Los colores aprobados por la Autoridad suprema de la Iglesia, para días y tiempos litúrgicos son, en la actualidad: morado, blanco, rojo, rosado, negro y verde, cada cual con su razonable variedad de matices. El celeste, como supletorio del blanco, para las festividades de la Inmaculada, es una concesión limitada a España, Austria y a otros pocos países.
En este contexto, es sabido que el morado es color propio de los tiempos fuertes de Adviento y Cuaresma. No obstante, todos los demás colores, con excepción del verde, pueden -y en algunos casos deben- emplearse en tales tiempos para varias celebraciones del Calendario General y de los particulares:
El blanco en Adviento, debe emplearse, en las memorias, fiestas y solemnidades de la Santísima Virgen María y de los santos no mártires. En Cuaresma -que carece de memorias litúrgicas-, el blanco debe emplearse en las fiestas y solemnidades también de la Santísima Virgen María y de los santos no mártires.
Aclaración:
El morado se debe usar en las "conmemoraciones" -que es el nombre que adquieren las memorias litúrgicas durante la Cuaresma y en la última semana de Adviento (así como en la primera de Navidad)-.
El rojo en Adviento debe emplearse en las memorias, fiestas y solemnidades de santos mártires. En Cuaresma, debe emplearse en fiestas y solemnidades de ellos mismos como así también en el Domingo de Ramos o de la Pasión del Señor.
El rosado puede emplearse como alternativa del morado, en las celebraciones litúrgicas dominicales correspondientes a los Domingos III de Adviento (Gaudete) y IV de Cuaresma (Lætare).
El negro puede emplearse como alternativa del morado, en las celebraciones litúrgicas de difuntos permitidas en determinados días de los dos tiempos fuertes en cuestión.
El celeste, como se ha dicho más arriba, puede emplearse en las celebraciones marianas, allí donde la Santa Sede lo haya concedido.
El verde es, por tanto, el único color litúrgico que no debe ser usado en Adviento ni en Cuaresma.
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