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lunes, 6 de enero de 2020

Jerarquía de las solemnidades del Señor, según la "Tabla de precedencias"


 


Las "solemnidades", consideradas en una entrada anterior de este mismo blog, se cuentan entre las celebraciones litúrgicas más importantes del año. En el Calendario Romano general son diecisiete en total:

Cuatro referidas a los santos: San José (19/3), Natividad de San Juan Bautista (24/6), Santos Pedro y Pablo (29/6); Todos los Santos (1°/11).

Tres referidas a la Santísima Virgen: Asunción (15/8), Inmaculada Concepción (8/12) y Maternidad Divina (1°/1).

Diez referidas al Señor Dios*, es decir, a las Divinas Personas: Pascua de Resurrección (movible); Natividad del Señor (25/12); Epifanía (6/1); Ascensión (un jueves movible, cuarenta días después de la Pascua o el siguiente domingo a ese día cuadragésimo); Anunciación (25/3); Jesucristo, Rey del universo (movible, último domingo del Tiempo Ordinario, es decir, el XXXIV); Pentecostés (movible, domingo VIII de Pascua, día quincuagésimo después de esta solemnidad); Santísima Trinidad (movible, domingo siguiente a Pentecostés); Cuerpo y Sangre de Cristo (movible, jueves que sigue a la Santísima Trinidad o el domingo posterior); Sagrado Corazón de Jesús (movible, segundo viernes después del Cuerpo y la Sangre del Señor, cuando esta solemnidad se celebra en su jueves tradicional; pero cuando se traslada al domingo, el Sagrado Corazón tiene lugar el viernes siguiente).

Actualmente, las celebraciones del Señor, de la Santísima Virgen y de los santos, desde el punto de vista del rango litúrgico, se pueden clasificar en "solemnidades", "fiestas" o "memorias"  (de mayor a menor importancia). Pero la clasificación no se agota con estos tres conceptos. La "Tabla de precedencias" de días litúrgicos, que figura en las "Normas universales sobre el Año litúrgico y sobre el Calendario Romano general", numera también,  de mayor a menor, todas las celebraciones posibles, incluyendo tiempos y días litúrgicos que no se inscriben en aquellas categorías.
En esta entrada, consideraremos puntualmente las "solemnidades del Señor" desde el punta de vista de la jerarquía de ellas que establece la "Tabla".  (La historia litúrgica del origen y desarrollo de tales solemnidades puede encontrarse fácilmente en innumerables libros o en páginas de la red).

Se entiende por "solemnidades del Señor" (del Calendario Romano general) a las diez celebraciones de máximo rango litúrgico que se han mencionado más arribay que se refieren a las Tres Divinas Personas.


SANTÍSIMA PASCUA

De estas diez, hay una, la más importante de todas, que figura en el n. 1 de la "Tabla": Pascua de Resurrección. Es la única que no se menciona nominalmente sino que está incluida, por decirlo así, en la expresión "Triduo Pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor". Esta extensa y peculiar celebración, hacia la que se ordenan todas las demás, constituye el corazón del Año litúrgico,  y es ella misma un solo Acto cultual que se despliega con toda la riqueza de la liturgia entre el atardecer del Jueves santo y el del Domingo de Pascua. Efectivamente, se inicia el Jueves Santo con la Misa vespertina In Cena Domini; prosigue el Viernes santo, con la Celebración de la Pasión del Señor; tiene su centro en la Solemne Vigilia de la Noche del Sábado santo, que es la Eucaristía más importante de todo el Año litúrgico, y que se considera la primera Misa del Domingo de Pascua de Resurrección; y concluye al atardecer de este mismo sacratísimo Domingo.

Ahora bien, las celebraciones litúrgicas del Jueves y Viernes santos no se consideran propiamente "solemnidades", pues se trata de días litúrgicos muy particulares. Pero las Misas de la Vigilia Pascual y todas las otras del Domingo de Pascua constituyen una única solemnidad, la máxima de todas. A diferencia de todas las demás, esta solemnidad de la Resurrección del Señor carece de primeras Vísperas en la Liturgia de las Horas.


