Nuestro Señor Jesucristo, dulce Emmanuel, Palabra amorosa del Padre para nosotros, y Plegaria incesante de nosotros hacia el Padre.
Tú que, por ser Dios eterno, Creador del tiempo y del espacio, santificas todas tus criaturas visibles e invisibles...
Tú, Alfa y Omega, que te encarnaste en el seno de una Madre Virgen para llevar a cabo la salvación de los hombres...
Hoy queremos adorarte en el tiempo y más allá de él:
Con indecible admiración por los planes divinos, te adoramos, engendrado por tu Eterno Padre desde antes de la creación del universo.
Con suma reverencia, te adoramos en la fe inquebrantable de los patriarcas y en los anhelantes vaticinios de los profetas.
Con la humilde confianza de nuestros antepasados, te adoramos en los corazones esperanzados del pueblo fiel que te aguardó durante generaciones.
Con el amor puro de san José, te adoramos en el seno inmaculado de tu Santísima Madre, tu primera y más perfecta adoradora.
Con el gozo de los ángeles, la generosidad de los pastores y la humildad de los Magos, te adoramos en la cueva del Portal de Belén.
Con admiración, te adoramos en tu Circuncisión y en la Imposición de tu sacratísimo Nombre, prenda de salvación.
Con sumo fervor, te adoramos junto a los santos ancianos Simeón y Ana, al ser presentado por tus padres en el Templo.
Con indescriptible estupor, te adoramos como la Sabiduría encarnada, de apenas doce años, ilustrando a los doctores de la Ley.
Con la reverencia de tu Precursor Juan quien, ya antes de nacer había experimentado la gracia santificante de tu cercanía, te adoramos en el río Jordán, donde él te bautizó.
Con la multitud de los santos penitentes del pasado y del presente, te adoramos en el misterio de tus cuarenta días de ayuno en el desierto.
Con los humildes de corazón de todos los tiempos, te adoramos en tu vida oculta en Nazaret; y también en tu vida pública, cuando anunciabas el Reino e invitabas a la conversión.
Con Moisés, Elías, Pedro, Santiago y Juan, te adoramos revestido de luz celestial en el monte Tabor.
Con la inocencia de los niños y de los más pobres del Reino, te adoramos en tu Entrada triunfal en Jerusalén, en aquel Domingo de Ramos en que comenzabas el Vía Crucis con amorosa entrega.
Con tus santos apóstoles, te adoramos como Sumo Sacerdote hecho Pan, en la entrañable Cena del primer Jueves santo de la historia.
Con tu Madre, tu apóstol amado, la Magdalena y los pocos fieles de aquel Viernes santo oscurecido por la maldad humana, te adoramos, al contemplarte taladrado en la Cruz a causa de nuestros crímenes.
Con los justos que te precedieron y que te esperaban, adoramos tu Alma santísima en su encuentro con ellos, y tu Cuerpo muerto, yacente en la gélida soledad del Sepulcro, el Sábado santo.
Exultantes de alegría, junto a aquellos a quienes se les reveló el Misterio de tu Pascua y creyeron en él, te adoramos, revestido de gloria en la Noche santísima y en el Día majestuoso de tu triunfante Resurrección.
Con fe renovada, adoramos tu Cuerpo resucitado, que se apareció durante cuarenta días a los discípulos.
Con gozo inefable, te adoramos ascendiendo al Trono del Cielo, entre los coros de los ángeles, para sentarte a la derecha de tu amado Padre, habiendo consumado la obra de nuestra redención.
Con indescriptible gratitud, te adoramos a Ti y a tu Padre; y también al Espíritu Santo que Ambos enviaron sobre María y los Apóstoles, en el día bendito de Pentecostés.
Oh, Cristo, Alfa y Omega, Puerta Viviente del Paraíso, el Esperado de los pueblos, que vino y volverá, Autor y Juez Supremo de los siglos, a Ti, junto con tu Padre y el Espíritu de la Verdad, la adoración y la alabanza, en la plena comunión de la Iglesia, por los siglos de los siglos. Amén.
19 de abril del Año Jubilar 2025.
Solemne Vigilia Pascual en la Noche santísima de la Resurrección de nuestro Dios y Señor Jesucristo.
Entrada dedicada a él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario