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La verdadera Iglesia de Dios...

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Nos iluminaste con la Luz de Cristo...

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miércoles, 1 de febrero de 2017

Guion: Domingo V del Tiempo Ordinario


Sal de la tierra; luz del mundo (Mt. 5, 13-14)


Formulario de Misa: aquí.


Ciclo A

Introducción


El Dios de nuestros padres, que es el mismo Dios nuestro, por el Sacrificio en la Cruz de su Hijo, nos ha devuelto la dignidad que nos había sido arrebatada por el Enemigo infernal. Y nosotros, que somos pecadores, día a día volvemos a caer, experimentando el peso de nuestra debilidad. Por eso, queremos dirigir nuestra mirada hacia ese Padre bueno. Y hemos acudido aquí para implorar su perdón; pero no porque merezcamos ser perdonados, sino porque Cristo, en el Sacrificio del Altar, sigue ofreciéndose para nuestra justificación. Ya no padece, pero sí se compadece de nosotros. Participemos de esta celebración con profundo fervor y sincera gratitud.


Liturgia de la Palabra


Primera lectura: Is. 58, 7-10


Por medio del profeta Isaías, el Señor nos manda a practicar la auténtica caridad con nuestros hermanos.

Segunda lectura: I Cor. 2, 1-5


El poder supremo de Dios se manifiesta en Jesucristo crucificado: He aquí el mayor Acto de amor de Dios hacia los hombres, que estamos llamados a testimoniar, imitando el coraje de san Pablo.


Evangelio: Mt. 5, 13-16


El Señor nos pide ser "sal de la tierra" y "luz del mundo", para que anunciemos ante los hombres que el Reino de Dios ya está entre nosotros. 

 
Oración de los fieles

Las siguientes preces, con las necesarias adaptaciones, están tomadas de la santa Misa de Envío de la histórica XV Jornada Mundial de la Juventud, presidida por san Juan Pablo II en Tor Vergata (Roma), el 20 de agosto del Gran Jubileo del Año 2000:

Como respuesta confiada a la Palabra de Vida que hemos escuchado, en comunión con santa María Virgen, y con san José, varón justo, expresemos nuestro amor por los que están cerca o lejos, suplicando al Padre de todos los dones:

R. Escúchanos, Señor, para que seamos luz y sal en el mundo.

-Por los fieles de la Iglesia Madre, que tiene su sede en Roma, y de todas las iglesias particulares, para que en la comunión con el Papa N, Sucesor de Pedro,  y con los obispos, sucesores de los apóstoles, sepan dar con entusiasmo y sabiduría, razón de la esperanza a la que han sido llamados. R.

-Por todos los cristianos, para que conserven siempre en el corazón la plegaria por la unidad con la que Jesús oró en la Última Cena, y que, fieles a Él, busquen los caminos del diálogo hacia la plena comunión en la verdad. R.

-Por los responsables de las naciones y de los organismos internacionales, para que tomen en serio la suerte de los países más pobres, se guíen por ideas de paz y realicen obras de justicia, en todos los pueblos, atentos al valor de la creación y de todas las criaturas. R.

-Por los buscadores de la verdad, por los jóvenes sedientos de auténticos valores, para que sean tenaces en este propósito, fuertes en las contrariedades y en las inevitables incomprensiones, y sepan captar con clarividencia los signos de los tiempos. R.

-Por aquellos que son llamados a seguir más de cerca a Cristo, para que atentos a la voz del Espíritu y ayudados por un serio discernimiento, sepan responder con madurez y generosidad. R.

-Por esta asamblea aquí reunida, para que maduren en cada uno de los presentes la coherencia de la fe, la generosidad en el servicio de los hermanos y el compromiso de ser miembros activos de la Iglesia, y artífices de la paz en el mundo. R.

Oración conclusiva

"Oh, Dios, gran amigo de los hombres y amante de la vida, la Encarnación de tu Hijo Jesús ha proporcionado horizontes inauditos a las expectativas de la humanidad; acoge las súplicas de esta porción de tu Iglesia, y haz que con la fuerza del Espíritu, camine intrépida hacia el futuro y dé testimonio con respeto y franqueza a las próximas generaciones de la luz que ha traído tu Verbo, Jesús, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén".

O bien:

Las siguientes preces, con las necesarias adaptaciones, corresponden a la Santa Misa del domingo V "durante el año", presidida por el Papa Francisco en Giuba, Sudán del Sur, el 5 de febrero de 2023:

Hermanos, hagamos oración por nuestra comunidad y por todo el mundo, rogando al Señor, nuestro Dios:

R.
Señor, escúchanos

-Por nuestro Papa N, por los obispos, sacerdotes, diáconos y por todo el pueblo de Dios, para que unidos a Jesús, que es el Camino, la Verdad y la Vida, reciban luz, fuerza y coraje. R.

-Por los gobernantes de las naciones, y en particular, por aquellos de nuestro país, para que sean generosos al afrontar los desafíos de acogida, respeto, credibilidad y responsabilidad. R.

-Por nuestras familias, por los cónyuges, por los ancianos, por los jóvenes y por los niños, para que trabajen por la unidad de nuestro pueblo y por  el progreso de todos. R.

-Por los que nos han precedido y han dedicado su vida a trabajar por la paz, para que siguiendo su ejemplo, nos esforcemos por edificar comunidades verdaderamente cristianas. R.

-Por todos los aquí presentes, unidos en oración y alegría, para que nos comprometamos a vivir armoniosamente en la unidad y la justicia. R. 

Oración conclusiva

"Te pedimos, Señor, que inclines tu oído misericordioso a nuestras oraciones y escuches las súplicas de los que te invocamos. Por Jesucristo, nuestro Señor".


A continuación, se propone como otra oración conclusiva de las preces, una colecta alternativa a la de este domingo, tomada de la edición italiana del Misal Romano y traducida al castellano. Se reemplaza la conclusión trinitaria larga, propia de toda colecta, por la breve, típica de las demás oraciones litúrgicas:

"Oh, Dios, que en la locura de la Cruz, manifiestas cuán distante es tu sabiduría de la lógica del mundo, danos el verdadero espíritu evangélico, para que ardientes en la fe e incansables en la caridad, lleguemos a ser luz y sal de la tierra. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén".


Ofertorio

El Dios que el salmo de hoy nos ha presentado como bondadoso, compasivo y justo, es el que puso en nuestras manos el pan y el vino que ahora recibe de ellas. Y como no se deja ganar en generosidad, estas mismas ofrendas volverán a nosotros como su máximo Don: la Carne y la Sangre de su Hijo, precio de nuestra redención.



Comunión

"La Hostia consagrada es un milagro del amor de Dios, un prodigio (...), una maravilla (...), la prueba más acabada de su amor infinito hacia (...) los hombres". (San José Gabriel del Rosario Brochero).

Y ahora está ante nosotros. Pero el amor del Señor no se conforma con eso: quiere estar en nosotros. Pidámosle la gracia de que siempre comulguemos dignamente.


Despedida

Hemos gustado del amor de Dios, saboreando el Pan celestial. Ahora llevemos ese amor allí donde el Señor quiera enviarnos.


1° de febrero de 2017, miércoles de la IV semana del Tiempo Ordinario.
(Última actualización de la entrada: 29/1/23).

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