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lunes, 24 de diciembre de 2018

Tiempo de Navidad: himnos litúrgicos




Los siguientes son los himnos propios del Tiempo de Navidad, extraídos de la versión en latín de la Liturgia de las Horas y traducidos al español:


Hasta la solemnidad de la Epifanía, exclusive, cuando no haya himnos propios

I y II Vísperas: Christe Redemptor

Oh, Cristo, Redentor del mundo, 
Unigénito del Padre, nacido de modo inefable, 
antes de todos los siglos. 

Tú que eres la Luz y el Resplandor del Padre, 
nuestra continua esperanza, acoge las súplicas 
que elevan tus fieles desde todos los rincones de la tierra.

Recuerda, Señor, Autor de la salvación, 
que al nacer, en otro tiempo, de la Virgen Inmaculada, 
quisiste asumir un cuerpo como el nuestro.

Sólo en Ti, Señor, venido de la Sede del Padre,
encuentra el mundo su salvación: lo atestigua esta fiesta de hoy 
cuya celebración se repite cada año.

En honor de Aquel, que es el Autor de tu venida, 
el cielo, la tierra, el mar y todo cuanto hay en ellos, 
entonan, llenos de entusiasmo, este himno de alabanza.

Y nosotros, que hemos sido redimidos con tu Sangre preciosísima, 
te celebramos en el día de tu Nacimiento 
con un cántico siempre nuevo.

Gloria a Ti, Jesús, que has nacido de la Virgen, 
y también al Padre y al Espíritu Santo, 
por los siglos sin término. Amén.


Oficio de lectura: Candor aeternae

Oh, Cristo, Candor beatísimo del Padre, 
Tú, que eres la Luz, la Vida y el Perdón, 
vienes, como Puerta de salvación, 
para ser Medicina de la fragilidad humana. 

El coro de los Angeles dedica a la tierra 
un himno celestial, en el cual, al proclamarse una nueva época, 
se anuncia, para el Padre, la gloria, 
y para todo el linaje humano, el gozo y la dicha de la paz.

Nunca será bastante el amor que sentimos por Ti,
 pues aun cuando duermes inerme, como Rey del mundo, 
Fruto de la Virgen Inmaculada, también entonces, 
eres Dueño de toda la creación.

Hecho carne como la nuestra, uno más entre nosotros, 
vienes al mundo para ofrecernos la Patria de los Cielos: 
haz que nos renovemos por dentro, 
mientras atraes nuestros corazones con los lazos de tu Amor.

Y en honor del Padre y del Espíritu Santo, 
uniéndonos a las voces jubilosas de los Ángeles, 
proclamamos contigo, exultantes de alegría, 
este himno glorioso de alabanza. Amén.


Laudes: A solis ortus

Desde la aurora naciente hasta la puesta de sol, 
celebremos a Cristo, el Príncipe nacido de la Virgen María.  
Se ha revestido de siervo, el supremo Hacedor del mundo 
librando a la carne con la Carne, para que no pereciera lo que Él mismo creó.

Se adentra la gracia del Cielo 
en las entrañas purísimas de la Virgen 
y su intimidad pasa, entonces, 
a guardar un profundo secreto, que antes desconocía.

Súbitamente ese claustro purísimo, 
se convierte en el Templo de Dios, y, 
prestando asentimiento, concibe a su Hijo, 
sin conocer varón.

La Doncella ha dado a luz al que anunció Gabriel, 
al mismo que Juan, aún en el seno materno, 
presintió que María llevaba consigo.

No rechaza el pesebre, ni dormir sobre unas pajas: 
tan sólo se conforma con un poco de leche el mismo que, 
en su providencia concede el alimento a los pájaros.

Se alegra el coro de los Bienaventurados 
y los Ángeles cantan a Dios, 
cuando el Pastor, que hizo el universo, 
se manifiesta visible a los pastores.

Gloria a Ti, Jesús, que has nacido de la Virgen, 
y también al Padre y al Espíritu Santo, 
por los siglos sin término. Amén.

 
Desde la solemnidad de la Epifanía, hasta la fiesta del Bautismo del Señor, exclusive, cuando no haya himnos propios


I y II Vísperas: Hostis Herodes

Cruel tirano Herodes, ¿por qué temes que Cristo venga? 
No usurpa los reinos de la tierra, 
el que viene a dar los celestiales.
 
Iban los Magos siguiendo la estrella 
que les guiaba por su camino; con la luz buscan la Luz 
y con sus dones confiesan a Dios.

El Cordero Divino se lavó en las aguas 
de un río cristalino, y borró los pecados 
que Él nunca contrajo, dejándonos a nosotros limpios.

Una nueva manifestación del poder de Cristo: 
las tinajas de agua se tiñen de rojo, 
pues el agua se transformó cuando se ordenó servir el vino.

Gloria a Ti, Jesús, que te has revelado a los gentiles 
y gloria también al Padre y al Espíritu Santo, 
por los siglos sin término. Amén.


Oficio de lectura: Magi videntes

Los Magos, al ver al Niño le ofrecen 
los dones que traen de Oriente y postrados le ofrecen, 
con sus votos el incienso la mirra y el oro de la realeza.

Oh Niño, a Quien el Padre predestinó 
para un triple oficio: reconoce 
las insignias ilustres de tu poder y de tu Reino:

El oro y el aroma fragante del incienso de Saba, 
lo proclaman Rey y Dios pero el polvo de la mirra 
predice ya su sepulcro.

Oh, Belén tú eres la mayor entre las ciudades grandes, 
porque te cupo en suerte dar a luz al Autor de la salvación, 
por voluntad del Cielo unido a nuestra carne.

Los Profetas son testigos cuando nos ratifican 
que el Padre manda a Cristo que entre en su Reino y juzgue:

Ese Reino que todo lo abarca: el Cielo y el Infierno, 
la tierra, el aire y el mar, desde la cuna del sol hasta el ocaso.

Gloria a Ti, Jesús, que te has revelado a los gentiles 
y gloria también al Padre y al Espíritu Santo, 
por los siglos sin término. Amén.


Laudes: Quicumque Christum

Cuantos buscáis a Cristo, levantad vuestros ojos 
a lo alto: allí podréis contemplar 
una señal de su gloria eterna.

Una estrella que supera al sol 

en luz y hermosura, anuncia que, 
con carne humana, Dios ha venido a la tierra.

Desde los mares pérsicos, en donde el sol 

abre su puerta, los Magos, como sabios astrónomos 
contemplan la bandera del Rey.

«¿Quién es —dicen— este Rey tan grande 

que gobierna los astros, ante quien tiemblan las estrellas, 
al que la ley y el cielo obedecen?

Vemos un esplendor que no tiene ocaso, 

sublime, excelso, infinito, anterior al cielo y a la tierra.

Éste es aquel Rey de las naciones 

y Rey del pueblo judío, prometido 
al Patriarca Abraham y a su descendencia para siempre.»

Gloria a Ti, Jesús, que te has revelado a los gentiles 

y gloria también al Padre y al Espíritu Santo, 
por los siglos sin término. Amén.


24-25 de diciembre de 2018, santísima Noche de la solemnidad de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo. Entrada dedicada al Dios encarnado y nacido en el tiempo por nosotros.


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