Cada 31 de julio, la Iglesia universal celebra la "memoria obligatoria" de san Ignacio de Loyola, presbítero, padre y fundador de la Compañía de Jesús. Este es el formulario propio de la Misa, contenido en el Misal de los jesuitas, quienes lo honran con el grado de "solemnidad":
Antífona de entrada Cfr. Flp 2, 10-11
Que al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra, en los abismos, y que toda lengua proclame que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Enriquece, Señor, con abundantes dones espirituales y humanos esta Compañía, que te dignaste fundar por medio del santo padre Ignacio, para que conozca lo que agrada a tu majestad y lo cumpla fielmente, unida a ti por la virtud y el amor. Por nuestro Señor Jesucristo...
O bien, del Misal Romano:
Dios nuestro, que suscitaste en tu Iglesia a san Ignacio de Loyola para extender la mayor gloria de tu nombre, concédenos que, luchando en la tierra, con su auxilio y a imitación suya, merezcamos ser coronados, con él, en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Liturgia de la Palabra
Primera lectura:
Dos caminos
Lectura del libro del Deuteronomio 30,15-20
Esto dice el Señor: Mira: hoy pongo delante de ti la vida y el bien,
la muerte y el mal. Si cumples lo que yo te mando hoy, amando al Señor,
tu Dios, siguiendo sus caminos, guardando sus preceptos, mandatos y
decretos, vivirás y crecerás; el Señor tu Dios, te bendecirá en la tierra
donde vas a entrar a poseerla. Pero si tu corazón se resiste y no
obedeces, si te dejas arrastrar y te prosternas dando culto a dioses
extranjeros, yo te anuncio hoy que perecerás sin remedio, que, pasado el
Jordán para entrar y poseer la tierra, no vivirás muchos años en ella. Hoy
cito al cielo y a la tierra como testigos contra vosotros: os pongo delante
la vida y la muerte, la bendición y la maldición; elige la vida, y vivirás tú y
tu descendencia amando al Señor tu Dios, escuchando su voz,
pegándote a él, pues él es tu vida y tus largos años de habitar en la tierra
que el Señor prometió dar a tus padres, Abrahán, Isaac y Jacob.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: Sal 1, 1-2.3.4-6
R./ Dichoso el hombre que medita la Ley del Señor día y noche.
V./ Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos;
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos,
sino que su gozo es la Ley del Señor,
y medita su Ley día y noche.
R./ Dichoso el hombre que medita la Ley del Señor día y noche.
V./ Será como un árbol plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón, no se marchitan sus hojas.
Cuanto emprende tiene buen fin.
R./ Dichoso el hombre que medita la Ley del Señor día y noche.
V./ No así los impíos, no así: serán paja que arrebata el viento.
En el juicio los impíos no se levantarán,
ni los pecadores en la asamblea de los justos,
porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.
R./ Dichoso el hombre que medita la Ley del Señor día y noche.
Segunda lectura:
Dios derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor cristiano.
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 1, 12-17
Doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor que me hizo capaz, se fio de mí y me confió este ministerio. Eso que yo antes era un blasfemo, un perseguidor y un violento. Pero Dios tuvo compasión de mí, porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía. Dios derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor cristiano. Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que os digo: Que Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero. Y por eso se compadeció de mí: para que en mí, el primero, mostrara Cristo toda la paciencia, y pudiera ser modelo de todos los que creerán en él y tendrán vida eterna. Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Palabra de Dios.
Aleluya: Ej. Espir, [104]
Que Dios nos conceda conocimiento interno del Señor que por nosotros se ha hecho hombre, para que más le amemos y le sigamos.
Evangelio:
El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz de cada día y se venga conmigo.
† Lectura del santo Evangelio según San Lucas 9, 18-26
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: ¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos contestaron: Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Él les pregunto: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Pedro tomó la palabra y dijo: El Mesías de Dios. Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día. Y dirigiéndose a todos, dijo: El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz de cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo? Quien se avergüence de mí y de mis palabras, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga con su gloria, con la del Padre y la de los ángeles santos.
Palabra del Señor.
O bien: Deut. 30, 11-14; o: I Rey. 19, 9a.11-15; o: Jer. 20, 7-11a.13; o: Flp. 3, 8-14; o: Ef. 1, 3-10; o: Gál. 5, 16-25; o: Ef. 3, 14-21; Lc 12, 49-53; o: Jn 1, 35-39; o: Mt. 16, 13-21, o: Mt. 8, 18-27.
Oración sobre las ofrendas
Te ofrecemos, Señor, tus dones y nuestras oraciones: haz que nos unamos más estrechamente a tu divina majestad y te hallemos más liberal para nosotros. Por Jesucristo, nuestro Señor.
O bien, del Misal Romano:
Que te agraden, Señor Dios, las ofrendas que te presentamos en la solemnidad de san Ignacio, y concede que estos santos misterios en los que has puesto la fuente de toda santidad, nos santifiquen en la verdad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de Comunión Lc 12, 4
He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!, dice el Señor.
Oración después de la Comunión
Oh Dios, que encargaste a cada uno de nosotros el cuidado de su prójimo; envíanos entre fieles e infieles, para que anunciemos las riquezas de tu amor los que hemos sido alimentados con el pan de la vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.
O bien, del Misal Romano:
Señor, que este sacrificio de alabanza, que te hemos ofrecido en acción de gracias en la celebración de san Ignacio, nos lleve a alabar perpetuamente tu gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Bendición solemne
V. Que Dios, que los ha creado para alabar, hacer reverencia y servir a su Divina Majestad, amándolo a él sobre todas las cosas y a todas las cosas en él, les conceda que, sostenidos por una gracia especial, puedan ser fieles a su vocación.
R. Amén.
V. Que Cristo, que quiso que el santo padre Ignacio lo sirviera bajo el estandarte de la cruz, los llame a su seguimiento y los haga fieles servidores de su Reino.
R. Amén.
V. Que el Espíritu Santo, que inspiró a san Ignacio y a sus compañeros a servir a la Iglesia, incluso hasta los últimos rincones de la tierra, los guíe a la búsqueda del bien para que puedan obtener el premio prometido a los operarios fieles del Evangelio.
R. Amén.
V. Y la bendición de Dios todopoderoso,Padre, Hijo +, y Espíritu Santo,descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
R. Amén.
31 de julio de 2021, memoria litúrgica (para los jesuitas, solemnidad) de san Ignacio de Loyola, presbítero y fundador de la Compañía de Jesús.
Entrada dedicada a él en el "Año Ignaciano", con motivo del V Centenario de su Conversión.
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