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Nos iluminaste con la Luz de Cristo...

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jueves, 22 de febrero de 2024

En defensa del Vicario de Cristo...


Pedro llora arrepentido ante María 



Desvaríos de una mente novelesca

Imaginé a san Pedro, luego de cometer el gravísimo pecado de negar tres veces al mismo Cristo, que lo había constituido en Vicario suyo y Cabeza de su Iglesia, siendo severamente juzgado por los demás apóstoles y por los discípulos. Lo imaginé de rodillas, llorando su pecado, seriamente amonestado y humillado públicamente por todos. Lo imaginé luego rechazado por la comunidad de los creyentes y desconocido en su Suprema Autoridad, a causa de haber sido infiel.


Objeciones 

Algunos me dirán: 

1. "Pero de esto no hay registro en los Evangelios". 

2. "Jamás ocurrió".


Sin registros


1. Que no hay registro en los Evangelios, es verdad. Porque lo acaba de inventar mi disparatada imaginación y es carente de todo sustento bíblico.

De hecho, ¿acaso los demás apóstoles eran personas que nunca habían pecado y podían arrojar la primera piedra, reclamando a Pedro la falta cometida? ¿No temieron en la hora de la prueba, no huyeron -excepto Juan-? ¿Hay seguridad de que únicamente Tomás dudó?

¿Tan poco conocían al Maestro que se hubieran arrogado el título de Justo Juez que sólo a Él corresponde, dictando sentencia condenatoria contra Pedro?

No hay registro en las Sagradas Escrituras de que alguien hubiera reclamado al primer Papa haber cometido el pecado de la triple negación. Y si hubo quien tuvo la tentación de reprenderlo por ello, calló y lo guardó en su corazón.  

El mismo Jesucristo no reclamó a Pedro lo que, con dulce reproche de amigo, le había profetizado poco tiempo antes. Y, como acto de arrepentimiento y reparación, sólo bastó al Señor el llanto contrito y sincero del humilde pescador. 

Luego de resucitar, en lugar de juzgarlo, el Redentor lo instó con indescriptible ternura a rubricar su arrepentimiento con la triple confesión de amor, que Pedro habría de corroborar años después con un glorioso martirio.

De modo que, retomando lo dicho, yo daría la razón a quien me dijera que lo que empecé refiriendo que imaginaba al comienzo de esta entrada, es algo absolutamente fantasioso y totalmente infundado desde el punto de vista del dato bíblico y de su exégesis.


¿Jamás ocurrió?

2. Pero no estaría de acuerdo para nada con la afirmación de que jamás ocurrió que los demás apóstoles y discípulos se creyeran con el derecho de juzgar a Pedro, de señalarle sin caridad sus supuestos pecados o, peor aún, de determinar si es o no el Papa legítimo. Ha sucedido en todos los siglos.

Y aquí no me refiero a las firmes aunque filialmente amorosas exhortaciones que luminarias de santidad, como la gran Catalina de Siena, dirigían al "Dulce Cristo en la Tierra", como ella misma lo calificaba 

Advertir y hasta amonestar con caridad, incluso al Papa, puede llegar a ser, en algunos casos, hasta un deber inspirado por el Espíritu Santo.

Opinar respetuosamente (y hasta disentir fundadamente sobre tal o cual decisión pastoral del Papa), son actitudes lícitas.

Pero es un verdadero acto de soberbia montar un tribunal para juzgar y "aprobar" o "desaprobar" los pronunciamientos o las decisiones pastorales del Santo Padre, y para sentenciar qué actos suyos son pecaminosos y cuáles no.

Pienso en los grupúsculos de todas las generaciones que, sin ser cónclave y considerándose en la cúspide de la santidad, se autoconfirieron la potestad de determinar quién debe ostentar el título de Vicario de Cristo y quién no, cuáles son sus pecados y qué juicio merece por sus faltas.

Prácticamente no existe un Pontificado durante el cual no haya habido un determinado número de personas que pretendieran cuestionar la legitimidad de la Autoridad del Sucesor de Pedro, autonombrándose 'jueces' de él.

También hoy, como ayer y siempre, algunos obispos -sucesores de los apóstoles-, presbíteros, diáconos y laicos -'discípulos del Señor'- erigen modernos tribunales, sobre todo mediáticos, aunque no únicamente, para juzgar al Romano Pontífice. 

Esos "jueces del mundo", ¿tendrán la misma severidad para denunciar a los cuatro vientos los propios pecados y los de sus seres amados? ¿Ya habrán concluido el arduo camino de la penitencia y de la reparación?

Quizás, como Pedro, el Papa actual y algunos de sus Predecesores o Sucesores haya negado o vaya a negar a su Maestro una, tres o más veces. Seguramente cometerá errores. Pero ninguno de los apóstoles abandonó el grupo por la negación de su jefe arrepentido (Pedro) ni por la cobardía del traidor voluntariamente irredento (Judas Iscariote).

Es que todos sabían que, a pesar de las debilidades humanas, en esa pequeña comunidad estaba el germen de la naciente Iglesia que Cristo quiso fundar para que custodiara, interpretara y enseñara el depósito de la fe hasta el fin de los tiempos.

Nadie se atrevió a condenar ni a Pedro, que se encomendaba a la Misericordia de Dios, ni al traidor Judas, que decidió rechazarla.

Tamaña osadía hubiera sido dictar sentencia condenatoria para ambos cuando el Juez Eterno ya había absuelto al que sabía con corazón arrepentido.



Nuestra soberbia

Recordemos que Dios no nos ha constituido jueces ni del Papa reinante ni de ninguno. Ni de nadie. 

Tampoco tenemos autoridad para decidir quién es Papa y quién no. Eso nos lo dice la Iglesia.

Dios nos libre de creernos más justos que el Papa o que cualquier persona, atribuyéndole públicamente "pecados" mientras mantenemos en silencio los personales y no hacemos penitencia por ellos.

Y lo que es más grave todavía, Dios nos libre de la destreza para reconocer, clasificar y denunciar los pecados ajenos mientras no consideramos los propios como tales.

No somos nosotros ante quienes el Pontífice debe llorar -como Pedro- amargamente sus culpas ni de los que tiene que esperar el perdón.






Una lección magistral de humildad

Marisa, una piadosa mujer consagrada, refiriéndose a las críticas al Papa, supo referirme una actitud personal que fue para mí todo un tratado de humildad y que pido a Dios la gracia de imitar. Me dijo:

"Yo pienso que en el mundo solamente existimos el Santo Padre y yo. Que él depende únicamente de mi oración para desempeñar su misión, y que yo dependo únicamente de él, para no errar el camino. Por eso, no escucho críticas, no juzgo, no evalúo. Solamente rezo por él en cada momento".

Ojalá pudiésemos vivir en esta filial comunión con el Vicario de Cristo, hoy, Francisco; mañana, Dios dirá.

No olvidemos que el Papa hace las veces del Señor Jesús, Cabeza de la Iglesia, su Cuerpo Místico.

No hay cuerpo que pueda subsistir sin su cabeza.

Oremus pro Pontifice nostro Francisco!


22 de febrero de 2024, fiesta de la Cátedra de San Pedro, apóstol, en Roma.
Entrada dedicada a él y a Su Santidad Francisco.

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