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domingo, 19 de abril de 2020

"Via lucis", las estaciones del Resucitado




A partir del modelo del Via Crucis, que es el más difundido y apreciado ejercicio de piedad, ha surgido el Via lucis.  El primero nos propone casi siempre la contemplación de la Pasión del Señor desde su condena a muerte hasta su sepultura. El segundo quiere centrar nuestra atención en los acontecimientos de gracia que ocurrieron desde la Resurrección de Jesús hasta el Don de su Espíritu Santo, en Pentecostés. Es lo que la liturgia de la Iglesia celebra en los cincuenta días del Tiempo pascual, comprendidos entre el Domingo de Pascua y el de Pentecostés.

La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos define así el Via lucis:

"Recientemente, en diversos lugares, se está difundiendo un ejercicio de piedad denominado Via lucis. En él, como sucede en el Via Crucis, los fieles, recorriendo un camino, consideran las diversas apariciones en las que Jesús –desde la Resurrección a la Ascensión, con la perspectiva de la Parusía–manifestó su gloria a los discípulos, en espera del Espíritu prometido (cfr. Jn 14, 26; 16,13-15; Lc 24, 49), confortó su fe, culminó las enseñanzas sobre el Reino y determinó aún más la estructura sacramental y jerárquica de la Iglesia.
Mediante el ejercicio del Via lucis los fieles recuerdan el acontecimiento central de la fe –la Resurrección de Cristo– y su condición de discípulos que en el Bautismo, sacramento pascual, han pasado de las tinieblas del pecado a la luz de la gracia (cfr. Col 1,13; Ef 5,8).
Durante siglos, el Via Crucis ha meditado la participación de los fieles en el primer momento del evento pascual –la Pasión– y ha contribuido a fijar sus contenidos en la conciencia del pueblo. De modo análogo, en nuestros días, el Via lucis, siempre que se realice con fidelidad al texto evangélico, puede ser un medio para que los fieles comprendan vitalmente el segundo momento de la Pascua del Señor: la Resurrección.
El Via lucis, además, puede convertirse en una óptima pedagogía de la fe, porque, como se suele decir, per crucem ad lucem. Con la metáfora del camino, el Via lucis lleva desde la constatación de la realidad del dolor, que en plan de Dios no constituye el fin de la vida, a la esperanza de alcanzar la verdadera meta del hombre: la liberación, la alegría, la paz, que son valores esencialmente pascuales.
El Via lucis, finalmente, en una sociedad que con frecuencia está marcada por la "cultura de la muerte", con sus expresiones de angustia y apatía, es un estímulo para establecer una "cultura de la vida", una cultura abierta a las expectativas de la esperanza y a las certezas de la fe. (Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, n. 153)".

El elenco de las estaciones no es fijo, y tampoco su enunciado. Lo importante es que cada una sea una invitación a la contemplación de alguna de las manifestaciones de Jesús Resucitado. 
 
 
Aquí se proponen catorce estaciones, organizadas a la luz del siguiente esquema:

+Oración inicial de carácter general
-Señal de la Cruz
-Enunciado de la estación
-Aclamación pascual
-Cita bíblica
-Comentario
-Súplica
-Padrenuestro
-Regina Caeli (antífona pascual a María)
-Cántico pascual (optativo)
+Oración final de carácter general


VIA LUCIS 

Oración inicial

Señor Jesucristo, único Redentor de la humanidad, te reconocemos resucitado y vivo por toda la eternidad, y por ello, hoy queremos contemplar estas "estaciones". Queremos "saborear" con el alma, los frutos exquisitos de tu Pascua.
Rey victorioso, que los rayos benéficos de tu Resurrección lleguen a lo más profundo de nuestras almas e inflamen al mundo con las Llamas de tu Espíritu amoroso. Te lo pedimos a Ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.


I ESTACIÓN
 
Nuestro Dios y Señor Jesucristo resucita de entre los muertos



"Te adoramos, Cristo, y te bendecimos porque con tu gloriosa Resurrección iluminaste el mundo".

Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos. El Ángel dijo a las mujeres: «No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba. (Mt. 28, 1-6).

Comentario

¡Cristo, que estuvo muerto, ahora vive para siempre! ¡Aleluya!
Ni la ciencia ni la especulación humana pueden entender ni explicar esta realidad.
Es un Misterio de Amor que solamente "cabe" en los corazones humildes.
Dejémonos "alcanzar" por la luz esplendorosa del Resucitado.

