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domingo, 26 de julio de 2015

Misas de la Virgen XXXV (Tiempo Ordinario XVII): "La Virgen María, Amparo de la fe"





Misal: Textos bíblicos y eucológicos (en negro); rúbricas: rojo.
Guion: marrón.
Comentario del blog: azul.

Hace un año, en la misma memoria litúrgica de los santos Joaquín y Ana, padres de la Santísima Virgen, publiqué en este blog el primero de los cuarenta y seis formularios del ejemplar oficial "Misas de la Virgen", de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Desde entonces, siempre en una festividad mariana, he ido publicando en orden correlativo cada formulario, y -Dios mediante- seguiré haciéndolo hasta llegar al último.

MISA COMPLETA, GUION Y COMENTARIO

La Santísima Virgen es la mujer insigne por su fe, la discípula que en cierto modo recopila en su persona y reverbera los elementos principales de la enseñanza cristiana (cf. LO 65), Madre que sostiene y protege la fe de sus hijos.
Mujer insigne por su fe: Isabel, la madre del Precursor, la proclamó dichosa porque había creído en el mensaje divino (cf. Lc 1, 45); por la fe concibió al Hijo de Dios; apoyada en la fe siguió a Jesús y soportó su Muerte junto a la Cruz; movida por la fe creyó que Él resucitaría y esperó la venida de la Promesa del Padre.
Discípula que recopila en sí los dogmas de la fe: la Santísima Virgen, «habiendo entrado íntimamente en la historia de la salvación, en cierta manera une y refleja en sí las más grandes exigencias de la fe», como enseña el Concilio Vaticano II (LG 65); su Concepción Inmaculada demuestra la libertad y munificencia de Dios al elegir los instrumentos de salvación y de gracia (el sustantivo abstracto "munificencia" evoca aquí el adjetivo superlativo latino munificentissimus, que seguido del sustantivo propio Deus, da nombre a la Constitución Apostólica del venerable Papa Pío XII, del 1° de noviembre del Año Santo 1950, en la que se proclama el dogma de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María en cuerpo y alma al Cielo); su consentimiento en la obra de la Encarnación salvadora manifiesta el sentido y la eficacia de la cooperación del hombre en el designio divino de salvación; su parto virginal hace patente que Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre; su vida santa y su condición -ya que fue virgen, esposa, madre- esbozan los rasgos de la Iglesia; su Asunción al cielo es figura anticipada de la gloria futura del hombre.
Madre que sostiene la fe de sus hijos: Santa María, que reina gloriosa en el Cielo, actúa misteriosamente en la Tierra, mostrando a sus hijos el camino de la verdad. Por esto, ha sucedido muchas veces que aquellos fieles que nunca han dejado de amar y dar culto a la Madre de Cristo, a pesar de encontrarse privados de todo auxilio espiritual, han conservado íntegra la fe.
Por esto, la gloriosa Madre de Dios, que destruye las herejías, que conculca la fuerza del error, que desenmascara la falacia de los ídolos (cf. Himno Akathistos, vv. 111-112: ed. O. O. Meersseman, Der Hymnos Akathistos im Abendland, vol. 1, Universitätsverlag, Friburgo [Suiza], 1958, p. 114), ya desde tiempos antiguos ha sido invocada por el pueblo cristiano como «amparo de nuestra fe» (Prefacio).
Esta Misa, en la que pedimos ser «firmes en la fe» (Oración sobre las ofrendas), «fortaleza en la fe» (Oración colecta) y «vivir según el camino de la fe en la tierra» (Oración después de la comunión), reproduce en gran parte el formulario que lleva por título «Nuestra Señora del Pilar» (cf. Misal Romano reformado por mandato del Concilio Vaticano II ... Edición típica aprobada por la Conferencia episcopal española, Coeditores Litúrgicos, Madrid 1978, pp. 659-660).


Introducción

La fe dos veces milenaria de los apóstoles, que recoge lo más puro de la tradición judía en la cual hunde sus raíces, nos ha convocado en este lugar sagrado para revivir sacramentalmente el Sacrificio de Cristo en la Cruz. Una fe que ha sido tantas veces contestada y hasta combatida por los intereses de los no creyentes y también de los que creen, se confiesen o no cristianos. 
La Santísima Virgen juega un papel único en la defensa y preservación de esta fe. Gracias a María, Virgo fidelis, Cofre precioso de Dios, la fe de la Iglesia, "que nos gloriamos de profesar" (Cf. fórmula conclusiva del Rito de Renovación de promesas bautismales), se mantiene pura e incontaminada a lo largo de los siglos, y en toda la extensión de la Tierra. Por eso, la Santísima Virgen es llamada "Amparo" de los creyentes. En su cálido regazo se congregan todos aquellos que quieren alimentarse con la leche materna de las verdades del Evangelio, antídoto contra los venenos de las diferentes ideologías.

Antífona de entrada Cf. Sb 18, 3; Ex 13, 21-22

Tú, Virgen María, eres como la columna luminosa que de día y de noche guiaba al pueblo en el desierto, para enseñarle el camino.

O bien:

Gloriosa Madre de Cristo, tú has creído que el Hijo, a quien concebiste creyendo, muerto por nosotros, había de resucitar. ¡Oh, piadosa!, tú eres para la Iglesia, fortaleza de la fe.


Oración colecta

La Santísima Virgen es el "Amparo" en el cual nos refugiamos para que maduren en nosotros las virtudes teologales.

Dios todopoderoso y eterno, que en la gloriosa Madre de tu Hijo has concedido un amparo celestial a cuantos la invocan, concédenos, por su intercesión, fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor. Por nuestro Señor Jesucristo.


