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lunes, 25 de marzo de 2019

Anunciación del Señor: himnos litúrgicos


 


Cada 25 de marzo, la Iglesia universal celebra la "solemnidad" de la Anunciación del Señor. Se publican a continuación los himnos propios de la versión en latín de la Liturgia de las Horas (A), traducidos al español, seguidos de otros aprobados por la Santa Sede para algunas Conferencias Episcopales hispanohablantes (B):

A)

I Vísperas: Agnoscat omne saeculum

Que el mundo entero conozca la venida de Cristo, 
el Premio de nuestra vida, pues, tras el yugo áspero del Enemigo, 
se ha hecho visible la Redención.

Lo que Isaías predijo, se ha cumplido en la Virgen, 
a quien el Espíritu Santo colmó de gracia, 
cuando el Ángel pronunció su embajada.

Con la semilla de su fiel asentimiento, 
María concibió en su seno, y así lleva, tan joven, en su vientre, 
al que ni siquiera el mundo entero es capaz de contener.

La mancha del viejo Adán fue purificada por este Adán nuevo, 
que levanta, humilde, lo que aquél, por soberbia, derribó.

Te glorificamos, oh, Jesús, Hijo de Dios Padre, 
a Quien la Virgen concibió dichosa, por obra del Espíritu Santo. Amén.


Oficio de lectura: Iam caeca vis mortalium

La fuerza ciega de los mortales, 
venerando fábulas vacías, tenía ya por Dios, 
al bronce, al mármol frío y a la madera.

Culpables de seguir con este culto, 
acabaron en poder del Demonio y, 
esclavizando la vida en su servicio, 
se sumergieron en el humo del Infierno.

Pero, a fin de evitar que la obra de su Padre 
pudiera parecer estéril, Cristo no toleró la derrota 
de esos pueblos en decadencia.

Y tomando la vestidura del Cuerpo mortal, 
una vez resucitado, quebrantó las cadenas de la muerte, 
y condujo al hombre al Padre.

Éste es, el aniversario del día en que el supremo Creador, 
ensamblando la carne en su Palabra, 
Te dio el soplo de la vida unida al limo.

¡Oh, cuánto gozo encierra para todo el mundo, 
ese regalo virginal, del que nace 
un tiempo nuevo y una luz como de oro!

Gloria a Ti, Jesús, que has nacido de la Virgen, 
y también al Padre y al Espíritu Santo, 
por los siglos sin término. Amén.


Laudes: O lux salutis

Oh, luz pregonera de la salvación, 
en la que el Ángel anuncia a la Virgen 
que pronto se cumplirán los oráculos 
y la tierra recibirá el gozo que tanto anhela. 

El que nace del seno increado del Padre, 
su Descendencia eterna, quiere sujetarse al tiempo 
y elige para Sí una Madre en la tierra.

Como Víctima que expía por nosotros, 
se aloja en miembros como los nuestros, 
para lavar con su Sangre inocente 
nuestros pecados culpables.

¡Oh, Verdad concebida en la carne 
y encubierta por el velo de María!: 
ya que se Te ha de contemplar con el alma pura, 
dígnate colmarnos de tu Luz.

Y tú, María, la que con tan sincera humildad, 
te declaras "esclava del Señor", 
continúa ahora abogando por los fieles, 
¡oh, Reina de los Cielos!

Gloria a Ti, Jesús, que has nacido de la Virgen 
y también al Padre y al Espíritu Santo, 
por los siglos sin término. Amén.


II Vísperas: Ave Maris Stella

Salve, Estrella del mar, 
santa Madre de Dios y siempre Virgen, 
dichosa Puerta del Cielo.

Tú que recibiste el saludo de Gabriel, 
afiánzanos en la paz, 
cambiando el nombre de Eva.

Desata las cadenas a los pecados, 
procura a los ciegos la luz, 
y, alejando nuestros males, 
consíguenos todos los bienes.

Muéstrate Madre nuestra y así, 
acoja por ti nuestras súplicas Aquel que, 
queriendo nacer para nosotros, 
se dignó hacerse tuyo.

Oh, Virgen incomparable, 
dulce como ninguna,
 libres ya de las culpas, 
haznos humildes y castos.

Concédenos una vida limpia, 
y prepáranos un camino seguro, 
de modo que, viendo a Jesús, 
sea ya perenne nuestro gozo.

Alabemos a Dios Padre, 
glorifiquemos a Cristo Rey
 y bendigamos al Espíritu Santo: 
un mismo honor para los Tres. Amén.


B)

I Vísperas

Dios te salve, anunciación,
morena de maravilla,
tendrás un Hijo más bello
que los tallos de la brisa.