SANTÍSIMA NAVIDAD

El segundo lugar (n. 2) de importancia en la "Tabla", corresponde a la solemnidad de la Natividad del Señor (Navidad), celebración entrañable de la cristiandad desde hace siglos. Tal es su importancia, que trasciende los límites religiosos y alcanza a credos y culturas diferentes, aunque desafortunadamente, a menudo se despoje de su verdadero sentido.

Las dos grandiosas solemnidades de Pascua y Navidad -más aquella que esta- gozan de privilegios únicos en el Año litúrgico. Solo ellas tienen un tiempo propio que las prepara (respectivamente, Cuaresma y Adviento); además, se celebran más allá del día propio, ante todo, en una semana (la de la Octava) y como si esto no bastara, también en un tiempo, (respectivamente, pascual y navideño). Tal semana con más intensidad y dicho tiempo con menos, prolongan la celebración como si se tratara de un único día festivo


Epifanía, Ascensión y Pentecostés

En el mismo n. 2 de la "Tabla", después de la Natividad del Señor, se mencionan tres solemnidades más: Epifanía, Ascensión y Pentecostés. A diferencia de la Natividad del Señor, que encabeza la lista y goza de primacía litúrgica ante las demás por las razones expuestas, el orden de mención de estas otras tres solemnidades parece en razón de la cronología del Año litúrgico.

El Caeremoniale episcoporum ha querido subrayar la importancia de la Epifanía del Señor, aclarando que dicha solemnidad "se cuenta entre las máximas festividades de todo el Año litúrgico", y sugiriendo, por tanto, que "se celebre de manera conveniente". Es más: especifica de qué manera se puede resaltar su importancia. (Cf. n. 240).

La Ascensión, se considera otro de los principales misterios  ligados litúrgicamente a la Pascua del Señor. De hecho, en fidelidad al dato bíblico, el día cuadragésimo después de la Pascua, en un jueves, tuvo lugar y se ha celebrado siempre la Ascensión del Señor. Antes de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, esta solemnidad cerraba el Tiempo de Pascua. Actualmente, tal Tiempo se extiende hasta el Domingo de Pentecostés inclusive. Hoy existe la facultad de trasladar la Ascensión desde el jueves que le es propio hasta el Domingo VII de Pascua, que es el siguiente.

Por su parte, Pentecostés, tiene particularidades litúrgicas que también destacan su indiscutible importancia. Cuenta con una semana previa de "preparación" que, aunque carezca de nombre litúrgico, bien puede percibirse en los textos de la Liturgia de las Horas y en los del Misal (muchos de estos últimos, por cierto, ahora adelantados en una semana, se empleaban en los días que conformaban la ya inexistente "octava" de Pentecostés). En esa semana, las invocaciones y referencias al Espíritu del Señor son mucho más numerosas que en otros días del Año litúrgico. Las proféticas raíces veterotestamentarias de la solemnidad de Pentecostés, su historia como festividad litúrgica cristiana desde el celebérrimo evento neotestamentario de la Efusión del Espíritu Santo, más las particularidades litúrgicas de la actual Vigilia de Pentecostés (cf. infra) son realidades que ponen de relieve la gran importancia de esta solemnidad, a la que el mismo san Juan Pablo II ha querido colocar, teológicamente hablando, en un segundo lugar, antes incluso que la misma Natividad del Señor. (Cf. Carta Apostólica Dies Domini, 77).


Las cinco solemnidades recién mencionadas, tienen prevalencia sobre todas las demás, que se hallan agrupadas juntas en el n. 3 de la "Tabla", bajo la denominación: "Solemnidades del Señor, de la Santísima Virgen y de los santos, inscritas en el Calendario general". (En este mismo punto se fija, a continuación, la peculiar "Conmemoración de los Fieles Difuntos", que sigue en importancia a las solemnidades, sin ser considerada una de ellas). De entre aquellas cinco, Pascua, la Navidad y Pentecostés jamás se trasladan ni ceden el puesto a celebración alguna.


