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miércoles, 11 de enero de 2012

Particularidades litúrgicas del Tiempo "durante el año"





El Tiempo Ordinario ocupa la mayor parte del Año Litúrgico, y consta de 34 domingos con sus respectivas semanas; en ocasiones, son 33. Se conoce también como Tiempo “durante el año”, y no se detiene en la contemplación de ningún misterio particular de la vida del Señor sino que presenta cronológicamente la historia de la salvación en la perspectiva de la construcción del Reino de Dios.

Se desarrolla en dos partes: La primera, se extiende desde el lunes que sigue a la fiesta del Bautismo del Señor, (o el martes, en los lugares en los que dicha fiesta se ha celebrado el lunes, debido al traslado de la solemnidad de la Epifanía del Señor a ese domingo), hasta el martes anterior al Miércoles de Ceniza. La segunda parte se extiende desde el lunes que sigue a la solemnidad de Pentecostés, hasta la tarde del sábado anterior al Domingo I de Adviento, inclusive.

Para profundizar sobre el tema, ver aquí.


Lo que celebramos

El domingo, día del Señor, pascua semanal, constituye propiamente el corazón de este tiempo.

El primero de los domingos del Tiempo Ordinario habitualmente es “suplido” por la fiesta del Bautismo del Señor. “Suplido”, en el sentido de que esta fiesta no pertenece al tiempo litúrgico en cuestión sino al de Navidad, que concluye precisamente ese día.

Tres grandes solemnidades del Señor se celebran al comienzo de la segunda etapa del Tiempo Ordinario: Santísima Trinidad, Cuerpo y Sangre del Cristo, y Sagrado Corazón de Jesús. 

El domingo 34°, último de este tiempo, se celebra la solemnidad de Cristo Rey, que antes tenía lugar el último domingo de octubre.


La distribución de las lecturas de la Misa en el Tiempo Ordinario

La Ordenación de las lecturas de la Misa explica a la perfección la minuciosidad con que la Madre Iglesia selecciona y ofrece a sus hijos el alimento sustancioso de la Palabra de Dios a lo largo de todo el Año litúrgico.

En lo que se refiere al Tiempo Ordinario, en los domingos las lecturas se distribuyen en tres ciclos: A, B, y C, en los que se proclaman respectivamente y en forma semicontinua, los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas. Lo mismo ocurre con la lectura apostólica que les precede. La lectura tomada del Antiguo Testamento, siempre tiene relación con el Evangelio del día.

En las ferias del Tiempo Ordinario, las lecturas evangélicas se distribuyen en un solo ciclo que se repite cada año, en tanto que la única lectura que precede al Evangelio se rige por un ciclo bienal, distribuido en años pares e impares.


Los santos

La mayoría de los santos se celebran en el Tiempo Ordinario, no solo porque es el más extenso sino porque en los llamados “tiempos fuertes” de Adviento, Cuaresma y Pascua, las memorias de ellos se ven sometidas a múltiples limitaciones litúrgicas, propias de la importancia de dichos tiempos. (Cf. Infra, alusión al Martirologio).


“Solemnidad o celebración externa de las fiestas”


En términos litúrgicos, esta expresión se refiere a la posibilidad, concedida únicamente en este tiempo, de trasladar las solemnidades de los santos que tengan lugar durante la semana, al domingo siguiente o al precedente. Esto es posible debido a que la categoría de solemnidad, en la Tabla de precedencias de los días litúrgicos, es superior a la de estos domingos del Tiempo Ordinario.

Para profundizar sobre este tema, hacer clic aquí.


“Misas de domingos anticipadas a las vísperas”

Hay veces en los que las primeras o las segundas vísperas del domingo coinciden con las de alguna solemnidad que no es de precepto. En estos casos, por más que la solemnidad prime litúrgicamente ante el domingo (por ello en la Liturgia de las Horas se reza el oficio de la solemnidad), debe celebrarse, sin embargo, la Misa del domingo correspondiente, por ser este siempre de precepto. Ahora bien, si la solemnidad también es de precepto, debe celebrarse la Misa propia de ella, ya que al haber paridad en cuanto al precepto, se considera el principio de prioridad de la “Tabla de precedencias”, mencionado más arriba.