Súplica


Jesucristo, Sol sin ocaso, Creador y Fuente de toda vida, con la luz de tu imponente Resurrección disipa las tinieblas de nuestra soberbia y aleja de nosotros la presuntuosa tentación de vivir apartados de Ti.

Padrenuestro.

Regina Caeli

 
Cántico pascual (optativo, a elección)



II ESTACIÓN

Pedro y Juan encuentran vacío el Sepulcro de Jesús

 

  
"Te adoramos, Cristo, y te bendecimos porque con tu gloriosa Resurrección iluminaste el mundo".

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
(Jn. 20, 1-8).

Comentario

Grande era la piedra que cubría el sepulcro, pero infinitamente mayor es el Poder de Cristo Resucitado, la Piedra angular de la que hablan las Sagradas Escrituras. (Cf. Sal. 117, 22; Mt. 21, 42; Hech. 4, 11). El Amor encarnado no podía permanecer apresado en una oscura cueva.

Súplica


Jesucristo, indestructible Roca de refugio y salvación para la humanidad, reaviva nuestra fe vacilante y ablanda la pétrea dureza de nuestros corazones indómitos.

Padrenuestro.


Regina Caeli


Cántico pascual (optativo)


III ESTACIÓN

Jesús Resucitado se aparece a María Magdalena




"Te adoramos, Cristo, y te bendecimos porque con tu gloriosa Resurrección iluminaste el mundo".

Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo». Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!». Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes». María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que Él le había dicho esas palabras. (Jn. 20,  15-18).

Comentario

Muchas veces hemos derramado lágrimas por la muerte terrenal de seres queridos, como hizo el mismo Señor cuando su amigo Lázaro yacía en el sepulcro (Cf. Jn. 11, 35). Hasta hemos llorado por la pérdida de objetos, muy valiosos para nosotros. ¿Quién llora por haber apartado a Jesús de su vida, o por haberlo relegado a un puesto secundario? Aquí está la razón de ese disconformismo permanente en que vive el hombre de hoy.

Súplica


Jesucristo, Rey Resucitado, en no pocas ocasiones nos hemos alejado de Ti. Concédenos las lágrimas de santa María Magdalena, precioso bálsamo de un corazón que busca y necesita a Dios, porque se sabe por Él perdonado y amado.

Padrenuestro.

Regina Caeli



Cántico pascual (optativo)


IV ESTACIÓN

Jesús Resucitado se hace Compañero de camino de los discípulos de Emaús



"Te adoramos, Cristo, y te bendecimos porque con tu gloriosa Resurrección iluminaste el mundo".

Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino, hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran...Y comenzando por Moisés y continuando por todas las Escrituras, les explicó todo lo que se refería a Él.
 (Lc. 24, 13-27).

Comentario

¡Gran misterio del amor y de la cercanía de Dios! Aquel que se proclamó a Sí mismo como "El Camino", de la misma manera que acompañó a los discípulos de Emaús, avanza con nosotros por los senderos de la historia. Por medio de su Iglesia, Él sigue explicándonos las Escrituras y dándosenos como Pan del Cielo.

Súplica


Jesucristo, Camino y Caminante que nos conduce al Padre, sé siempre Tú nuestro Guía. Que siguiendo al Papa N, verdadero Vicario tuyo en la Tierra, y a los pastores que están en comunión con él, permanezcamos al resguardo de los falsos profetas y de los lobos rapaces que merodean en el rebaño y afuera de él.

Padrenuestro.

Regina Caeli


Cántico pascual (optativo)



V ESTACIÓN

Jesús Resucitado se manifiesta a los discípulos de Emaús al partir el pan



"Te adoramos, Cristo, y te bendecimos porque con tu gloriosa Resurrección iluminaste el mundo".


Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba». Él entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero Él ya había desaparecido de su vista.
(Lc. 24, 28-31).

Comentario

Anochece en el mundo, pero con una oscuridad más densa que la de Emaús. Avanzan con más fuerza que entonces, las tinieblas de la soberbia y del egoísmo, del rechazo o, peor aún, del escarnio de lo sagrado y de la distorsión de la verdadera doctrina; del desánimo y la desesperanza. Pero aunque no lo veamos, por haberle cerrado o abierto a medias las puertas del corazón, el Señor sigue en medio de nosotros.

Súplica


Jesucristo, Sol resplandeciente en el anochecer de Emaús y en el de nuestra historia, los que queremos ser tus discípulos en el siglo XXI, seguramente con menos méritos que los primeros, aunque quizás con más necesidad, te rogamos como ellos: "Quédate con nosotros, porque es tarde y el largo día de la historia se acaba". Sin Ti, nada somos.

