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sábado, 11 de abril de 2020

Tiempo de Pascua hasta la semana VI: himnos litúrgicos


                                  


 
La siguiente es la traducción al español de la versión en latín de los himnos de la Liturgia de las Horas para el Tiempo de Pascua, hasta la sexta semana inclusive:


I y II Vísperas dominicales: Ad Cenam Agni

Revestidos para la Cena del Cordero, 
con las estolas blancas de la salvación, 
tras el paso del Mar Rojo, 
cantemos a Cristo, nuestro Príncipe.

Él ha querido que gustando de su Sangre rosada 
y de su Cuerpo sacratísimo, inmolado en el ara de la Cruz, 
pudiésemos vivir la misma vida de Dios.

Protegidos frente al Ángel devastador, 
durante la noche de la Pascua, 
hemos sido liberados del áspero yugo del Faraón.

Ahora ya es Cristo nuestra Pascua, 
el manso Cordero sacrificado; el Ázimo puro de sinceridad, 
que ha ofrecido su misma Carne.

¡Oh, verdadera Hostia dignísima!, que, 
humillando al Infierno y después de redimir a tu pueblo cautivo, 
le has devuelto el premio de la Vida.

Surge Cristo del sepulcro y, al regresar victorioso del Abismo, 
habiendo encadenado al Tirano, 
nos abre las puertas del Paraíso.

Sé Tú, Jesús, para nuestras almas, el gozo perenne de la Pascua, 
y dígnate hacernos participes de tu triunfo, 
a quienes hemos renacido a la gracia.

Para Ti, Señor, toda la gloria, que vencida la muerte, 
reluces deslumbrante, con el Padre y el Espíritu Santo, 
por los siglos de los siglos. Amén.


Laudes dominicales y feriales I: Aurora lucis rutilat

La aurora tiñe el cielo como de oro 
y resuenan en el aire las alabanzas: 
el mundo exulta de gozo y el Infierno brama y gime.

Cuando el Rey poderosísimo, 
quebradas las fuerzas de la muerte, 
aplasta con su pie al Infierno 
y rompe las cadenas a los Justos.

Aquel que celosamente custodian los soldados, 
junto a la piedra que sella el sepulcro, 
hoy se alza noble y magnífico, triunfante sobre su tumba,

Se acabaron ya los llantos del infierno, 
y también sus dolores, porque un Ángel, 
resplandeciente de luz, proclama que el Señor ha resucitado.

Sé Tú, Jesús, para nuestras almas, el gozo perenne de la Pascua, 
y dígnate hacernos partícipes de tu triunfo, 
a quienes hemos renacido a la gracia.

Para Ti, Señor, toda la gloria, que vencida la muerte,
 reluces deslumbrante, con el Padre y el Espíritu Santo, 
por los siglos de los siglos. Amén.


Vísperas feriales: O Rex Aeterne Domine

Oh, Cristo, Rey eterno, Hijo consustancial del Padre, 
que, en Adán, formaste al hombre, a tu imagen y semejanza.

Tú, tomando de la Virgen esa misma naturaleza, 
a la que el Demonio, como Enemigo del género humano, 
había inducido mediante engaño a pecar,
no has desdeñado encarnarte para unirnos más a Dios, 
y, al redimirnos, nos ofreces, en el Bautismo, tu perdón.

Tú, por nosotros los hombres, te dignaste padecer en la Cruz 
y derramaste toda tu Sangre, como precio de nuestra salvación.

Tú, una vez Resucitado, recibes del Padre la gloria que mereces 
y nosotros creemos sinceramente que, también, por Ti, algún día resucitaremos.

Sé Tú, Jesús, para nuestras almas, el gozo perenne de la Pascua, 
y dígnate hacernos partícipes de tu triunfo, a quienes hemos renacido a la gracia.

Para Ti, Señor, toda la gloria, que vencida la muerte, 
reluces deslumbrante, con el Padre y el Espíritu Santo, 
por los siglos de los siglos. Amén.


