"La Piedad", de Miguel Ángel |
Bendicional: en negro; (oración de bendición: negrita cursiva).
En la tercera parte del Bendicional, dedicada a la "bendición de cosas destinadas a la liturgia y devoción", el capítulo XXXII se refiere a la "bendición de las imágenes que se exponen a la pública veneración de los fieles", entre las que se encuentran las de Jesucristo, las de la Santísima Virgen y las de los demás santos.
Bendición de las imágenes: de Jesucristo
1091. Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza (21). Esta imagen divina, el hombre, al pecar, la mancilló tristemente en sí mismo, pero Cristo, que es plena y perfecta «imagen del Dios invisible» (22), la restauró misericordiosamente con su muerte. En Cristo sus discípulos se convierten en una criatura nueva (23) y, por la acción del Espíritu Santo, se van transformando en imagen del mismo Cristo (24).
1092. Para que los fieles puedan contemplar más profundamente el misterio de la gloria de Dios, que fue reflejada en la faz de Jesucristo (25) y que resplandece en sus santos, y para que estos mismos fieles sean «luz en el Señor» (26), la madre Iglesia los invita a venerar piadosamente las imágenes sagradas. Éstas, además, han sido realizadas a veces con gran arte y gozan de una religiosa nobleza, con lo que vienen a ser un resplandor de aquella belleza que procede de Dios y a Dios conduce. Las imágenes, en efecto, no sólo traen a la memoria de los fieles a Jesucristo y a los santos que representan, sino que en cierta medida los ponen ante sus ojos: «Cuanto mayor es la frecuencia con que se miran las imágenes, tanto más los que las contemplan se sienten atraídos hacia el recuerdo y deseo de sus originales» (27).
(Se conservan los números de secciones y parágrafos tal y como se hallan en el Bendicional: negrita. También en negrita me
permito realzar algunas cuestiones litúrgicas del texto del
Bendicional, incisos que, a mi criterio, merecen especial
consideración).
Comentarios del blog: azul.
En la tercera parte del Bendicional, dedicada a la "bendición de cosas destinadas a la liturgia y devoción", el capítulo XXXII se refiere a la "bendición de las imágenes que se exponen a la pública veneración de los fieles", entre las que se encuentran las de Jesucristo, las de la Santísima Virgen y las de los demás santos.
Bendición de las imágenes: de Jesucristo
1091. Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza (21). Esta imagen divina, el hombre, al pecar, la mancilló tristemente en sí mismo, pero Cristo, que es plena y perfecta «imagen del Dios invisible» (22), la restauró misericordiosamente con su muerte. En Cristo sus discípulos se convierten en una criatura nueva (23) y, por la acción del Espíritu Santo, se van transformando en imagen del mismo Cristo (24).
1092. Para que los fieles puedan contemplar más profundamente el misterio de la gloria de Dios, que fue reflejada en la faz de Jesucristo (25) y que resplandece en sus santos, y para que estos mismos fieles sean «luz en el Señor» (26), la madre Iglesia los invita a venerar piadosamente las imágenes sagradas. Éstas, además, han sido realizadas a veces con gran arte y gozan de una religiosa nobleza, con lo que vienen a ser un resplandor de aquella belleza que procede de Dios y a Dios conduce. Las imágenes, en efecto, no sólo traen a la memoria de los fieles a Jesucristo y a los santos que representan, sino que en cierta medida los ponen ante sus ojos: «Cuanto mayor es la frecuencia con que se miran las imágenes, tanto más los que las contemplan se sienten atraídos hacia el recuerdo y deseo de sus originales» (27).
Por todo ello, la veneración de las sagradas imágenes figura entre las principales formas de la veneración debida a Cristo, el Señor, y, en modo distinto, a los santos (28), «no porque se crea que en ellas hay alguna divinidad o poder que sean el motivo del culto que se les da», sino «porque el honor que se les tributa está referido a los prototipos que representan» (29).
Esta aclaración taxativa de que los católicos no creemos que en las sagradas imágenes haya "alguna divinidad o poder", echa por tierra las infundadas acusaciones de superstición e idolatría que se espetan contra la fe de la Iglesia. No atribuimos a ningún objeto material un poder que no tiene sino que reconocemos a los objetos sagrados como un vehículo, por así decirlo, que nos conduce hacia las realidades que estos mismos objetos evocan.
