La "celebración de la Confirmación dentro de la Misa" es una de las alternativas -la preferible- propuesta por el Ritual Romano de los sacramentos. La otra es la celebracion fuera de la Misa.
A continuación, se ofrece un modelo de guion para la primera alternativa, es decir para la Santa Misa en la cual tiene lugar el Rito de la Confirmación. (Puede adaptarse fácilmente para la segunda).
Las citas están tomadas del Ritual Romano de los Sacramentos de la Conferencia Episcopal Argentina, en su segunda edición de 1987 (en adelante, R), de la segunda edición del Pontifical Romano (en adelante, P) de la misma Conferencia (2005), de la Ordenación de las Lecturas de la Misa (en adelante, OLM) y del Ceremonial de los Obispos, edición 1985, (en adelante, CO).
Las citas están tomadas del Ritual Romano de los Sacramentos de la Conferencia Episcopal Argentina, en su segunda edición de 1987 (en adelante, R), de la segunda edición del Pontifical Romano (en adelante, P) de la misma Conferencia (2005), de la Ordenación de las Lecturas de la Misa (en adelante, OLM) y del Ceremonial de los Obispos, edición 1985, (en adelante, CO).
Los citados textos, como así también la correspondiente rúbrica del Misal Romano, especifican que la Misa ritual, es decir aquella en la que los textos bíblicos y eucológicos, todos, o en su mayoría, le son propios, está permitida siempre que no se trate de un domingo de los tiempos extraordinarios de Adviento, Cuaresma y Pascua, de solemnidades, de la Conmemoración de los Fieles Difuntos, del Miércoles de Ceniza, de las ferias de Semana Santa y de los días de la Octava de Pascua; en estos casos, todos los textos han de ser los propios de la liturgia del día.*
Cuando se celebra la Misa ritual, el Obispo (o su delegado) debe usar ornamentos rojos o blancos. En los demás casos, los prescritos por la liturgia para el día elegido.
La celebración eucarística puede comenzar con la procesión de entrada típica de los ritos iniciales de la Misa solemne, con las siguientes particularidades: (Cf. R, 20).
-Los confirmandos, de a pares, pueden preceder a los ministros.
-Detrás del Evangeliario y antes de los ministros y del Obispo, un acólito puede portar el Santo Crisma en una bandeja, y colocarlo en una mesa debidamente preparada, cerca del Altar.
Si no se usan las moniciones propias del Ritual, pueden leerse las siguientes palabras introductorias u otras semejantes:
Ritos iniciales
Introducción
Veni, Sancte Spiritus! ¡Ven, Espíritu Santo!
A lo largo de los siglos, en la comunión de la Madre Iglesia y también fuera de ella, los cristianos de las diferentes generaciones han repetido incansablemente, como una interminable letanía, esta súplica antigua y a la vez siempre nueva.
Es que los creyentes saben que es el Espíritu Santo Paráclito que el mismo Señor prometió a los apóstoles el que santifica la nueva creación inaugurada con la Resurrección de Cristo; el que vivifica, guía y sostiene la labor de la Iglesia; y el que congrega en la unidad del amor y de la fe a los pueblos más diversos.
Este misterio, al que llamamos "Pentecostés" (y que celebramos en este mismo día como broche de oro del Tiempo pascual), es el que vamos a vivir de un modo concreto en el aquí y el ahora de esta celebración. En efecto, algunos hermanos nuestros recibirán hoy el santo sacramento de la Confirmación, por el cual el Espíritu de la Verdad los sellará con el signo indeleble de la pertenencia al Señor, reafirmará su fe y los fortalecerá para ser fieles testigos de Jesús en el mundo de hoy.
Don por excelencia de Jesús Resucitado, (en este Tiempo de Pascua), el Espíritu "que procede del Padre y del Hijo" (Patre Filioque procedit) -como nos enseña la Iglesia- gracias al efecto maravilloso de la liturgia, hoy descenderá también sobre cada uno de nosotros, reunidos en asamblea fraterna.
Con actitud orante y agradecida, participemos de esta celebración, presidida por el (o "nuestro", si es el caso) Obispo N, sucesor de los apóstoles (o bien, "por el delegado del Obispo").
De ahora en más, cada vez que se hable del "Obispo", ha de entenderse que se trata de él mismo o de su delegado.
Luego de la Señal de la Cruz, el Obispo pronuncia el saludo litúrgico inicial y dirige el Acto penitencial.
Si las normas litúrgicas así lo establecen, el coro canta (o en su defecto, se recita) el himno Gloria in excelsis.