Las otras cinco solemnidades del Señor

De lo dicho, puede deducirse que el n. 3, al hablar de "solemnidades del Señor" se refiere a las cinco no mencionadas en los números 1, 2 y 3, a saber: "Anunciación del Señor", "Santísima Trinidad", "Cuerpo y Sangre del Señor", "Sagrado Corazón de Jesús" y "Jesucristo, Rey del universo". Estas constituyen una jerarquía inferior respecto de las otras seis. A pesar de agruparse genéricamente en el mismo n. 3 junto con las demás, debido a la preeminencia de personas, priman frente a las solemnidades de la Santísima Virgen, y estas últimas, a su vez, lo hacen frente a las de los santos. De hecho, no solo litúrgica sino teológicamente, Dios, el Creador, siempre está por encima de todas sus criaturas; luego, la Santísima Virgen, que supera en dignidad a todos los santos; y finalmente estos.

En el original latino de la liturgia actual, solamente las solemnidades del Señor que se hallan en los números 1 y 2 poseen Misa vespertina de la Vigilia, que debe celebrarse en la tarde del día anterior. Pero hay vigilias más "importantes" que otras, por expresarlo de alguna manera. Como hemos dicho, la Vigilia de Pascua es la suprema Celebración del Año litúrgico, "Madre de todas las vigilias" (Cf. San Agustín, Sermón 219). La Misa de la Vigilia de Navidad, por su parte, desafortunadamente es pocas veces celebrada y también poco conocida, siendo en no pocas ocasiones erróneamente "suplida", en su horario correspondiente, por la Misa de la Noche de Navidad (Nochebuena). A diferencia de esta última, la Misa de la Vigilia de Navidad, (como las primeras vísperas de tal solemnidad, en la Liturgia de las Horas), debe celebrarse en la tarde del 24 de diciembre, cuando el sol se empieza a poner pero antes de que anochezca. Se entiende, entonces, por qué muchos la confunden con la de la Noche, la cual como su nombre oficial lo indica, debe celebrarse en la hora noctura entre el 24 y el 25 de diciembre. Por ello, en muchos antiguos Misales se la llamaba "Misa de Medianoche". De hecho, hay países como la catolicísima y noble Polonia, que mantienen ese horario.
Celebrar las Misas de la Vigilia Pascual y de la Noche de Navidad en un horario vespertino es realmente un abuso litúrgico.

De lo dicho se deduce que, litúrgicamente hablando, aunque la Navidad sea la segunda celebración mencionada en la "Tabla", no ocurre lo mismo con su Vigilia. El segundo puesto de importancia, si de vigilias hablamos, en efecto, corresponde a la gran Vigilia de Pentecostés. Esta, en la liturgia preconciliar era casi tan solemne y rica en simbolismo como la Vigilia Pascual. En la actualidad, se ha querido recuperar la riqueza teológica de antaño y existe la opción de una "Celebración más extensa de la Vigilia de Pentecostés", que realza con mayor solemnidad la santa expectación del misterio que siempre se renueva, de la Venida del Espíritu Santo.

Los formularios eucológicos de las Misas de Vigilia de la Epifanía y la Ascensión del Señor fueron incluidos en la editio typica tertia del Misal Romano (2002), y tienen como fuente a textos litúrgicos de los antiguos sacramentarios.   


Conclusión

En fin, podemos sintetizar con el siguiente esquema lo aquí expuesto sobre la "jerarquía litúrgica" de las "Solemnidades del Señor", a la luz de la "Tabla":

1. Pascua de Resurrección: "Solemnidad de solemnidades", Suprema Celebración del Año litúrgico.

2. Natividad del Señor.

3. Solemnidades mayores (después de las dos principales):
    a) Pentecostés.
    b) Epifanía, Ascensión.


4. Las otras solemnidades: Anunciación del Señor, Santísima Trinidad, Cuerpo y Sangre de Cristo, Sagrado Corazón de Jesús, Jesucristo, Rey del universo.



6 de enero de 2020, solemnidad de la Epifanía del Señor.
Entrada dedicada a Jesús, María y José, y a los santos Magos.

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