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sábado, 8 de diciembre de 2018

Inmaculada Concepción: himnos litúrgicos






A)

Cada 8 de diciembre, la Iglesia universal celebra la "solemnidad" de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. Los siguientes son los himnos propios de la versión en latín de la Liturgia de las Horas, traducidos al español (A), más otros aprobados por la Santa Sede para algunas Conferencias Episcopales hispanohablantes (B):

 

I y II Vísperas: Praeclara custos

Oh, María, Custodia excelsa de las Vírgenes, 
Madre inmaculada de Dios, Puerta de la Morada celeste, 
Esperanza nuestra y júbilo para el Cielo.  

Paloma hermosísima, como Lirio entre espinas, 
Vara que, al brotar de la estirpe, 
sanaste nuestras heridas.

Oh, Estrella favorable a los náufragos, 
Torre inacessible para el Dragón, defiéndenos de sus engaños 
y guíanos con tu luz.

Disipa las sombras del error, aleja los escollos peligrosos 
y muestra el rumbo seguro 
a los que lo pierden en este mar embravecido.

Solo tú brillas libre de la culpa original, 
inmune del todo a las artes de la Serpiente envidiosa, 
de la que eres egregio Rival.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, 
que te otorgaron la gracia 
de una santidad incomparable. Amén.


Oficio de lectura:
Te dicimus

Al saludarte con nuestro canto, 
oh, purísima Madre de Dios, realiza benigna, 
el intercambio de la gracia por nuestras alabanzas.  

Nuestra raza fue engendrada como hijos de Adán, 
infectada por el pecado, pero creemos, por la fe, 
que sólo tú, oh, Virgen, fuiste inmune de la culpa original.

Aplastaste con tu planta la cabeza del Dragón envidioso 
y eres la única que ostentas 
la gloria de tu Inmaculada Concepción.

Honra de nuestro linaje, que borras el oprobio de Eva: 
defiende, a los que te suplicamos 
y levántanos, cuando caigamos.

Que tu poder desvirtúe las astucias de la antigua Serpiente 
y paralice de tal modo sus ataques, que por ti, 
podamos gozar de la etema bienaventuranza.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, 
que te otorgaron la gracia 
de una santidad incomparable. Amén.


Laudes:
In plausu

El inicio de la vida de la Virgen, Madre de Dios, 
hace que despunte para la melodía de este himno, 
un motivo nuevo de alegría.  

Oh María, gloria del mundo, Hija de la Luz eterna, 
a quien tu Hijo preservó de toda mancha.

El pecado original salpicó a todos los mortales, 
pero aparte de tu Hijo, sólo tú 
estuviste siempre libre de culpa.

Y como David doblegó la arrogancia de Goliat, 
así tu pie aplastó la cabeza de la pérfida Serpiente.

Oh, Paloma sencilla y mansa 
que nada sabes de la hiel del pecado, 
tú nos traes un anticipo de la misericordia de Dios 
y una rama de gracia vigorosa.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Paráclito, 
que te otorgaron la gracia 
de una santidad incomparable. Amén.


B)  

I Vísperas

Reina y Madre, Virgen pura,
que sol y cielo pisáis,
a vos sola no alcanzó
la triste herencia de Adán.

¿Cómo en vos, Reina de todos,
si llena de gracia estáis,
pudo caber igual parte
de la culpa original?

De toda mancha estáis libre:
¿y quién pudo imaginar
que vino a faltar la gracia
en donde la gracia está?

Si los hijos de sus padres
toman el fuero en que están,
¿cómo pudo ser cautiva
quien dio a luz la libertad? Amén.

O bien:


De Adán el primer pecado
no vino en vos a caer;
que quiso Dios preservaros
limpia como para Él.

De vos el Verbo encarnado
recibió el humano ser,
y quiere toda pureza
Quien todo puro es también.

Si es Dios Autor de las leyes
que rigen la humana grey,
para engendrar a su Madre
¿no pudo cambiar la ley?