Mensaje de Dios te traigo.
Él te saluda, María,
pues Dios se prendó de ti,
y Dios es Dios de alegría.

Llena de gracia te llamo
porque la gracia te llena;
si más te pudiera dar,
mucha más gracia te diera.

El Señor está contigo
aún más que tú estás con Dios;
tu carne ya no es tu carne,
tu sangre ya es para dos.

Y bendita vas a ser
entre todas las mujeres,
pues, si eres Madre de todos,
¿quién podría no quererte?

O bien:

Hoy es del Divino Amor
la Encarnación amorosa,
fineza que es tan costosa
que a las demás da valor.

¿Qué bien al mundo no ha dado
la Encarnación amorosa,
si aun la culpa fue dichosa
por haberla ocasionado?

Ni ella sola ser podía
causa, que, si se repara,
para que Dios encarnara
bastaba sólo María.

Aunque de ser encarnado
pudo ser doble el motivo:
de todos por compasivo,
de ella por enamorado.

Y así, al bajar este día
al suelo por varios modos,
fue por la culpa de todos
y la gracia de María. Amén


Oficio de lectura

¡Oh, virginal doncella,
de tu Nombre purísimo, María,
cuando la blanca estrella
renace con el día
las aves cantarán la letanía!

El álamo frondoso,
la yerba humilde donde el agua suena
y el vuelo rumoroso
de la rubia colmena
canten tu suavidad de gracia llena.

Que está mi voz colmada
de inútil soledad y el canto ignora;
a tu dulce mirada,
piadosa en mí, Señora,
deba mi cruz ligera y redentora. Amén.

O bien:

¿Por qué bajaste a nosotros?
¿Por qué nos salvas, oh, Cristo?
Desde el antiguo pecado,
desde el antiguo castigo,
llevamos la vida triste,
tenemos roto el camino.

Desde la serpiente artera,
desde el orgullo maldito,
la frente sólo sudores
y el campo da sólo espinos.
¿Por qué bajaste a nosotros?
¿Por qué nos salvas, oh, Cristo?

En este mundo de vida
la muerte lanza su grito.
El Padre escuchó el lamento
desgarrador e infinito,
y en su locura de amor,
nos envió a su propio Hijo.

Tomó nuestra pobre carne,
se convirtió en nuestro amigo,
para matar en su Cuerpo
la grandeza del delito.

¿Por qué bajaste a nosotros?
¿Por qué nos salvas, oh, Cristo,
Si tú nos lo diste todo
y nosotros lo perdimos?

Sabemos que por tu Sangre
compraste un fruto perdido:
hombres de todas las razas
y de todos los caminos,
e hiciste de ellos un reino
de sacerdotes, oh, Cristo.

Tómanos entre tus brazos,
que entre llantos y gemidos
tus creaturas esperamos
volver a tu Paraíso.
¡Entréganos a tu Padre,
santo y eterno Principio! Amén.


Laudes

¡Oh, virginal doncella,
de tu Nombre purísimo, María,
cuando la blanca estrella
renace con el día
las aves cantarán la letanía!

Cumpliendo la promesa
resplandeció tu integridad suave,
y todo el cielo pesa
con tu indulgencia grave
sobre la fiel salutación del Ave.

Si en tu virtud sencilla
la Trinidad perfecta se gozaba,
hincando la rodilla
el arcángel mostraba
la gracia del Amor que lo enviaba.

Tú, Virgen florecida,
diste el milagro de tu aroma al viento,
y el aura agradecida
que recogió tu acento
vistió de alegre luz el aposento.

Sube el arcángel alto
restaurando la paz amanecida,
y al tierno sobresalto
de su alada subida
te llamarán los siglos escogida. Amén.

O bien:

Que hoy bajó Dios a la tierra
es cierto; pero más cierto
es que, bajando a María,
bajó Dios a mejor cielo.

Conveniencia fue de todos
este divino Misterio,
pues el hombre, de fortuna,
y Dios mejoró de asiento.

Su sangre le dio María
a logro, porque a su tiempo
la que recibe encarnando
restituya redimiendo.

Un arcángel a pedir
bajó su consentimiento,
guardándole, en ser rogada,
de reina sus privilegios.

¡Oh, grandeza de María,
que cuanto usa el Padre eterno
de dominio con su Hijo,
use con ella de ruego!

A estrecha cárcel reduce
de su grandeza lo inmenso
y en breve morada cabe
Quien sólo cabe en Sí mismo. Amén


II Vísperas: como en las primeras Vísperas.


25 de marzo de 2019, solemnidad de la Anunciación del Señor.
Entrada dedicada al Verbo encarnado, a su Madre, la Virgen del Sí, y al arcángel san Gabriel.

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