PREFACIO
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación,
darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno
por Cristo, Señor nuestro.
Porque en los apóstoles Pedro y Pablo
has querido dar a tu Iglesia
un motivo de alegría:
Pedro fue el primero en confesar la fe;
Pablo, el maestro insigne que la interpretó;
aquél fundó la primitiva Iglesia con el resto de Israel,
éste, la extendió a todas las gentes.
De esta forma, Señor, por caminos diversos,
los dos congregaron la única Iglesia de Cristo,
y a los dos, coronados por el martirio,
celebra hoy tu pueblo con una misma veneración.
Por eso,
con todos los ángeles y santos,
te alabamos proclamando sin cesar:
Santo, Santo, Santo...
(B)
En la Misa de la Vigilia:
PREFACIO
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.
Realmente es bueno y justo exaltarte,
Dios de la infinita misericordia.
Tú quisiste unir a los dos santos apóstoles
en alegre fraternidad:
Pedro, que primero confesó la fe en Cristo;
Pablo que iluminó las profundidades de su misterio;
el pescador de Galilea que formó
la primera comunidad con los justos de Israel;
y el maestro y el doctor que anunció
la salvación a todos los pueblos.
Así, con diversos dones, han edificado la única Iglesia
y, ahora, asociados en la veneración de tu pueblo,
comparten la misma corona de gloria.
Con estos santos y con todos los coros del Cielo
cantamos con voz unánime el himno de alabanza:
Santo, Santo, Santo...
(C)
En la Misa del día:
PREFACIO
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.
Realmente es bueno y justo darte gracias,
Dios Omnipotente, y cantar tu grandeza
en este día del triunfo de los apóstoles Pedro y Pablo.
Tu arcana elección ha llamado a Pedro,
del arte del pescador, a una misión divina
y cambió a Pablo en lo profundo del alma,
para que la Iglesia hoy reconociera
como sumo maestro de vida
a quien ayer había temido como enemigo.
A uno le has confiado las llaves del Reino de los Cielos;
al otro le has infundido un conocimiento sublime
de tu misterio de salvación para anunciarlo a todos los pueblos.
Ambos brillan en el Colegio apostólico con vívida luz,
y como testigos insignes de Cristo por la fe y el amor,
son coronados con gloria eterna en el cielo.
Agradecidos por los dones que se les dieron,
te adoramos, Padre, única fuente de bien, y,
unidos a la alegría de los ángeles,
te elevamos el himno de la alabanza perenne:
Santo, Santo, Santo...
29 de junio de 2020, solemnidad de san Pedro y san Pablo, apóstoles.
Entrada dedicada a ellos.
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