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DOMINGO DE PASCUA
DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA
1. Según antiquísima tradición, ésta es
una Noche de vela en honor del Señor (Ex 12, 42). Los fieles, tal como lo
recomienda el Evangelio (Lc. 12, 35-37), deben asemejarse a quienes, con las
lámparas encendidas en sus manos, esperan el retorno de su Señor, para que
cuando llegue los encuentre en vela y los invite a sentarse a su mesa.
2. La Vigilia de esta Noche, que es la mayor y la más
noble entre todas las solemnidades, debe ser celebrada una sola vez en cada
iglesia. Se desarrolla de la siguiente manera: después del Lucernario, o Liturgia de la luz, y del Pregón pascual (que es la primera parte de la
Vigilia), la santa Iglesia, confiando en las palabras del Señor, medita y
contempla las maravillas que Dios, desde siempre, realizó por su pueblo (segunda
parte de la Vigilia o Liturgia de la Palabra) hasta que, al acercarse el Día de
la Resurrección y acompañada ya de sus nuevos hijos renacidos en el bautismo
(tercera parte de la Vigilia o Liturgia bautismal), es invitada a la Mesa que el
Señor ha preparado para su pueblo como memorial de su Muerte y Resurrección
hasta que Él vuelva (cuarta parte de la Vigilia o Liturgia eucarística).
3. Toda la celebración de la Vigilia pascual debe hacerse
durante la noche de manera que no ha de empezar antes que oscurezca, y debe
concluir antes del amanecer del día domingo.
4. La Misa de la Vigilia pascual, aunque se celebre antes
de la medianoche, es ya la Misa de Pascua del Domingo de Resurrección.
5. Los fieles que participan en esta Misa de la Vigilia
pueden comulgar nuevamente en otra Misa del día de Pascua. El que celebra o
concelebra la Misa de la Noche pascual puede celebrar o concelebrar de nuevo en
el Día de Pascua.
La Vigilia pascual reemplaza al Oficio de lecturas.
6. Es deseable de que el sacerdote sea asistido por un
diácono, según la costumbre. Si no hay diácono, sus funciones las asume el
sacerdote que preside o un concelebrante, salvo indicación en contrario. Ambos
se revisten desde el principio con ornamentos blancos como para la Misa.
7. Prepárense velas suficientes para todos los que
participen en la Vigilia. Para iniciar la celebración deben estar apagadas todas
las luces del templo.
Primera parte
Solemne comienzo de la Vigilia llamado Lucernario
Bendición del fuego y preparación del Cirio
8. En un lugar adecuado, fuera de la
iglesia, se enciende un fuego. Una vez que se ha congregado el pueblo en el
lugar, se acerca el sacerdote con los ministros, uno de los cuales lleva el Cirio pascual. No se lleva cruz procesional ni cirios encendidos. Si por
dificultades diversas no puede prepararse un fuego en el exterior del templo,
el rito se desarrolla como se indica en el n.13.
9. El sacerdote dice: En el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo, mientras él y los fieles hacen
la señal de la Cruz; el sacerdote dice el saludo acostumbrado y recuerda
brevemente el sentido de la Vigilia nocturna, con estas palabras u otras
semejantes:
Queridos hermanos:
En esta Noche santa,
en la que nuestro Señor Jesucristo pasó de la muerte a la Vida,
la Iglesia invita a sus hijos diseminados por toda la tierra
a que se reúnan y permanezcan en vela para orar.
Si hacemos memoria de la Pascua del Señor,
escuchando su Palabra y celebrando sus misterios,
esperamos compartir su triunfo sobre la muerte
y vivir siempre con él en Dios.
10.
A continuación el sacerdote bendice el fuego y dice, con las manos extendidas:
Oremos.
Dios nuestro, que por medio de tu Hijo
has dado a tus fieles el fuego de tu luz,
santifica + este fuego nuevo
y concédenos que, por esta celebración pascual,
seamos de tal manera inflamados con los deseos celestiales,
que podamos llegar con un corazón puro
a la fiesta de la luz eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
11. Concluida la bendición del fuego nuevo, un ministro
acerca el Cirio pascual al sacerdote que, con un estilete, marca una cruz sobre
el mismo. En el extremo superior de la cruz marca la letra griega Alfa, y en el
inferior, la letra Omega; en los ángulos que forman los brazos de la cruz, los
números del año en curso. Mientras tanto se dice:
1. Cristo ayer y hoy, (Marca la línea vertical de la cruz)
2. Principio y Fin, (marca la línea horizontal de la cruz)
3. Alfa (marca la letra Alfa en la parte superior de la cruz)
4. y Omega. (marca la letra Omega en la parte inferior de la cruz)
5. A Él pertenecen el tiempo (marca en el ángulo superior izquierdo la primera cifra del año actual)
6. y la eternidad. (marca en el ángulo superior derecho la segunda cifra del año actual)
7. A Él la gloria y el poder, (marca en el ángulo inferior izquierdo la tercera cifra)
8. por los siglos de los siglos. Amén. (marca en el ángulo inferior derecho la última cifra del año actual)
(dibujo de la cruz, el Alfa y el Omega, y el año actual)
12. Acabada la inscripción de la cruz y de los otros signos,
el sacerdote puede fijar en el Cirio cinco granos de incienso, en forma de cruz,
mientras dice:
1. Por sus llagas
1
2. santas y gloriosas
3. nos proteja
4 2 5
4. y nos conserve
5. Cristo el Señor. Amén. 3
Que la luz de Cristo gloriosamente resucitado
disipe las tinieblas de la inteligencia y del corazón.