1093. Cuando se expone a la pública veneración de los fieles una nueva imagen sagrada, sobre todo en las iglesias, a tenor de lo establecido en la Constitución litúrgica Sacrosanctum Concilium, núm. 125, es conveniente bendecirla con el rito peculiar que aquí se propone. Esta bendición no debe hacerse dentro de la Misa. (Para que nada distraiga a los fieles del gran Misterio de la actualización del Sacrificio pascual del Señor). En cambio, si se trata de una imagen destinada a ser venerada sólo en casas particulares, se ha de bendecir con el rito descrito más adelante en el capítulo XLIII. (Se refiere al capítulo titulado "Bendición de los objetos destinados a ejercitar la piedad y la devoción", que compartiré con los lectores en otra entrada de este blog).
1094. El presente capítulo incluye tres ritos:
a) bendición de una imagen de nuestro Señor Jesucristo;
b) bendición de una imagen de santa María Virgen;
c) bendición de una imagen de uno o varios santos. (Aquí se incluyen las imágenes de los santos ángeles).
1095. Estos ritos puede utilizarlos el presbítero, el cual, respetando la estructura del rito y sus elementos principales, puede adaptar alguno de estos elementos, para que la celebración se acomode mejor a las circunstancias del lugar y de las personas. Si, como es aconsejable, preside el rito el Obispo, se harán las oportunas adaptaciones.
Nótese que esta es otra de las bendiciones que el laico no está facultado para presidir.
1096. La bendición de una imagen sagrada se intercala en la celebración de las Vísperas, en el día en que se han de celebrar, o se pueden celebrar, las Vísperas correspondientes al caso. Las Vísperas se celebran en la forma acostumbrada. Terminada la salmodia, es conveniente hacer una lectura más extensa, seleccionada entre las que propone el Leccionario para las fiestas del Señor, de santa María Virgen y de los santos. Luego el celebrante hace la homilía, en la cual explica la lectura bíblica y la importancia que tienen las sagradas imágenes en la Iglesia. Después de la lectura bíblica o de la homilía, según la oportunidad, todos meditan un rato en silencio la Palabra de Dios. Después se canta el responsorio de la Liturgia de las Horas o un canto similar. Terminado el canto, el celebrante dice la oración de bendición, a la que sigue el cántico evangélico con la antífona propia. Mientras se canta el cántico, se inciensa la imagen, después de la incensación del altar y de la cruz. La celebración de las Vísperas prosigue y concluye del modo acostumbrado.
Adviértanse las siguientes particularidades litúrgicas que resultan de la inserción del rito de bendición de imágenes sagradas en la celebración de la Hora litúrgica de Vísperas:
-se pueden celebrar las Vísperas del día en curso o realizar una "celebración votiva" tomando elementos propios (o del Común) de la Liturgia de las Horas de la Santísima Virgen en alguno de sus misterios o advocaciones, evocados por la imagen, o del eventual santo cuya imagen vaya a ser bendecida.
Esta aclaración taxativa de que los católicos no creemos que en las sagradas imágenes haya "alguna divinidad o poder", echa por tierra las infundadas acusaciones de superstición e idolatría que se espetan contra la fe de la Iglesia. No atribuimos a ningún objeto material un poder que no tiene sino que reconocemos a los objetos sagrados como un vehículo, por así decirlo, que nos conduce hacia las realidades que estos mismos objetos evocan.
1093. Cuando se expone a la pública veneración de los fieles una nueva imagen sagrada, sobre todo en las iglesias, a tenor de lo establecido en la Constitución litúrgica Sacrosanctum Concilium, núm. 125, es conveniente bendecirla con el rito peculiar que aquí se propone. Esta bendición no debe hacerse dentro de la Misa. (Para que nada distraiga a los fieles del gran Misterio de la actualización del Sacrificio pascual del Señor). En cambio, si se trata de una imagen destinada a ser venerada sólo en casas particulares, se ha de bendecir con el rito descrito más adelante en el capítulo XLIII. (Se refiere al capítulo titulado "Bendición de los objetos destinados a ejercitar la piedad y la devoción", que compartiré con los lectores en otra entrada de este blog).
1094. El presente capítulo incluye tres ritos:
a) bendición de una imagen de nuestro Señor Jesucristo;
b) bendición de una imagen de santa María Virgen;
c) bendición de una imagen de uno o varios santos. (Aquí se incluyen las imágenes de los santos ángeles).
1095. Estos ritos puede utilizarlos el presbítero, el cual, respetando la estructura del rito y sus elementos principales, puede adaptar alguno de estos elementos, para que la celebración se acomode mejor a las circunstancias del lugar y de las personas. Si, como es aconsejable, preside el rito el Obispo, se harán las oportunas adaptaciones.
