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domingo, 8 de octubre de 2017

Nuestra Señora del Buen Remedio: himnos litúrgicos


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Cada 8 de octubre, la Orden de la Santísima Trinidad, celebra la "solemnidad" de su celestial patrona, la gloriosa Virgen María, Madre del Buen Remedio, y canta en su honor los siguientes himnos:


I Vísperas



Pues que Tú, Reina del Cielo
tanto vales,
da remedio a nuestros males.
 
¿Quién podrá tanto alabarte
según es tu merecer?
¿Quién sabrá tan bien loarte
que no le falte saber?
Pues que para nos valer
tanto vales,
da remedio a nuestros males
 
Pues que Tú, Reina del Cielo
tanto vales,
da remedio a nuestros males.
 
¡Oh, Madre de Dios y hombre!
¡Oh, concierto de concordia!
Tú que tienes por renombre
Madre de misericordia;
pues para quitar discordia
tanto vales,
da remedio a nuestros males.
 
Pues que Tú, Reina del Cielo
tanto vales,
da remedio a nuestros males.
 
Tú que eres flor de la flores,
tú que del Cielo eres Puerta,
tú que eres olor de olores,
tú que das gloria muy cierta;
si de la muerte muy muerta
no nos vales,
no hay remedio a nuestros males.
 
Pues que Tú, Reina del Cielo
tanto vales,
da remedio a nuestros males.
 
Tú que por gran humildad
fuiste tan alto ensalzada
que a par de la Trinidad
tú sola estás asentada;
y pues tú, Reina sagrada,
tanto vales,
da remedio a nuestros males.
 
Pues que Tú, Reina del cielo
tanto vales,
da remedio a nuestros males.
 
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.
 
II 

Da tu mano piadosa a los que caen.
Del creyente, María, sé esperanza.
De las duras cadenas del demonio
libra a los que a ti, Madre, se consagran.
 
El pueblo fiel te implora entristecido;
a gritos los enfermos a ti claman,
y todos en el mundo, ardientemente,
quieren ser acogidos por tus alas.
 
Sea propicio tu materno pecho
y la mano derecha que nos salva.
Da tu ayuda del mundo en los peligros
a los que a ti elevamos las plegarias.
 
Oh, Madre de piedad, vuelve los ojos
a estos nuestros, nublados por las lágrimas.
De Satán vencedora, a los que luchan,
del Contrario protege con tu gracia.
 
Defiende sin cesar a nuestra Orden,
que fue por nuestros padres consagrada
a tu fiel protección. Haz que florezcan
por siempre, en ella las personas santas.
 
Oh, Santa Trinidad, tu amor divino
inflame con su fuego nuestras almas.
Haz que los hijos de tu Santa Orden
tras de las huellas de sus padres vayan. Amén. 


Oficio de lectura

I

Salve, celestial consuelo,
María, Madre de Gracia,
de nuestros males Remedio.

Si, Estrella de la mañana,
brillas radiante en el Cielo,
cuando la luz se hace sombra,
cuando la dicha desvelo,
si las tinieblas me alcanzan,
si de Dios pierdo el sendero,
María, Madre de Gracia,
da a nuestros males Remedio.

Remedio de nuestros males,
cuando perdido me veo
abandonado el Camino
que es tu Hijo, Jesús bueno,
Refugio de pecadores,
Madre de eterno consuelo,
María, Madre de Gracia,
da a nuestro males Remedio.

Si te saludamos como
la Salud de los enfermos,
cuando la cruz nos visite
y el dolor en nuestro lecho,
a seguir al lado nuestro,
Vida, Dulzura, Esperanza,
da a nuestros males Remedio.

Si al lucero de la tarde
mis tristes párpados cierro,
cuando mi medrosa sombra
a los Reinos de lo eterno
llegue en busca de la Vida,
Tú, que eres Puerta del cielo,
María, Madre de Gracia,
da a nuestros males Remedio.

La Estrella de la mañana,
la Salud de los enfermos,
Refugio de pecadores,
Tú, que eres Puerta del Cielo,
la del blanco escapulario
y de la cruz en el pecho,
de la Trinidad augusta
custodia, sagrario y templo,
celestial Patrona nuestra,
da a nuestros males Remedio.

II

Madre, que acoges amorosamente
de todos los mortales las plegarías,
tu asistencia eficaz y permanente
pedimos suplicantes.

Acude en nuestro auxilio, si la dura
cadena de los crímenes, nos ata;
suelta rápidamente los grilletes
que encadenan las almas.

Acude en nuestro auxilio, si la imagen
del siglo con falacias nos seduce;
que la mente no olvide su destino
ni abandone la senda.

