¡FELIZ NOCHEBUENA!
En los orígenes del mundo, entre las numerosas criaturas, el Padre Celestial, por medio de su Hijo, Verbo de Vida, creó el espacio y el tiempo. Al llegar la era mesiánica, con el Misterio de la Encarnación de ese mismo Hijo, los santificó.
Por eso, decimos con propiedad que el Hijo Unigénito del Padre, es Verbo Eterno, Creador y Señor del tiempo y del espacio, en cuyas coordenadas se introduce.
En el momento en que comienza a "habitar" el tiempo y el espacio que creó, los está santificando de modo eminentemente singular.
El poder y la gloria del Mesías, por Quien fueron hechas todas las cosas, y sin el Cual nada hubiera sido hecho, ya había bendecido el universo, desde el mismo instante en que fuera hecho por Él.
Su Encarnación, es decir, su hacerse uno de nosotros, santifica el mundo que nos dio. Y su gozoso Nacimiento hace particularmente santas la Noche en que nació y la Patria que eligió.
Santas son las horas de Hoy, pues como peldaños espirituales, nos conducen hacia el eterno resplandor de la Noche más entrañable del año, la Noche en que Dios abraza con amor de Niño a la humanidad que lo había rechazado, la Noche que resplandece con rutilante luz celestial a lo largo de los siglos y en cada rincón del universo.
¡Y santo es también el espacio de la gruta de Belén! ¡Y feliz el sagrario de nuestro corazón que la evoca!
¡Y santo es también el espacio de la gruta de Belén! ¡Y feliz el sagrario de nuestro corazón que la evoca!
¡Hoy la Virgen María da a luz a la misma Luz, que no se apagará jamás!
¡Bendito este "Hoy" de la liturgia, que trasciende toda fecha de calendario y que anuncia y anticipa el "Hoy" de la Pascua eterna, Día sin ocaso!
¡Bendito también el "pequeño gran espacio" de cada altar del Planeta, en que, en comunión con el Papa, se actualizan estos Misterios!
¡Dichosos nosotros, pecadores, pues estamos invitados a celebrar, junto con los Bienaventurados, las proezas que Hoy Dios hace en nuestro favor!
¡Oh, Amor incondicional del Señor para con nosotros! ¡Oh, incomparable benevolencia! ¡Oh, inefable misericordia!
Como Niño se pone en nuestras manos el que como Dios nos dio el ser.
¡Bendito este "Hoy" de la liturgia, que trasciende toda fecha de calendario y que anuncia y anticipa el "Hoy" de la Pascua eterna, Día sin ocaso!
¡Bendito también el "pequeño gran espacio" de cada altar del Planeta, en que, en comunión con el Papa, se actualizan estos Misterios!
¡Dichosos nosotros, pecadores, pues estamos invitados a celebrar, junto con los Bienaventurados, las proezas que Hoy Dios hace en nuestro favor!
¡Oh, Amor incondicional del Señor para con nosotros! ¡Oh, incomparable benevolencia! ¡Oh, inefable misericordia!
Como Niño se pone en nuestras manos el que como Dios nos dio el ser.
Como Pan alimenta a nuestra alma el Verbo que la creó, el mismo que, como grano de trigo, yació tres días en el seno de la tierra.
Por este Misterio admirable, nuestro Señor Jesucristo, al hacerse Contemporáneo y Compatriota de todo hombre en cada época y lugar, no anula el tiempo y el espacio que creó, sino que los santifica en plenitud.
La liturgia de las dos Noches más santas del Año, Vigilia Pascual y Nochebuena, es, sin dudas, el más bello cántico al misterio del "abrazo" entre la eternidad de Dios amoroso, y el tiempo y el espacio, en que vive el hombre, su más preciada criatura. Abrazo aquel, que alcanza su plenitud en la Persona de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, nacido de Dios, en la eternidad, de la Virgen y para nosotros, Hoy, en el tiempo y el espacio.
A Él, "engendrado por el Padre antes de todos los siglos" y nacido en esta Santísima Noche de Navidad, nuestra adoración, alabanza y gratitud, por toda la eternidad. Amén.
24 de diciembre de 2013, en el santo atardecer que nos conduce a la Nochebuena.
(Última actualización de la entrada: 22/12/16).
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