Procesión
15. Después de encender el cirio, un
ministro toma carbones encendidos del fuego nuevo y los coloca en el incensario.
El sacerdote impone incienso. A continuación, el diácono u otro ministro idóneo
recibe el cirio pascual y se ordena la procesión. El turiferario, con el
turíbulo humeante, precede al diácono o al otro ministro que lleva el cirio
pascual; siguen el sacerdote con los ministros y el pueblo, llevando en sus
manos cirios apagados.
Ante la puerta de la iglesia, el diácono de pie, eleva el cirio y canta:
La luz de Cristo.
Y todos responden:
Demos gracias a Dios.
El sacerdote enciende, con el fuego del cirio pascual, la
vela que tiene en sus manos.
16. Luego, en el medio del templo el diácono se detiene y,
elevando nuevamente el cirio, canta por segunda vez:
La luz de Cristo.
Y todos responden:
Demos gracias a Dios.
Inmediatamente, todos encienden sus cirios con la llama
que se transmite desde el cirio pascual; mientras tanto la procesión avanza
hacia el presbiterio.
17. Cuando llega delante del altar, el diácono se detiene
y mirando hacia el pueblo, eleva el cirio y canta por tercera vez:
La luz de Cristo.
Y todos responden:
Demos gracias a Dios.
El diácono coloca el cirio pascual en su candelabro
situado junto al ambón o en medio del presbiterio.
Y se encienden luces en el templo excepto las velas del altar.
Pregón pascual
18. Cuando el sacerdote llega al altar, se dirige a la sede, entrega a un ministro el cirio que lleva en sus manos, impone y bendice incienso como para la proclamación del Evangelio en la Misa. El diácono pide la bendición diciendo: Bendíceme, Padre, y recibe la bendición del sacerdote, que dice en voz baja:
El Señor esté en tu corazón y en tus labios,
para que proclames dignamente su anuncio pascual.
En el nombre del Padre, y del Hijo + y del Espíritu Santo.
El diácono responde: Amén.
Esta bendición se omite, si el anuncio pascual es
proclamado por alguien que no es diácono.
19. El diácono inciensa el libro y el cirio, y proclama el
anuncio pascual en el ambón o delante de un atril, mientras todos permanecen de
pie y con los cirios encendidos en sus manos.
Si no hay diácono, el anuncio pascual puede ser proclamado por el mismo
sacerdote o por otro presbítero concelebrante. Pero si es un cantor laico el que
proclama el anuncio pascual, se omiten las palabras por eso, queridos
hermanos hasta el final de la invitación, como así también
el saludo El Señor esté con ustedes.
El Pregón pascual puede ser cantado también en su forma más breve.
Anuncio pascual en forma larga
Alégrese en el cielo el coro de los ángeles,
exulten los ministros de Dios,
y por la victoria de un Rey tan grande,
resuene la trompeta de la salvación.
Alégrese también la tierra inundada de tanta luz,
y brillando con el resplandor del Rey eterno,
se vea libre de las tinieblas
que cubrían al mundo entero.
Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
adornada con los fulgores de una luz tan brillante;
y resuene este templo
con las aclamaciones del pueblo.
[Por eso, queridos hermanos, al contemplar
la admirable claridad de esta luz santa,
invoquemos la misericordia de Dios omnipotente,
y ya que sin mérito mío se dignó agregarme
al número de sus servidores,
me infunda la claridad de su luz,
para que sea plena y perfecta
la alabanza a este cirio.]
[V. El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.]
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.
Realmente es justo y necesario
aclamar con nuestras voces
y con todo el afecto de la mente y del corazón
al Dios invisible, Padre todopoderoso,
y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Él pagó por nosotros al eterno Padre
la deuda de Adán, y borró con su sangre
la sentencia del primer pecado.
Estas son las fiestas pascuales,
en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya sangre consagra las puertas de los fieles.
Esta es la noche en que sacaste de Egipto
a nuestros padres, los hijos de Israel,
y los hiciste pasar a pie por el mar Rojo.
Esta es la noche que disipó las tinieblas
de los pecados con el resplandor
de una columna de fuego.
Esta es la noche en que por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo,
arrancados de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia
y agregados a los santos.
Esta es la noche en la que Cristo
rompió las ataduras de la muerte
y surgió victorioso de los abismos.
¡De nada nos valdría haber nacido
si no hubiésemos sido redimidos!
¡Qué admirable es tu bondad con nosotros!
¡Qué inestimable la predilección de tu amor:
para rescatar al esclavo, entregaste a tu propio Hijo!
¡Pecado de Adán ciertamente necesario,
que fue borrado con la sangre de Cristo!
