Cuando la solemnidad de la Inmaculada Concepción ocurre en lunes, en comunidades de arraigada devoción mariana, suele celebrarse, el domingo 7 de diciembre por la tarde la Misa propia de la Virgen, en analogía a lo que sucede cuando tal solemnidad ocurre en otros días de la semana. Esto es un error litúrgico. En efecto, no existe ninguna celebración que pueda suplir a la liturgia de los Domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua, salvo concesión expresa de la Santa Sede.
Justamente, la solemnidad de la Inmaculada Concepción cuenta con dicha concesión en algunos países cuyas Conferencias Episcopales la han solicitado, pero solo cuando ocurre en el domingo 8 de diciembre. Aun así, en este último caso, se exhorta a que la segunda lectura sea la del Domingo II de Adviento; también que en la homilía y la Oración se los fieles se haga mención de tal tiempo; y que estas últimas se concluyan con la correspondiente oración colecta dominical.
Ahora bien, cuando tal solemnidad cae en lunes, TODA LA LITURGIA del 7 de diciembre debe ser la propia del Domingo II de Adviento.
Esto no significa que ese año deba "excluirse totalmente" cualquier mención a la Inmaculada de la liturgia dominical, sobre todo teniendo en cuenta aquellos lugares en los que los fieles solamente tienen una Misa el domingo, y que no podrían, por lo tanto, cumplir con el precepto ni honrar litúrgicamente a la Santísima Virgen en su festividad del 8.
En circunstancias de esta naturaleza, se sugiere lo que sigue:
Celebrar como corresponde la Misa del Domingo II de Adviento, con TODOS los textos propios, pero con un carácter mariano más marcado. Hay que tener en cuenta -aunque esto no sea lo ideal- que los fieles a veces están más atentos a las moniciones y signos que a los mismos textos eucológicos y bíblicos. (De paso, es necesario aclarar que no se permite el híbrido de unos y otros textos en celebraciones de tamaña importancia).
Ese "carácter mariano" puede lograrse:
1. Usando los ornamentos morados, pero con algún galón mariano.
2. Cantando las letanías marianas u otro cántico a la Virgen, en una eventual procesión de entrada.
3. Empleando incienso y venerando la imagen mariana al comienzo de la Misa.
4. Ilustrando a la asamblea en la homilía, a la luz de la Liturgia de la Palabra del Domingo, desde una óptica mariana: presentando a nuestra Señora como la Madre del Nuevo Adviento y Virgen de la escucha, cuya Inmaculada Concepción es el anticipo de la salvación. Sería aconsejable referirse al dies Domini del 7 de diciembre como anticipo providencial (y excepcional) del dies Mariæ del lunes 8, enfatizando el vínculo indisoluble entre el Hijo y la Madre, más especialmente ostensible en el bendito tiempo litúrgico de Adviento.
5. Redactando la Oración de los fieles que tengan como núcleo invocaciones marianas con tintes propios de este tiempo, en súplicas del tipo:
"Por..., te rogamos junto a la Virgen Hija de Sion/Arca de la Nueva Alianza, Madre Inmaculada del Mesías..."
Esta Oración de los fieles puede concluirse con la bellísima Colecta propia de la Inmaculada Concepción.
6. Luego de la Oración después de la Comunión propia de ese Domingo, el sacerdote puede acercarse a una imagen de la Virgen, venerarla con incienso (siempre dos golpes dobles o ductus), y colocar ante ella una ofrenda floral, al son de algún cántico, seguido de una oportuna oración de consagración. (Sería un modo de "inmediata preparación" a la solemnidad mariana, en esta ocasión en que se omiten sus I Vísperas, que ceden paso a las II Vísperas dominicales).
7. Dado que la Bendición solemne siempre es facultativa, con excepción de la Vigilia Pascual, se puede emplear la Bendición solemne propia de la Virgen para el tiempo de Adviento.

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