Padrenuestro.

Regina Caeli

 

Cántico pascual (optativo)


 VI ESTACIÓN

Jesús Resucitado se aparece a sus discípulos y les ofrece la paz



"Te adoramos, Cristo, y te bendecimos porque con tu gloriosa Resurrección iluminaste el mundo".


Todavía estaban hablando, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con ustedes». Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: «¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, Soy Yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que Yo tengo». Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.
(Lc. 24, 36-40).

Comentario

La paz es uno de los dones pascuales que el Señor Resucitado nos ofrece. Es el sello para reconocer al Señor mismo y sus obras. Todo lo que viene de Él, o se orienta hacia Él, suscita paz porque Él mismo es la Paz en persona. (Cf. Ef. 2, 14).
 

Súplica

Jesucristo, Príncipe de la paz, mira a esta humanidad dividida cuya Carne y Sangre asumiste para dignificarla. Haz que cada uno de los que en Ti creemos, unidos entre nosotros y Contigo, que eres nuestra Cabeza, venzamos toda división, y seamos así, para el mundo, embajadores de unidad, paz y reconciliación.

Padrenuestro.

Regina Caeli


Cántico pascual (optativo)

VII ESTACIÓN

Jesús Resucitado instituye el sacramento de la Reconciliación

 
 
 

"Te adoramos, Cristo, y te bendecimos porque con tu gloriosa Resurrección iluminaste el mundo".

Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos por temor a los judíos, llegó Jesús, y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!». Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a Mí, Yo también los envío a ustedes» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan».
 (Jn. 20, 19-23).
 
Comentario


El Señor Resucitado ofrece a los discípulos su Espíritu Santo, Don pascual por excelencia. Por este mismo Espíritu, en el día Octavo de la Pascua, instituye el precioso sacramento de la Reconciliación, llamado también "del Perdón" o "de la Confesión". (Cf. Jn. 20, 23).

¡Cuánto amor, cuánta delicadeza de parte del Señor! No solamente nos reconcilia con Dios sino que instituye un sacramento que nos permita restablecer el vínculo con Él cada vez que hayamos vuelto a romperlo por el pecado.

Súplica


Jesucristo, Dios que perdonas porque amas, y que nos llamas a hacer lo mismo: "amar y perdonar"; te damos gracias por el sacramento de la Reconciliación, prueba fehaciente de que en el fuego de tu Divina Misericordia, pueden consumirse todas nuestras miserias.
Danos la fuerza para cumplir lo que pedimos en la Oración que nos enseñaste: "perdonar por haber sido perdonados".

Padrenuestro.

Regina Caeli


Cántico pascual (optativo)


VIII ESTACIÓN

Jesús Resucitado confirma la fe del incrédulo apóstol Tomás

 

"Te adoramos, Cristo, y te bendecimos porque con tu gloriosa Resurrección iluminaste el mundo".

Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!». Él les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré». Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!». Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe». Tomás respondió: «¡Señor mío y Dios mío!. Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!». (Jn. 20, 24-29).

Comentario


¡Bendita sea la duda de Tomás, porque por medio de ella fue confirmado en su fe, hasta entonces vacilante!
Contemplemos, al igual que este apóstol, con la mirada del corazón, las gloriosas Llagas del Salvador Resucitado. Venerémoslas hoy en las manos ungidas de cada sacerdote, sea o no ejemplar, y, pecadores como él, hagamos nuestra la confesión de fe de santo Tomás: "¡Señor mío y Dios mío!".

Súplica

Jesucristo, Dios infinitamente agraviado y Hombre cruelmente lacerado por los crímenes humanos, concede a nuestras almas contemplar tus Llagas sanadoras y cúranos de la falta de fe que no nos deja ser felices.

Padrenuestro.

Regina Caeli


Cántico pascual (optativo)


IX ESTACIÓN

Jesús Resucitado se aparece en el mar de Tiberíades

 


"Te adoramos, Cristo, y te bendecimos porque con tu gloriosa Resurrección iluminaste el mundo".

Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban junto Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar». Ellos le respondieron: «Vamos también nosotros». Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era ´Él. Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo para comer?». Ellos respondieron: «No». Él les dijo: «Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán». Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: «¡Es el Señor!». Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra, vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar». Simón Pedro subió a al barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: «Vengan a comer». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres», porque sabían que era el Señor. (Jn. 21, 1-12).