Oficio de lectura dominical y ferial I: Hic est dies

Éste es verdaderamente el Día de Dios, 
apacible en su brillo divino, en el que la Sangre preciosísima, 
ha borrado los pecados e infamias del mundo.

Éste es el Día en el que se devuelve la fe a los incrédulos 
y a los ciegos la vista: ¿a quién no le consuela saber 
que el buen ladrón se salve?

Los mismos Ángeles se asombran al contemplar 
aquel Cuerpo desgarrado, y a Cristo que promete el Paraíso 
al que está crucificado a su derecha.

¡Oh, qué misterio tan admirable, en el que los crímenes del mundo se limpian, 
los pecados de los hombres se perdonan 
y se purifican, con la Carne, las culpas de la carne!

¿Qué puede haber de más sublime que el delito encuentre gracia, 
el amor venza al temor, y la muerte nos devuelva una Vida nueva?

Sé Tú, Jesús, para nuestras almas, el gozo perenne de la Pascua, 
y dígnate hacernos partícipes de tu triunfo, a quienes hemos renacido a la gracia.

Para Tí, Señor, toda la gloria que vencida la muerte, 
reluces deslumbrante, con el Padre y el Espíritu Santo, 
por los siglos de los siglos. Amén.


Oficio de lectura ferial II: Laetare caelum

Que se alegre el Cielo, en las alturas, 
que la tierra y el mar aplaudan de júbilo: 
tras la Cruz, Cristo ha resucitado, 
para devolver la Vida a los mortales.

Cuando ya se divisa el Día de nuestra salvación 
y llega para nosotros este tiempo de gracia, 
el mundo, hasta entonces envuelto en tinieblas, 
comienza a resplandecer con la Sangre del Cordero.

Aquella Muerte trajo consigo el ocaso de la muerte 
y la remisión de la culpa; ni el Vencido ha sufrido derrota, 
ni su virtud menoscabo.

Nuestra esperanza se goza al sentir, con todos los fieles, 
que un día podremos resurgir para gozar de una Vida bienaventurada.

Celebremos, pues, con entusiasmo, henchidos de sumo gozo, 
esa cándida Pascua de la que manan tan grandes bienes,

Sé tú, Jesús, para nuestras almas, el gozo perenne de la Pascua, 
y dígnate hacernos partícipe de tu triunfo, a quienes hemos renacido a la gracia.

Para Ti, Señor, toda la gloria, que vencida la muerte, 
reluces deslumbrante, con el Padre y el Espíritu Santo, 
por los siglos de los siglos. Amén.


Laudes feriales II: Chorus Novae Ierusalem

Que el coro de la nueva Jerusalén, 
renueve la armonía de su canto, al entonar el himno 
con el que celebramos, las limpias alegrías de la Pascua.

El Día en el que Cristo resucita, como León invicto, 
y, una vez aplastado el Dragón, convoca a los muertos, 
al sonido de una fuerte voz.

El Infierno suelta su presa, que antes había osado alevosamente devorar, 
y, al fin, el ejército de los Santos, liberado ya de su cautividad, 
avanza tras los pasos del Señor.

A la hora de este triunto, espléndido y magnífico, 
en el que parece que el Cielo y la Tierra se unen 
para constituir una sola Patria.

Nosotros, soldados de tal Rey, 
le pedimos al son de este canto, 
que se digne agregarnos a la Corte dignísima de su Palacio.

Sé Tú, Jesús, para nuestras almas, el gozo perenne de la Pascua, 
y dígnate hacernos partícipes de tu triunfo, a quienes hemos renacido a la gracia.

Para Ti, Señor, toda gloria, que vencida la muerte, 
reluces deslumbrante, con el Padre y el Espíritu Santo, 
por los siglos de los siglos. Amén.


11 de abril de 2020, Vigilia Pascual en la Noche santísima de la Expectación de la Resurrección del Señor.
Entrada dedicada a Jesucristo Resucitado, Vencedor de la muerte y del pecado.

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