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martes, 31 de mayo de 2016

Bendición del cáliz y la patena





Texto comentado

Bendicional:
en negro; (oración de bendición: negrita cursiva).

 
(Se conservan los números de secciones y parágrafos tal y como se hallan en el Bendicional: negrita. También en negrita me permito realzar algunas cuestiones litúrgicas del texto del Bendicional, incisos que, a mi criterio, merecen especial consideración).
Comentarios del blog: azul.

El capítulo XXXV del Bendicional, en la parte referida a la "bendición de las cosas destinadas a la liturgia y a la devoción", comienza por los objetos litúrgicos, y ofrece en primer lugar una importante bendición de los dos principales "vasos sagrados" (Cf. infra, 1186). Comparto con los lectores la introducción general a la mencionada parte, seguida del rito de la bendición del cáliz y la patena:

1180. Entre las cosas pertenecientes al culto, las hay que por su naturaleza merecen una atención especial. Por eso es aconsejable bendecirlas antes de empezar a hacer uso de ellas.

1181. El cáliz y la patena se bendicen según el rito descrito en el Pontifical Romano (30). De lo que se deduce que, en cuanto sea posible, conviene que el mismo obispo -por ejemplo, cuando realice la visita pastoral a alguna parroquia-, sea el que bendiga el cáliz y la patena con los que, en comunión con él, con sus hermanos en el episcopado, y con el Papa, los sacerdotes celebrarán el único Sacrificio del Señor junto a la porción de la grey de Cristo que dicho obispo les haya encomendado. No obstante lo dicho, como especifica más abajo el ritual, cualquier ministro ordenado puede bendecir los objetos sagrados. Por razones de utilidad práctica, dicho rito se incluye también en este capítulo.

1182. Conviene asimismo bendecir el copón o píxide, la custodia, los ornamentos sagrados, así como los lienzos, es decir, los corporales y los manteles, que normalmente se usan en las celebraciones litúrgicas. Y esto, por la razón aducida en el anterior parágrafo 1180.

1183. Los objetos que se han de bendecir para los oficios litúrgicos deben responder a las normas establecidas por la autoridad legítima; o sea, que han de ser bellos y confeccionados con exquisita elegancia, aunque evitando siempre la mera suntuosidad. Adviértase que el sabio equilibrio entre estos requisitos asegura la dignidad requerida por los objetos sagrados para su uso litúrgico permanente.

1184. Es recomendable bendecir varios objetos con un solo rito, ya sea dentro de la Misa ya sea en alguna celebración en la que los fieles participen oportunamente. Si se trata de bendecir un solo objeto, puede entonces emplearse el Rito breve fuera de la Misa.

1185. El Rito breve fuera de la Misa puede utilizarlo también el diácono.

I. BENDICIÓN DEL CÁLIZ Y DE LA PATENA

1186. El cáliz y la patena, en los cuales se ofrecen, se consagran y se reciben el vino y el pan, por estar destinados de manera exclusiva y estable a la celebración de la Eucaristía, llegan a ser «vasos sagrados».

1187. El propósito de reservar estos vasos únicamente para la Eucaristía se manifiesta ante la comunidad de los fieles mediante una bendición especial que es aconsejable hacer dentro de la Misa.

1188. Cualquier sacerdote puede bendecir el cáliz y la patena con tal de que estén fabricados según las normas indicadas en los núms. 290-295 de la Ordenación general del Misal romano.

1189. Si sólo se bendice el cáliz o sólo la patena se adaptarán los textos.

A. RITO DE LA BENDICIÓN DENTRO DE LA MISA

1190. En la Liturgia de la Palabra, salvo en los días inscritos en los números 1-9 de la Lista de días litúrgicos, puede leerse una o dos lecturas de los textos propuestos a continuación:

PRIMERA LECTURA

1191. El lector, uno de los presentes o el mismo sacerdote (si ninguno de los fieles presentes fuera idóneo para esta proclamación), lee un texto de la Sagrada Escritura:

I Co 10, 14-22: El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la Sangre de Cristo?

