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domingo, 6 de enero de 2019

Epifanía del Señor: himnos litúrgicos



 
 
Cada 6 de enero, la Iglesia universal celebra la solemnidad de la Epifanía del Señor. A continuación, se publican los himnos propios de la versión en latín de la Liturgia de las Horas, traducidos al español (A). Les siguen otros aprobados por la Santa Sede para algunas Conferencias Episcopales hispanohablantes (B):

 
A)

I Vísperas y Laudes: Quicumque Christum

Cuantos buscáis a Cristo, 
levantad vuestros ojos a lo alto: 
allí podréis contemplar una señal 
de su gloria eterna.

Una estrella que supera al sol en luz 
y hermosura, anuncia que, con carne humana, 
Dios ha venido a la Tierra.

Desde los mares pérsicos, 
en donde el sol abre su puerta, 
los Magos, como sabios astrónomos 
contemplan la bandera del Rey.

«¿Quién es —dicen— este Rey 
tan grande que gobierna los astros, 
ante quien tiemblan las estrellas, 
al que la ley y el cielo obedecen?

Vemos un esplendor que no tiene ocaso, 
sublime, excelso, infinito, 
anterior al cielo y a la tierra.

Éste es aquel Rey de las naciones 
y Rey del pueblo judío, 
prometido al Patriarca Abraham 
y a su descendencia para siempre.»

Gloria a Ti, Jesús, que Te has revelado 
a los gentiles y gloria también al Padre 
y al Espíritu Santo, por los siglos sin término. Amén.

 
Oficio de lectura: Magi videntes

Los Magos, al ver al Niño 
Le ofrecen los dones que traen de Oriente 
y postrados Le ofrecen, con sus votos 
el incienso la mirra y el oro de la realeza.

Oh, Niño, a Quien el Padre predestinó 
para un triple oficio: reconoce las insignias ilustres 
de tu poder y de tu Reino:

El oro y el aroma fragante 
del incienso de Saba, Lo proclaman 
Rey y Dios pero el polvo de la mirra 
predice ya su sepulcro.

Oh, Belén tú eres la mayor 
entre las ciudades grandes, 
porque te cupo en suerte dar a luz 
al Autor de la salvación, 
por voluntad del Cielo unido a nuestra carne.

Los Profetas son testigos 
cuando nos ratifican 
que el Padre manda a Cristo 
que entre en su Reino y juzgue:

Ese Reino que todo lo abarca: 
el Cielo y el Infierno, la tierra, 
el aire y el mar, desde la cuna 
del sol hasta el ocaso.

Gloria a Ti, Jesús, 
que Te has revelado a los gentiles 
y gloria también al Padre y al Espíritu Santo, 
por los siglos sin término. Amén.

 
II Vísperas: Hostis Herodes

Cruel tirano Herodes, 
¿por qué temes que Cristo venga? 
No usurpa los reinos de la tierra, 
el que viene a dar los celestiales.

Iban los Magos siguiendo la estrella 
que les guiaba por su camino; 
con la luz buscan la Luz 
y con sus dones confiesan a Dios.

El Cordero Divino se lavó 
en las aguas de un río cristalino, 
y borró los pecados que Él nunca contrajo, 
dejándonos a nosotros limpios.

Una nueva manifestación del poder de Cristo: 
las tinajas de agua se tiñen de rojo, 
pues el agua se transformó 
cuando se ordenó servir el vino.

Gloria a Ti, Jesús, que Te has revelado a los gentiles 
y gloria también al Padre y al Espíritu Santo, 
por los siglos sin término. Amén.

B)

I y II Vísperas

Confiada mira la luz dorada
que a ti hoy llega, Jerusalén:
de tu Mesías ve la alborada
sobre Belén.

El mundo todo ve hoy gozoso
la Luz divina sobre Israel;
la estrella muestra al prodigioso
Rey Emmanuel.

Ya los tres Magos, desde el Oriente,
la estrella viendo, van de ella en pos;
dan sus primicias de amor ferviente
al Niño Dios.

Ofrenda de oro que es Rey declara,
incienso ofrece a Dios su olor,
predice mirra muerte preclara,
pasión, dolor.

La voz del Padre, Cristo, te llama
su predilecto, sobre el Jordán.
Dios en los hombres hoy te proclama,
valiente Juan.

Virtud divina resplandecía
del que del agua vino sacó,
cuando el anuncio de Eucaristía
Caná bebió.

A darte gloria, Señor, invita
la luz que al hombre viniste a dar,
luz que nos trae gloria infinita
de amor sin par. Amén.

O bien:

Reyes que venís por ellas,
no busquéis estrellas ya,
porque donde el sol está,
no tienen luz las estrellas.

Mirando sus luces bellas,
no sigáis la vuestra ya,
porque donde el sol está,
no tienen luz las estrellas.

Aquí parad, que aquí está
Quien luz a los cielos da:
Dios es el puerto más cierto,
y si habéis hallado puerto
no busquéis estrellas ya.

No busquéis la estrella ahora:
que su luz ha oscurecido
este Sol recién nacido
en esta Virgen Aurora.

Ya no hallaréis luz en ellas,
el Niño os alumbra ya,
porque donde el sol está,
no tienen luz las estrellas.

Aunque eclipsarse pretende,
no reparéis en su llanto,
porque nunca llueve tanto
como cuando el sol se enciende.

Aquellas lágrimas bellas
la estrella oscurecen ya,
porque donde el sol está,
no tienen luz las estrellas. Amén.

 
Oficio de lectura (Ídem, himno II de las I Vísperas)

O bien:


Estrella nunca vista se aparece
a los remotos Magos orientales,
y, al juzgar de los fuegos celestiales,
otra lumbre mayor los esclarece.

Nacido sacro Rey se les ofrece,
con nuevas maravillas y señales,
para que reverentes y leales
la obediencia Le den como merece.

Parten llevados de la luz y el fuego,
del fuego de su amor; luz que los guía
con claridad ardiente y soberana.

Subió al trono de Dios el pío ruego,
y, llenos de firmísima alegría,
vieron la luz de Dios por nube humana.

Gloria y loores por la eternidad
tribútense a la Santa Trinidad. Amén.


 
Laudes (Ídem, himno II de las I Vísperas)

O bien:
(himno del Oficio, v. supra)


6 de enero de 2019, solemnidad de la Epifanía del Señor.
Entrada dedicada a Cristo, en el misterio de la Adoración de los Magos.

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