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lunes, 5 de septiembre de 2016

Guion: Domingo XXIV del Tiempo Ordinario





Formulario de Misa: aquí.


Ciclo C

Introducción

Hermanos:

La siguiente exhortación de san Juan Pablo II quiere iluminar hoy nuestra liturgia dominical y poner de relieve su gran importancia en nuestra vida:

Dice el santo Papa polaco:

"Tomen en serio la invitación que les dirige la Iglesia, con carácter obligatorio, a participar todos los domingos en la Santa Misa. Aquí deben encontrar continuamente, en medio de la comunidad, al Padre y recibir el don de su amor, la santa Comunión, el Pan de nuestra esperanza. Configuren todo el domingo con esa fuente de energía como un día consagrado al Señor. Pues a Él pertenece nuestra vida; a Él se debe nuestra adoración. Así podrá permanecer viva en al existencia cotidiana su unión con Dios y convertirse todas sus acciones en testimonio cristiano". (Cf. Homilía en Viena, 11/09/83).

Ojalá estas palabras del inolvidable Pontífice sean plenamente valoradas por cada uno de los que constituimos esta asamblea fraterna.

Con el canto de entrada, iniciemos esta celebración.


Primera lectura: Éx. 32, 7-11. 13-14

La humilde intercesión del santo profeta Moisés en favor del pueblo idólatra, conmueve las entrañas de Dios Misericordioso. (He aquí el misterio de la "comunión de los santos": los méritos de los justos redundan en beneficio de los pecadores).

Segunda lectura: I Tim. 1, 12-17

El primer paso hacia una fructuosa conversión es el humilde reconocimiento de las propias faltas. El apóstol Pablo en persona es un testigo elocuente de ello.

Evangelio: Lc. 15, 1-32

Estamos por escuchar una de las páginas más conmovedoras de la Biblia, que pone de manifiesto la incomparable Misericordia de Dios, el Padre bueno que jamás se cansa de esperar al hijo que se ha alejado de Él.


Oración de los fieles

Las siguientes preces, con las necesarias adaptaciones, corresponden a la Santa Misa con neocardenales, presidida por el Papa Francisco en la Basílica de San Pedro el 30 de agosto de 2022:

Hermanos y hermanas, animados por la escucha de "toda palabra que sale de la boca del Altísimo", con sencillez y confianza, elevemos súplicas al Padre de nuestro Señor Jesucristo, encomendándole las necesidades de toda la Iglesia y los deseos de paz de la humanidad entera:

R. Te rogamos, óyenos

-Oremos por nuestro Santo Padre N.
 
+El Dios de toda bendición conceda al Papa N sabiduría y salud para guiar los pasos de la Iglesia, llamada a dar en el mundo un testimonio vivo de fe, esperanza y caridad. R.

-Oremos por el Colegio Cardenalicio.

+El Custodio del rebaño redimido por la Sangre de Cristo, conceda a todos los cardenales ser colaboradores en el Ministerio Apostólico del Papa, en favor de la unidad de la Iglesia, extendida por toda la Tierra. R.

-Oremos por los jefes de las naciones.

+Que el Señor de la historia conceda a los gobernantes la sabiduría de la humildad, la búsqueda constante del diálogo, el cuidado del bien común y la voluntad de extinguir todo brote de guerra. R.

-Oremos por aquellos que sufren en el alma o el cuerpo.

+Que el Defensor de los débiles y de los pobres conceda a cuantos atraviesan tiempos difíciles y momentos dolorosos la fuerza consoladora de la divina presencia y la cercanía fraternal del prójimo. R.

-Oremos por todos los hombres de buena voluntad.

+Que el Padre de la luz conceda a quienes esperan los cielos nuevos y la tierra nueva, abandonar proyectos mundanos para colaborar con el Espíritu Creador en la construcción de la nueva humanidad plasmada en el Evangelio. R.

Oración conclusiva

"Padre, que no desoyes las súplicas de quienes te rezan con sinceridad de corazón, acoge nuestras invocaciones y concede al pueblo de los bautizados en Cristo, la gracia de la comunión fraterna que tiene su fuente en el Espíritu Santo, y en la práctica del Evangelio, su incremento. Por Jesucristo, nuestro Señor".

O bien:

Al Padre de Jesucristo, confiémosle nuestras necesidades:

R. Señor, que nos levantemos y volvamos a Ti.

-Para que la Iglesia se regocije por la conversión y el testimonio de sus hijos pecadores. R.

-Para que no sean en vano las exhortaciones del Papa y de los demás pastores fieles. R.

-Para que la incontable multitud de "hijos pródigos" que vagan por el mundo, sigan los pasos de los verdaderos creyentes hacia el abrazo amoroso del Padre Bueno. R.

-Para que los que nos llamamos cristianos, a diferencia del hijo mayor de la parábola, acojamos con amor a cuantos regresan al regazo del Padre del perdón. R.

-Para que, imitando la compasión del Padre Celestial, podamos consolar a los padres que sufren por la ausencia física o espiritual de sus hijos. R.

A continuación, se propone como otra oración conclusiva de las preces, una colecta alternativa a la de este domingo, tomada de la edición italiana del Misal Romano y traducida al castellano. Se reemplaza la conclusión trinitaria larga, propia de toda colecta, por la breve, típica de las demás oraciones litúrgicas:

"Oh, Dios, que por la oración de tu siervo Moisés, no abandonaste al pueblo obstinado en la negación de tu amor, concede a la Iglesia, por los méritos de tu Hijo que intercede siempre por nosotros, hacer fiesta junto a los ángeles, incluso por un solo pecador que se convierte. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén".


Ofertorio

Que el sacrificio de nuestro corazón contrito, como el del hijo pródigo, sea la ofrenda que hoy llevemos al Altar junto al pan y al vino.


Comunión

Más que el padre de la parábola, nuestro Padre del Cielo ha preparado para nosotros, que tantas veces nos hemos alejado de Él, no un festejo de algunas horas, sino el gran Banquete eucarístico, antesala y anticipo de las fiestas de la eternidad.


Despedida

Al concluir esta celebración, en que hemos gustado de la misericordia de Dios que siempre perdona, propongámonos que ninguno de nuestros pecados sea un camino sin regreso hacia este Padre que nos espera en todo momento.


5 de septiembre de 2016, festividad de santa Teresa de Calcuta, virgen. Entrada dedicada a ella.

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