Nótese que esta es otra de las bendiciones que el laico no está facultado para presidir.
1096. La bendición de una imagen sagrada se intercala en la celebración de las Vísperas, en el día en que se han de celebrar, o se pueden celebrar, las Vísperas correspondientes al caso. Las Vísperas se celebran en la forma acostumbrada. Terminada la salmodia, es conveniente hacer una lectura más extensa, seleccionada entre las que propone el Leccionario para las fiestas del Señor, de santa María Virgen y de los santos. Luego el celebrante hace la homilía, en la cual explica la lectura bíblica y la importancia que tienen las sagradas imágenes en la Iglesia. Después de la lectura bíblica o de la homilía, según la oportunidad, todos meditan un rato en silencio la Palabra de Dios. Después se canta el responsorio de la Liturgia de las Horas o un canto similar. Terminado el canto, el celebrante dice la oración de bendición, a la que sigue el cántico evangélico con la antífona propia. Mientras se canta el cántico, se inciensa la imagen, después de la incensación del altar y de la cruz. La celebración de las Vísperas prosigue y concluye del modo acostumbrado.
Adviértanse las siguientes particularidades litúrgicas que resultan de la inserción del rito de bendición de imágenes sagradas en la celebración de la Hora litúrgica de Vísperas:
-se pueden celebrar las Vísperas del día en curso o realizar una "celebración votiva" tomando elementos propios (o del Común) de la Liturgia de las Horas de la Santísima Virgen en alguno de sus misterios o advocaciones, evocados por la imagen, o del eventual santo cuya imagen vaya a ser bendecida.
-como en las Vísperas más solemnes, se aconseja la proclamación de una lectura bíblica más extensa en lugar de la tradicional lectio brevis de esta hora litúrgica.
-en la homilía, el celebrante principal explica, aparte de la lectura bíblica, la importancia del culto a las sagradas imágenes.
-luego del canto del "Responsorio" o de otro similar, se inserta la oración de bendición, a la que sigue el canto de la antífona y del Magnificat durante el cual, luego de las incensaciones propias de esta Hora litúrgica (altar, cruz) se inciensa también la imagen recién bendecida (según la normativa litúrgica vigente, con tres ductus, si es del Señor, y con dos ductus las de la Santísima Virgen y los santos). Luego, como de costumbre, es incensado el presidente de la celebración y el pueblo, aunque aquí no se hayan nombado.
I. RITO DE LA BENDICIÓN DE UNA IMAGEN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
RITOS INICIALES
1097. Reunido el pueblo, se entona oportunamente un canto adecuado, terminado el cual, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
1098. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
La gracia y la paz de Dios Padre y de Jesucristo, el Señor, que es imagen de Dios invisible, estén con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
1099. Luego el celebrante habla brevemente a los fieles para disponer su espíritu a la celebración y explicar el significado del rito; puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:
En verdad, queridos hermanos, tenemos motivos para alegrarnos, ya que vamos a bendecir a Dios, con ocasión de esta nueva imagen de nuestro Señor Jesucristo, destinada a la pública veneración. Esta sagrada imagen ha de recordarnos en primer lugar que Cristo es imagen visible de Dios invisible: el Hijo eterno de Dios, que bajó al seno de la Virgen, es el signo y sacramento de Dios Padre. Él, en efecto, dijo: «Quien me ha visto a mí ha visto al Padre.» Al venerar, pues, esta imagen, levantemos los ojos hacia Cristo, que con el Padre y el Espíritu Santo reina para siempre.
Este último remarcado deja bien en claro la doctrina católica sobre la relación entre la imagen sagrada y la persona que ella evoca.
LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS
1100. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee uno o varios textos de la sagrada Escritura, seleccionados principalmente entre los que proponen el Leccionario del Misal Romano o de la Liturgia de las Horas para la celebración del misterio concreto del Señor representado en la imagen, intercalando los convenientes responsorios o espacios de silencio. La lectura del Evangelio ha de ser siempre el acto más relevante. También pueden leerse los textos que se proponen a continuación:
Col 1, 12-20: Cristo, el Señor, es imagen de Dios invisible.
La expresión el "misterio concreto del Señor representado en la imagen", se refiere, por ejemplo, a que si se trata de una imagen del Niño Dios, pueden proclamarse lecturas bíblicas relacionadas con la Infancia del Señor; si se trata de una imagen de Jesús Crucificado o Resucitado, se proclamarán respectivamente textos que se refieran a la Pasión o a la Resurrección del Salvador.
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Colosenses.
Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Palabra de Dios.
1101. Puede también leerse: Jn 14, 1-11.
1102. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.
Salmo responsorial Sal 8, 4-5. 6-7a. (R.: 2a)
R. Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!
1097. Reunido el pueblo, se entona oportunamente un canto adecuado, terminado el cual, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
1098. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
La gracia y la paz de Dios Padre y de Jesucristo, el Señor, que es imagen de Dios invisible, estén con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
1099. Luego el celebrante habla brevemente a los fieles para disponer su espíritu a la celebración y explicar el significado del rito; puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:
En verdad, queridos hermanos, tenemos motivos para alegrarnos, ya que vamos a bendecir a Dios, con ocasión de esta nueva imagen de nuestro Señor Jesucristo, destinada a la pública veneración. Esta sagrada imagen ha de recordarnos en primer lugar que Cristo es imagen visible de Dios invisible: el Hijo eterno de Dios, que bajó al seno de la Virgen, es el signo y sacramento de Dios Padre. Él, en efecto, dijo: «Quien me ha visto a mí ha visto al Padre.» Al venerar, pues, esta imagen, levantemos los ojos hacia Cristo, que con el Padre y el Espíritu Santo reina para siempre.
Este último remarcado deja bien en claro la doctrina católica sobre la relación entre la imagen sagrada y la persona que ella evoca.
LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS
1100. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee uno o varios textos de la sagrada Escritura, seleccionados principalmente entre los que proponen el Leccionario del Misal Romano o de la Liturgia de las Horas para la celebración del misterio concreto del Señor representado en la imagen, intercalando los convenientes responsorios o espacios de silencio. La lectura del Evangelio ha de ser siempre el acto más relevante. También pueden leerse los textos que se proponen a continuación:
Col 1, 12-20: Cristo, el Señor, es imagen de Dios invisible.
La expresión el "misterio concreto del Señor representado en la imagen", se refiere, por ejemplo, a que si se trata de una imagen del Niño Dios, pueden proclamarse lecturas bíblicas relacionadas con la Infancia del Señor; si se trata de una imagen de Jesús Crucificado o Resucitado, se proclamarán respectivamente textos que se refieran a la Pasión o a la Resurrección del Salvador.
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Colosenses.
Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Palabra de Dios.
1101. Puede también leerse: Jn 14, 1-11.
1102. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.
Salmo responsorial Sal 8, 4-5. 6-7a. (R.: 2a)
R. Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!
Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder? R.
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos. R.
1103. O bien:
Ap 15, 3. 4
R. (14, 7) Respetad a Dios y dadle gloria.
1104. El celebrante, según las circunstancias, hace la homilía, en la cual explica las lecturas bíblicas y el misterio del Señor representado en la imagen, para que el significado de la celebración sea percibido por la fe.
PRECES
1105. Si se estima oportuno, antes de la oración de bendición puede hacerse la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias de la comunidad o del momento. Invoquemos a Dios Padre, que nos ha dado por salvador y redentor a su Verbo, por quien todo fue creado y en quien todo se mantiene, y digámosle:
R. Haz que seamos imagen de tu Hijo.
Padre, cuyo Hijo es Sabiduría infinita y Verdad suprema,
— haz que, conociéndolo cada vez más profundamente, deseemos también unirnos a él más intensamente. R.
Padre, que inundaste de gozo a la tierra, al enviar a tu Hijo,
— alegra nuestro corazón con la continua presencia de Cristo. R.
Padre, que ungiste a Cristo como sacerdote, rey y profeta,
— haz que él nos encuentre como sacrificio agradable a tus ojos, servidores fieles, discípulos atentos, ti. R.
Padre, que quisiste que Cristo fuera para nosotros un maestro manso y humilde de corazón,
_haz que con docilidad aprendamos de él la mansedumbre y la bondad. R.
Padre, que por la sangre de la cruz de Cristo reconciliaste contigo todos los seres,
— haz que trabajemos por la concordia y la paz. R.
Padre, que en el sublime designio de tu providencia quisiste que nuestro Salvador fuera colgado de un madero, para que destruyera el poder de la muerte y del infierno,
— haz que nos unamos a su muerte para tener parte en su resurrección. R.
Las preces anteriores (y mucho más todavía la primera oración de bendición -Cf. infra, 1107), se destacan por referirse a varios Misterios del Señor, lo que las hace aptas para la bendición de las más diversas imágenes Suyas.
Sigue la oración de bendición, como se indica más adelante.