Comentario


"¡Es el Señor!" Quizás, en ocasiones nos hemos preguntado por qué no vemos a Jesús hacer milagros ante nuestros ojos, como en los Evangelios. Es porque somos incapaces de reconocer los que cada día hace para nosotros.
De hecho, es un milagro que, frente a gran parte de la humanidad que no lo conoce, integremos el muy pequeño grupo de los que han tenido la dicha de oír hablar de Él. Es un milagro también que nuestros propios pecados y los de nuestros hermanos no nos hayan apartado de la fe.
Es un Milagro, sobre todo, que en la Eucaristía, podamos constatar con el corazón, con la mente e incluso con los sentidos, que el Señor ya no multiplica panes y peces para darnos de comer, sino que Él mismo, sin dejar de ser Uno y el Único, se parte y se distribuye como Alimento entre nosotros.

Súplica

Jesucristo, Portento supremo del Eterno Padre, Maná Celestial, concédenos la gracia de comprender y anunciar ante el mundo, que jamás existirá mayor Milagro que Tú, muerto, resucitado y vivo para siempre entre nosotros. Que frente a tantos ídolos falsos, la mirada de los cristianos se oriente valientemente hacia Ti y confiese con certeza apostólica: "¡Es el Señor!".

Padrenuestro.


Regina Caeli

 

Cántico pascual (optativo)



X ESTACIÓN

Jesús Resucitado encomienda a Pedro su rebaño

 


"Te adoramos, Cristo, y te bendecimos porque con tu gloriosa Resurrección iluminaste el mundo".

Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos». Le volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le respondió: «Sí, Señor, saber que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas». Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas. (Jn. 21, 15-17).

Comentario

"¿Me amas?", nos pregunta también Jesús hoy a cada uno de nosotros.
Para responderle, los pastores de la Iglesia deberán preguntarse si cuidan diligentemente del rebaño del Señor, con filial obediencia al Papa, Sucesor de Pedro y en plena comunión con él.
Por su parte, las ovejas de la grey deberán examinarse si se dejan apacentar por los propios pastores y si permanecen fieles a sus enseñanzas, que deben ser las de Cristo.
Ojalá todos, jerarquía y fieles, podamos responder con sinceridad y humilde entrega, con las palabras del Príncipe de los apóstoles: "Señor, Tú lo sabes todo; sabes que te amo".
 
Súplica

Jesucristo, Buen Pastor Resucitado, mira nuestras debilidades. Son las de Pedro y tus apóstoles. Son las de la gran familia humana enlodada por el pecado. Que como tus elegidos, Señor, te amemos y sirvamos con todo el corazón, dejándonos modelar por Ti, que puedes hacer de nosotros nuevas criaturas.

Padrenuestro.


Regina Caeli


Cántico pascual (optativo)


XI ESTACIÓN

Jesús Resucitado envía a los discípulos en misión universal

 


"Te adoramos, Cristo, y te bendecimos porque con tu gloriosa Resurrección iluminaste el mundo".

Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que Yo les he mandado. Y Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo». (Mt. 28,18-20).

Comentario

Únicamente Jesús, al que ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra,  tiene la Autoridad para enviar discípulos a todos los pueblos (Cfr. Mt. 28, 18 ss). Sólo algunos podrán conferir los sacramentos, pero todos deberemos cumplir y "enseñar a cumplir" lo que el Señor nos ha mandado. Él es el verdadero Camino hacia la Vida eterna. Y por serlo, está con nosotros en todo el trayecto, y nos recibe como Premio en la meta.

Súplica

Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, que no sólo nos envías como misioneros sino que te dignas no dejarnos solos y evangelizar por medio de nosotros, danos el santo coraje apostólico para anunciar tu Nombre oportuna e inoportunamente (II Tim. 4, 2), en todas partes, siempre con el ejemplo, y cuando sea necesario, también con las palabras. (San Francisco de Asís).

Padrenuestro.



Regina Caeli

Cántico pascual (optativo)



 XII ESTACIÓN

Jesús Resucitado asciende al Cielo para sentarse a la derecha de su Padre

 


"Te adoramos, Cristo, y te bendecimos porque con tu gloriosa Resurrección iluminaste el mundo".

Después, Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos, que se habían postrado delante de Él, volvieron a Jerusalén con gran alegría. (Lc. 24,50-52).

Comentario


¿Cómo es posible que una "gran alegría" embargue a los discípulos de Jesús cuando Él se va al Cielo? Es que ellos saben bien que sólo Dios -¡y Él es Dios!-, puede partir y quedarse A LA VEZ.
Realmente es un gozo para los que creemos saber que el Redentor tiene su Trono en el Cielo, a la derecha del Padre, pero que A LA VEZ, permanece en la Tierra con nosotros, como lo prometió.

