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1. Conforme a la antigua tradición de la Iglesia, hoy no se permite celebrar la Misa sin pueblo.
Misa Crismal
2. El obispo realiza la bendición del óleo de los enfermos
y del óleo de los catecúmenos, y la consagración del crisma en este día, según
la costumbre, en la Misa propia que ha de celebrarse por la mañana. Se utiliza
para ello el rito establecido en el Pontifical Romano.
3. Pero si el clero y el pueblo no pueden reunirse fácilmente
con el obispo en este día, la Misa crismal puede anticiparse a un día cercano a
la Pascua.
4. Esta Misa, que el obispo concelebra con su presbiterio,
expresa la comunión que existe entre los presbíteros y su obispo. Es
conveniente, por tanto, que todos los presbíteros, en cuanto sea posible,
participen de ella y reciban la comunión bajo las dos especies. Para significar
la unidad del presbiterio diocesano, procúrese que los presbíteros que
concelebran con su obispo sean de las diversas zonas de la diócesis.
5. Según la costumbre tradicional, la bendición del óleo de
los enfermos se hace antes de finalizar la Plegaria eucarística; la bendición
del óleo de los catecúmenos y la consagración del crisma, después de la
comunión. Con todo, por razones pastorales, es lícito realizar todo el rito de
estas bendiciones después de la Liturgia de la Palabra.
6. Antífona de entrada Ap 1, 6
Jesucristo hizo de nosotros un reino sacerdotal para Dios, su Padre.
A él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Se dice Gloria.
7. Oración colecta
Dios nuestro,
que al ungir con el Espíritu Santo a tu Hijo unigénito
lo hiciste Señor y Mesías,
concede bondadosamente
a quienes participamos de su misma consagración
ser ante el mundo testigos de la Redención.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
8. Después de la proclamación del Evangelio, el obispo pronuncia la homilía inspirándose en los textos de la Liturgia de la Palabra, hablando al pueblo y a sus presbíteros acerca de la unción sacerdotal, exhortando a los presbíteros a conservar la fidelidad a su ministerio e invitándolos a renovar públicamente sus promesas sacerdotales.
Renovación de las promesas sacerdotales
Queridos hijos:
La santa Iglesia conmemora (hoy)
la primera Eucaristía,
en la cual Cristo, nuestro Señor,
comunicó su sacerdocio a los apóstoles y a nosotros.
¿Quieren renovar, ante su Obispo y el santo Pueblo de Dios,
las promesas sacerdotales que un día formularon?
Obispo:
¿Quieren unirse y conformarse más estrechamente al Señor Jesús,
renunciando a ustedes mismos
y cumpliendo los sagrados deberes que,
movidos por el amor de Cristo, para servicio de su Iglesia,
asumieron con alegría el día de su ordenación sacerdotal?
Presbíteros: Sí, quiero.
Obispo:
¿Quieren ser fieles administradores de los misterios de Dios
en la celebración eucarística y en las demás acciones litúrgicas,
y cumplir fielmente el sagrado deber de enseñar,
siguiendo a Cristo, Cabeza y Pastor,
movidos, no por la codicia de los bienes terrenos,
sino sólo por el amor a las almas?
Presbíteros: Sí, quiero.
Y ustedes, amadísimos hijos, recen por sus presbíteros:
que el Señor derrame abundantemente sobre ellos sus dones
de manera que, siendo fieles ministros de Cristo, Sumo Sacerdote,
los conduzcan hasta él que es la fuente de la salvación.
Pueblo: Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.
Obispo:
Recen también por mí, para que sea fiel a la misión apostólica,
que sin merecerlo me fue encomendada,
y pueda reflejar entre ustedes
una imagen más viva y perfecta de Cristo sacerdote,
buen Pastor, Maestro y Servidor de todos.
Pueblo: Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.
Obispo:
El Señor nos proteja con su amor
y nos conduzca a todos, pastores y ovejas, a la vida eterna.
Todos: Amén.
11. Oración sobre las ofrendas
Te pedimos, Padre, que la fuerza de este sacrificio
nos purifique de los pecados de la vida pasada,
renueve nuestras vidas y nos alcance la salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
12. PREFACIO:
El sacerdocio de Cristo y el ministerio de los sacerdotes
V. El Señor esté con ustedes
R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Tú constituiste a tu único Hijo
Pontífice de la Alianza nueva y eterna
por la unción del Espíritu Santo
y determinaste, en tu designio salvífico,
que su único sacerdocio se perpetuara en la Iglesia.
Él no sólo enriquece con el sacerdocio real
al pueblo de los bautizados,
sino también, con amor fraterno, elige a algunos hombres
para hacerlos participar de su ministerio
mediante la imposición de las manos.
Tus sacerdotes, Padre, renuevan en nombre de Cristo
el sacrificio de la redención humana,
preparan a tus hijos el banquete pascual,
guían en la caridad a tu pueblo santo,
lo alimentan con tu palabra y lo fortalecen con tus sacramentos.
Ellos, al entregar su vida por ti, Padre,
y por la salvación de los hermanos,
deben configurarse a Cristo
y dar testimonio constante de fidelidad y de amor.
Por eso, Padre, con todos los ángeles y santos
te alabamos, cantamos con alegría:
Santo, Santo, Santo es el Señor
Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
13. Antífona de comunión Sal 88, 2
Cantaré eternamente el amor del Señor,
proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones.
14. Oración después de la comunión
Concédenos, Dios todopoderoso,
que después de restaurarnos con tus sacramentos,
merezcamos ser la fragancia de Cristo.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
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