¡Oh feliz culpa, que nos mereció tan noble y tan grande Redentor!
¡Noche verdaderamente feliz!
Sólo ella mereció saber el tiempo y la hora
en que Cristo resucitó del abismo de la muerte.
Esta es la noche de la que estaba escrito:
La noche será clara como el día,
la noche ilumina mi alegría.
Por eso, la santidad de esta noche
aleja toda maldad, lava las culpas,
devuelve la inocencia a los pecadores
y la alegría a los afligidos;
expulsa el odio, trae la concordia
y doblega a los poderosos.
En esta noche de gracia, recibe, Padre santo,
el sacrificio vespertino de alabanza que la santa Iglesia
te presenta por medio de sus ministros,
en la solemne ofrenda de este cirio,
hecho con cera de abejas.
Ya sabemos lo que anuncia esta columna de fuego
que encendió la llama viva para gloria de Dios.
Y aunque distribuye su luz
no disminuye su claridad al repartirla,
porque se alimenta de la cera
que elaboraron las abejas
para hacer esta lámpara preciosa.
¡Noche verdaderamente dichosa,
en la que el cielo se une con la tierra
y lo divino con lo humano!
Por eso, te rogamos, Señor,
que este cirio consagrado en honor de tu Nombre,
continúe ardiendo para disipar la oscuridad de esta noche
y, aceptado por ti como perfume agradable,
se asocie a los astros del cielo.
Que lo encuentre encendido el lucero de la mañana,
aquel lucero que no tiene ocaso:
Jesucristo, tu Hijo, que resucitado de entre los muertos
brilla sereno para el género humano,
y vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Anuncio pascual en forma breve
Alégrese en el cielo el coro de los ángeles,
exulten los ministros de Dios,
y por la victoria de un Rey tan grande,
resuene la trompeta de la salvación.
Alégrese también la tierra inundada de tanta luz,
y brillando con el resplandor del Rey eterno,
se vea libre de las tinieblas
que cubrían al mundo entero.
Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
adornada con los fulgores de una luz tan brillante;
y resuene este templo
con las aclamaciones del pueblo.
[V. El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.]
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.
Realmente es justo y necesario
aclamar con nuestras voces
y con todo el afecto de la mente y del corazón
al Dios invisible, Padre todopoderoso,
y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Él pagó por nosotros al eterno Padre
la deuda de Adán, y borró con su sangre
la sentencia del primer pecado.
Estas son las fiestas pascuales,
en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya sangre consagra las puertas de los fieles.
Esta es la noche en que sacaste de Egipto
a nuestros padres, los hijos de Israel,
y los hiciste pasar a pie por el mar Rojo.
Esta es la noche que disipó las tinieblas
de los pecados con el resplandor
de una columna de fuego.
Esta es la noche en que por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo,
arrancados de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia
y agregados a los santos.
Esta es la noche en la que Cristo
rompió las ataduras de la muerte
y surgió victorioso de los abismos.
¡Qué admirable es tu bondad con nosotros!
¡Qué inestimable la predilección de tu amor:
para rescatar al esclavo, entregaste a tu propio Hijo!
¡Pecado de Adán ciertamente necesario,
que fue borrado con la sangre de Cristo!
¡Oh feliz culpa, que nos mereció tan noble y tan grande Redentor!
Por eso, la santidad de esta noche
aleja toda maldad, lava las culpas,
devuelve la inocencia a los pecadores
y la alegría a los afligidos.
¡Noche verdaderamente dichosa,
en la que el cielo se une con la tierra
y lo divino con lo humano!
En esta noche de gracia, recibe, Padre santo,
el sacrificio vespertino de alabanza que la santa Iglesia
te presenta por medio de sus ministros,
en la solemne ofrenda de este cirio,
hecho con cera de abejas.
Por eso, te rogamos, Señor,
que este cirio consagrado en honor de tu Nombre,
continúe ardiendo para disipar la oscuridad de esta noche
y, aceptado por ti como perfume agradable,
se asocie a los astros del cielo.
Que lo encuentre encendido el lucero de la mañana,
aquel lucero que no tiene ocaso:
Jesucristo, tu Hijo, que resucitado de entre los muertos
brilla sereno para el género humano,
y vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Segunda parte:
Liturgia de la Palabra
20. En esta Vigilia, «Madre de todas
las vigilias», se proponen nueve lecturas: siete del Antiguo Testamento y dos
del Nuevo Testamento (Epístola y Evangelio). En la medida de lo posible, y
respetando la índole de la Vigilia, deben proclamarse todas las lecturas.
21. Si graves circunstancias pastorales lo exigen, puede
reducirse el número de lecturas del Antiguo Testamento; con todo, téngase
siempre presente que la lectura de la Palabra de Dios es una parte fundamental
de esta Vigilia pascual. Por eso, deben leerse por lo menos tres lecturas del
Antiguo Testamento, que provengan de la Ley y los Profetas y se canten los
respectivos salmos responsoriales. Nunca debe omitirse la lectura tomada del
capítulo 14 del Éxodo con su respectivo cántico.