Súplica

Jesucristo, Rey de la gloria, Creador y Señor de las criaturas celestes y terrestres, bendícenos con "tus santas y venerables Manos" llagadas (Cf. Canon Romano), como a tus discípulos en el día de la Ascensión. Que como miembros tuyos que somos, nunca nos apartemos de Ti. Que seamos Uno Contigo, para que el mundo crea.

Padrenuestro.

Regina Caeli

 

Cántico pascual (optativo)


XIII ESTACIÓN

María y los discípulos aguardan orantes la efusión del Espíritu Santo

 


"Te adoramos, Cristo, y te bendecimos porque con tu gloriosa Resurrección iluminaste el mundo".

Los Apóstoles regresaron entonces del monte de los Olivos a Jerusalén: la distancia entre ambos sitios es la que está permitida recorrer en día sábado. Cuando llegaron a la ciudad, subieron a la sala donde solían reunirse. Eran Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, hijo de Santiago. Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos. (Hech. 1, 12-14).

Comentario


La primera Comunidad cristiana aguarda la efusión del Espíritu prometido por el Maestro, para llegar a ser la verdadera Iglesia del Dios Vivo, aquella ante la cual el infierno no habrá de prevalecer jamás. En esa Comunidad, orante y operante, podemos reconocer los rasgos de la Santa Iglesia Católica que el Señor mismo quiso fundar: la preside Pedro, como primer Vicario de Cristo; y tiene como miembro más eminente a la Santísima Virgen María, Madre de todos y Maestra de la oración.

Súplica

 
Jesucristo,  Templo espiritual en el que nos reunimos todos los bautizados, te pedimos la gracia de la plena y perseverante comunión con la Iglesia que fundaste, la que tiene su Sede en Roma, donde habita tu Vicario, y la que a ninguna criatura venera más que a María. Que bajo la Autoridad del Sucesor de Pedro y en la escuela de oración de tu Madre, alcancemos tus promesas y seamos fieles colaboradores en la obra de la redención de la humanidad.

 
Padrenuestro.


Regina Caeli


Cántico pascual (optativo)


 XIV ESTACIÓN

El Señor Resucitado envía a los discípulos el Espíritu Santo prometido

 


"Te adoramos, Cristo, y te bendecimos porque con tu gloriosa Resurrección iluminaste el mundo".

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces, vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. (Hch. 2,1-4).

Comentario
  
El "Soplo" con que Jesús había conferido el Espíritu Santo solamente a los discípulos en el día octavo después de su Resurrección, se convierte en un impetuoso pero benéfico viento y en llamas de fuego. El Espíritu desciende ahora no solamente en los discípulos sino en toda persona de bien que acoja este Don que prometió el Resucitado. 

El Cenáculo en Pentecostés se convierte en la mística Cuna en donde nace la única Iglesia, que perdurará a través de los siglos como arca de salvación para toda la humanidad.

Súplica

 
Jesucristo, Eterno Dador del Espíritu y Celestial Esposo de la Iglesia, derrama nuevamente tu Espíritu todopoderoso y eterno sobre la Iglesia perseguida y zarandeada por Satanás (Cf. Lc. 22, 31). Que un nuevo Pentecostés ponga de manifiesto ante el mundo que se cumple tu promesa de que la fe del Papa, tu Vicario, timonero de esa barca, no sucumbiría, y que los que en Ti creyeran, no serían defraudados.

Creemos, Señor. Pero aumenta nuestra fe. (Cf. Mc. 9, 24).
 
Padrenuestro.


Regina Caeli

 

Cántico pascual (optativo)


Oración final

Nuestro Señor Jesucristo, Dios de Dios, Luz de Luz, con los ojos de la fe, hemos contemplado las "estaciones" de tu Vida de Resucitado.  Por intercesión de tu Madre, "Mujer vestida de Sol" (Apoc. 12, 1), es decir, de Ti, te pedimos ser antorchas de esperanza en la noche del mundo y pregoneros de tu incomparable amor, que es más fuerte que el pecado y la muerte. Tú, que con el Padre y el Espíritu, vives glorioso y resucitado por toda la eternidad. Amén.


19 de abril de 2020, Domingo II de Pascua o de la Divina Misericordia. Octava pascual.
Entrada dedicada a Jesús Misericordioso, a su Madre bendita y a santa Faustina Kowalska.

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