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martes, 22 de febrero de 2022

¿Benedicto XVI o Francisco?

 

 

 

 

Llevados por discusiones y debates que son resultado de la particular realidad de contar con dos legítimos Sucesores del apóstol Pedro vivos, los medios de comunicación transmiten, a veces no sin cierta malicia, acalorados debates de grupos que se autodenominan "católicos" acerca de quién es hoy el verdadero Vicario de Cristo en la Tierra.

Desde este blog, que profesa absoluta e incondicional fidelidad a la Iglesia, a su Magisterio y a los legítimos Sucesores de Pedro, siento la imperiosa necesidad de referirme al tema.

Los católicos sabemos que no es posible que haya dos Papas "en funciones", para expresarlo con palabras sencillas.

El hecho de que el sabio Benedicto XVI haya decidido, tras su renuncia, ser considerado "Papa Emérito", mientras que su legítimo Sucesor, Francisco, como es natural, es llamado simplemente "Papa", no nos debe confundir. Es solamente una cuestión de denominación. No puede haber dos Vicarios de Cristo porque el Señor es uno solo, una es la fe y una la Iglesia.

El único Vicario de Cristo y Sucesor del Apóstol Pedro es, en la actualidad, Francisco.

No debemos confesarlo por fanatismo, preferencia, o "revelación particular" sino exclusivamente porque así lo dice hoy la Madre Iglesia, que es la única que tiene la Autoridad de Cristo y la asistencia del Espíritu Santo para elegir al Sucesor del Apóstol Pedro y presentarlo ante el mundo como tal.

Es lamentable que se escuchen mil argumentos en contra y a favor de la legitimidad de la Autoridad de Benedicto o de Francisco, de parte de medios que se llaman "católicos". Esto atenta contra la unidad de la Iglesia.

Estoy convencido de que Dios no me dio ni a mí ni a otros grupos particulares de aquí o de allí el poder de determinar quién es el Papa "verdadero", si es que hubiera otro que, como ha ocurrido en tiempos pasados, se arrogara también esa Autoridad, sin haberla recibido legítimamente. Gracias a Dios no ha ocurrido en nuestra época.

Prefiero ser tildado de crédulo e ignorante por defender lo que dice la Madre Iglesia, y no pecar de soberbio y temerario, llevando a cabo el acto rapaz de dispersar las ovejas del rebaño de Cristo, apartándolas de quien Él mismo reconoce como su Vicario, de acuerdo con la Autoridad que confirió a la Iglesia.

Este reconocimiento filial del Santo Padre Francisco como 266° Pontífice de la Iglesia Católica, de ninguna manera implica desconocer la Autoridad legítima de ninguno de sus 265 Predecesores. Muy por el contrario. Es rendir homenaje al Papado instituido por Jesucristo, independientemente de la santidad o no de quienes lo hayan ejercido, tema este último, -el del juicio sobre la santidad de los demás-  que no me compete.

Dios es Testigo de cuánto AMO -así, en presente gramatical- a san Juan Pablo II y a Benedicto XVI. Es más, estoy convencido de que este último también en un futuro será canonizado, al igual que lo fue su inmediato Predecesor. Son los dos Papas de mi niñez, adolescencia y juventud. A san Pablo VI, el Papa de cuando nací, y a Juan Pablo I, de brevísimo Pontificado, como a muchos de los anteriores, también he llegado a admirarlos, pero más por lo que he leído o visto de ellos en documentos históricos.

Con todo esto, quiero decir que reconocer hoy la Autoridad de Francisco no se debe a que me oponga en algo a su inmediato Predecesor, Benedicto XVI. Ni mucho menos a san Juan Pablo II, ni a ninguno de los anteriores.

Rechazo absolutamente las "hipótesis" según las cuales alguien habría "obligado" a renunciar al Papa alemán, para que asumiera "el antipapa" Francisco, abriendo así las puertas del mundo al Anticristo.

Según estas hipótesis, el "doblegado" Ratzinger, por temor y presiones, se habría prestado a la "farsa" de la dimisión y a la consecuente "ilegítima elección" del cardenal Bergoglio.

Nada más absurdo.

La talla moral de Benedicto XVI es tal que JAMÁS nos hubiera engañado señalando como legítimo Sucesor suyo a quien no lo era. Él no es de los traidores que hubieran entregado su rebaño al lobo ni por presión ni por miedo, ni mucho menos a cambio de algo. Él no se hubiera prestado jamás al acto sacrílego de un engaño que pusiera en juego la eterna salvación del rebaño que Dios le había encomendado. Quien lo crea capaz de haber cedido ante los poderes del mundo, está agraviando su integridad. Peor aún, está pecando gravemente contra el octavo mandamiento del Decálogo.

No creo que deba estar en discusión si el Papa Francisco es bueno o malo como Pontífice o como persona. Al igual que sus Predecesores, tendrá defensores y detractores; cometerá errores y tendrá aciertos. La cuestión, hoy debatida en determinados sectores, es si Jorge Mario Bergoglio es el Papa o un "Antipapa", como aseguran temerariamente algunos. La respuesta a esto corresponde solo a la Iglesia. Y ella ya se ha pronunciado: Francisco hoy es el Papa.

Si se hubiera aceptado como verdadera la denominación de "Antipapa" con que, a lo largo de la historia, diversos grupúsculos sociales ha tildado a los diferentes Sucesores del apóstol Pedro, no habrían existido Papas.

Distinguir entre "Papa" y "Antipapa" está muy lejos de ser una cuestión menor.

A un Antipapa, los católicos no le debemos obediencia. A un Papa, sea malo, regular o bueno, sí. Siempre. Un Antipapa puede precipitarse en el abismo y también a su "rebaño". Pero un Papa, solo a sí mismo, en el peor de los supuestos. Nunca a su rebaño. Porque ni aún siendo el peor de todos, puede perder su infalibilidad cuando enseña la fe y la moral cristianas, incluso en la lamentable posibilidad de que no las viviera. Jesucristo le asegura no errar en estas cuestiones, y por lo tanto, jamás confundir a la grey que le encomienda.

No podemos olvidar que el juicio sobre las conductas personales, aún las del Vicario de Cristo, corresponde solamente a Dios.

Desde que Jesucristo instituyera el Papado y hasta el presente, siempre hubo quienes, con sanas o aviesas intenciones, embistieron contra la Autoridad papal.

Más allá de las elucubraciones meramente humanas, la "figura de ese hombre de blanco" que representa a Cristo en la Tierra, siempre ha sido piedra de contradicciones pues asegura la integridad del depósito de la fe y conduce al Cielo a la grey del Buen Pastor que da su vida por las ovejas.

Al Maligno le repugna la Verdad con mayúscula, la Verdad encarnada, y todo aquello que ella haya establecido. Aborrece, por tanto, al Vicario de Aquel que es la Verdad. Por eso, en todas las épocas, va a empujar hacia el pecado al Papa y a su rebaño, con la furia infinita de saber que, aún pudiendo tristemente lograr este cometido, jamás podrá arrebatar al Pontífice Romano la Autoridad que el Salvador le otorgó. Es así porque de dicha Autoridad depende que las puertas del infierno no prevalezcan contra la Iglesia, y que en ella, todas las generaciones tengan a su alcance la redención del Señor.


 
22 de febrero de 2022, fiesta de la Cátedra de san Pedro, apóstol.
Entrada dedicada a él y a todos sus legítimos Sucesores.

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