1106. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición, el celebrante con estas palabras u otras semejantes invita a todos a orar, implorando la ayuda divina:
Oremos, queridos hermanos, a Dios, Padre todopoderoso, para que, al recordar el misterio de Cristo, alcancemos los beneficios de nuestra salvación.
Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
1107. El celebrante, con las manos extendidas, dice la oración de bendición:
Te bendecimos, Padre, amigo entrañable del género humano, porque enviaste al mundo a tu Palabra, para que, encarnándose en la Virgen purísima, fuera nuestro salvador y nuestro hermano primogénito, en todo igual a nosotros, menos en el pecado.
En Cristo nos diste el supremo modelo de santidad; la Iglesia lo venera en su infancia y, cuando lo mira como débil niño en la cuna, lo adora como Dios todopoderoso; cuando contempla su rostro, ve en él la expresión de tu bondad, y cuando recibe de su boca las palabras de vida, se llena de tu sabiduría; al sondear lo profundo del amor de su corazón, ella misma se abrasa en aquel fuego del Espíritu que él derramó para hacernos renacer a una vida nueva; cuando lo mira enrojecido por su sangre divina, venera esta sangre preciosa, con la que ella misma ha quedado purificada; y, al exultar por la resurrección de Cristo, participa y experimenta de antemano la gloria de su Esposo.
A ti, pues, Señor, te pedimos humildemente que tus hijos, al venerar esta imagen de Cristo, tengan los sentimientos propios de Cristo Jesús y, ya que son imagen del hombre terreno, sean un día también imagen del hombre celestial.
Que tu Hijo sea para ellos, Padre, el camino por el que vayan hacia ti; la verdad que ilumine sus corazones, la vida de que se alimenten y vivan; que él sea para ellos la luz que disipe las tinieblas del camino, la piedra en la que descansen al fatigarse, la puerta por la que sean admitidos en la nueva Jerusalén.
Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
1108. O bien:
Oh Dios, tú habitas en una luz inaccesible y nos has amado tanto que, siendo invisible, te nos has hecho visible en Cristo; mira con bondad a estos hijos tuyos, que han dado forma a esta efigie de tu Hijo, y haz que al venerarla, se vayan transformando en la realidad que esta imagen representa.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1109. Después de la oración de bendición, el celebrante pone incienso e inciensa la imagen, mientras se canta una antífona, un himno o un salmo que tengan relación con el misterio de Cristo representado en la imagen, u otro canto adecuado.
CONCLUSIÓN DEL RITO
1110. El celebrante bendice al pueblo, con las manos extendidas sobre él diciendo:
La paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodie vuestros corazones y vuestros pensamientos en el conocimiento y el amor de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
Todos:
Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
Todos:
Amén.
1111. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.
II. RITO DE LA BENDICIÓN DE UNA IMAGEN DE SANTA MARÍA VIRGEN
Santísima Virgen |
RITOS INICIALES
1112. Reunido el pueblo, se entona oportunamente un canto adecuado, terminado el cual, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
Bendición de las imágenes de María virgen
1113. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, nacido de la Virgen María, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
1114. Luego el celebrante exhorta brevemente a los fieles para disponer su espíritu a la celebración y explicar el significado del rito; puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:
Llenos de alegría, nos hemos reunido aquí, queridos hermanos, para bendecir una imagen de la santísima Virgen. Esta efigie con el título de N. será un signo de cuán grande y profunda es la relación de la santísima Virgen con Cristo y su Iglesia. Santa María, en efecto, es la madre de Cristo, imagen visible de Dios invisible, y ella misma es imagen, figura y modelo de la Iglesia: imagen en que la Iglesia contempla con gozo lo que ella, en su totalidad, espera ser; figura en que reconoce el camino y la norma para llegar a la plena unión con Cristo; modelo en que se apoya la Esposa de Cristo para cumplir su misión apostólica. Asistamos con atención y fervor a esta acción sagrada.
LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS
1115. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee uno o varios textos de la sagrada Escritura, seleccionados principalmente entre los que proponen el Leccionario del Misal romano o de la Liturgia de las Horas en el Común o en el Propio de santa María Virgen, intercalando los convenientes responsorios o espacios de silencio. También pueden leerse los textos que se proponen a continuación.
Le 1, 42-50: Me felicitarán todas las generaciones
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.
Isabel dijo a voz en grito:
—«¡Bendita tú eres entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»
María dijo:
—«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su Nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.»
Palabra del Señor.
1116. Pueden también leerse: Ap 11, 19a; 12, l-6a. lOab; Le 1, 26-38;
Jn 19, 25-27.
1117. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.