Luego el Obispo reza la oración Colecta de la Misa ritual o la propia del día, si se trata de las celebraciones mencionadas más arriba.*
Si se trata de las mentadas celebraciones*, las lecturas son propias de esos días y no deben cambiarse. Si se celebra la Misa ritual, las lecturas pueden tomarse del leccionario, total o parcialmente (Cf. P, 20; CO, 459), o pueden tomarse de las del día en curso (Cf. R, 21). Si se trata de una feria que posea una sola lectura antes del Evangelio, puede añadirse la segunda, tomándola de la Misa ritual (Cf. CO, 459). En algunos casos específicos en que está prohibida la Misa ritual, y hay dos lecturas antes del Evangelio, la segunda puede reemplazarse por la del leccionario del Ritual (Cf. OLM, 88). Adviértase que, según la antigua tradición de la Iglesia, si la celebración tiene lugar en el Tiempo pascual, las lecturas que preceden al Evangelio, son del Nuevo Testamento. El Salmo puede ser libremente elegido por el Obispo o, con la aprobación de este, por quien prepare la liturgia de la celebración (Cf. OLM, 89).
La siguiente es una monición general que puede utilizarse para cualquiera de los formularios de lecturas sugeridos por el leccionario para la Misa ritual:
El Espíritu Santo, Divino Inspirador de las Sagradas Escrituras, siempre, pero más aun en el contexto de una celebración litúrgica, predispone nuestro corazón para acoger la Palabra de Dios con una actitud dócil y reverente, y alienta en nosotros el deseo de vivirla intensamente en nuestra cotidianidad.
Si las Confirmaciones tienen lugar en la solemnidad de Pentecostés, recuérdese que el canto o la recitación de la Secuencia Veni, Sancte Spiritus es de carácter obligatorio, y que precede a la proclamación del Evangelio. Mientras se canta o se recita dicha Secuencia, en la liturgia actual, el clero y los fieles permanecen sentados.
El canto del Aleluya sigue a la segunda lectura (o a la Secuencia, si la hubo), siempre que no se trate del Tiempo penitencial de la Cuaresma.
Luego de la proclamación del Evangelio, tiene lugar el Rito de la Presentación de los confirmandos al Obispo por parte del párroco, del diácono o de un catequista. Si no son muchos, pueden ser llamados por su nombre. (Cf. R, 22; P, 21).
El rito puede introducirse con las palabras del ritual, con las siguientes o con otras semejantes:
Ahora, los confirmandos son presentados al Obispo, quien en nombre de Dios y de la Iglesia, los admitirá como candidatos idóneos para la recepción del sacramento de la Confirmación.
Acto seguido, el Obispo pronuncia la homilía.
Liturgia del Sacramento
Si el guía no usa las palabras propuestas por el ritual, puede recurrir a las siguientes, o a otras semejantes:
Liturgia del Sacramento
Si el guía no usa las palabras propuestas por el ritual, puede recurrir a las siguientes, o a otras semejantes:
Renovación de las Promesas bautismales: se opta por cualquiera de las tres fórmulas propuestas por el Ritual (Cf. 24; P, 23), siendo la tercera la más propia de esta liturgia sacramental.
En este momento, los confirmandos, de pie, renovarán las promesas del santo bautismo, renunciando a todo lo que se opone a su condición de cristianos y haciendo pública confesión de la fe apostólica.
Imposición de las manos: El Obispo impone las manos uno por uno a los confirmandos, a no ser que sean numerosos, en cuyo caso realiza una imposición general (Cf. R, 25; P, 25).
Ahora el Obispo impondrá las manos a los confirmandos, repitiendo el antiquísimo gesto, de origen bíblico, con el que los mismos apóstoles transmitían el Don del Espíritu Santo.
Crismación (R, 27; P, 27): Si los confirmandos son numerosos, el Obispo puede solicitar a los presbíteros que lo ayuden en la crismación (Cf. R, 29). Durante este rito, el coro puede entonar un cántico adecuado aunque el Ritual dice que es preferible el silencio (Cf. 30).
Ha llegado el momento culminante de la liturgia del sacramento. Los confirmandos serán ungidos con el más noble de los óleos, el Santo Crisma (bendecido por el Obispo en la Misa Crismal). Se trata de aceite mezclado con perfume, signo elocuente de la efusión del Espíritu Santo. Él sellará de manera indeleble a estos cristianos, confiriéndoles sus siete Dones sagrados, para que sean de ahora en más, verdaderos testigos de Cristo, y estén dispuestos a vivir y hasta a sufrir y morir por Él.
