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jueves, 14 de septiembre de 2017

Nuestra Señora, la Virgen de los Dolores: himnos litúrgicos


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Cada 15 de septiembre, la Iglesia Universal celebra la "memoria obligatoria" de Nuestra Señora de los Dolores. La versión latina de la Liturgia de las Horas, para el Oficio de lectura, Laudes y Vísperas, emplea el célebre himno Stabat Mater (A). Se transcribe en esta entrada la traducción al español, tal y como se ha distribuido en las tres horas litúrgicas mencionadas.
Por su parte, la Orden de los Siervos de María (Servitas), en este mismo día, honra a la Madre Dolorosa con el rango de "solemnidad", por ser su celestial Patrona, y ha compuesto para ella himnos litúrgicos propios (B), precedidos por una breve noticia histórica, todo lo cual se transcribe más abajo.


A)

Oficio de lectura: Stabat Mater

Estaba la Madre Dolorosa de pie, 
llorando junto a la Cruz,
mientras el Hijo pendía.

Una espada traspasó 
su alma, que gemía,
contristada y dolorida.

¡Qué desconsolada y triste 
estaba aquella Madre bendita 
del Hijo Unigénito de Dios!

Esta Madre piadosa se apenaba 
y afligía, contemplando la pena 
de su Hijo Divino.

¿Qué hombre no lloraría 
si viera a la Madre de Cristo 
en tamaño suplicio?

¿Quién no se entristecería 
al poner los ojos en aquella Madre clemente 
que sufre a la par de su Hijo?

Vio a Jesús torturado y azotado,
a causa de los pecados de su pueblo.

Presenció la muerte sin consuelo 
de su Hijo querido, 
cuando entregó el espíritu.

Cuando llegue la hora 
de partir de este mundo, 
haz, oh, Jesús, que, por medio de tu Madre, 
consiga yo la palma de la victoria. Amén.


Laudes: Eia Mater

Oh, Madre, Fuente de amor, 

haz que yo sienta toda la fuerza de tu dolor 
para que llore Contigo.

Que arda mi corazón 

de amor a Cristo, mi Dios, 
y así Lo pueda consolar.

Haz que se graben profundamente 

en mi corazón, oh, Madre Santa, 
las Llagas del Crucificado.

Comparte conmigo las penas 

de tu Hijo llagado 
que tanto se dignó padecer por mí.

Que mientras viva, 

llore y me conduela de veras 
contigo por Cristo Crucificado.

Deseo acompañarte, 

estar de pie junto a la Cruz, 
y unirme a ti en el llanto.

Y cuando el cuerpo muera, 

haz que mi alma reciba 
la gloria del Paraíso. Amén.


Vísperas: O Virgo virginum

Oh, gloriosa Virgen de las vírgenes, 
no te muestres rigurosa
y permíteme unirme a tu llanto.

Haz que lleve conmigo la Muerte de Cristo 
y, participando de su Pasión, 
recuerde siempre sus Heridas.

Que se impriman en mí sus Llagas, 
embriagándome de su Cruz y de su Sangre.

Que en el Día del Juicio, experimente, 
oh, Virgen, tu auxilio, 
para no verme atormentado por las llamas.

Dame la defensa de la Cruz para que, 
resguardado por la Muerte de Cristo, 
me reconforte la gracia.

Y cuando el cuerpo muera, 
haz que mi alma reciba 
la gloria del Paraíso. Amén.


B)

El 9 de agosto de 1692 Inocencio XII, acogiendo un vivo deseo de todos los Siervos de María, ratificaba el decreto con el que la S. Congregación de los Ritos reconocía a la Virgen de los Dolores como Patrona principal de la Orden.
En la solemnidad del 15 de septiembre, celebramos a la Virgen de los Dolores con tono y contenidos pascuales. Es la fiesta de la glorificación del dolor que la Virgen sufrió con su Hijo para la salvación del género humano: «desde la humildad del Pesebre hasta la ignominia de la Cruz» (I Vísp. ant. Magn.). Junto al Árbol de la vida, el dolor de la Santísima Virgen germinó en frutos de gracia y amor. Por eso, Dios Padre la ha glorificado con la gloria misma de su Hijo.
En el Cielo, la Dolorosa es la Reina de los mártires, la gloriosa Señora, la Madre llena de misericordia, la Patrona que vela por sus siervos y siervas.


