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martes, 25 de marzo de 2014

Guión: Anunciación del Señor




Formulario de Misa: aquí.

Conviene organizar una procesión de entrada, de acuerdo con las normas litúrgicas.

Aunque esta solemnidad ocurre en Cuaresma, está permitido ejecutar melodías con el órgano durante las celebraciones litúrgicas, y se puede adornar con flores el Altar y el ambón, lo que normalmente se prohíbe en dicho tiempo, a excepción del IV Domingo y de las fiestas y solemnidades. Si cae en los Domingos III, IV o V de Cuaresma, se pospone al día siguiente (lunes). Si cae en cualquier día de la Semana Santa o de la Octava de Pascua, se pospone al lunes que sigue inmediatamente al Domingo de la Divina Misericordia (II de Pascua). Para profundizar sobre el tema, ver aquí.

Cuando la solemnidad de la Anunciación ocurre un sábado:

Allí donde se respeten las normas litúrgicas (ojalá ocurriera siempre y en todas partes), solamente se podrá celebrar la Misa propia de la solemnidad hasta las 15 (hora canónica de Nona) del mismo sábado 25. Luego de esa hora, es obligatorio celebrar la Misa del correspondiente Domingo de Cuaresma, que no cede ante ninguna celebración, salvo concesión explícita de la Santa Sede.

Por otra parte, la Misa vespertina de un lunes, martes, miércoles, jueves o viernes 24 de marzo (que tiene que ser celebrada antes de las I Vísperas con que comienza la solemnidad*), debe ser la propia de la feria correspondiente de Cuaresma y no la de la solemnidad, por carecer esta de Vigilia y no ser de precepto. (Cf. Institutio Generalis Liturgiæ Horarum, n. 96).

En efecto, cualquier Misa con el formulario del día siguiente solamente puede celebrarse en la tarde de un sábado o en la del día anterior a una solemnidad de precepto "...vespere sabbati aut vespere pridie festorum de præcepto -o que no lo sea pero que tenga una Misa propia de Vigilia-. (Cf. Decreto de la Sagrada Congregación de Ritos, año 1965, en Enchiridion Documentorum Instaurationis Liturgicæ, V. I, n. 35").

*Téngase en cuenta que toda solemnidad comienza con sus I Vísperas, a excepción de la Pascua -que carece de ellas- y de las solemnidades cuyas I Vísperas, en algún año, pudieran ser desplazadas por las II Vísperas de otra de mayor importancia: por ejemplo, si la solemnidad del Nacimiento de san Juan Bautista (24/6), cayera en sábado, y el viernes 23 se hubiera celebrado la del Sagrado Corazón de Jesús, las II Vísperas de esta habrían tenido prioridad frente a las de aquella. Para profundizar sobre el tema, ver aquí.

Lo que está entre paréntesis del presente guion, por razones de brevedad, puede omitirse:


Introducción

“Et Verbum caro factum est, et habitavit in nobis”  (1).
 
“Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros”.

Celebramos hoy la solemnidad de la Encarnación del Hijo de Dios en las purísimas entrañas de María.
 
¿Puede haber un modo más patente para que Dios manifieste su Amor por la humanidad, que haciéndose hombre Él mismo?
 
Verdaderamente “se hizo hombre”, pero no dejó de ser Dios. Así, haciéndose semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado, unió en místico desposorio la humanidad pecadora y la divinidad redentora.

(¿Cómo el Padre Dios no va a compadecerse del hombre cuando su propio Hijo, Dios verdadero, se ha hecho hombre, para salvar a la humanidad? ¿Cómo no va a tener misericordia del Cuerpo Místico, si el mismo Cristo, como Cabeza, Fuente de toda santidad, está unido a dicho Cuerpo?).

Celebremos el misterio del Amor Divino, el cual, se nos hace “tangible” en la Persona adorable del Verbo encarnado, que viene a nosotros como Palabra de Vida y Pan de esperanza.

(Oremos en esta celebración por todas las iniciativas en favor de la vida, especialmente en este "Día del niño por nacer").

Se canta o recita el himno Gloria in excelsis.



Primera lectura: Is. 7, 10-14

Dios cercano a nosotros y hecho hombre en el seno de una humilde doncella, es el gran Signo de salvación del que nos va a hablar el Libro de Isaías.

Segunda lectura: Heb. 10, 4-10

La Ofrenda de Cristo, Dios y Hombre, es el único Sacrificio plenamente agradable al Padre.