Salmo responsorial
Sal 112 (113), 1-2. 3-4. 5-6. 7-8 (R.: 2)
R- Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre.
Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre. R
De la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos. R-
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra? R.
Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo. R-
1118. O bien:
Le 1, 46-47. 48-49. 50-51. 52-53. 54-55
R- (49) El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su Nombre es santo.
1119. El celebrante, según las circunstancias, hace la homilía. En ella explica las lecturas bíblicas y el papel de santa María Virgen en la historia de la salvación, para que el significado de la celebración sea percibido por la fe.
PRECES
1120. Si se estima oportuno, antes de la oración de bendición puede hacerse la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias de la comunidad o del momento.
Las preces subsiguientes están tomadas de la Liturgia de las Horas (Común de la Santísima Virgen).
Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y digámosle:
R. Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.
Salvador del mundo, que, con la eficacia de tu redención, preservaste a tu Madre de toda mancha de pecado,
— líbranos a nosotros de toda culpa. R.
Redentor nuestro, que hiciste de la Virgen María lugar de tu presencia y sagrario del Espíritu Santo,
—haz también de nosotros un templo en el que habite siempre tu Espíritu. R.
Sacerdote nuestro, que quisiste que tu Madre estuviera junto a tu cruz,
— por su intercesión, concédanos compartir con alegría tus padecimientos. R.
Rey de reyes, que elevaste contigo al cielo en cuerpo y alma a tu Madre,
— haz que busquemos y aspiremos siempre a los bienes del cielo. R.
Señor del cielo y de la tierra, que has colocado a tu derecha a María reina,
— danos un día el gozo de tener parte en la gloria. R.
Sigue la oración de bendición, como se indica más adelante.
1121. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición, el celebrante, con estas palabras u otras semejantes, invita a todos a orar, implorando la ayuda divina:
Unidos, como la Madre de Jesús y los apóstoles, presentemos a Dios nuestras humildes peticiones.
Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
1122. El celebrante, con las manos extendidas, dice la oración de bendición:
Te alabamos, Señor, Dios inefable, que antes de la creación del mundo constituiste a Cristo principio y fin de todas las cosas y, en tu admirable designio de bondad, uniste a él a la santísima Virgen, para que fuera Madre y cooperadora de tu Hijo, imagen y modelo de la Iglesia, madre y protectora de todos nosotros: ella es, en efecto, la mujer nueva, que reparó los estragos de la antigua Eva; la excelsa Hija de Sión, que, uniendo su voz suplicante a los gemidos de los patriarcas, asumió en su corazón las esperanzas del antiguo Israel; la servidora pobre y humilde, de quien salió el Sol de justicia, tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Padre santo, te pedimos que tus fieles, que han elaborado esta efigie de la santísima Virgen, gocen siempre de su protección y graben en su corazón la imagen que contemplan con sus ojos. Que tengan una fe inquebrantable y una firme esperanza, así como una caridad diligente y una sincera humildad; que tengan fortaleza en el sufrimiento, dignidad en la pobreza, paciencia en la adversidad, donación en la prosperidad; que trabajen por la paz y luchen por la justicia, para que, después de recorrer los caminos de este mundo en el amor a ti y a los hermanos, lleguen a la Ciudad permanente, donde la santísima Virgen intercede como Madre y resplandece como Reina.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R- Amén.
Adviértase cómo la oración precedente hace una enumeración de las virtudes de María que estamos llamados a imitar quienes nos honramos de ser devotos suyos y de venerar sus imágenes.
1123. O bien:
Oh, Dios, que en la santísima Virgen has dado a tu Iglesia, que peregrina en este mundo, una imagen de la gloria futura a la que espera llegar, haz que tus fieles, que han elaborado esta imagen de santa María, alcen confiadamente sus ojos hacia ella, que resplandece como modelo de virtudes para todo el pueblo de tus elegidos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1124. Después de la oración de bendición, el celebrante, según las circunstancias, pone incienso e inciensa la imagen, mientras se canta un salmo o un himno que guarde relación con el título de santa María Virgen representado en la imagen, o, por ejemplo, una de las siguientes antífonas:
El Altísimo te ha bendecido, Virgen María, más que a todas las mujeres de la tierra.
O bien:
Bajo tu protección nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, oh, Virgen gloriosa y bendita.
CONCLUSIÓN DEL RITO
1125. El celebrante bendice al pueblo, con las manos extendidas sobre él, diciendo:
El Dios, que en su providencia amorosa quiso salvar al género humano por el fruto bendito del seno de la Virgen María, os colme de sus bendiciones.