22. Se apagan los cirios y todos se sientan. Antes de
comenzar las lecturas, el sacerdote se dirige al pueblo con estas palabras u
otras semejantes:
Hermanos:
Después de haber iniciado solemnemente esta Vigilia,
escuchemos serenamente la Palabra de Dios;
meditemos cómo, al cumplirse el tiempo, Dios salvó a su pueblo
y finalmente envió a su Hijo para redimirnos.
Oremos para que Dios lleve a su plenitud
la redención obrada por el misterio pascual.
23. Luego siguen las lecturas. Un lector se dirige al
ambón y proclama la primera lectura. Después, el salmista o un cantor dice el
salmo y el pueblo responde con la antífona correspondiente. Todos se ponen de
pie, el sacerdote dice Oremos y, después que han
orado en silencio por unos instantes, reza la oración colecta correspondiente a
la lectura. En lugar del salmo responsorial, se puede hacer una pausa de
silencio sagrado, omitiendo en este caso el silencio después del Oremos.
Oraciones para después de cada lectura
24. Después de la primera lectura (La creación: Gen 1, 1-2,2 ó 1, 26-31a) y el salmo (103 ó 32).
Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
tú eres admirable en todas tus obras;
te pedimos que quienes hemos sido redimidos por ti
comprendamos que la creación del mundo,
en el comienzo de los siglos,
no es obra de mayor grandeza que el sacrificio pascual de Cristo,
realizado en la plenitud de los tiempos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
O bien, La creación del hombre:
Dios nuestro,
tú creaste al hombre de manera admirable
y más admirablemente aún lo redimiste;
concédenos que podamos resistir a los atractivos del pecado
con sabiduría de espíritu,
para merecer los gozos eternos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
25. Después de la segunda lectura (El sacrificio de
Abrahán: Gen 22, 1-18 ó 22, 1-2.9a.10-13.15-18) y el salmo (15):
Oremos.
Dios y Padre de los creyentes,
que multiplicas a los hijos de tu promesa
derramando la alegría de llegar a ser hijos de Dios,
y por el misterio pascual cumples la promesa hecha a Abrahán,
de hacerlo padre de todas las naciones;
concede a los pueblos de la tierra
responder dignamente a la gracia de tu llamado.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
26. Después de la tercera lectura (Paso del mar Rojo: Ex
14,15-15,1) y su cántico (Ex 15).
Oremos.
Señor y Dios nuestro,
cuyas maravillas vemos brillar también en nuestros días,
porque lo que hiciste en favor de tu pueblo elegido
librándolo de la persecución del Faraón,
lo realizas por medio del agua del bautismo
para la salvación de las naciones;
te pedimos que todos los hombres del mundo
se conviertan en verdaderos hijos de Abraham
y se muestren dignos de la promesa de Israel.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
O bien:
Dios nuestro, que con la luz del Nuevo Testamento
iluminaste los antiguos prodigios,
de modo que también el Mar Rojo
fuera imagen de la fuente bautismal
y el pueblo liberado de la esclavitud prefigurara al pueblo cristiano;
haz que todos los hombres, por el don de la fe,
participen del privilegio del pueblo elegido
y así renazcan a la acción de tu Espíritu.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
27. Después de la cuarta lectura (La nueva Jerusalén: Is
54, 5-14) y el salmo (29).
Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
para que tu nombre sea glorificado
multiplica la solemne promesa que hiciste a nuestros padres en la fe
y aumenta con tu adopción los hijos de la promesa,
para que tu Iglesia reconozca, desde ahora,
el cumplimiento de cuanto creyeron y esperaron los patriarcas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
O bien, alguna de las oraciones asignadas a las lecturas
siguientes que serán omitidas.
28. Después de la quinta lectura (La salvación
gratuitamente ofrecida a todos: Is 55, 1-11) y el cántico (Is. 12).
Oremos.
Dios todopoderoso y eterno, esperanza única del mundo,
que por la voz de tus profetas diste a conocer
los misterios salvadores que sucederían en el tiempo;
acrecienta los santos propósitos de tu pueblo,
porque tus fieles no alcanzarán la santidad
sin la inspiración de tu gracia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
29. Después de la sexta lectura (La fuente de la
sabiduría: Bar 3, 9-15.31-4,4) y el salmo (18).
Oremos.
Dios nuestro, que haces crecer a tu Iglesia
convocando a todos los pueblos;
protege siempre a cuantos purificas en el agua del bautismo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
30. Después de la séptima lectura (Corazón nuevo y
espíritu nuevo: Ez 36, 16-28) y el salmo (41-42).
Oremos.
Dios de poder inmutable, cuyo resplandor no conoce el ocaso,
mira con bondad a tu Iglesia,
signo de tu presencia entre nosotros,
prosigue serenamente
la obra de la salvación humana según tu proyecto eterno,
y haz que todos los hombres experimenten y vean
cómo lo abatido por el pecado se restablece,
lo viejo se renueva,
y la creación se restaura plenamente por Cristo,
de quien todo procede.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
O bien:
Dios nuestro, que para celebrar el misterio pascual
nos instruyes con las enseñanzas
del Antiguo y del Nuevo Testamento;
concédenos comprender tu misericordia,
para que al recibir los dones presentes,
se afirme nuestra esperanza en tus promesas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
31. Después de la última lectura del Antiguo Testamento
con su salmo responsorial y la correspondiente oración, se encienden los cirios
del altar y el sacerdote entona el himno Gloria a Dios en el cielo,
al cual se une la asamblea; mientras tanto, de acuerdo con las costumbres del
lugar, se tocan las campanas.