En Tiempo de Cuaresma se omite el Aleluya. No en Tiempo pascual. (En efecto, esta solemnidad debe trasladarse al lunes después de la Octava de Pascua cuando ocurre en la Semana Santa o en alguno de los días de dicha Octava pascual. Para profundizar sobre el tema, consultar aquíaquí).

Evangelio: Lc. 1, 26-38

“Concebirás y darás a luz un Hijo”  
(2), dice Gabriel a María. Es el anuncio condicionado a la respuesta de ella. Una respuesta que no se hace esperar, pues dice: 

“Hágase en mí según tu palabra”  (3). 

(Este asentimiento de la Virgen señala el momento exacto de la Encarnación del Verbo, es decir, de su “ingreso” como Hombre en nuestra historia).

Se canta o recita el Credo. Desde las palabras se encarnó y hasta las palabras se hizo hombre, del Credo de Nicea, y desde fue concebido hasta nació de Santa María Virgen, del Símbolo, todos se arrodillan, con una sola rodilla si se reza, y con las dos si se canta (Genuflectitur dice la rúbrica del Missale Romanum).


Oración de los fieles

R. Por tu Verbo encarnado, socórrenos

-“La joven dará a luz un Hijo al que llamará Emmanuel”  (4).

+Para que la Iglesia, por el testimonio de sus pastores y fieles, haga presente ante los pueblos el misterio de “Dios con nosotros”. R.

-“Tu ley está en mi corazón”  (5).

+Para que los representantes de las naciones actúen siempre de acuerdo con la ley de Dios, que está escrita en sus corazones. R.

-“Aquí estoy. Yo vengo para hacer tu voluntad”  (6).

+Para que los cristianos de diferentes denominaciones nos esforcemos por cumplir siempre y ante todo, la voluntad del Señor. R.

-“No, no mantuve cerrados mis labios; Tú lo sabes, Señor”  (7).

+Para que los católicos no callemos ante los atropellos a la vida y a la dignidad de todo hombre, desde su concepción hasta la muerte natural. R.

O bien:

Las siguientes preces, con las necesarias adaptaciones, están tomadas de la Santa Misa de la solemnidad de la Anunciación del Señor, presidida por Su Santidad Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro, luego del rito de apertura de la Puerta Santa que dio inicio al Jubileo de la Redención, el 25 de marzo de 1983:

Hermanos queridos, con gran gozo por el anuncio de nuestra redención, dirijamos súplicas al Padre, al celebrar el admirable misterio de la Encarnación de Cristo:

R. Te rogamos, óyenos

-Por el Santo Padre N, por los pastores y por todos los fieles de la Iglesia, esparcidos por el mundo, para que, iluminados por el Espíritu Santo, puedan comprender las necesidades de los hombres de nuestra época y reconozcan los signos de los tiempos. R.

-Por los gobernantes de los pueblos, para que comprendan en profundidad su misión, y promuevan la justicia, la paz y el bien común, teniendo especial preocupación por los humildes, los pobres y los abandonados. R.

-Por todos aquellos a quienes aún no se les ha anunciado el Evangelio, para que Dios envíe a ellos mensajeros de su Palabra, a fin de que todos acojan en su corazón el anuncio de la redención. R.

-Por los ancianos, por los enfermos, por los que han sido librados a su suerte y por todos los que viven sin esperanza, para que puedan encontrar hermanos que se inclinen a ellos con benevolencia, dispuestos a brindarles ayuda y consuelo. R.

-Por nosotros, pecadores, y por cuantos se han alejado de la fe, para que Dios abra a todos su corazón de Padre y perdone nuestros pecados, a fin de que, libres de todo afecto terrenal, podamos vivir como hijos bienamados, según su Voluntad. R.

-Por nuestros hermanos difuntos, para que el Señor les abra las fuentes de su misericordia y los introduzca en el gozo radiante de la eterna felicidad. R.

Oración conclusiva

"Señor, Padre amantísimo, mira a tu Iglesia orante, escucha la plegaria de tus hijos y concede lo que te pedimos con sinceridad a quienes peregrinamos hacia tu Reino. Te lo pedimos por intercesión de María, la Virgen anunciada como Madre de Jesucristo, nuestro Señor".


