La Iglesia Universal celebra la solemnidad de la Natividad de san Juan Bautista cada 24 de junio. Estos son los himnos propios de la edición en latín de la Liturgia de las Horas (A), traducidos al español, seguidos de otros empleados por algunas Conferencias Episcopales hispanohablantes (B):
A)
I y II Vísperas: Ut queant
Para que con cuerdas bien templadas
puedan resonar las maravillas de tu vida,
desata en tus siervos, oh, Juan bienaventurado,
la traba de sus labios impuros.
Un Ángel venido del Cielo, revela a tu padre,
Un Ángel venido del Cielo, revela a tu padre,
no sólo lo insigne de tu Nacimiento,
sino tu nombre y, también,
el género de vida que habrías de llevar.
Pero él, dudando de la promesa divina,
Pero él, dudando de la promesa divina,
perdió la facultad del habla,
que sólo recuperó después de tu Nacimiento.
Confinado en el claustro materno,
Confinado en el claustro materno,
reconociste que tu Rey se asentaba en aquel seno virginal,
y, entonces, tus padres, por este mérito tuyo,
proclaman al mundo la Nueva oculta.
Mientras los santos del Cielo te glorifican,
Mientras los santos del Cielo te glorifican,
oh, Dios Uno y Trino, nosotros, peregrinos,
confiamos alcanzar de tu misericordia,
tu perdón y tu venia. Amén.
Oficio de lectura: Antra deserti
En la flor de la vida, huyendo del gentío de las ciudades,
En la flor de la vida, huyendo del gentío de las ciudades,
te retiraste a las grutas del desierto,
a fin de no manchar tu alma
ni aún con la más leve culpa.
Un camello procuró áspero vestido
Un camello procuró áspero vestido
a tus miembros sagrados,
las ovejas te brindaron ceñidor,
las fuentes te ofrecieron bebida,
y, la miel y las langostas, comida.
Si el resto de los Profetas alcanzaron
Si el resto de los Profetas alcanzaron
tan sólo a presagiar la Luz venidera,
tú señalaste con el dedo,
al que quita los pecados del mundo.
No hubo en toda la redondez de la Tierra
No hubo en toda la redondez de la Tierra
ningún nacido más santo que Juan,
que mereció bautizar
al que lava los pecados del mundo.
Mientras los santos del Cielo te glorifican,
Mientras los santos del Cielo te glorifican,
oh, Dios Uno y Trino, nosotros, peregrinos,
confiamos alcanzar de tu misericordia,
tu perdón y tu venia. Amén.
Laudes: O nimis
Oh, Juan inmensamente dichoso,
Oh, Juan inmensamente dichoso,
esclarecido de méritos, sin mancha que empañe
la blancura de tu pureza, mártir insigne,
poblador de los desiertos y el más grande de los Profetas:
Sé tú, ahora, tan poderoso por tus méritos,
Sé tú, ahora, tan poderoso por tus méritos,
quien ablande la roca dura de nuestro corazón,
allane las asperezas del camino
y enderece nuestro sendero tortuoso.
Para que al venir el piadoso Creador
Para que al venir el piadoso Creador
y Redentor del mundo, se digne grabar sus huellas
en lo más hondo de nuestras almas,
sin sombra ya de pecado.
Mientras los santos del Cielo te glorifican,
Mientras los santos del Cielo te glorifican,
oh, Dios Uno y Trino, nosotros peregrinos,
confiamos alcanzar de tu misericordia,
tu perdón y tu venia. Amén.
B)
B)
I vísperas
Profeta de soledades,
labio hiciste de tus iras
para fustigar mentiras
y para gritar verdades.
Profeta de soledades,
labio hiciste de tus iras
para fustigar mentiras
y para gritar verdades.
Desde el vientre escogido
fuiste tú el pregonero,
para anunciar al mundo
la presencia del Verbo.
El desierto encendido
fue tu ardiente maestro,
para allanar montañas
y encender los senderos.
Cuerpo de duro roble,
alma azul de silencio;
miel silvestre de rocas
y un jubón de camello.
No fuiste, Juan, la caña
tronchada por el viento;
sí la palabra ardiente
tu palabra de acero.
En el Jordán lavaste
al más puro Cordero,
que apacienta entre lirios
y duerme en los almendros.
En tu figura hirsuta
se esperanzó tu pueblo:
para una raza nueva
abriste cielos nuevos.
Sacudiste el azote
ante el poder soberbio;
y ante el Sol que nacía
se apagó tu lucero.
Por fin, en un banquete
y en el placer de un ebrio,
el vino de tu sangre
santificó el desierto.
Profeta de soledades,
labio hiciste de tus iras
para fustigar mentiras
y para gritar verdades. Amén.
Oficio de lectura
Voz más rica que un concierto
y que sube hasta el Jordán
es la voz, a campo abierto,
del que clama en el desierto,
y que lo llamaron Juan.
Voz más rica que un concierto
y que sube hasta el Jordán
es la voz, a campo abierto,
del que clama en el desierto,
y que lo llamaron Juan.
Vio cómo el cielo se abría
sobre el Cordero de Dios,
y su voz Lo anunciaría.
¡Oh, radiante profecía,
que por siempre unió a los dos!
Más aún, en su presencia,
con humilde sumisión,
pide el que es Dios por esencia
bautismo de penitencia
para empezar su misión.
Juan bautiza al Deseado,
¡doble abismo de humildad!:
ante el Hijo muy amado,
por el Padre proclamado,
se rindió su caridad.
¡Oh, sin par doxología!:
voz del Padre en el Jordán,
el Hijo que la acogía
y la Paloma que ardía
sobre Jesús y san Juan. Amén
Laudes
Niño que, antes de nacer,
reconoce a su Señor
y da saltos de placer
bien puede llegar a ser
su Profeta y Precursor.
