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lunes, 22 de agosto de 2022

Cántico "Te Virginem laudamus"

 



El siguiente cántico se ha extraído de las Obras -publicadas en 1762- del beato Don Juan de Palafox y Mendoza, obispo de Osma, (Tratados espirituales, tomo V,  pp. 460-463). Es una imitación del célebre himno Te Deum laudamus, del Oficio de lectura de la Liturgia de las Horas:


Cántico a la Virgen, "Silva y Selva", de diversas flores de sus alabanzas:


TE VIRGINEM LAUDAMUS


A ti, Virgen purísima, ensalzamos,
Y tu nombre santísimo alabamos.
A ti, Madre de Dios, confiesa el Cielo,
Virgen Inmaculada, en cielo, y suelo.

A ti honran los Ángeles,
A ti veneran los Arcángeles,
A ti piden amor los Serafines,
y su luz a tu luz los Querubines.
Las Virtudes te alaban,
y de loar tu nombre nunca acaban.

Los Patriarcas dicen
que tu nombre santísimo bendicen;
y el Coro de Profetas venerable,
como Reina te aclama, santa, y admirable.

Y el Colegio Apostólico te admira,
y a servir tu beldad dichoso aspira;
los mártires te aclaman, 
los confesores te aman,
y el Coro de las Vírgenes purísimo,
te venera como modelo perfectísimo.

Tú eres hija del Padre,
Y del Hijo mejor, la mejor Madre:
El Espíritu Santo
habita en ti como en su templo santo.
Toda la Trinidad
forma en ti Trono de su Majestad.

Eres Cielo animado,
y el hombre por ti ha sido reparado,
y debe a tu belleza
todo su ser nuestra naturaleza.

Tú enjugaste las lágrimas primeras,
y nos granjeaste glorias verdaderas;
pues a la culpa triste,
dichosa tú la hiciste;
Y por ti más ganamos redimidos, que perdimos por Eva destruidos.

Arca eres celestial del Testamento,
donde tuvo su asiento 
tu Hijo Omnipotente,
Redentor, Salvador, Santo, y Clemente.

De ti, como de tálamo sagrado,
salió el Esposo, blanco y encarnado,
a redimir al mundo,
Misterio tan profundo;
a ti sola se debe,
hacer tratable a Dios, humano, y breve.

Tú eres Fuente sellada,
de toda criatura venerada,
donde bebe el sediento
gracia, gloria, consuelo, amor, contento:
Tú de David la Torre, tú la Casa,
Tú la Brasa de amor que al mundo abrasa,

Tú hiciste que los Cielos
bajasen a la Tierra:
todos nuestros consuelos
y todo nuestro bien en ti se encierra.

Maestra eres de piedad,
Fuente de caridad,
Tesoro de virtud,
participado Origen de salud.

Dios, por gracia, le ha dado a tu belleza, lo que a Él le toca por naturaleza.
Es inmenso el que todo hizo de nada.
Eres inmensa tú, Virgen sagrada:
Él es Omnipotente,
Justo, sabio, clemente.

A tu poder no hay cosa reservada:
es la misma bondad el bien de mi alma.
Tu bondad, y virtudes, alta palma,
que se levanta a superior altura, 
encumbrándose a toda criatura.

Solo hay de diferencia
de una a otra omnipotencia,
que la tuya es creada,
y de tu Hijo a ti participada,
y lo que el Hijo tiene por esencia,
tienes tú, Madre, 
por beneficencia.

No eres tú Dios, Señora,
pero a tu majestad el Cielo añora;
que el ser Madre de Dios te ha levantado
a estado que no llega lo creado.
Eres Madre del Sol, y eterno Día,
solo menos que Dios eres, María.

Inmaculada Madre de Dios eres,
y no como otros hombres y mujeres,
cautiva del pecado,
porque tu Hijo te ha privilegiado;
y tu clara hidalguía,
nunca admitió tributo, Virgen pía.

Inmaculada eres, Virgen santa,
en cuerpo y alma: tu virtud es tanta,
que no hay naturaleza, si es creada,
que a tus sagrados pies no esté postrada.

Solo tu luz, y Sol, es Sol sin sombra:
Antes, la admiración misma se asombra,
de ver en ser humano,
un ser tan superior y soberano,
que con aquello santo que le sobra,
nuestra vida perdida, vida cobra.

Espejo cristalino
que ha formado el Artífice Divino,
no admite mancha alguna;
burla del sol, envídiala la luna,
todas las estrellas no son bellas
con aquella hermosura:
son una sombra, sobre fea, oscura.

¡Oh, Virgen! Madre de los afligidos,
y luz de los perdidos,
amparo dulce de desamparados,
que, ciegos y turbados,
en este valle de dolor caídos,
a ti suspiran siempre perseguidos.

Apiádate de mí, Madre piadosa;
levánteme tu mano poderosa,
no me deje en la vida
de tu favor mi vida siempre asida:
defiéndeme en la muerte, hasta llegar dichosamente a verte.

A tu Hijo nos muestras
oh, de toda virtud perfecta Maestra.
Pues por ti Lo gozamos,
por ti, piadosa Virgen, Lo veamos.
Por ti fue Redentor;
sea por ti, Señora, Salvador.
Por ti bajo del Cielo
y se hizo hombre en el suelo.
Por ti nos lleve desde el Cielo al suelo.


En la hora de la muerte,
me defienda tu brazo dulce y fuerte.
y cuando el Enemigo,
que de mis culpas es fiero testigo,
en aquella agonía
mi perdición busque con porfía,
Acusador pesado,
nunca de perseguirme fatigado.

En tan cruel peligro y riesgo tanto
cúbrame, Virgen, tu sagrado manto.
y a ti, Señora, deba la victoria,
gracia en la vida y en el Cielo gloria. Amén.



22 de agosto de 2022, memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María, Reina del universo.
Entrada dedicada a ella.

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