32. Después del Gloria, el sacerdote reza la oración colecta, del modo acostumbrado.
Oremos.
Dios nuestro, que iluminas esta santísima noche
con la gloria de la resurrección del Señor;
acrecienta en tu Iglesia el espíritu de adopción de hijos
para que, renovados en el cuerpo y en el alma,
te sirvamos con plena fidelidad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
33. Luego, todos se sientan y un lector proclama la
lectura del apóstol san Pablo.
34. Acabada la lectura de la Epístola, todos se levantan y
el sacerdote entona solemnemente por tres veces el Aleluia,
elevando gradualmente la voz, y todos responden. Si fuera necesario, el
Aleluia es proclamado por un cantor. Después, el salmista
o el cantor entona el Salmo 117 y el pueblo responde Aleluia.
35. El sacerdote impone el incienso y bendice al diácono,
como de costumbre. Para la proclamación del Evangelio no se llevan cirios, sino
sólo el incienso.
36. Después del Evangelio tiene lugar la homilía que,
aunque breve, no debe omitirse.
Tercera parte:
Liturgia bautismal
37. Después de la homilía comienza la
liturgia bautismal. El sacerdote con los ministros se dirige a la fuente
bautismal, si es ésta se encuentra a la vista del pueblo. De lo contrario se
pone un recipiente con agua en el presbiterio.
38. Si hay catecúmenos, se los llama para que sus padrinos
los presenten. Si los catecúmenos son niños, éstos son presentados por los
padres y los padrinos ante la comunidad reunida.
39. Si hubiera que dirigirse en procesión hasta el
bautisterio o la fuente, se realiza de esta manera: precede un ministro que
lleva el cirio pascual, al que siguen los catecúmenos con sus padrinos, los
ministros, el diácono y finalmente el sacerdote. Durante la procesión se cantan
las letanías (n. 43). Acabadas las mismas, el sacerdote dice la monición (n.
40).
40. Si la liturgia bautismal se realiza en el presbiterio,
entonces el sacerdote dice la siguiente la monición introductoria con éstas o
con palabras semejantes:
Si hay bautizandos:
Queridos hermanos:
Con nuestra oración unánime
unámonos a la feliz esperanza de estos hermanos nuestros,
que se encaminan a la fuente bautismal
donde renacerán a la Vida nueva,
para que Dios, Padre todopoderoso,
los acompañe siempre con su ayuda misericordiosa.
Si se bendice la fuente de agua pero no hay bautizandos se dice:
Queridos hermanos:
Invoquemos la gracia de Dios Padre todopoderoso
sobre esta fuente bautismal,
de manera que cuantos renazcan en ella
sean incorporados a los hijos adoptivos en Cristo.
41. Dos cantores entonan las letanías, a las que todos
responden permaneciendo de pie (por razón del tiempo pascual).
Si hubiera que hacer una procesión prolongada hasta el bautisterio, las letanías
se cantan durante la procesión; en este caso se llama a los bautizandos antes de
comenzarla y se ordena la procesión de esta manera: precede un ministro que
lleva el cirio pascual; siguen los catecúmenos con los padrinos, y finalmente el
sacerdote con el diácono y los ministros. La monición se hace antes de la
bendición del agua.
42. Si no deben realizarse bautismos ni se bendice la fuente, se omiten las letanías y se procede directamente a la bendición del agua (n. 54).
43. En las letanías se pueden agregar los nombres de otros santos, especialmente del titular de la iglesia, de los patronos del lugar y de los que van a ser bautizados.