Concluida la Liturgia del sacramento, la Misa sigue como de costumbre, con la Oración de los fieles, introducida por el Obispo. Puede usarse cualquiera de los formularios del Ritual (Cf. 31), u otro adecuado, como el que sigue. Hágase siempre mención explícita o implícita del día o tiempo litúrgico.
El Símbolo de la fe se omite pues se ha realizado la Renovación de las promesas bautismales.
Oración de los fieles
R. Danos tu Espíritu, Señor.
-Para que como Espíritu de la unidad, aleje de la Iglesia la discordia, la maledicencia y la hipocresía, y nos reúna a todos en la Barca de Pedro, que es la del mismo Jesucristo, de Quien el Papa es Vicario. R.
-Para que como Espíritu de la comunión, robustezca los lazos de fraternidad entre los obispos, legítimos sucesores de los apóstoles, e inspire sentimientos filiales hacia ellos, de parte de aquellos que les han sido confiados. R.
-Para que como Espíritu de la auténtica belleza, inspire los corazones de los artistas, a fin de que sus obras reflejen destellos de la gloria de la Trinidad. R.
-Para que como Espíritu de la verdad, ilumine la mente y el corazón de los hombres de ciencia, a los efectos de que el respeto por la dignidad de todo hombre sea su principal aspiración. R.
-Para que como Espíritu de la paz, ablande los corazones de los responsables de cualquier tipo de enfrentamiento, haga cesar la violencia, y suscite sentimientos de concordia y hermandad entre todos los hombres. R.
-Para que como Espíritu del gozo y la salud, alegre a los afligidos, alivie a los enfermos, y sea fiel compañía de los que están solos. R.
-Para que como Espíritu del amor, conceda el don de la perseverancia a los confirmados, y el de la fidelidad a los compromisos asumidos, a sus padres y padrinos. R.
El Obispo concluye la Oración de los fieles.
Liturgia de la Eucaristía
Ofertorio
El mismo Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos es el que hace de nosotros, en este momento del ofertorio más que nunca, una comunidad oferente, y el que convertirá este pan y este vino que vamos a presentar, en el Cuerpo y la Sangre del mismo Salvador.
Los confirmados pueden acompañar a los que presentan las ofrendas (Cf. R, 32 b; P, 31 b), o presentarlas ellos mismos (Cf. CO, 470).
El Obispo pronuncia la Oración sobre las ofrendas de la Misa ritual o de la del día, si se trata de los casos en que no pueden cambiarse los textos (Cf. supra*). Puede, además, si la Misa no lo tiene propio, optar por cualquiera de los Prefacios de Confirmación, o de los del Espíritu Santo que figuran en el Misal.
Puede usarse cualquiera de las cuatro Plegarias Eucarísticas principales del Misal (la cuarta solamente en la Misa ritual, y, siempre con su propio Prefacio).
Oración de los fieles
R. Danos tu Espíritu, Señor.
-Para que como Espíritu de la unidad, aleje de la Iglesia la discordia, la maledicencia y la hipocresía, y nos reúna a todos en la Barca de Pedro, que es la del mismo Jesucristo, de Quien el Papa es Vicario. R.
-Para que como Espíritu de la comunión, robustezca los lazos de fraternidad entre los obispos, legítimos sucesores de los apóstoles, e inspire sentimientos filiales hacia ellos, de parte de aquellos que les han sido confiados. R.
-Para que como Espíritu de la auténtica belleza, inspire los corazones de los artistas, a fin de que sus obras reflejen destellos de la gloria de la Trinidad. R.
-Para que como Espíritu de la verdad, ilumine la mente y el corazón de los hombres de ciencia, a los efectos de que el respeto por la dignidad de todo hombre sea su principal aspiración. R.
-Para que como Espíritu de la paz, ablande los corazones de los responsables de cualquier tipo de enfrentamiento, haga cesar la violencia, y suscite sentimientos de concordia y hermandad entre todos los hombres. R.
-Para que como Espíritu del gozo y la salud, alegre a los afligidos, alivie a los enfermos, y sea fiel compañía de los que están solos. R.
-Para que como Espíritu del amor, conceda el don de la perseverancia a los confirmados, y el de la fidelidad a los compromisos asumidos, a sus padres y padrinos. R.
El Obispo concluye la Oración de los fieles.
Liturgia de la Eucaristía
Ofertorio
El mismo Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos es el que hace de nosotros, en este momento del ofertorio más que nunca, una comunidad oferente, y el que convertirá este pan y este vino que vamos a presentar, en el Cuerpo y la Sangre del mismo Salvador.