R. Amén.
Que os acompañe siempre la protección de la Virgen, por quien habéis recibido al Autor de la vida.
R. Amén.
Y a todos vosotros, reunidos hoy con devoción, el Señor os conceda la alegría del Espíritu y los bienes de su reino.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R. Amén.
1126. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.
III. RITO DE LA BENDICIÓN DE UNA IMAGEN DE LOS SANTOS
San Juan Pablo II |
RITOS INICIALES
1127. Reunido el pueblo, se entona oportunamente un canto adecuado, terminado el cual, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
1128. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, que es la corona de todos los santos, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
1129. Luego el celebrante exhorta brevemente a los fieles para disponer su espíritu a la celebración y explicar el significado del rito; puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:
Al disponernos, hermanos, a celebrar este rito, en el que bendeciremos a Dios con ocasión de exponer a la pública veneración de los fieles esta nueva y noble imagen de san N., conviene que, ante todo, preparemos nuestro espíritu para entender lo que significa esta celebración. La madre Iglesia, al exponer a la pública veneración las imágenes de los santos, espera de nosotros, sobre todo, que, al mirar las efigies de los que han seguido a Cristo con fidelidad, andemos en busca de la Ciudad futura y, al mismo tiempo, aprendamos cuál es el camino para llegar con seguridad a la plena unión con Cristo; los santos, en efecto, son amigos y coherederos de Jesucristo, y también hermanos y eximios bienhechores nuestros, que nos aman, nos asisten, interceden solícitamente por nosotros y, de una manera admirable, están en comunión con nosotros.
LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS
1130. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee uno o varios textos de la sagrada Escritura, seleccionados principalmente entre los que proponen el Leccionario del Misal Romano o de la Liturgia de las Horas en el Común o en el Propio de los santos, intercalando los convenientes salmos responsoriales o espacios de silencio. La lectura del Evangelio ha de ser siempre el acto más relevante. También pueden leerse los textos que se proponen a continuación:
Tal vez como ninguna, la siguiente página evangélica sobre las bienaventuranzas, describe a la perfección lo que fue la vida terrenal de los santos y cuál es su galardón. Es interesante añadir aquí que se trata del Evangelio que la liturgia prescribe para la solemnidad de Todos los Santos:
Mt 5, l-12a: Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.
Al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablarles, enseñándoles:
—«Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.»
Palabra del Señor.
1131. Pueden también leerse: Ef 3, 14-19; 1P 4, 7b-ll; Un 5, 1-5.
1132. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.
Salmo responsorial Sal 1, 1-2. 3. 4 y 6 (R.: 2a)
R. Su gozo es la ley del Señor.
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R.
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R.
1133. O bien:
Sal 14 (15), 2-3. 4-5
R. (cf. Ib) El justo habitará en tu monte santo, Señor.
Sal 33 (34), 2-3. 4-5. 6-7. 8-9. 11
R. (2a) Bendigo al Señor en todo momento.
1134. Luego el celebrante, según las circunstancias, hace la homilía, en la cual explica adecuadamente las lecturas bíblicas y el papel que representan los santos en la vida de la Iglesia, para que el significado de la celebración sea percibido por la fe.
PRECES
1135. Si se estima oportuno, antes de la oración de bendición puede hacerse la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias de la comunidad o del momento.
La primera y la última de las preces que siguen se refieren a los santos de modo genérico. Las otras tres, mucho más específicas, mencionan tres categorías de ellos: apóstoles, mártires y vírgenes. Si se diera el caso de que se estuviera por bendecir una imagen de algún santo perteneciente a otra categoría litúrgica no especificada aquí (a saber, ángeles, patriarcas, profetas, pastores, doctores, religiosos o laicos, parece aconsejable añadir una prez puntual sobre dicha categoría). Conviene que se respete el orden de preeminencia que la liturgia ha establecido para tales categorías: los apóstoles y mártires siguen a los profetas; estos a los patriarcas; y las vírgenes, a los doctores.
Invoquemos suplicantes a Dios Padre, que configura a los santos con la imagen de su Hijo, y que con la fuerza del Espíritu no deja de santificar a la Iglesia, y digámosle:
R. Sálvanos, Señor, por la intercesión de san N.
Dios, fuente de santidad, que has hecho brillar en tus santos las maravillas de tu gracia multiforme,
— concédenos celebrar tu grandeza en ellos. R.
Dios sapientísimo, que por medio de Cristo has constituido a los apóstoles fundamento de tu Iglesia,
— conserva a tus fieles en la doctrina que ellos enseñaron. R.
