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jueves, 14 de julio de 2022

La profanación de lo sagrado

 



El Diccionario de la Lengua Española ofrece dos acepciones del término "profanar", al que corresponde el sustantivo "profanación". Dice exactamente ("tr." significa verbo "transitivo"):

1. tr. Tratar algo sagrado sin el debido respeto, o aplicarlo a usos profanos.

2. tr. Deslucir, desdorar, deshonrar, prostituir, hacer uso indigno de cosas respetables.


La desacralización propia de la cultura actual es hija del "relativismo" imperante en función del cual todo vale o deja de valer según el criterio de quien lo considere, o de acuerdo con los postulados de la ideología de turno.


Esta realidad infelizmente ha contaminado nuestra vida en general y en el modo como celebramos y practicamos la fe en particular.


Lo anterior se manifiesta en la casi inconsciente profanación que los católicos (laicos y ministros ordenados) realizamos de los lugares y de las celebraciones sagradas. Y no nos estamos refiriendo aquí a los sacrilegios que voluntariamente (aunque quizás ignorando la gravedad) cometen los enemigos de la fe o quienes delinquen en los lugares santos.


Parece que los católicos hemos olvidado que nuestras iglesias, a diferencia de otros templos cristianos (a los que santifican los fieles congregados en nombre del Señor), son un lugar sagrado por sí mismo, independientemente de si en ellas está congregado el pueblo para las celebraciones o para el ejercicio de actos de piedad.


Hacen sagrado al templo católico: ante todo, el Santísimo Sacramento, habitualmente reservado en el sagrario; el infaltable Altar, que es ara del Sacrificio del Cordero; la Palabra revelada, que es proclamada desde el ambón; la pila bautismal, en la que la Iglesia engendra nuevos hijos para Dios; los confesionarios, que hacen presente entre nosotros el Trono de la Misericordia Divina; las imágenes y objetos sagrados, que son signos de todo lo que dice recta relación con el Señor. 


Evidentemente, la sacralidad del templo católico llega a su plenitud cuando se reúne la asamblea, y presidida por un sacerdote, participa de cualquier celebración litúrgica, especialmente de la Santa Misa.


De todo lo dicho se deduce que nuestras iglesias no son lugares adecuados para actos civiles, exposiciones, discursos o debates mundanos, festividades no litúrgicas, festejos de grupos privados u otro tipo de reuniones sociales; tampoco para manifestaciones artísticas ajenas al sentir religioso. Los conciertos, por ejemplo, se permiten bajo determinadas condiciones.


Si sagrado es el templo católico por sí mismo, ¡cuánto más lo será en el momento en que en él se celebra el Santo Sacrificio del Altar! 


Retomemos las dos acepciones del verbo "profanar" trancritas al inicio de esta entrada y reflexionemos en qué medida se produce la profanación del lugar y del culto sagrados:


La primera acepción (tratar algo sagrado sin el debido respeto, o aplicarlo a usos profanos), nos cuestiona acerca de cuál es el respeto que debemos al lugar sagrado y a los actos cultuales que en él se realizan. Es algo que nadie sino la suprema Autoridad de la Iglesia puede determinar. No depende de gustos individuales. En este sentido, no basta con que algo no se oponga a la fe para que pueda ser admitido en el lugar sagrado ni mucho menos en una celebración litúrgica.


La segunda acepción del verbo "profanar", (deslucir, desdorar, deshonrar, prostituir, hacer uso indigno de cosas respetables), aunque como la anterior puede aplicarse al templo, tiene también mucho que ver con la Misa en particular y con cualquier otra celebración litúrgica en general:


"Deslucir" es quitar la gracia, atractivo o lustre a algo: a la luz de esto, todo aquello que se realice pero no se encuentre establecido en los libros litúrgicos, o lo que se especifique pero no se cumpla, tiende a reducir a nuestro mero ingenio y "creatividad" aquello que ha sido custodiado por la Iglesia a lo largo de los siglos, o incluso, adaptado cuando fue posible y ella lo consideró necesario. 


'Desdorar' es:


1. "Quitar el oro con que estaba dorado algo": el oro en las Sagradas Escrituras es símbolo de la realeza, de los dones espirituales, de la santidad y del verdadero culto a Dios. 


2. Deslustrar, deslucir, mancillar la virtud, reputación o fama: es lo que hacemos cuando, queriendo ser "innovadores" u "originales", creamos in actum rúbricas "a nuestro gusto y medida" para las celebraciones litúrgicas, o modificamos a nuestro arbitrio las ya existentes. Atentamos contra la riqueza del significado de los ritos, oscureciendo su inteligibilidad y poniendo en juego su eficacia y, a veces, hasta su validez. Es una manera de "deshonrar" al mismo Dios y a las cosas santas.


En síntesis, cada vez que nos arrogamos el derecho de alterar lo establecido por la liturgia o de "intervenir" el lugar sagrado con actos que no le son exclusivamente propios, estamos "prostituyendo" lo que pertenece al Señor. Y esto es "hacer uso indigno de cosas respetables". Porque no corresponde a nosotros determinar qué sería lo digno. Eso ya lo ha establecido la Iglesia. No tenemos autoridad ni derecho para "legislar" sobre lo no establecido o para juzgar acerca de la pertinencia de lo que ya lo está. 


¿Por qué en nuestros tiempos no se respetan el lugar y las celebraciones como antes?


¿Por qué, algunas veces, al entrar a un templo católico en que se está celebrando la Misa, dudamos de que así sea? No sabemos si es una peña folclórica, una reunión de debate, una representación teatral, un conversatorio o un grupo privado de oración y alabanza.


Ocurre que, en lugar de que lo que es santo brote de la liturgia celebrada en el templo e impregne los tejidos sociales y los oriente hacia lo divino, hemos permitido u ocasionado que costumbres, modismos y lenguajes de nuestra vida ordinaria se infiltren en el templo y se introduzcan en las sacras celebraciones, menoscabando todo lo que de sublime tiene la liturgia y reduciéndolo a un mero encuentro social más.


La estructura de la Misa es siempre invariable en lo esencial, a saber, la Liturgia de la Palabra y la de la Eucaristía, a las que preceden ritos iniciales y concluyen ritos finales.


Por tanto:


No están permitidos en la Misa más diálogos entre el sacerdote y los laicos que aquellos pocos claramente determinados por las rúbricas.


No cualquier tipo de música, aún de carácter religioso, es apta para la celebración. Debe ser música litúrgica o ninguna otra. 


No se trata de emocionar o emocionarse sino de celebrar y transmitir la fe íntegra y en todo su esplendor. Y la Iglesia nos ha enseñado cómo hacerlo. Debemos dejar, por tanto, las "geniales innovaciones" de particulares (también las de los ministros ordenados) para otros ámbitos de la vida social o personal.


Urge tomar conciencia de estas realidades para que no sigamos arrojando los dones sagrados al saco roto de nuestras preferencias y gustos personales.



14 de julio de 2022, memoria litúrgica de san Camilo de Lelis, presbítero.
Entrada dedicada a él.

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