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viernes, 5 de febrero de 2021

Santa Águeda, virgen y mártir: himnos litúrgicos

 



El 5 de febrero la Iglesia Universal celebra la "memoria obligatoria" de santa Águeda, virgen y mártir. Los siguientes son los himnos litúrgicos propios presentes en el Breviarium Gothicum, de la Liturgia Hispano-Mozárabe. Se trata de una traducción del original latín al español:

 


Laudes: Festum insigne

Llegó esplendorosa la señalada festividad;
que todas las voces resuenen en el templo consagrado a Dios;
entonad vuestras súplicas,
pueblo todo, servidor suyo.

Esta virgen santa, e ilustre por su nacimiento,
rechazó todas las cosas perecederas del siglo;
siguiendo a Cristo sometió su cuerpo
a duros castigos.

Cuando el malvado magistrado Quintiano
vio a la virgen santa Águeda,
mandó entregarla a diez desvergonzadas
y malas mujeres.

Cuando ellas la vieron,
intentaron persuadirla con suaves palabras:
"Oye la orden del magistrado que te advierte,
adora a los dioses y gana con ello la vida y numerosas recompensas".

Pero la noble joven, llena de fe,
rechaza todas las vanas palabras
y, siempre invencible, mantiene
su esperanza clavada en Cristo.

Manda Quintiano que sea llevada a su presencia
y la obliga a adorar a los vanos ídolos,
mas la valerosa joven
mantiene intacta su fe en Cristo.

El cruel magistrado grita airado,
incita a sus verdugos en medio de los castigos
y les ordena torturar
el cuerpo frágil y sagrado de la joven.

Soporta virilmente los castigos que le infligen,
conserva intacto su cuerpo para el Señor,
vence con valentía todos los tormentos
con la fe con la que cree.

Se añade un castigo cruel y despiadado:
los senos de la santa virgen son mutilados
y, después de lacerados mucho tiempo,
ordena que sus santos pechos le sean arrancados.

Después, la santa virgen fue encarcelada,
haciéndose en Cristo una valiente atleta,
cuyos senos cura el cuidado de un ángel
bajado del cielo.

Un sagrado resplandor ilumina las tinieblas,
una luz brilla desde el cielo aquella noche,
y los guardianes huyen todos
llenos de temor.

El diligente verdugo, enfurecido,
ordena que el sagrado cuerpo sea desnudado
y se lo haga rodar sobre tiestos en punta
y carbones encendidos.

He aquí que se produjo un enorme terremoto
y la tristeza y el temor se apoderaron de todos los verdugos,
y a uno de ellos, llamado Silvano,
lo aplastó un trozo de pared.

El pueblo todo que se había reunido,
después de ver el temblor, corrió,
queriendo matar al cruel magistrado,
pero éste huyó.

Luego, la virgen que había sido encarcelada,
llena de alegría, extendió sus manos suplicando al Señor;
luego, exhaló su santo espíritu a los cielos,
con el coro de los santos.

Un ángel de Dios baja del cielo
y honra el cuerpo sagrado;
una tabla escrita con letras de oro
señala a la santa.

El inicuo magistrado, sin avergonzarse en ningún momento,
queriendo averiguar las propiedades de la santa,
es destrozado a bocados por sus caballos,
con una muerte tristísima.

Aparecieron de forma clara extrañas señales
para probar los sucesos en el aniversario de los hechos;
incluso el monte Etna
arrojó llamas ardientes.

Cuando todos vieron el fuego corriendo hacia ellos,
extendieron al punto el velo del sepulcro
y las llamas se detuvieron
para honrar el cuerpo santo.

Oh, Dios que a tu virgen otorgaste
el don inmenso del Reino celestial,
a nosotros, indignos, líbranos de nuestros pecados
por el merecimiento de ella.

En su alabanza canta el clero;
que por sus súplicas
la vida de tu pueblo te sea grata,
y se vea aprobada por sus sagrados méritos.

Que el sacerdote se distinga por su vida,
que, para Ti, esté adornado de buenas costumbres,
para que dignamente pueda
sacrificar tu sagrado Cuerpo.

Y que nos alegremos con tus santos en el cielo,
gracias a aquella,
en cuya festividad cada año
te alabamos y glorificamos.

Que el que exaltó el honor de esta santa virgen con estos cantos y relató sus padecimientos,
por tu don, sea heredero en el cielo
con el Coro de tus santos

Gloria a Ti, Padre glorioso,
y a Jesucristo, nuestro Redentor,
que contigo reina junto al Espíritu Santo
por siempre. Amén.



Vísperas:
Adesto plebs

Acude, pueblo fidelísimo,
a esta festividad embellecida por la gracia;
ofrece a Cristo himnos de alabanza
y los más grandes votos.

La bienaventurada virgen Águeda,
ilustre por su fe y por su nacimiento,
rechazando el mal del mundo,
alcanzó los cielos.

Amando ella intensamente a Cristo
y a Él solo proclamando,
fue apresada por orden del gobernador
y es encadenada en la profundidad de una cárcel.

La doncella de Cristo es torturada
por el furor del cruel juez,
pero esta santa virgen rehúsa
hacer libaciones en los impíos altares.

Entonces, finalmente, la mártir
es flagelada con crueldad,
le son arrancados los pezones de su pecho
y su casto cuerpo es golpeado.

Mas un noble anciano de Cristo
rompió los cerrojos de la cárcel,
devolvió la integridad a sus pezones
y curó todas sus heridas.

Así, la santa doncella,
tras haber conseguido tan gran recompensa,
dobló su rodilla orando
y entregó su espíritu al cielo.

Y enseguida, un joven resplandeciente
trajo una tablilla escrita, que decía:
"A un alma santa,
defensa de la patria.

Pues cuando el fuego del monte Etna,
en rapidísima carrera,
desciende hacia la ciudad,
brilla el mérito de la joven.

Entonces, del sepulcro de la mártir
el pueblo toma el sagrado velo,
cuya piadosa presencia
inmediatamente apaga el fuego.

Ahora ya, virgen santísima,
ruega el perdón de los pecados
del pueblo fiel,
dándole los beneficios de la paz.

Tú, que a tus conciudadanos
una vez los preservaste de un gran fuego,
haznos ya libres
y quita el yugo malvado.

Tengan así los fieles difuntos
el lugar apacible para su descanso;
concede tutela a los huérfanos
y amparo a las viudas.

Concédenoslo, Padre bondadosísimo,
y Tú, unigénito igual al Padre,
que reinas con el Espíritu Paráclito
por todos los siglos.
Amén.

 

Fuente:


http://www.hispanomozarabe.es/oficio/ofi-himnos.htm

 


5 de febrero de 2021, memoria litúrgica de santa Águeda, virgen y mártir.
Entrada dedicada a ella, a 1770 años de su dies natalis.

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