Tú que has dado a los mártires la fortaleza del testimonio, hasta derramar su sangre,
— haz de los cristianos testigos fieles de tu Hijo. R.
Tú que has dado a las santas vírgenes el don insigne de imitar a Cristo virgen,
— haz que reconozcan la virginidad a ti consagrada como una señal particular de los bienes celestiales. R.
Tú que manifiestas en todos los santos tu presencia, tu rostro y tu palabra,
— otorga a tus fieles sentirse más cerca de ti por su imitación. R.
Sigue la oración de bendición, como se indica más adelante.
1136. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición, el celebrante, con estas palabras u otras semejantes, invita a todos a orar, implorando la ayuda divina:
Reunidos desde diversos lugares por la fuerza de un solo Espíritu, y llamados todos a una misma santidad, invoquemos suplicantes al único Dios Padre.
Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio.
ORACIÓN DE BENDICIÓN
1137. El celebrante, con las manos extendidas, dice la oración de bendición:
Proclamamos tu grandeza, Señor, porque sólo tú eres santo; compadecido de nosotros, enviaste al mundo a tu Hijo, Jesucristo, el que inicia y completa toda santidad. Él envió sobre la Iglesia naciente el Espíritu Santo Defensor, voz que enseña los secretos de la santidad, brisa que inspira fortaleza y suavidad, fuego que enciende en amor los corazones de los fieles, semilla divina que produce abundantes frutos de gracia.
Te glorificamos hoy, Señor, porque llenaste con los dones del Espíritu a san N., en cuya veneración tus servidores han hecho modelar esta imagen.
Haz, Señor, que ellos, siguiendo las huellas de tu Hijo, y considerando los ejemplos de san N., lleguen al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud. Que con su palabra y su ejemplo proclamen el Evangelio, dispuestos sin miedo a derramar su sangre por él; que carguen cada día con la cruz de Cristo y se entreguen totalmente a tu servicio y al de los hermanos; que cumplan sus deberes como ciudadanos de este mundo, llenándolo del Espíritu de Cristo, con la mirada puesta en la mansión celestial, donde tú, Padre, los recibas un día para reinar con tu Hijo.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
1138. O bien:
Oh, Dios, fuente de toda gracia y santidad, míranos con bondad a nosotros, tus servidores, que hemos dispuesto esta imagen de san N., y haz que experimentemos la intercesión de este santo, el cual, convertido en amigo y coheredero de Cristo, resplandece como testigo de vida evangélica y como egregio intercesor ante ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1139. Después de la oración de bendición, el celebrante, según las circunstancias, pone incienso e inciensa la imagen, mientras se canta un salmo o un himno que guarden relación con el santo cuya imagen se bendice, o una de las siguientes antífonas:
Alabad a nuestro Dios, todos sus santos y los que teméis a Dios, pequeños y grandes, porque ha establecido su reinado el Señor, nuestro Dios todopoderoso. Con alegría y regocijo démosle gloria.
O bien:
El pueblo cuenta la sabiduría de los santos, la asamblea pregona su alabanza.
CONCLUSIÓN DEL RITO
1140. El celebrante bendice al pueblo, con las manos extendidas sobre él, diciendo:
Dios, gloria y felicidad de los santos, que os ha concedido gozar de su patrocinio, os otorgue sus bendiciones eternas.
R. Amén.
Que por intercesión de los santos os veáis libres de todo mal, y, alentados por el ejemplo de su vida, perseveréis constantes en el servicio de Dios y de los hermanos.
R. Amén.
Y que Dios os conceda reuniros con los santos en la felicidad del reino, donde la Iglesia contempla con gozo a sus hijos entre los moradores de la Jerusalén celeste.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R, Amén.
1141. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.
Notas
21 Cf. Gn 1, 26-27.
22 Col 1, 15.
23 Cf. 2Co 5, 17.
24 Cf. 2Co 3, 18.
25 Cf. 2Co 4, 6; Mt 17, 2.
26 Ef 5, 8.27 Concilio de Nicea II, Act. VII: Mansi XIII, 378; Denzinger-Schónmetzer, 601.
28 Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, núm. 111.
29 Concilio de Trento, sesión XXV: Denzinger-Schónmetzer, 1823.
4 de diciembre de 2015, memoria litúrgica de San Juan Damasceno, obispo y doctor de la Iglesia, conspicuo predicador y defensor del culto a las imágenes, patrono de pintores, en el año 1340° de su nacimiento. Entrada dedicada a él.
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