Los confirmados pueden acompañar a los que presentan las ofrendas (Cf. R, 32 b; P, 31 b), o presentarlas ellos mismos (Cf. CO, 470).
El Obispo pronuncia la Oración sobre las ofrendas de la Misa ritual o de la del día, si se trata de los casos en que no pueden cambiarse los textos (Cf. supra*). Puede, además, si la Misa no lo tiene propio, optar por cualquiera de los Prefacios de Confirmación, o de los del Espíritu Santo que figuran en el Misal.
Puede usarse cualquiera de las cuatro Plegarias Eucarísticas principales del Misal (la cuarta solamente en la Misa ritual, y, siempre con su propio Prefacio).
Todas tienen una mención propia alusiva a la recepción del sacramento de la Confirmación.
Rito de Comunión
Luego del canto o la recitación del Padrenuestro, del Rito de la paz, y del Agnus Dei que acompaña a la Fracción del Pan Consagrado, comienza la distribución de la Comunión, que a los confirmados adultos, a sus padrinos, padres, cónyuges y catequistas, conviene dar bajo las dos especies (Cf. R, 33; P, 32).
Comunión
Ungidos por el Espíritu Santo, recibiremos ahora la Carne y la Sangre de Jesús que el mismo Espíritu formó en el seno de María, y que hizo presente para nosotros, bajo las apariencias del Pan y del Vino consagrados.
Durante la Comunión el coro entona algún canto eucarístico.
Terminada la distribución de la Comunión, y hecha la acción de gracias en silencio, o acompañada de algún canto apropiado, el Obispo pronuncia la Oración después de la Comunión de la Misa ritual, o la establecida para el día, si se trata de los casos mencionados al principio (Cf. supra*).
Ritos finales
El Obispo puede optar por la Bendición solemne o por la Oración sobre el pueblo del Ritual (Cf. 34; P, 33; CO, 471), o bien por la Bendición solemne del tiempo o día, o por la Bendición solemne del Espíritu Santo, o por la Bendición solemne episcopal (Sea bendito el Nombre del Señor...), o por la Bendición simple.
Si la celebración tiene lugar en el Tiempo pascual, es laudable saludar al final a la Santísima Virgen, Sponsa Sancti Spiritus, con la antífona mariana propia de la Cincuentena de Pascua: Regina Caeli.
Despedida
El Espíritu del Señor ha hecho de los confirmados nuevas criaturas.
Proclamemos ante el mundo las maravillas que Dios Espíritu Santo ha obrado hoy en todos nosotros.
El coro entona el cántico final.
15 de mayo de 2015, memoria litúrgica de san Isidro Labrador.
Comienzo de la novena de Pentecostés.
Rito de Comunión
Luego del canto o la recitación del Padrenuestro, del Rito de la paz, y del Agnus Dei que acompaña a la Fracción del Pan Consagrado, comienza la distribución de la Comunión, que a los confirmados adultos, a sus padrinos, padres, cónyuges y catequistas, conviene dar bajo las dos especies (Cf. R, 33; P, 32).
Comunión
Ungidos por el Espíritu Santo, recibiremos ahora la Carne y la Sangre de Jesús que el mismo Espíritu formó en el seno de María, y que hizo presente para nosotros, bajo las apariencias del Pan y del Vino consagrados.
Durante la Comunión el coro entona algún canto eucarístico.
Terminada la distribución de la Comunión, y hecha la acción de gracias en silencio, o acompañada de algún canto apropiado, el Obispo pronuncia la Oración después de la Comunión de la Misa ritual, o la establecida para el día, si se trata de los casos mencionados al principio (Cf. supra*).
Ritos finales
El Obispo puede optar por la Bendición solemne o por la Oración sobre el pueblo del Ritual (Cf. 34; P, 33; CO, 471), o bien por la Bendición solemne del tiempo o día, o por la Bendición solemne del Espíritu Santo, o por la Bendición solemne episcopal (Sea bendito el Nombre del Señor...), o por la Bendición simple.
Si la celebración tiene lugar en el Tiempo pascual, es laudable saludar al final a la Santísima Virgen, Sponsa Sancti Spiritus, con la antífona mariana propia de la Cincuentena de Pascua: Regina Caeli.
Despedida
El Espíritu del Señor ha hecho de los confirmados nuevas criaturas.
Proclamemos ante el mundo las maravillas que Dios Espíritu Santo ha obrado hoy en todos nosotros.
El coro entona el cántico final.
15 de mayo de 2015, memoria litúrgica de san Isidro Labrador.
Comienzo de la novena de Pentecostés.
Prédica de san Pedro el día de Pentecostés |
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