Amigos míos: No tengáis que ver con la idolatría. Os hablo como a gente sensata, formaos vuestro juicio sobre lo que digo. El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan. Considerad al Israel según la carne: los que comen de las víctimas se unen al altar, ¿qué quiero decir? ¿Que las víctimas son algo o que los ídolos son algo? No, sino que los gentiles ofrecen sus sacrificios a los demonios, no a Dios, y no quiero que os unáis a los demonios. No podéis beber de los dos cálices, del cáliz del Señor y del de los demonios. No podéis participar de las dos mesas, de la del Señor y de la de los demonios. ¿Vamos a provocar al Señor? ¿Es que somos más fuertes que él?

Palabra de Dios.

1192. Puede también leerse: I Co 11, 23-26.

SALMO RESPONSORIAL

1193. A continuación se dice o se canta un salmo responsorial.

Salmo responsorial

Sal 22 (23), l-3a. 3b-4. 5. 6 (R.: 5a. d)

R. Preparas una mesa ante mí, y mi copa rebosa.

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar; R.

me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre. R.

Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R.

1194. O bien:

Sal 15 (16), 5 y 8. 9-10. 11

R. (5a) El Señor es el lote de mi heredad y mi copa.

EVANGELIO

1195.

La siguiente página evangélica es la misma de la liturgia de la solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor, en el Ciclo C:

Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 14, 12-16. 22-26

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
—«¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?»
Él envió a dos discípulos, diciéndoles:
—«Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?"
Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.»
Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:
—«Tomad, esto es mi cuerpo.»
Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo:
—«Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.»
Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

Palabra del Señor.

1196. O bien:

Mt. 20, 20-28: Mi cáliz lo beberéis.

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos...

1197. Después de la lectura de la palabra de Dios, el sacerdote hace la homilía, en la cual explica las lecturas bíblicas y el sentido de la bendición del cáliz y de la patena que se usan en la celebración de la Cena del Señor.

1198. Terminada la oración de los fieles, los ministros, o los delegados de la comunidad que ofrece el cáliz y la patena, los colocan sobre el altar. (Es sugestivo que se proponga aquí la alternativa de que "los delegados de la comunidad" puedan "ofrecer" el cáliz y la patena, y "colocarlos sobre el altar". La expresión disyuntiva "ministros o delegados" da a entender aquí que, dado el caso, los segundos no se desempeñan como ministros en la Misa, sino que solamente se limitan a depositar sobre el altar los vasos sagrados que han ofrecido, con lo que se pone de relieve esta actitud oferente en la comunidad que celebra el Sacrificio del que todos son partícipes). Luego, el sacerdote se dirige al altar. Mientras tanto, se canta la antífona siguiente u otro canto adecuado:

Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.

1199. Terminado el canto, el sacerdote dice:

Oremos.

Todos oran, por unos instantes, en silencio. Luego, el sacerdote dice:

Sobre tu altar, Señor Dios, colocamos, alegres, este cáliz y esta patena,  para celebrar el Sacrificio de la nueva alianza (1); que el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, que en ellos se ofrecen y se reciben, santifiquen estos vasos (2). Concédenos, Señor Dios nuestro, que, al celebrar el Sacrificio de tu Hijo, nos fortalezcamos con tus sacramentos y seamos penetrados por tu Espíritu (3), hasta que podamos gozar con tus santos del banquete del reino celestial (4). A ti la gloria y el honor, Señor Dios nuestro.

Todos responden:

Bendito seas por siempre, Señor.