O bien:

Las siguientes preces, con las necesarias adaptaciones, están tomadas de la Santa Misa "por el don de la vida humana", presidida por Su Santidad Francisco en Tokio (Japón), el 25 de noviembre de 2019:

Renovando nuestra determinación de transmitir la alegría del Evangelio a todos, recemos con confianza a Dios:

R. Te rogamos, óyenos

-Que nuestro Dios misericordioso pueda dar fuerza y ​​coraje a nuestro Papa N y a los obispos. Que los pastores que dirigen al pueblo de Dios con palabras y hechos hagan todo lo posible para respetar, proteger y amar toda vida. Oremos al Señor.

-Que Dios, Fuente de la sabiduría, pueda iluminar a los líderes del mundo. Que sigan participando en el diálogo y la acción para encontrar el valor único de toda la creación y proteger este mundo que nos ha sido confiado, en lugar de explotarlo. Oremos al Señor.

-Que Dios, en su misericordia, pueda mirar a aquellos cuyas vidas están amenazadas por desastres naturales y accidentes nucleares. Que cada persona llegue a saber que toda vida proviene de la mano de Dios y está llena del amor de Dios. Oremos al Señor.

-Que Dios, Fuente del amor, pueda apoyar y guiar a la Iglesia en N (se menciona el país, región o ciudad). Junto con la Iglesia en toda N (se menciona el continente), pueda proclamar el Evangelio de la vida (...), y así proteger nuestro hogar común. Oremos al Señor.

-Que Dios, Fuente de salvación, pueda fortalecer a aquellos que se han convertido en refugiados y migrantes debido a la guerra y la persecución, y a aquellos que abandonan su tierra natal para trabajar en otros países. Que podamos construir una sociedad donde los derechos humanos de cada persona estén protegidos sin excepción y todos sean aceptados con amor y compasión. Oremos al Señor.

-Que Dios ilumine el corazón de todos los hombres con la luz del Espiritu Santo. Que podamos ser instrumentos de su amor. Que en nuestra vida ordinaria, nos preocupemos por el cuidado de la naturaleza, por la justicia para con los pobres, por el compromiso activo con la sociedad y por la vivencia de la paz interior. Oremos al Señor.

Oración conclusiva


"Dios misericordioso, escucha las oraciones de tu pueblo reunido aquí
(en esta solemnidad de la Anunciación) e ilumina el camino de la fe de cada uno. Por Cristo, nuestro Señor."


Ofertorio

Por la sublime Encarnación del Verbo, es posible que estos dones que vamos a presentar, lleguen a ser la Carne y la Sangre de Cristo. Dios no quiere otro sacrificio que no esté unido a Éste (8).

Comunión

En el seno cálido e impecable de María, Nuestra Señora del Sí, se “ha horneado” un Pan de sabor incomparable. Jamás existirá un alimento que pueda superar a Éste. (Su origen divino, se halla en la eternidad de Dios; su origen humano, en la Virgen nazarena; y su origen eucarístico,  en la Iglesia Católica).


Ritos finales

Teniendo en cuenta que en muchos países el 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación del Señor, se celebra también el "Día del niño por nacer", antes de concluir la celebración, puede rezarse la siguiente oración mariana, compuesta por san Juan Pablo II, defensor incansable de toda vida:

 
Oh, María,
Aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a ti confiamos la causa de la vida:
mira, Madre, el número inmenso
de niños a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas
de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos, muertos
a causa de la indiferencia
o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu Hijo
sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud
durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia, 
para construir,
junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios, 
Creador y amante de la vida. Amén.

(Evangelium vitae, 105). 

 
El sacerdote puede impartir la Bendición solemne de la Santísima Virgen María, propia de los tiempos de Cuaresma o Pascua, según corresponda.
 

Despedida

Dios se ha hecho uno de nosotros, camina a nuestro lado, y nos alimenta con su Ser. En esto se funda la alegría de los católicos.
 

Notas

1. Jn. 1, 14ab.
2. Lc. 1, 31.
3. Lc. 1, 38.
4. Cf. Is. 7, 14.
5. Sal. 40 (39), 9c.
6. Heb. 10, 9a.
7. Sal. 40 (39), 10b.
8. Cf. Sal. 40 (39), 7; Heb. 10, 5-6.


25 de marzo de 2014, solemnidad de la Anunciación del Señor.
Entrada dedicada al Verbo encarnado y a su Madre, la Virgen del Sí.
Fuente principal: "Jesucristo, y el Don de Sí mismo II". Editorial Guadalupe. (Adaptación).
(Última actualización de la entrada: 31/8/24).

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