Cada 22 de agosto, la Iglesia Universal celebra la "memoria obligatoria" de la Santísima Virgen María, Reina. Los inmediatamente siguientes (A) son los himnos litúrgicos propios de la versión en latín de la Liturgia de las Horas, traducidos al castellano. Más abajo, se añaden los himnos aprobados por algunas Conferencias Episcopales hispanohablantes (B):
A)
Oficio de lectura: Rerum supremo
Relumbrante de espléndida belleza
Relumbrante de espléndida belleza
Te asientas en la cima del mundo,
oh, Virgen Reina.
Predestinada para ser Madre
Predestinada para ser Madre
de Aquel que te dio el ser,
tú eres la Obra maestra de Dios,
que superas en brillo al resto de la creación.
Cuando el Señor pendía, ensangrentado,
Cuando el Señor pendía, ensangrentado,
de lo alto de la Cruz, te quiso partícipe de su Pasión
y, así, Madre de todos nosotros.
Adornada de tantos privilegios,
Adornada de tantos privilegios,
mira a tus hijos entusiasmados y acoge,
complacida, nuestro cántico de alabanza.
Gloria al Padre, a tu Hijo y al Espíritu Santo,
Gloria al Padre, a tu Hijo y al Espíritu Santo,
que tan admirablemente
te revistieron de su gracia. Amén.
Laudes: O quam glorifica
Descendencia regia de la estirpe de David
Laudes: O quam glorifica
Descendencia regia de la estirpe de David
y entronizada por encima de todos los Ángeles,
¡qué luz tan gloriosa la tuya, oh, Virgen María!
Con el honor de ser Virgen y Madre,
Con el honor de ser Virgen y Madre,
toda pura, preparaste en tu seno sacratísimo
un Sagrario para el Señor de los Cielos,
donde nació Cristo, Dios hecho Hombre.
Al que adora toda la tierra,
Al que adora toda la tierra,
ante Quien el mundo entero dobla su rodilla,
pídele, Madre, que, ahuyentando todo lo que sea tiniebla,
nos otorgue el gozo de su Luz.
Concédenoslo así, oh, Padre de las luces,
Concédenoslo así, oh, Padre de las luces,
por medio de tu Hijo que con el Espíritu Santo,
reina y nos gobierna por los siglos de los siglos. Amén.
Vísperas: Mole gravati
Abrumados por el peso de nuestros pecados,
Vísperas: Mole gravati
Abrumados por el peso de nuestros pecados,
nos acogemos a tu refugio, y ahí, oh, Reina del Cielo,
no desoigas nuestras preces.
Atiende a nuestro canto, tú que eres la Puerta del Cielo,
Atiende a nuestro canto, tú que eres la Puerta del Cielo,
por la que se nos devuelve la esperanza
que Eva, pecando robó.
Y ya que eres Reina nuestra
Y ya que eres Reina nuestra
y Madre del Rey llena de bondad y dulzura,
consigue para tus siervos una vida santa
y tiempo de reparar.
Cuando tú pides, pide también contigo
Cuando tú pides, pide también contigo
el ejército de los Bienaventurados:
atrae, así, para nosotros, oh, María Santísima,
la clemencia del Señor.
Oh, Virgen, del mundo Soberana,
Oh, Virgen, del mundo Soberana,
no dejes incumplidos los deseos de los fieles,
y tras esta vida —tan frágil—,
condúcenos a la paz verdadera.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
que te embellecieron de gloria,
por encima del Cielo. Amén.
B)
Oficio de lectura
Asidos de tu falda, con los ojos
agrandados de asombro, con las manos
apretadas de miedos y de enojos...
¡Abres manos vacías de tus hijos!
Ojos que alzan del suelo su vergüenza
para quedar en tu mirada fijos;
ojos que te confían nuestros sueños,
manos que aprietan nuestras esperanzas:
-si somos, ante ti, niños pequeños-.
Con las manos así, con la mirada
llena de la alba virgen de tus ojos,
te llamamos: "dulcísima Abogada". Amén
Laudes
Vienes del trono de David profeta
y, radiante de luz, gloriosa brillas
y, en carro de querubes, te levantas,
Virgen María.
Recibes en tu seno inmaculado
al Hijo de Quien eres sierva e hija;
Dios en tu vientre virginal se humana,
Virgen María.
Tú misma adoras, en tu casto seno,
Ojos que alzan del suelo su vergüenza
para quedar en tu mirada fijos;
ojos que te confían nuestros sueños,
manos que aprietan nuestras esperanzas:
-si somos, ante ti, niños pequeños-.
Con las manos así, con la mirada
llena de la alba virgen de tus ojos,
te llamamos: "dulcísima Abogada". Amén
Laudes
Vienes del trono de David profeta
y, radiante de luz, gloriosa brillas
y, en carro de querubes, te levantas,
Virgen María.
Recibes en tu seno inmaculado
al Hijo de Quien eres sierva e hija;
Dios en tu vientre virginal se humana,
Virgen María.
Tú misma adoras, en tu casto seno,
a Quien el Cielo adora de rodillas
y a Quien pedimos la celeste gloria,
Virgen María.
Danos, Señor y Padre de las luces,
que vives en eternas alegrías,
habitar con la Reina de los Cielos,
Virgen María. Amén.
Vísperas
De hermosas contradicciones
te vemos, Reina, adornada,
muy mujer para divina,
muy celestial para humana.
Con admiración, en ella
se ve la ley derogada,
muy humilde para reina,
muy exenta para esclava.
Por su caudillo la tienen
las celestiales escuadras,
para combatir, muy tierna,
para niña, muy armada.
La dignidad de que goza
con su modesta batalla,
para mandar, muy pequeña,
para humillarse, muy alta.
y a Quien pedimos la celeste gloria,
Virgen María.
Danos, Señor y Padre de las luces,
que vives en eternas alegrías,
habitar con la Reina de los Cielos,
Virgen María. Amén.
Vísperas
De hermosas contradicciones
te vemos, Reina, adornada,
muy mujer para divina,
muy celestial para humana.
Con admiración, en ella
se ve la ley derogada,
muy humilde para reina,
muy exenta para esclava.
Por su caudillo la tienen
las celestiales escuadras,
para combatir, muy tierna,
para niña, muy armada.
La dignidad de que goza
con su modesta batalla,
para mandar, muy pequeña,
para humillarse, muy alta.
Une en sus divinos ojos
al temor la confianza,
muy terrible para hermosa,
para espantar, muy amada.
Colocada en el empíreo,
en la celestial Morada,
corto solio a su grandeza,
a su humildad, mucho alcázar. Amén.
22 de agosto de 2018, memoria litúrgica de la Realeza de la Santísima Virgen María.
Entrada dedicada a ella.
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