Señor, ten piedad Cristo, ten piedad Señor, ten piedad Santa María, Madre de Dios San Miguel Santos ángeles de Dios San Juan Bautista San José Santos Pedro y Pablo San Andrés San Juan Santa María Magdalena San Esteban San Ignacio de Antioquía San Lorenzo Santas Perpetua y Felicidad Santa Inés San Gregorio (Magno) San Agustín San Atanasio San Basilio San Martín de Tours San Benito Santos Francisco y Domingo San Francisco (Javier) San Juan María (Vianney) Santa Catalina (de Siena) Santa Teresa de Jesús Todos los santos y santas de Dios Por tu bondad De todo mal De todo pecado De la muerte eterna Por el misterio de tu encarnación Por tu muerte y resurrección Por el envío del Espíritu Santo Nosotros que somos pecadores, te pedimos Si hay bautizandos: Para que por la gracia del bautismo hagas renacer a estos elegidos tuyos. Si no hay bautizandos: Para que con tu gracia santifiques esta fuente en la que han de renacer tus hijos. Jesús, Hijo del Dios vivo. Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos. |
Señor, ten piedad. Cristo, ten piedad. Señor, ten piedad. Ruega por nosotros. Ruega por nosotros. Rueguen por nosotros. Ruega por nosotros. Ruega por nosotros. Rueguen por nosotros. Ruega por nosotros. Ruega por nosotros. Ruega por nosotros. Ruega por nosotros. Ruega por nosotros. Ruega por nosotros. Rueguen por nosotros. Ruega por nosotros. Ruega por nosotros. Ruega por nosotros. Ruega por nosotros. Ruega por nosotros. Ruega por nosotros. Ruega por nosotros. Rueguen por nosotros. Ruega por nosotros. Ruega por nosotros. Ruega por nosotros. Ruega por nosotros. Rueguen por nosotros. Líbranos, Señor. Líbranos, Señor. Líbranos, Señor. Líbranos, Señor. Líbranos, Señor. Líbranos, Señor. Líbranos, Señor. Escúchanos, Señor. Si hay bautizandos: Escúchanos, Señor. Escúchanos, Señor. Escúchanos, Señor. Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos. |
Si hay bautizandos, el sacerdote dice la siguiente oración, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno,
acompaña con tu poder los sacramentos de tu inmensa bondad,
y envía tu Espíritu de adopción
para dar vida a los nuevos pueblos nacidos en la fuente bautismal;
haz que tu gracia realice la obra confiada
a nuestro humilde ministerio.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Bendición del agua bautismal
44. La bendición del agua puede ser
cantada.
45. La aclamación a la bendición del agua también puede
ser cantada.
46. El sacerdote bendice el agua bautismal,
diciendo la siguiente oración con las manos extendidas:
Señor Dios, que por medio de los signos sacramentales
realizas obras admirables con tu poder invisible,
y de diversas maneras has preparado el agua
para que significara la gracia del bautismo.
Señor Dios, cuyo Espíritu aleteaba sobre las aguas
en los orígenes del mundo
para que ya desde entonces
concibieran el poder de santificar.
Señor Dios, en las aguas torrenciales del diluvio
prefiguraste el nuevo nacimiento de los hombres,
para que el misterio de la misma agua
pusiera fin al pecado y diera origen a la santidad.
Señor Dios, tú hiciste pasar por el mar Rojo
como por tierra firme a los descendientes de Abraham,
para que el pueblo liberado de la esclavitud del Faraón
fuera imagen del pueblo de los bautizados.
Señor Dios, al ser bautizado en las aguas del Jordán,
tu Hijo fue ungido por el Espíritu Santo,
y, suspendido en la cruz,
hizo brotar de su costado sangre y agua,
y después de su resurrección mandó a sus discípulos:
«Vayan e instruyan a todas las naciones bautizándolas
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»:
mira a tu Iglesia y abre para ella la fuente del bautismo.
Que esta agua reciba por el Espíritu Santo
la gracia de tu Hijo único,
para que el hombre, creado a tu imagen,
por medio del sacramento del bautismo
sea purificado de todos los pecados
y merezca resurgir como nueva creatura
del agua y el Espíritu Santo.
Y sumergiendo, según las circunstancias, el cirio pascual
en el agua una o tres veces, prosigue:
Señor, te pedimos que por la gracia de tu Hijo
descienda sobre el agua de esta fuente
el poder del Espíritu Santo,
y manteniendo el cirio en el agua prosigue:
para que por el bautismo, sepultados con Cristo en su muerte,
resucitemos con él a la Vida.
Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
R. Amén.
47. Retira el cirio del agua y el pueblo aclama:
Fuentes, bendigan al Señor.
Alábenlo y glorifíquenlo eternamente.
48. Después de la bendición del agua y de la
correspondiente aclamación del pueblo, el sacerdote, de pie, interroga a los
adultos y a los padres y padrinos de los niños que van a ser bautizados para que
hagan las renuncias. Se siguen las formulaciones del Ritual de Bautismo.
Inmediatamente se realiza la unción con el óleo de los catecúmenos, a no ser
que, en el caso de los adultos, ya se haya realizado en la celebración prevista
por el ritual de iniciación de adultos sobre los ritos preparatorios.
49. El sacerdote interroga a cada uno de los adultos para
que profese la fe. Si se trata de niños, pídase a los padres y padrinos todos
juntos, una sola vez, la triple profesión de fe como se indica en el Ritual de
Bautismo. Si son muchos los que se bautizan, el rito puede ordenarse de esta
manera: inmediatamente después de la respuesta de los elegidos, de los padrinos
y de los padres, el celebrante pide y recibe la renovación de las promesas
bautismales de todos los presentes.
50. Después de la profesión de fe, se bautiza a cada uno
de los elegidos, adultos y niños.
51. A continuación se realiza la unción con el Santo
Crisma sólo a los niños bautizados. Todos los bautizados, adultos y niños, se
colocan la vestidura blanca. Luego el sacerdote o el diácono recibe el cirio
pascual de manos de un ministro y se encienden los cirios de los neófitos. El
rito del Effetá se omite en los niños.