(1) La bendición de los vasos sagrados restringe su uso y lo hace exclusivo del Santo Sacrificio de la Misa.
(2) Dicha bendición es un sacramental que recibe su validez y queda confirmado en el mismo contacto con el Cuerpo y la Sangre del Señor, los Cuales, ofrecidos en Sacrificio, son los que realizan en plenitud la consagración de los vasos sagrados.
(3) La mención general de todos los sacramentos quiere expresar la realidad de la Suprema Excelencia de la Eucaristía. De hecho, en la actualización del Sacrificio Pascual de Cristo mediante la Ofrenda del Cuerpo glorioso y de la Preciosísima Sangre, reciben su eficacia todos los otros sacramentos. Más aun, la existencia misma de la Iglesia en tanto mística Esposa del Cordero y dispensadora de las divinas gracias, depende absolutamente del Sacramento eucarístico.
(4) La oración se concluye con la alusión a la meta final que asegura nuestra participación en el Santo Sacrificio: el Convite de la Pascua eterna.
1200. Luego, los ministros extienden el corporal sobre el altar. (El corporal sobre el mantel -blancos ambos- jamás debe faltar cuando se deban depositar en el Altar la Custodia, el copón o la patena con las Sagradas Formas, o el Cáliz con la Preciosísima Sangre). Algunos fieles traen el pan, el vino y el agua para la Eucaristía. El sacerdote coloca los dones sobre la patena y el cáliz recién bendecidos, y los presenta como de costumbre. Mientras tanto, se canta la antífona siguiente:

R- Alzaré la copa de la salvación, y te ofreceré un sacrificio de alabanza.

Con el salmo 115 (116), u otro canto adecuado:

Salmo 115 (116)

Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!»
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos.» R.

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu servidor,
servidor tuyo, hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén. R.

1201. Después de la oración de bendición: In spíritu humilitatis, conviene que el sacerdote inciense los dones y el altar. Conviene que también los fieles reciban la Sangre de Cristo del cáliz recién bendecido, si las circunstancias lo permiten.

Detengámonos en cada "conviene que". Del primero se infiere que el uso del incienso es optativo aunque aconsejable. Del segundo se deduce que es oportuno dar la Comunión bajo las dos especies; se menciona solamente la Sangre porque se supone que en toda Misa los fieles comulgan con el Cuerpo del Señor.

B. RITO DE LA BENDICIÓN FUERA DE LA MISA

1202. Reunido el pueblo, el sacerdote, revestido de alba o sobrepelliz y con estola, se dirige a la sede. Mientras, se puede cantar la antífona siguiente u otro canto adecuado:

Alzaré la copa de la salvación, y te ofreceré un sacrificio de alabanza.

Con el salmo 115 (116), como en el formulario anterior, p. 539 (es la cita de la página del Bendicional en su edición en papel) u otro canto adecuado.

1203. El sacerdote saluda al pueblo con estas palabras u otras tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura:

La gracia de nuestro Señor Jesucristo, que ofreció su Cuerpo y su Sangre por nuestra salvación, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros. (La oración gramatical de relativo que acabo de remarcar es un añadido a uno de los saludos litúrgicos, de origen paulino, del Misal Romano).

El pueblo contesta:

Y con tu espíritu.

O bien, otras palabras adecuadas.

1204. Luego, el sacerdote habla brevemente a los fieles a fin de prepararlos para la celebración e ilustrar sobre el sentido de la misma.

1205. Después, se lee uno o varios textos de la Sagrada Escritura, seleccionados de preferencia entre los propuestos anteriormente (núms. 1191-1196) intercalando un salmo responsorial apropiado, o un espacio de silencio.

1206. Después de la lectura de la Palabra de Dios, el sacerdote hace la homilía, en la cual explica las lecturas bíblicas y el sentido de la bendición del cáliz y de la patena que se usan en la celebración de la Cena del Señor.

1207. Terminada la homilía, los ministros, o los delegados de la comunidad que ofrece el cáliz y la patena, los colocan sobre el altar. (Adviértase que, para este rito, aun fuera de la Misa, los vasos sagrados se colocan sobre el altar puesto que solamente allí serán usados cuando se celebre la Misa. Es el único caso en que se permite que el objeto sobre el que se impetra la bendición divina sea depositado en el altar. En efecto, el altar es el ara del Sacrificio del Señor, por lo que ni en la Misa ni fuera de ella puede colocarse sobre él nada que sea ajeno a la celebración de este Sacrificio. Así, fuera del Misal y los vasos sagrados se puede depositar sobre el altar una Cruz con la efigie del Señor Crucificado, y eventualmente cirios y flores -aunque es preferible que estos dos últimos se coloquen cerca del altar). Luego, el sacerdote se dirige al altar. Mientras, se puede cantar la antífona siguiente u otro canto adecuado:

Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.

