El Diccionario de la Lengua Española recoge acepciones del verbo "signar". En el ámbito de la liturgia nos interesan la cuarta y la quinta, que se transcriben a continuación:
En la Instrucción General del Misal Romano (IGMR), el capítulo IV, que trata sobre las "Diversas formas de celebrar la Misa", cuando se refiere a las Misas con participación del pueblo y sin diácono, en el n. 134 establece que el sacerdote, mientras anuncia el Evangelio que va a proclamarse, debe signar con el dedo pulgar el libro y a sí mismo en la frente, la boca y el pecho, y que cada uno de los presentes ha de hacer lo propio consigo mismo. Literalmente:
134. Ya en el ambón, el sacerdote abre el libro y, con las manos juntas, dice: 'El Señor esté con ustedes'; y el pueblo responde: 'Y con tu espíritu'; y en seguida: 'Lectura del Santo Evangelio...', signando con el pulgar el libro y a sí mismo en la frente, en la boca y en el pecho, lo cual hacen también todos los demás. El pueblo aclama diciendo: 'Gloria a Ti, Señor'. Si se usa incienso, el sacerdote inciensa el libro.
Esto mismo afirma la Introducción al Evangeliario (Cf. n. 32):
Ahora bien, la IGMR, en el mismo capítulo IV recién mencionado, cuando se refiere a la "Misa con diácono", omite la aclaración que arriba he resaltado en negrita. (Cf. n. 175) por el hecho de que este punto se refiere exclusivamente a lo que compete al diácono. Huelga pues, reiterar lo que ya se dijo antes acerca del gesto que corresponde a la asamblea. (Por eso, hay que evitar la errónea interpretación de que en la Misa con diácono únicamente este se signa).
175. (...) Allí saluda al pueblo, diciendo con las manos juntas: 'El Señor esté con ustedes', después a las palabras 'Lectura del santo Evangelio...', signa con el pulgar el libro y después a sí mismo en la frente, en la boca y en el pecho, inciensa el libro y proclama el Evangelio (...).
Calla igualmente sobre el particular el número 17 de la Ordenación de las lecturas de la Misa, que parafrasea al n. 175 de la IGMR:
La versión original, en latín, de los dos números citados de la IGMR, dice:
134. In ambone sacerdos aperit librum et, manibus iunctis, dicit: Dóminus vobíscum, populo respondente: Et cum spíritu tuo, et deinde Léctio sancti Evangélii, pollice signans librum et seipsum in fronte, ore et pectore, quod faciunt et ceteri omnes […].
175. […] Ibi populum salutat dicens, manibus iunctis: Dóminus vobíscum, dein ad verba Léctio sancti Evangélii, pollice signat librum et postea seipsum in fronte, ore et pectore, librum incensat et proclamat Evangelium […].
La versión de la Conferencia Episcopal Italiana, es la siguiente:
134. All’ambone il sacerdote apre il libro e, a mani giunte, dice: Il Signore sia con voi, mentre il popolo risponde: E con il tuo spirito; quindi: Dal Vangelo secondo N., tracciando con il pollice il segno di croce sul libro e sulla propria persona, in fronte, sulla bocca e sul petto, gesto che compiono anche tutti i presenti […].
175. […] Qui saluta il popolo dicendo, a mani giunte, Il Signore sia con voi, quindi, alle parole Dal Vangelo secondo N., con il pollice segna il libro e poi se stesso sulla fronte, sulla bocca e sul petto, incensa il libro e proclama il Vangelo […]
Esto de que algunas rúbricas especifican que la asamblea toda debe signarse junto con el ministro ordenado que va a proclamar el Evangelio mientras otras no hacen alusión a ello, no debe hacernos pensar que los fieles laicos no tengan que hacerlo. De hecho, si en algunos puntos se afirma y en otros nada se dice, es evidente que en ninguno se niega sino que, como se ha dicho más arriba, la especificidad de determinados puntos hace innecesario reiterar lo que ya claramente se ha afirmado antes.
Es cierto que hubo liturgistas que han sostenido que el signarse en la frente, la boca y el pecho corresponden únicamente a quien va a proclamar el Evangelio. Es lo que dice, por ejemplo, Andrés Azcárate en la edición posconciliar de su obra de hace décadas: La flor de la liturgia reformada. Él también afirmaba en dicha obra que los fieles tampoco deben hacer la señal de la cruz en la bendición final de la Misa mientras reciben la bendición final sino solo inclinarse para recibirla.
Se trata de posiciones que ya no tienen muchos adeptos pues carecen de fundamento en los libros litúrgicos vigentes y en las Misas presididas por los Romanos Pontífices, que siempre han sido el modelo de toda celebración.
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