Vimos de cerca a un santo... ¡Y lo sabíamos!
Recorriste los cinco continentes, con incansable ardor apostólico.
Anunciaste a Cristo con pasión y fidelidad.
Vimos tu blanquísima imagen, estampa viviente, atravesar nuestras calles y bendecirnos a pocos metros. ¡Y nunca dudamos de que eras un santo!
Escuchamos tu voz profética, primero, potente; después, fatigosa; pero siempre veraz.
Embelleciste a la Iglesia con tu vida y Pontificado.
Con fe grandiosa, conmoviste hasta los corazones más endurecidos e hiciste arder a los tibios.
Nadie quedó excluido de las plegarias que brotaban al son de los latidos de tu corazón paternal.
Mientras te consumías como un cirio, iluminando a los demás, tu amor se ensanchaba y contigo, nadie se sentía huérfano.
En el ocaso de tu vida, pudimos contemplar la ofrenda de tu sufrimiento, la elocuencia de tu silencio y la eficacia de tu oración.
A las 21. 37 de la hora de Roma, del sábado 2 de abril de 2005, tu peregrinación terrenal llegó a su fin. Y te fuiste, enlutando a todo un Planeta.
Desde ese día, no pasó ni una década, y un Vicario de Cristo y Sucesor de Pedro como tú, te incluyó en el catálogo de los santos de la única y verdadera Iglesia (27/4/2014).
Los que un día sentimos tristeza por tu ausencia, hoy agradecemos el don de tu intercesión.
¡Bendito sea Dios que te creó!
¡Benditos sean tus padres, que te trajeron al mundo!
¡Bendita sea la Iglesia, que te eligió como su pastor!
¡Bendito sea tu Pontificado, que vio el abrazo entre dos milenios!
¡BENDITA SEA TU COSECHA, SEMBRADOR!
2 de abril del Año Santo 2025, a dos décadas de la muerte terrenal de san Juan Pablo II.
Entrada dedicada a él.
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