1208. Entonces, el sacerdote dice:

Oremos.

Todos oran, por unos instantes, en silencio. Luego, el sacerdote continúa:

Dirige, Padre, tu mirada bondadosa sobre estos hijos tuyos que han colocado sobre tu altar, llenos de gozo, este cáliz y esta patena; santifica con tu bendición + estos recipientes, ya que tu pueblo, con unánime consenso, ha determinado destinarlos a la celebración del Sacrificio de la nueva alianza. Haz también que nosotros que, al celebrar los sagrados Misterios, nos fortalecemos con tus sacramentos, seamos penetrados de tu Espíritu, hasta que podamos gozar con tus santos del banquete del reino celestial. A ti la gloria y el honor, Señor Dios nuestro.

Nótese que en la oración de bendición "dentro de la Misa" (Cf. supra, 1199), se pide que el Cuerpo y la Sangre del Señor "ofrecidos y recibidos" sean los que "santifiquen" en ese acto los vasos sagrados. Aquí, en cambio, son bendecidos del modo acostumbrado.

Todos responden:

Bendito seas por siempre, Señor.

1209. Después, se hace la oración de los fieles, en la forma acostumbrada en la celebración de la Misa o bien en la forma que aquí se propone.

Invoquemos a Jesús, el Señor, que se entrega sin cesar a la Iglesia como Pan de vida y Copa de la salvación, y digámosle confiadamente: (si bien los términos "copa" y "cáliz" suelen usarse como sinónimos, es mucho más propio el segundo vocablo, cuando aludimos a la Pasión del Señor, pues transmite con mayor claridad la idea bíblica de sufrimiento)

R. Cristo, Pan celestial, danos la vida eterna.

Salvador nuestro, que sometiéndote a la voluntad del Padre, bebiste, por nuestra salvación, el cáliz de la pasión,
— concédenos que, uniéndonos al misterio de tu muerte, alcancemos el reino de los cielos. R.

Sacerdote del Altísimo, que estás presente, aunque oculto, en el Sacramento del altar,
— haz que los ojos de nuestra fe vean lo que se esconde a nuestra mirada corporal. R.

Buen Pastor, que te das a los discípulos como comida y bebida,
— haz que, saciándonos de ti, en ti nos transformemos. R.

Cordero de Dios, que mandaste a la Iglesia celebrar el misterio pascual con los signos del pan y el vino,
— haz que el memorial de tu muerte y resurrección sea para todos los creyentes fuente y culminación de toda su vida espiritual. R.

Hijo de Dios, que con el Pan de vida y la Bebida de salvación sacias de modo admirable el hambre y sed de ti,
— haz que en el misterio de la Eucaristía nos llenemos de caridad hacia ti y hacia todos los hombres. R.

De profunda riqueza teológica son las preces "eucarísticas" precedentes, que bien podrían emplearse en alguna otra celebración, como por ejemplo, en la Misa In Cena Domini o en la solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor.

1210. Luego, el sacerdote puede introducir la oración del Señor con estas palabras u otras semejantes:

Como culminación de nuestras peticiones, digamos ahora la oración de Cristo mismo, el cual, clavado en la cruz, fue mediador de nuestra salvación y, por su obediencia perfecta a la voluntad del Padre, fue Maestro excelente de oración.

Todos recitan la oración del Señor.

El sacerdote añade a continuación:

Señor Dios, que por la muerte y resurrección de tu Hijo redimiste a todos los hombres, conserva en nosotros la obra de tu amor, para que, venerando constantemente el misterio de Cristo, consigamos el fruto de nuestra salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

1211. Finalmente, el sacerdote bendice al pueblo en la forma acostumbrada y lo despide, diciendo:

Podéis ir en paz.

Todos:

Demos gracias a Dios.


30 Cf. Ritual de la Dedicación de iglesias y de altares, Bendición del cáliz y de la patena.


29 de mayo de 2016, (en muchos países), solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor, (trasladada del jueves 26). Entrada dedicada a Jesús Eucaristía.
(Última actualización de la entrada: 31/05/16).


Icono de Cristo, "Cáliz inagotable"

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