Decir que pudo y no quiso
parece cosa cruel,
y, si es todopoderoso,
¿con vos no lo habrá de ser?

Que honrar al hijo en la madre
derecho de todos es,
y ese derecho tan justo,
¿Dios no lo debe tener?

Porque es justo, porque os ama,
porque vais su Madre a ser,
os hizo Dios tan purísima
como Dios merece y es. Amén.

O bien:

Tú eres toda hermosa,
¡oh, Madre del Señor!;
tú eres de Dios gloria,
la obra de su amor.

¡Oh, rosa sin espinas,
oh, vaso de elección!,
de ti nació la Vida,
por ti nos vino Dios.

Sellada fuente pura
de gracia y de piedad,
bendita cual ninguna,
sin culpa original.

Infunde en nuestro pecho
la fuerza de tu amor,
feliz Madre del Verbo,
custodia del Señor. Amén.

 
Oficio de lectura

Eva nos vistió de luto,
de Dios también nos privó
e hizo mortales;
mas de vos salió tal Fruto
que puso paz y quitó
tantos males.

Por Eva la maldición
cayó en el género humano
y el castigo;
mas por vos la bendición
fue, y a todos dio la mano
Dios amigo.

Un solo Dios Trino y Uno
a vos hizo sola y una:
más perfecta
después de Dios no hay ninguna,
ni es a Dios persona alguna
más acepta.

¡Oh, cuánto la tierra os debe!,
pues que por vos Dios volvió
la noche en día,
por vos, más blanca que nieve,
el pecador alcanzó
paz y alegría. Amén.

O bien:

Ninguno del ser humano
como vos se pudo ver:
que a otros los dejan caer
y después les dan la mano.

Mas vos, Virgen, no caíste
como los otros cayeron,
que siempre la mano os dieron
con que preservada fuiste.

Yo, cien mil veces caído,
os suplico que me deis
la vuestra, y me levantéis
porque no quede perdido.

Y por vuestra Concepción,
que fue de tan gran pureza,
conserva en mí la limpieza
del alma y del corazón,
para que, de esta manera,
suba con vos a gozar
del que solo puede dar vida 
y gloria verdadera. Amén.


Laudes
(como el himno precedente)

O bien:

Pureza inmaculada,
espejo del Señor,
¡oh, fuente de la gracia,
unida al Redentor!

Belleza sin mancilla,
encanto virginal,
tú eres la alegría,
la gloria del mortal.

¡Oh, vara florecida
del tronco de Jesé!,
en gracia concebida,
¡oh, gloria de Israel!

Dichosa por los siglos
los pueblos te dirán:
tú fuiste del Dios Vivo 
la Aurora celestial. Amén
 

II Vísperas: como en las I Vísperas, a excepción del tercer himno, que es el siguiente:

Mística Rosa de intocados pétalos,
límpido cielo de infinitas lámparas,
Musa celeste del Amor—Artífice,
Alba del alba.

Si de tu esencia lo inefable toco,
no sé si es luz, o resplandor, o llama,
o mar, o nieve, o limpidez, o nube,
flor o fragancia.

Como después del angustiado vuelo
el trino posa en la mecida rama,
regreso a ti —mi resplandor en ruinas—
tú eres mi casa.

Dilapidé mi hacienda, Madre mía,
bebí mi sed y devoré mi náusea.
Lo tuve todo, y me han quedado sólo,
sólo mis lágrimas.


Mis manos todo de tu amor lo esperan,
como la noche espera, Madre, el alba.
Llévame siempre de la mano, llévame:
sé tú mi lámpara.


Llévame en pos de tu luciente aroma,
ciclón de lirios, amapola en llamas,
y, cuando el viento tu presencia anuncie,
róbame el alma.


Quiébrate, voz, ante el dintel sagrado
de aquel que es Trino en Una sola Llama,
Llama que es Una en Tres incendios, Niña,

Llena de gracia. Amén.


8 de diciembre de 2018, solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María.
Entrada dedicada a ella.

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