52. Terminado el rito bautismal, se regresa al presbiterio
en procesión ordenada como antes, a no ser que el bautismo y los ritos
ilustrativos se hubieran desarrollado en el presbiterio; los neófitos llevan
encendidos los cirios que les fueron entregados. Durante la procesión se entona
el cántico He visto el agua u otro canto bautismal
apropiado (n. 56).
53. Si los bautizados son adultos, el Obispo o, en su
ausencia, el presbítero que bautizó, confiere el sacramento de la Confirmación.
La acción litúrgica se desarrolla en el presbiterio y se siguen las indicaciones
que se indican en el Pontifical o en el Ritual de Confirmación.
Bendición del agua
54. Si no hay bautizandos, ni se ha de bendecir el agua bautismal, el sacerdote invita a los fieles con las siguientes palabras:
Queridos hermanos:
Invoquemos con humildad a nuestro Dios y Señor ,
para que bendiga esta agua con la cual seremos rociados
en recuerdo de nuestro bautismo.
Que él nos renueve a fin de permanecer fieles al Espíritu Santo que hemos
recibido.
Y después de una breve pausa de oración en silencio, con
las manos extendidas, prosigue:
Señor y Dios nuestro,
acompaña con tu bondad a tu pueblo
que en esta santísima noche permanece en vela.
Al rememorar la obra admirable de la creación
y el acontecimiento aún más admirable de la redención,
te pedimos que bendigas esta agua.
Ella fue creada por ti
para dar fecundidad a la tierra
y restaurar nuestros cuerpos
con su frescura y pureza.
Hiciste también el agua como instrumento de tu misericordia:
por ella libraste a tu pueblo de la esclavitud
y apagaste su sed en el desierto.
Por ella, los profetas anunciaron la Nueva Alianza
que habrías de pactar con los hombres.
Finalmente, al ser consagrada por Cristo en el río Jordán,
por ella renovaste nuestra naturaleza pecadora
con el baño de renacimiento espiritual.
Que ella nos recuerde ahora nuestro bautismo,
y concédenos participar de la alegría de nuestros hermanos
que son bautizados en la Pascua.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Renovación de las promesas bautismales
55. Concluido el rito del Bautismo (y de la Confirmación), a no ser que este rito ya haya tenido lugar junto con los bautizandos (cf. n.48), todos renuevan las promesas bautismales después de la bendición del agua; para ello permanecen de pie y encienden nuevamente los cirios.
El sacerdote se dirige a los fieles con estas palabras u otras semejantes:
Queridísimos hermanos:
Por el Misterio Pascual,
en el bautismo fuimos sepultados con Cristo,
para que también nosotros llevemos con él una vida nueva.
Por eso, culminado nuestro camino cuaresmal,
renovemos las promesas del santo bautismo,
por las que un día renunciamos al demonio y a sus obras
y prometimos servir al Señor en la santa Iglesia Católica.
Por tanto:
Sacerdote:
¿Renuncian al Demonio?
Todos:
Sí, renuncio.
Sacerdote:
¿Renuncian a todas sus obras?
Todos:
Sí, renuncio.
Sacerdote:
¿Renuncian a todos sus engaños?
Todos:
Sí, renuncio.
Sacerdote:
¿Renuncian al pecado,
para vivir en la libertad de los hijos de Dios?
Todos:
Sí, renuncio.
Sacerdote:
¿Renuncian a los engaños del mal,
para no ser esclavos del pecado?
Todos:
Sí, renuncio.
Sacerdote:
¿Renuncian al Demonio, que es el autor del pecado?
Todos:
Sí, renuncio.
Si fuera preciso, puede utilizarse otra forma determinada por las Conferencias Episcopales, de acuerdo a la necesidad del lugar.
¿Renuncian a Satanás, esto es:
- al pecado, como negación de Dios;
- al mal, como signo del pecado en el mundo;
- al error, como negación de la verdad;
- a la violencia, como contraria a la caridad;
- al egoísmo, como falta de testimonio de amor?
Todos:
Sí, renuncio.
Sacerdote:
¿Renuncian a las obras opuestas al Evangelio de Jesús, que son:
- la envidia y el odio;
- la pereza y la indiferencia;
- la cobardía y los acomplejamientos;
- el materialismo y la sensualidad;
- la injusticia y el favoritismo;
- el negociado y el soborno?
Todos:
Sí, renuncio.
Sacerdote:
¿Renuncian a los criterios y comportamientos que llevan a:
- creerse los mejores;
- verse siempre superiores;
- creerse ya convertidos del todo;
- buscar el dinero como el máximo valor;
- buscar el placer como única ilusión;
- buscar el propio interés por encima del bien común?
Todos:
Sí, renuncio.
Luego el sacerdote prosigue:
¿Creen en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?
Todos responden:
Sí, creo.
Sacerdote:
¿Creen en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que nació de la Virgen María, padeció y fue sepultado,
resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre?
Todos responden:
Sí, creo.
Sacerdote:
¿Creen en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos, el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne y la Vida eterna?
Todos responden:
Sí, creo.
Y el sacerdote concluye:
Y Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha hecho renacer por el agua y el Espíritu Santo,
y nos ha perdonado los pecados,
nos conserve con su gracia en Jesucristo, nuestro Señor,
para la Vida eterna.