Su nombre será san Juan,
su morada, los desiertos;
langostas serán su pan;
sobre el agua del Jordán,
verá los cielos abiertos.
Otros Lo vieron lejano
y Lo anunciaron primero;
Juan Lo ve ya cercano
que va extendiendo su mano
y señalando al Cordero.
Está llegando la Hora,
ocaso de un Testamento,
pero del nuevo la aurora,
con la gracia triunfadora
de Juan en el nacimiento.
La ley vieja en él fenece,
la de gracia en él apunta;
de donde claro parece
que en este niño amanece
libertad y gracia junta.
Claro espejo es el Jordán,
después que los dos se han visto
y abrazos de paz se dan:
resplandece Cristo en Juan,
y Juan reverbera en Cristo.
Juan a Jesús bautizaba,
el cielo entero se abría,
la voz del Padre sonaba,
la Paloma se posaba
en gloriosa teofanía.
Nunca se podrá acallar
la voz que habló en el desierto,
aunque le hayan de cortar
la cabeza; estará muerto,
mas no dejará de hablar.
Gloria al Padre muy amado,
gloria al Hijo Salvador,
que nos libra del pecado,
y gloria al que Él ha enviado,
al Espíritu de Amor. Amén.
O bien:
«¿Qué será este niño?», decía la gente
al ver a su padre mudo de estupor.
«¿Si será un profeta?, ¿si será un vidente?»
¡De una madre estéril nace el Precursor!
Antes de nacer, sintió su llegada,
al fuego del niño lo cantó Isabel,
y llamó a la Virgen: «Bienaventurada»,
porque ella era el arca donde estaba él,
El ya tan antiguo y nuevo Testamento
en él se soldaron como en piedra imán;
muchos se alegraron de su nacimiento:
fue ese mensajero que se llamó Juan.
Lo envió el Altísimo para abrir las vías
del que trae al mundo toda redención:
como el gran profeta, como el mismo Elías,
a la faz del Hijo de su corazón.
Él no era la Luz: vino a ser testigo
de la que ya habita claridad sin fin;
él no era el Señor: vino a ser su amigo,
su siervo, su apóstol y su paladín.
Cántanle los siglos, como Zacarías:
«Y tú serás, niño, quien marche ante Él;
eres el heraldo que anuncia al Mesías,
eres la esperanza del nuevo Israel.»
El mundo se llena de gran regocijo,
Juan es el preludio de la salvación;
alabanza al Padre que nos dio tal Hijo,
la gloria al Espíritu que fraguó la acción. Amén
II Vísperas (como en las primeras Vísperas)
24 de junio de 2018, solemnidad del Nacimiento de san Juan Bautista. Entrada dedicada al más grande de los profetas.
Niño que, antes de nacer,
reconoce a su Señor
y da saltos de placer
bien puede llegar a ser
su Profeta y Precursor.
Su nombre será san Juan,
su morada, los desiertos;
langostas serán su pan;
sobre el agua del Jordán,
verá los cielos abiertos.
Otros Lo vieron lejano
y Lo anunciaron primero;
Juan Lo ve ya cercano
que va extendiendo su mano
y señalando al Cordero.
Está llegando la Hora,
ocaso de un Testamento,
pero del nuevo la aurora,
con la gracia triunfadora
de Juan en el nacimiento.
La ley vieja en él fenece,
la de gracia en él apunta;
de donde claro parece
que en este niño amanece
libertad y gracia junta.
Claro espejo es el Jordán,
después que los dos se han visto
y abrazos de paz se dan:
resplandece Cristo en Juan,
y Juan reverbera en Cristo.
Juan a Jesús bautizaba,
el cielo entero se abría,
la voz del Padre sonaba,
la Paloma se posaba
en gloriosa teofanía.
Nunca se podrá acallar
la voz que habló en el desierto,
aunque le hayan de cortar
la cabeza; estará muerto,
mas no dejará de hablar.
Gloria al Padre muy amado,
gloria al Hijo Salvador,
que nos libra del pecado,
y gloria al que Él ha enviado,
al Espíritu de Amor. Amén.
O bien:
«¿Qué será este niño?», decía la gente
al ver a su padre mudo de estupor.
«¿Si será un profeta?, ¿si será un vidente?»
¡De una madre estéril nace el Precursor!
Antes de nacer, sintió su llegada,
al fuego del niño lo cantó Isabel,
y llamó a la Virgen: «Bienaventurada»,
porque ella era el arca donde estaba él,
El ya tan antiguo y nuevo Testamento
en él se soldaron como en piedra imán;
muchos se alegraron de su nacimiento:
fue ese mensajero que se llamó Juan.
Lo envió el Altísimo para abrir las vías
del que trae al mundo toda redención:
como el gran profeta, como el mismo Elías,
a la faz del Hijo de su corazón.
Él no era la Luz: vino a ser testigo
de la que ya habita claridad sin fin;
él no era el Señor: vino a ser su amigo,
su siervo, su apóstol y su paladín.
Cántanle los siglos, como Zacarías:
«Y tú serás, niño, quien marche ante Él;
eres el heraldo que anuncia al Mesías,
eres la esperanza del nuevo Israel.»
El mundo se llena de gran regocijo,
Juan es el preludio de la salvación;
alabanza al Padre que nos dio tal Hijo,
la gloria al Espíritu que fraguó la acción. Amén
II Vísperas (como en las primeras Vísperas)
24 de junio de 2018, solemnidad del Nacimiento de san Juan Bautista. Entrada dedicada al más grande de los profetas.
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