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martes, 14 de agosto de 2018

Asunción de la Santísima Virgen: himnos litúrgicos






La Iglesia universal celebra cada 15 de agosto la "solemnidad" de la Asunción de la Santísima Virgen María. Los siguientes son los himnos litúrgicos propios de la versión latina de la Liturgia de las Horas, traducidos al español (A), seguidos de otros aprobados por algunas Conferencias hispanohablantes (B):


A)

I y II Vísperas: Gaudium mundi

Oh, Virgen María, alegría del mundo 
y Estrella nueva del Cielo, 
que engendraste al Sol,
de Quien tú misma eres creadora: 
no dejes de acercar tu mano
y auxiliar al caído. 
Y puesto que nadie ignora que tú eres la Escala tendida por Dios, 
por medio de la cual el Verbo descendió al mundo 
ayúdanos a escalar hasta la cumbre del Cielo.

El coro beatísimo de los Ángeles
y el de los Apóstoles y los Profetas, 
te admiran como la criatura 
más alta y noble, después de Dios.

Gloria a Ti, oh, excelsa y sempiterna Trinidad, 
que coronaste a la Virgen como Reina
y Madre solícita nuestra. Amén.


Oficio de lectura: Aurora velut fulgida

Como Aurora rebosante de luz, 
te encumbras en lo alto del Cielo, 
Sol resplandeciente y bellísima Luna, oh, María.

Hoy asciende al Trono de la gloria, 
la Reina del mundo, por gracia de su Hijo, 
que existe antes del lucero.

Elevada por encima de los Ángeles, 
y sobre los coros celestiales, 
es la única Mujer que transciende
los méritos de todos los Santos.

Al que había dado calor en su seno 
y colocado en un pesebre, lo contempla ahora, 
como Rey del Universo, desde la gloria del Padre.

Ruega por nosotros a tu Hijo, 
oh, Virgen de las vírgenes, 
para que, ya que tú le diste de lo nuestro, 
Él nos conceda de lo Suyo.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, 
que te embellecieron con su gloria, 
por encima del Cielo. Amén.


Laudes: Solis, o Virgo 

Oh, Virgen, vestida de sol, que ciñes
en tu sien una corona de doce estrellas 
y, teniendo la luna por escabel de tus pies, 
resplandeces de hermosura. 

Tú eres la Vencedora de la muerte 
y del castigo del Infierno, a quien 
el Cielo y la Tierra celebran como Reina poderosa, 
sentada junto a Cristo, para ser Protectora nuestra.

Defiende a los que profesamos la fe divina, 
conduce a los perdidos al ovil sagrado 
y atrae de todas partes a quienes llevan 
tiempo envueltos en las sombras de la muerte.

Y ya que resplandeces ante todos 
como Esperanza cierta de salvación 
en las adversidades de la vida, 
alcanza con tu benigna súplica 
el perdón para los pecadores y extiende 
tu amparo a los enfermos, indigentes y abatidos.

Gloria a Ti, oh, excelsa y sempiterna Trinidad, 
que coronaste a la Virgen 
como Reina y Madre solícita nuestra.

B)

I Vísperas

El Cielo se maravilla,
Virgen, viendo cómo a vos
junto a Sí os ha dado Dios
la más eminente silla.

Sobre los altos confines
del más levantado Cielo
subisteis, Virgen, del suelo
en hombros de serafines.

Y mucho se maravilla
el Cielo de ver que a vos
junto a Sí os ha dado Dios
la más eminente silla.

¡Oh, Dios, quién supiera ahora
significar la alegría
que todo el Cielo tendría
con su nueva emperadora!

Ángeles podrán decilla,
Virgen, y lo que con vos
hizo vuestro Hijo y Dios
cuando os dio tan alta silla. Amén.

O bien:


Albricias, Señora,
Reina soberana,
que ha llegado el logro
de vuestra esperanza.

Albricias, que tienen
término las ansias
que os causa la ausencia
del Hijo que os ama.

Albricias, que al Cielo
para siempre os llama
el que en Cielo y Tierra
os llenó de gracia.

¡Dichosa la muerte
que tal vida os causa!
¡Dichosa la suerte
final de quien ama!

¡Oh, quién os siguiera
con veloces alas!
¡Quién entre tus manos
la gloria alcanzara!

Para que seamos
dignos de tu casa,
hágase en nosotros
también su palabra. Amén.