Todos:
Amén.
56.
El sacerdote rocía al pueblo con el agua bendita mientras todos cantan:
Antífona
He visto el agua que brotaba
del lado derecho del templo, aleluia.
Y todos aquellos a quienes alcanzó esta agua
han sido salvados y dicen: Aleluia, aleluia.
U otro cántico de índole bautismal.
57. Mientras tanto, los neófitos son
conducidos a su lugar entre los fieles. Si la bendición del agua y el bautismo
no se han realizado en el mismo bautisterio, el diácono y los ministros llevan
solemnemente el recipiente con el agua hasta la fuente bautismal. Si no tuvo
lugar la bendición de la fuente, el agua bendita se lleva a un lugar adecuado.
58. Después de la aspersión, el sacerdote regresa a la
sede y, omitiendo el Credo, comienza la oración universal, en la que participan
los neófitos por primera vez.
Cuarta parte:
Liturgia eucarística
59. El sacerdote se acerca al altar y
comienza la liturgia eucarística de la manera acostumbrada.
60. Es conveniente que el pan y el vino sean llevados al
altar por los neófitos. Si son niños, por sus padres y padrinos.
61. Oración sobre las ofrendas
Señor Dios,
recibe las oraciones de tu pueblo junto con estas ofrendas,
de manera que tu acción sacramental
inaugurada por los misterios pascuales
nos sirva de remedio para la eternidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
62. Prefacio pascual I: El Misterio pascual (en esta
noche).
63. En la Plegaria eucarística se hace mención de los
bautizados y de sus padrinos, según las fórmulas establecidas en el Misal y en
el Ritual para cada una de las Plegarias eucarísticas.
64. Antes de decir Este es el Cordero de Dios,
el sacerdote puede dirigirse brevemente a los neófitos que recibirán la primera
Comunión y exhortarlos a considerar la Eucaristía como el momento culminante de
su iniciación y el centro de la vida cristiana.
65. Es conveniente que los neófitos, sus padres, padrinos,
madrinas y sus cónyuges católicos, comulguen bajo las dos especies, como
asimismo sus catequistas laicos. Con la aprobación del Obispo diocesano, es
recomendable que toda la asamblea reciba la Comunión bajo las dos especies,
donde las circunstancias lo aconsejen.
66. Antífona de comunión Cf. 1 Cor 5, 7-8
Cristo, nuestra pascua, ha sido inmolado.
Celebremos, entonces, esta fiesta
con los panes sin levadura de la pureza y la verdad, aleluia.
Conviene que se cante el Salmo 117.
67. Oración después de la comunión
Infunde en tus hijos, Señor, el Espíritu de amor;
para que, saciados con los sacramentos pascuales,
permanezcamos unidos en la misma fe.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
68. Bendición solemne
Dios todopoderoso los bendiga
en esta solemne fiesta de Pascua,
y los proteja, por su bondad, de toda sombra de pecado.
R. Amén.
Él, que por la Resurrección de su Hijo
los renueva para la Vida eterna,
les conceda la recompensa de la inmortalidad.
R. Amén.
Y ya que han celebrado con honda alegría esta Pascua,
al terminar los días de la pasión del Señor,
les conceda participar con inmensa alegría de los gozos eternos.
R. Amén.
Y los bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
R. Amén.
En lugar de la bendición precedente, si
parece más oportuno, puede impartirse la bendición solemne prevista en el Ritual
del Bautismo de adultos o de niños.
Donde sea costumbre, según la oportunidad pastoral y si no se hizo antes de la
bendición, se puede introducir un saludo a la Virgen, cantando el Regina
coeli (p. 1173) u otro canto apropiado. Para ello
puede utilizarse el siguiente esquema.
Solemne saludo a nuestra Señora
El sacerdote se dirige brevemente a los fieles con estas palabras u otras semejantes:
Queridísimos hermanos:
En esta noche, la más santa de todas,
en la que permaneciendo en vela
hemos celebrado la Pascua del Señor,
es justo alegrarse con la Madre de Jesús
por la resurrección de su Hijo.
Éste fue el acontecimiento que realizó plenamente su esperanza
y dio a todos los hombres la salvación.
Así como nosotros, pecadores,
la hemos contemplado unidos en el dolor,
así, como redimidos, la honramos unidos en el gozo pascual.
Después de la introducción, si la imagen de la Virgen está en el altar donde se celebra, el sacerdote puede incensarla, mientras los instrumentos musicales suenan festivamente. Se entona la antífona «Regina coeli», y luego se canta el versículo «Gaude et laetare Virgo Maria...», y el sacerdote dice:
Oremos.
Señor, que has alegrado al mundo
por la Resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
concédenos que por la intercesión de su Madre, la Virgen María,
alcancemos los gozos de la Vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
69. En la despedida, el diácono o el mismo sacerdote dice:
V. Pueden ir en paz, aleluia, aleluia.
R. Demos gracias a Dios, aleluia, aleluia.
Esta despedida se dice durante toda la
octava de Pascua
70. El Cirio Pascual se ha de encender en todas las
celebraciones litúrgicas más solemnes del tiempo pascual.
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