Ciclo A
Introducción
Hermanos, es una alegría que nos podamos reunir nuevamente en la fiesta dominical de la Eucaristía, que es el sello más característico de nuestra santa fe católica.
Demos gracias por esta fe que, fieles a la verdad, seguimos profesando, aun a pesar de los pecados propios y ajenos. Efectivamente, si bien es una realidad que las faltas de los creyentes manchan la belleza del rostro de la Iglesia, no es menos cierto que aun así, no nos ruboriza seguir llamándonos "hijos" de esta tierna Madre que, por el poder de Dios, nos ha engendrado para la Vida eterna, y que prepara para nosotros, aquí en la Tierra, este verdadero "banquete", en espera del Festín eterno del Cielo.
Hermanos, es una alegría que nos podamos reunir nuevamente en la fiesta dominical de la Eucaristía, que es el sello más característico de nuestra santa fe católica.
Demos gracias por esta fe que, fieles a la verdad, seguimos profesando, aun a pesar de los pecados propios y ajenos. Efectivamente, si bien es una realidad que las faltas de los creyentes manchan la belleza del rostro de la Iglesia, no es menos cierto que aun así, no nos ruboriza seguir llamándonos "hijos" de esta tierna Madre que, por el poder de Dios, nos ha engendrado para la Vida eterna, y que prepara para nosotros, aquí en la Tierra, este verdadero "banquete", en espera del Festín eterno del Cielo.
Primera lectura: Is. 25, 6-10a
El profeta Isaías nos invita a contemplar con los ojos de la fe y la esperanza el Día anhelado en el que el Señor reunirá en un banquete sin fin a todos los que creyeron en Él.
Segunda lectura: Flp. 4, 12-14. 19-20
"Todo lo puedo en Aquel que me conforta".
Estas palabras del Apóstol expresan su total abandono en la Providencia de Dios. Al escuchar la lectura, pidamos la gracia de poder imitar esa actitud.
O bien:
El Señor es particularmente generoso con los que en Él confían y con los que, por Él, acogen a sus enviados.
Evangelio: Mt. 22, 1-14
"La llamada del Padre misericordioso y fiel constituye el núcleo mismo de la revelación divina y, en particular, del Evangelio. Todos somos llamados, llamados por nuestro nombre". (San Juan Pablo II, homilía, 13/10/02).
O bien:
"Hoy la invitación del Evangelio se dirige particularmente a nosotros. Dios nos guarde de actuar como los que "se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio" -Mt 22, 5-. (Ídem).
"La llamada del Padre misericordioso y fiel constituye el núcleo mismo de la revelación divina y, en particular, del Evangelio. Todos somos llamados, llamados por nuestro nombre". (San Juan Pablo II, homilía, 13/10/02).
O bien:
"Hoy la invitación del Evangelio se dirige particularmente a nosotros. Dios nos guarde de actuar como los que "se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio" -Mt 22, 5-. (Ídem).
Oración de los fieles
A la luz de las palabras del salmo que hoy se ha proclamado en esta liturgia, acudamos confiadamente a Dios, nuestro Padre:
R. Pastor bueno, escucha el clamor de tu rebaño.
-Para que el Señor guíe a la Iglesia, con el Papa a la cabeza, por los senderos de la justicia y la paz. R.
-Para que el Señor haga abrevar en las fuentes tranquilas a los pueblos que sufren el flagelo de la guerra, y repare así sus fuerzas. R.
-Para que el Señor ilumine a los que caminan por las oscuras quebradas de la corrupción y el desprecio del otro. R.
-Para que el Señor renueve la gracia del bautismo y de la confirmación en aquellos cristianos tibios que han olvidado la dignidad que se les confirió cuando fueron purificados de sus pecados y ungidos con el óleo santo. R.
-Para que el Señor proteja de sus enemigos a los cristianos perseguidos, y les conceda el premio de sentarse algún día a la Mesa de los elegidos. R.
-Para que los difuntos puedan habitar en la Casa del Señor por años sin término. R.
A la luz de las palabras del salmo que hoy se ha proclamado en esta liturgia, acudamos confiadamente a Dios, nuestro Padre:
R. Pastor bueno, escucha el clamor de tu rebaño.
-Para que el Señor guíe a la Iglesia, con el Papa a la cabeza, por los senderos de la justicia y la paz. R.
-Para que el Señor haga abrevar en las fuentes tranquilas a los pueblos que sufren el flagelo de la guerra, y repare así sus fuerzas. R.
-Para que el Señor ilumine a los que caminan por las oscuras quebradas de la corrupción y el desprecio del otro. R.
-Para que el Señor renueve la gracia del bautismo y de la confirmación en aquellos cristianos tibios que han olvidado la dignidad que se les confirió cuando fueron purificados de sus pecados y ungidos con el óleo santo. R.
-Para que el Señor proteja de sus enemigos a los cristianos perseguidos, y les conceda el premio de sentarse algún día a la Mesa de los elegidos. R.
-Para que los difuntos puedan habitar en la Casa del Señor por años sin término. R.
A continuación, se propone como otra
oración conclusiva de las preces, una colecta alternativa a la de este
domingo, tomada de la edición italiana del Misal Romano y traducida al
castellano. Se reemplaza la conclusión trinitaria larga, propia de toda
colecta, por la breve, típica de las demás oraciones litúrgicas:
"Oh, Padre, que invitas al mundo entero a las Bodas de tu Hijo, danos la sabiduría del Espíritu Santo para que podamos testimoniar cuál es la esperanza de nuestra llamada y ningún hombre vuelva a rechazar el Banquete de la Vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén".
Ofertorio
Con la presentación de los dones, disponemos el Altar, que es la mesa que el Señor prepara para que se reparen las fuerzas de los que peregrinamos hacia el aprisco eterno del Cielo.
Comunión
Al comulgar el Cuerpo y la Sangre del Señor, recordemos siempre que "la participación en la Eucaristía presupone la conversión a una vida nueva" (Ídem), y actuemos en consecuencia.
O bien:
"Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos", repetimos con el salmista.
El Altar es la verdadera "mesa" de salvación preparada por Dios para sus hijos. De allí tomamos el Alimento que nos robustece para hacer frente al Maligno y a sus secuaces, que tratan de apartarnos de los senderos del Señor.
"Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos", repetimos con el salmista.
El Altar es la verdadera "mesa" de salvación preparada por Dios para sus hijos. De allí tomamos el Alimento que nos robustece para hacer frente al Maligno y a sus secuaces, que tratan de apartarnos de los senderos del Señor.
Despedida
La Misa concluye. La vida sigue.
Jamás olvidemos que la bondad y la gracia del Señor nos acompañan a lo largo de nuestra vida.
8 de octubre de 2017, domingo XXVII del Tiempo Ordinario.
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