I Vísperas

Cuando lloras, María,
tu soledad, abismo de amargura,
es cáliz de agonía.
Y la piedra más dura
se parte ante el dolor que en ti madura.

¿Qué sabe el que no sabe
llorar? Jesús lloró en el
Huerto el llanto de todo lo que es, 
Ave María. 

Y su quebranto nos rescató del duelo. 
Dame el canto de tu voz en sordina.
Dame la mano en esta cuesta amarga,
dolorosa Señora.

La noche es negra y larga,
y el peso del amor es dura carga.
Por la Cruz, a la Luz.
Por el llanto al perfecto y puro gozo.
Por ti, Madre, a Jesús.

Y aunque la Cruz destroce
todo el pecho, en la Cruz, a las doce.
cuando muera la tarde,
todo te lo diré, Madre, llorando:
mi soledad que en ti arde...
¡ay!, mi grito allanado,
contra toda esperanza, en ti esperando. Amén.


Oficio de lectura

Virgen de la Soledad,
yo te clavé ese cuchillo,
tan negro y tan amarillo,
sobre tu inmensa beldad.

Yo fui el viento de impiedad
abatido en tu costado.
Yo te cubrí de morado
y sembré de espinas rojas
la senda de tus congojas,
Madre del Crucificado.

Soledad de soledades,
flor de sal, amargo espejo,
si despiadado y perplejo,
volqué en ti esas tempestades
de sombra y de iniquidades,
pinta en mi rostro,
María, ese rictus de agonía.

Señora, si tú me dejas
llorar contigo mis quejas,
seremos dos por la vía.

Dame ese llanto bendito
para llorar mis pecados.
Dame esos clavos clavados,
esa corona, ese grito,
ese puñal, ese escrito
y esa Cruz para loarte;
para ungirte y consolarte,
oh, Virgen de los Dolores;
para ir sembrando de flores
tu viacrucis, parte a parte. Amén.


Laudes

Junto a la Cruz quiero estar
a tu lado, y asociar
a tus lágrimas las mías.

Haz que contigo me duela
y con Cristo me conduela
mientras me duren los días.

De pie, la Madre penaba
junto a la Cruz y lloraba
viendo al Hijo suspendido;
y una espada hundida
en el alma dolorida,
hecha tristeza y gemido.

No seas dura conmigo;
déjame llorar contigo,
Virgen de vírgenes, santa.

Haz que con Cristo yo muera,
que en su Pasión parte adquiera
y nunca olvide sus Llagas.

Haz que me hiera su Herida,
y de su Sangre vertida en la Cruz,
haz que me embriague;
y que por ti, defendido
del fuego, sea eximido
el Día del Juicio, Madre.

Y cuando la muerte llame,
por tu Madre, Cristo,
dame la palma de la victoria;
y, pasado el duro trance,
que el alma por fin alcance 
del Paraíso la gloria. Amén.


II Vísperas

¿No son más blandas las piedras
y el sol de luto vestido,
que mi pecho endurecido
cuando tú, como las piedras,
junto a la Cruz, no te arredras
de ahogarte en esos oleajes
de hiel? 

Obscuros celajes
envolvían el Calvario,
y tú eras, Madre, el sudario
de aquel diluvio de ultrajes.

Así se vive la vida.
Así se espera en la muerte.
Así la Cruz se convierte
en la rosa más herida de júbilo.

Así, escondida,
la soledad nos redime.
Así, como arma, se esgrime
contra las sombras el alba.
Así, Señora, se salva
lo que clama y lo que gime.

Hoy la angustia te tortura
con siete rojos puñales;
pero después de esos males
de tu llanto, en otra altura
de tu soledad madura,
florecerá, como un huerto
sobre el Sepulcro, el concierto
de mil cítaras de gozo:
¡en tus manos, tembloroso,
todo el júbilo despierto!
Amén.


14 de septiembre de 2017, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.
Para los servitas, I vísperas de la solemnidad de Nuestra Señora, la Virgen de los Dolores. Entrada dedicada al Señor en el Misterio de la Cruz y a su Madre Dolorosa.

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