Acude en nuestro auxilio, si este cuerpo
siente amenazas de la adversa suerte;
haz, mientras llega la anhelada aurora,
serenos nuestros días.

En la hora angustiosa de la muerte
sé fuerza y protección para tus hijos,
para que con tu ayuda, Madre nuestra,
nos den el premio eterno.

La gloria y el honor por siempre sean
al Padre con el Hijo y el Espíritu;
que en María nos den el Buen Remedio
en todos los peligros. Amén.


Laudes

I
 
Te invocamos, oh, Madre
del Buen Remedio,
porque nos diste a Cristo,
Redentor nuestro.
Los desterrados
siempre nos acogemos
bajo tu amparo.
 
Compartes con el Padre
su único Hijo,
que se encarnó en tu seno
para redimirnos;
y es tu existencia
del Espíritu Santo
la transparencia.
 
Junto a la Cruz del Hijo,
sobre el Calvario
te proclamó “ la Madre ”
de sus hermanos.
Hondo misterio
donde el Amor divino
se hace materno.
 
Levanta a los caídos,
sana al enfermo;
de todos nuestros males
sé Buen Remedio:
de la Orden Trinitaria
luz y alegría.
 
Virgen liberadora
de los esclavos:
desata las cadenas
de los pecados;
Alba y Estrella:
camina con nosotros,
guía a la Iglesia.
 
Gloria al Padre de todos,
gloria a su Verbo
y al Espíritu Santo
que brota de Ellos.
Cielos y tierra:
Gloria a Dios Unos y Trino,
Principio y Meta.

II 

¡Oh, Madre de nuestra Orden! Que fue puesta
desde su fundación bajo tu amparo,
rendidas alabanzas te ofrecemos
desde el fondo del alma.

 
Mas, viendo que no son de ti muy dignas,
la muchedumbre celestial te alabe,
y todos den saludos a tu Nombre
con cánticos alegres.
 
Haz, Virgen Madre, que los renacidos
por la Sangre del Hijo, nunca apuren
la suciedad del crimen, ni el nocivo
veneno de este mundo.
 
A nosotros, a quienes el Dios Trino
nos ha elegido para darle culto,
no dejes que nos den sus amenazas
los dardos de los males.
 
Concede la pureza a nuestro cuerpo
y el gozo de tener un alma limpia;
aniquila con mano poderosa
los múltiples engaños.
 
La gloria y el honor por siempre sean
al Padre con el Hijo y el Espíritu,
que en María nos dan el Buen Remedio
en todos los peligros. Amén. 


II Vísperas
 


Oh, María, Tú rompiste
las cadenas de mi mal.
Tengo ahora la promesa de tu Sí.
Me alejaste de aquel sueño
que en mi alma se ocultó
como un beso que en el aire yo prendí.
 
Oh, Rosal rojo y azul,
oh, promesa de libertad,
oh, Remedio de consolar
la esclavitud.
 
Transparente como el agua
que en tus manos yo bebí,
veo ahora el camino a seguir.
Oh, María, tú eres palma
que en la brisa su canción
con suspiros va trenzando una oración.
 
Oh, Rosal rojo y azul,
oh, promesa de libertad,
oh, Remedio de consolar
la esclavitud.
 
Una aurora de esperanza
veo ahora amanecer:
la mirada confiada de tu amor.
¡Oh, María del Remedio!
como el sol haces salir
la tristeza de mi roto corazón.
 
Oh, Rosal rojo y azul,
oh, promesa de libertad,
oh, Remedio de consolar
la esclavitud.
 
Gloria al Padre, y al Hijo, 
y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.
 
II 

Salve, Estrella de los mares,
de Dios Madre Inmaculada;
por siempre Virgen María,
feliz del cielo portado.
 
Recibiendo aquel dulce “Ave"
de Gabriel con la embajada,
asiéntanos en tu paz,
muda de “Eva” la palabra.
 
Desliga al reo los lazos,
a los ciegos da luz clara,
destierra nuestras maldades
y danos toda bonanza.
 
Muestra que eres Madre Reina;
reciba nuestras plegarias
por tu medio, el Hijo tuyo,
engendrado en tus entrañas.
 
Oh, Virgen esclarecida,
más que todas bella y mansa,
líbranos de nuestras culpas,
haznos vida en ti imitada.
 
Concédenos, Madre tierna,
vía al cielo asegurada,
para que, viendo a Jesús,
contigo goce nuestra alma.
 
A Dios, Padre eterno
y a Cristo sea alabanza,
con el Espíritu Santo,
gloria a los tres igualada. Amén. 



8 de octubre de 2017, domingo XXVII del Tiempo Ordinario.
Para los trinitarios, solemnidad de su patrona, la Virgen del Buen Remedio. Entrada dedicada a ella.

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