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domingo, 25 de marzo de 2012

Aborto




Cada 25 de marzo, con motivo de la solemnidad de la Encarnación del Hijo de Dios, en muchos países se celebra el "Día del niño por nacer".

Comparto con el lector el siguiente texto alusivo:

Hoy puedo escribir estas líneas, haciendo uso de mi libertad. En efecto, yo elijo qué escribo, cómo, cuándo, por qué y para quién. Y es porque en este país existe el derecho a que nos expresemos libremente.
Tú estás leyendo lo que yo he escrito. Pudiste optar por no hacerlo, o también, por diferir esta lectura. Pero quisiste que fuera ahora y de esta manera. Es porque en este país somos libres, y tú puedes decidir qué hacer, cómo, cuándo y dónde.
Por otra parte, puedes estar de acuerdo con lo que lees, o bien disentir, y expresarlo,  ya que en este país hay libertad de pensamiento.
Por el mismo motivo, puedo publicar este escrito sin que nadie me lo prohíba, y tú, sin que nadie te lo impida, puedes responder a ello, asintiendo o disintiendo también públicamente.
Ahora bien, yo puedo estar aquí escribiendo esto y tú leyéndolo porque hubo quienes, alguna vez reconocieron nuestro derecho a la vida. Y es así, porque en este país, como en otros, ese derecho, el primero de todos, antes se tutelaba constitucionalmente y sin excepciones.
Actualmente son muchos los que pontifican sobre los derechos humanos.
Pero, ¿puede haber mayor contradicción que la reivindicación de tales derechos, mientras, por otra parte se pretende legalizar el homicidio de los que tienen el derecho de nacer?
¿Puede haber mayor aberración que la de aquellos que han sido elegidos para “legislar en bien del pueblo”, y en vez de hacerlo, idean modos de “suprimir a dicho pueblo” en la primera fase de su existencia?
¿Hay eufemismo más cobarde e hipócrita que aquel que, reclamando para sí una falsa libertad, llama “derecho a decidir” a la bestial supresión del “derecho a nacer”?
¿Hay arbitrariedad mayor que “elegir” al azar, y por meros datos accidentales, cuál es el momento en que “una persona debe ser considerada como tal”, aun sabiéndose científicamente que, desde el instante de la concepción, ha empezado a desarrollarse como cualquier otro ser vivo?
La pena de muerte sigue siendo tema de discusión en nuestro país: ¿Hay, pues, mayor injusticia que la de querer introducirla veladamente, comenzando por aplicársela a los únicos que son indiscutiblemente inocentes? ¿Con qué abogado cuentan ellos? Y si lo poseyeran, ¿de qué acusación tendrían que  ser defendidos?
Por eso, pobres de ustedes, políticos, para quienes la vida indefensa vale lo mismo que un voto.
Pobres de ustedes, profesionales de la Medicina y demás hombres de ciencia: sí que saben dónde hay vida humana. Pero callan. Quién sabe por qué.
Pobres de ustedes, padres y madres, amigos y demás cómplices. Inducen a la práctica del aborto a niñas, jóvenes, y hasta mujeres adultas. ¿Realmente pretenden ayudarlas? Piénsenlo. Por evitarles ciertas dificultades, las harán infelices para siempre, pues el recuerdo de lo sucedido perdurará,  y el remordimiento no las dejará en paz. Cuando tomen conciencia, no se podrá volver atrás. Será tarde.
Pobres de ustedes mujeres, si consideran un enemigo, o peor aun, “algo molesto”, a la vida que han concebido, mientras autorizan impunemente al Estado que pretende acabar con ella, considerándolo un “bienhechor”.
Pobres de ustedes, quienesquiera que sean, que no hacen oír su voz por los que no tienen voz. Su indiferencia es cómplice. Su silencio, culpable del PEOR CRIMEN.


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Sta. María de Guadalupe, Madre del niño por nacer



25 de marzo de 2012, Domingo V de Cuaresma.
(Última actualización de la entrada: 25/02/18).

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