 
Oficio de lectura

Todo es recuerdo en el amor, y el alma
mira lejanamente lo que sueña
y ve en suprema libertad el aire
que acompaña tu cuerpo y que lo eleva.

A través del amor, Virgen María,
mi corazón contempla,
con un suelo de alondras a tus plantas,
el diminuto mar de Galilea.

A través del amor, tu pie camina
y se va levantando de la tierra
sin esfuerzo mortal, Virgen del Céfiro,
Señora del Rocío, Madre nuestra.

Tú que surcas el aire y eres aire,
y eres gloriosamente transparencia,
vuelve hacia mí, Señora,
un poco tu hermosura, y que la vea
mi corazón silente
a través del amor con vista trémula.

Enlaza los sarmientos de mis brazos
en tu misericordia, y mi tiniebla
cubre con tu mirada,
y tenme en tu regazo la cabeza.

Todo es recuerdo en el amor, y ahora
estoy como mirándote de veras...

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.

O bien:


A alumbrar la misma luz,
alegrar la misma gloria,
enriquecer las riquezas
y a coronar las coronas,
hacer cielo al mismo cielo,
hacer la beldad hermosa,
ennoblecer la nobleza
y a honrar a las mismas honras,
sube la que es de los cielos
honra, riqueza, corona, luz,
hermosura y nobleza, cielo,
perfección y gloria.

Flamante ropa la viste,
a quien las estrellas bordan,
en cuya labor el sol
a ningún rayo perdona.

La luna a sus pies mendiga
todo el candor que atesora,
y ya, sin temer menguantes,
plenitud de luces goza.

A recibirla salieron
las Tres Divinas Personas
con los aplausos de quien es
Hija, Madre y Esposa. Amén.

 
Laudes

I

¿A dónde va, cuando se va, la llama?
¿A dónde va, cuando se va, la rosa?
¿Qué regazo, qué esfera deleitosa,
qué amor de Padre la alza y la reclama?

Esta vez como aquella, aunque distinto;
el Hijo ascendió al Padre en pura flecha.
Hoy va la Madre al Hijo, va derecha
al Uno y Trino, al trono en su recinto.

Por eso el aire, el cielo, rasga, horada,
profundiza en columna que no cesa,
se nos va, se nos pierde, pincelada
de espuma azul en el azul sorpresa.

No se nos pierde, no; se va y se queda.
Coronada de cielos, tierra añora
y baja en descensión de Mediadora,
rampa de amor, dulcísima vereda.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.

II

Hoy sube al cielo Maria,
que Cristo, en honra del suelo,
traslada la casa al cielo,
donde en la tierra vivía.

Levantad al cielo el vuelo,
de Dios lo fuisteis, y Dios,
por no estar en él sin vos,
traslada la casa al cielo.

Amor con divino modo
os trasplanta, bella flor,
y, porque prendáis mejor,
os llevan con tierra y todo.

A su Hija abraza el Padre,
a su Madre, el Redentor,
y a su Esposa coronada
el Espíritu de Amor. Amén.

O bien:


Sólo la Niña aquella,
la Niña Inmaculada,
la Madre que del Hijo
recibió su hermosura,
la Virgen que le dice
a su Creador criatura,
sólo esa Niña bella
al cielo fue elevada.

Los luceros formaron
innumerables filas,
tapizaron las nubes
el cielo en su grandeza;
y aquella Niña dulce
de sin igual belleza
llenaba todo el cielo
con sus claras pupilas.

Nuestro barro pequeño,
de nostalgia extasiado,
ardientemente quiere
subir un día cualquiera
al cielo, donde el barro
de nuestra Niña espera
purificar en gracia
nuestro barro manchado. Amén.


 
II vísperas

Al cielo vais, Señora,
allá os reciben con alegre canto;
¡oh, quién pudiera ahora
asirse a vuestro manto
para subir con vos al Monte santo!

De ángeles sois llevada,
de quien servida sois desde la cuna,
de estrellas coronada,
cual reina habrá ninguna,
pues os calza los pies la blanca luna.

Volved los linces ojos,
ave preciosa, sólo humilde y nueva,
al val de los abrojos
que tales flores lleva,
do suspirando están los hijos de Eva.

Que, si con clara vista
miráis las tristes almas de este suelo,
con propiedad no vista
las subiréis de vuelo,
como perfecta piedra imán al cielo. Amén.


14 de agosto de 2018, I Vísperas de la solemnidad de la Santísima Virgen María. 
Entrada dedicada a ella.


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