Para profundizar sobre este tema, hacer clic aquí.


La celebración de la Misa en el Tiempo Ordinario: domingos y ferias semanales


El color litúrgico propio de este tiempo es el verde.

En las Misas dominicales siempre se prescriben el Gloria y el Credo; no así en las ferias de entre semana, salvo que se celebren con especial solemnidad. (Cf. Institutio Generalis Missalis Romani, nn. 53, 68).

En las Misas dominicales hay dos lecturas que preceden al Evangelio. En las ferias semanales solamente una.

En las Misas dominicales son obligatorias la homilía y la Oración de los fieles. En las ferias semanales son aconsejables.

En las ferias semanales y en las memorias libres de los santos hay mayor libertad para elegir qué Misa celebrar. Puede optarse entre cualquiera de las Misas de los 34 domingos del Tiempo Ordinario (Cf. Misal Romano, Domingos del Tiempo Ordinario, 3b), las Misas por diversas necesidades, las votivas, las Misas de algún santo inscrito aquel día en el Martirologio o las Misas de difuntos. Los sábados por la mañana pueden celebrarse la Misa en honor de Santa María Virgen, según es tradicional en la Iglesia.


Algo poco conocido y menos aprovechado

La mentada posibilidad de celebrar la Misa de cualquier santo inscrito en el Martirologio casi nunca tenida en cuenta.

Hay quienes lamentan la "exclusión" de tal o cual santo del Calendario universal. Es cierto que, después de la reforma propiciada por el Concilio Vaticano II, se redujo el elenco de santos de dicho Calendario. Pero eso no significa que ya no puedan celebrarse en la liturgia o que ya no se les rinda culto de dulía, si es que, como ocurre en la mayoría de los casos, sus nombres se hallan inscritos en el Martirologio, (el libro que contiene el catálogo oficial de los santos y beatos, mártires y no mártires, a los que la Iglesia propone como modelos a imitar).

Hay quienes preguntan por ejemplo acerca de la santidad y de la consiguiente posibilidad de honrar públicamente a Justos del Antiguo Testamento e ignoran que estos figuran en el Martirologio y que no solo se puede sino que es aconsejable venerar sus memorias. Pasa con la mayoría de los Patriarcas y Profetas, y con muchos otros elegidos.

El actual Martirologio contiene una multitud ingente de nombres, desde el Antiguo Testamento. Desde entonces, luego de cada beatificación o canonización, se añaden en apéndice nuevos nombres al Martirologio oficial.

Cualquier santo de los que figuran en este libro puede celebrarse sin ninguna restricción, en la Misa y en la Liturgia de las Horas de las ferias semanales del Tiempo “durante el año”. No así los beatos cuyo culto se restringe a los lugares y/o familias religiosas relacionadas con ellos, salvo concesión especial de la Santa Sede. Son útiles a este respecto los formularios llamados "Comunes", compuestos para las diversas categorías de santos.

Todos estos bienaventurados demuestran, con sus vidas, que la imitación de Cristo, nunca es algo solamente del pasado.

Sería, por tanto, provechoso, “rescatar” del “olvido litúrgico” sus nombres, y proponerlos como modelos y protectores que siguen iluminando nuestra peregrinación hacia la Jerusalén celestial.

Para profundizar los temas tratados en este artículo, pueden consultarse la Instrucción General del Misal Romano, la Ordenación de las lecturas de la Misa, las Normas universales para el Año litúrgico y el Calendario y los Praenotandos del Martirologio Romano.


11 de enero de 2012.
(Última actualización de la entrada: 8/1/23).
Entrada dedicada a Cristo Pantocrátor.

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