Liturgia de la Palabra

Primera lectura

"Para combatir, muy tierna; para niña, muy armada". (Sor Juana Inés de la Cruz, Villancico II; Himno de Vísperas de la Liturgia de las Horas, en la memoria litúrgica de la Realeza de María -22/08-). 
Con estas palabras, la Iglesia describe una de las "hermosas contradicciones" que caracterizan a María, de la que fue figura Judit, heroína del Antiguo Testamento.

Has aniquilado a los enemigos de tu pueblo

Lectura del libro de Judit 13, 14. 17-20

En aquellos días, Judit dijo al pueblo gritando:
-«¡Alabad a Dios, alabadlo! Alabad a Dios, que no ha retirado su misericordia de la casa de Israel; que por mi mano ha dado muerte al enemigo esta misma noche.»
Todos se quedaron asombrados y, postrándose en adoración a Dios, dijeron a una voz:
-«Bendito eres, Dios nuestro, que has aniquilado hoy a los enemigos de tu pueblo.»
Y Ozías dijo a Judit:
-«Que el Altísimo te bendiga, hija, más que a todas las mujeres de la tierra. Bendito el Señor, creador del cielo y tierra, que enderezó tu golpe contra la cabeza del general enemigo. Los que recuerden esta hazaña de Dios jamás perderán la confianza que tú inspiras. Que el Señor te engrandezca siempre y te dé prosperidad, porque no dudaste en exponer tu vida, ante la humillación de nuestra raza, sino que vengaste nuestra ruina, procediendo con rectitud en presencia de nuestro Dios.»
Todos aclamaron:
-«¡Así sea, así sea!»

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 26, 1.3.4.5

María es la Tienda de refugio que Dios ha edificado para protección de sus hijos "en el día del peligro".

R. Tú eres mi auxilio, Dios de mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación;
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida;
¿quién me hará temblar? R.

Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo. R.

Una cosa pido al Señor, eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor
contemplando su templo. R.

Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca. R.

Aleluya

Afianzó mis pies sobre la roca y me puso en la boca un cántico nuevo.


Evangelio

La figura retórica del polisíndeton, usada a continuación, enfatiza la unicidad absoluta de la Madre de Dios respecto de todas las demás criaturas:

Nadie ni en el pasado, ni en el presente ni en el futuro, habrá escuchado ni puesto en práctica jamás la Palabra de Dios, como lo hizo María.

Dichoso el vientre que te llevó

+ Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 27-28.

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las turbas, una mujer de entre el gentío levantó la voz diciendo:
— ¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron! Pero él repuso:
— Mejor: ¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!

Palabra del Señor.


Oración de los fieles

La súplica subsiguiente * está inspirada en la primera lectura de esta Misa:

R. Señor, que jamás perdamos la confianza que nos inspira María.*

-Para que como Iglesia, no temamos los ardides del Maligno, que intenta inocular ideologías dañinas en nuestra fe. R.

-Para que confiemos en que, bajo el amparo de la Madre Celestial, y en comunión de fe y amor con el Papa y los obispos, el odio y la división no tendrán lugar entre nosotros. R.

-Para que nuestra súplica a María en favor de los que se han apartado de la fe, esté siempre acompañada de un testimonio coherente. R.

-Para que el amor de María, infinito e incondicional por ser Madre, conmueva los corazones de los pecadores más obstinados y los de aquellos hermanos que explícita o implícitamente han "bebido" de otras confesiones religiosas, cierta antipatía hacia la Santísima Virgen. R.

-Para que se acreciente nuestra oración a María por la glorificación de las Almas del Purgatorio, de las que ella es patrona en su advocación de "Nuestra Señora del Carmen". R.


Ofertorio

Mientras permanezcamos en la Tierra, al amparo de María, seguiremos trabajando la tierra para que produzca estos frutos de pan y vino, sin los cuales, no podría haber Eucaristía.


Oración sobre las ofrendas

Dios todopoderoso y eterno, que hiciste brillar sobre nosotros la luz de la fe, haz que los dones que ahora te presentamos y las súplicas que te dirigimos nos consigan, por intercesión de la santa Madre del Redentor, permanecer firmes en la fe y generosos en el amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.


Prefacio

Santa María, esperanza de los fieles y amparo de la fe

V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por todas las grandes maravillas de amor y de gracia
que has realizado misericordiosamente
en la Virgen, Madre de tu Hijo.

Ella, concebida sin pecado,
no fue contaminada por la corrupción del sepulcro;
pues, siendo intacta en su virginidad,
fue constituida tálamo precioso
del cual salió Cristo,
luz de las gentes y esposo de la Iglesia:
gloriosa en su Descendencia,
es esperanza de los fieles
y amparo de nuestra fe.

Por eso,
como los ángeles te cantan en el cielo,
así nosotros en la tierra te aclamamos,
diciendo sin cesar:

Santo, Santo, Santo.


 Comunión

Alimentémonos ahora de Cristo, el Dios hecho Pan. Que María custodie en nosotros el don de la fe y nos conceda un corazón puro y humilde para que la gracia de este Sacramento pueda obrar plenamente en nosotros.

Antífona de comunión Lc 1, 48

Me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí.


Oración después de la comunión

Oh, Dios, que de modo maravilloso multiplicas tu presencia en medio de nosotros, al darte gracias por este sacramento con que nos has alimentado, te rogamos nos concedas, por intercesión de santa María Virgen, vivir según el camino de la fe en la Tierra y llegar a contemplarte eternamente en el Cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.


Despedida

Los que caminamos al amparo de María, no debemos tener miedo de ser ante un mundo hostil, testigos del amor providente de Dios.


26 de julio de 2015, memoria litúrgica de los santos Joaquín y Ana, padres de la Santísima Virgen María. Entrada dedicada a estos excelsos Padres y a su benditísima hija.


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