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jueves, 7 de noviembre de 2019

Guion para la Solemne Dedicación de una iglesia


Benedicto XVI: Dedicación de la Iglesia de la Sagrada Familia (Barcelona)

 
El siguiente guion se puede emplear allí donde el Obispo presida el solemne Rito de la Dedicación de una iglesia.


Introducción

Queridos hermanos y hermanas:

Nos hemos congregado aquí para participar de uno de los rituales más solemnes de la liturgia: la Dedicación de una iglesia.

"Por su Muerte y Resurrección, Cristo se convirtió en el verdadero y perfecto Templo de la Nueva Alianza (Cf. Jn. 2, 21) y congregó al Pueblo adquirido por Dios.


Este Pueblo santo, reunido por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, es la Iglesia (Cf. San Cipriano, Sobre la oración del Señor; Lumen gentium, 4), o sea el templo de Dios edificado con piedras vivas, donde el Padre es adorado en espíritu y en verdad". (Cf. Jn. 4, 23). (Ritual, 1).

A la luz de esta realidad espiritual, también se ha dado en llamar "iglesia" al edificio material en el que los cristianos se reúnen para rendir el culto debido a Dios. Verdadera Casa de oración, debe ser un lugar digno y decoroso, reservado "exclusiva y establemente a reunir al Pueblo de Dios y a celebrar los sagrados misterios". (Ibíd).
"Por el hecho de ser un edificio visible, esa "Casa" es un signo peculiar de la Iglesia que peregrina en la Tierra y una imagen de la Iglesia que ya ha llegado al Cielo". (Ritual, 2).

Para expresar de manera más patente estas verdades, la misma Iglesia, desde antiguo, ha querido "dedicar" los templos destinados al culto, subrayando su carácter sagrado.

Por eso, es una gran bendición que podamos estar hoy aquí.

Vivamos intensamente cada momento de esta celebración y permitamos que los signos, gestos y palabras hablen a nuestro corazón, para ser colmados de la gracia de Dios.
Con verdadera gratitud y profundo fervor participemos de la Santa Misa de Dedicación de esta iglesia, y atesoremos en la memoria este día feliz, que nuestra comunidad recordará solemnemente cada año.
Preside la Eucaristía  S.E. Rvdma. Monseñor N, (Cardenal), (arz)obispo de N.
(Son concelebrantes):



Primera parte: Entrada a la iglesia

La celebración comienza con la entrada en la iglesia, según una de las tres formas propuestas por el Ritual: procesión, entrada solemneo entrada simple. (Ritual, 11; 28-35; Caeremoniale Episcoporum, en adelante: -CE-, 880, 886, 890).

-Saludo litúrgico (Ritual, 30, 38, 46; CE, 881, 887, 891)

-Entrega de la iglesia al Obispo (Ritual, 47; CE, 880, 891):

En este momento, los representantes de quienes han colaborado en la edificación de este lugar de culto se lo entregan simbólicamente a nuestro padre y Obispo, monseñor N.

-Bendición del agua y aspersión:

A continuación, el Obispo bendice el agua, en señal de penitencia y purificación, y como recuerdo de nuestro bautismo. Con ella seremos rociados nosotros, que somos "templo espiritual", las paredes de este lugar y el Altar.

"Que estas aguas fecundas llenen de fe y vitalidad apostólica a esta Iglesia (arqui)diocesana, a sus pastores y fieles". (S.S. Benedicto XVI, Homilía en la Dedicación de la Iglesia de la Sagrada Familia en Barcelona, 07/11/10).


Segunda parte: Liturgia de la Palabra

Se deben proclamar tres lecturas, tomadas del correspondiente Leccionario y propuestas para el "Rito de Dedicación". La primera de ellas siempre debe ser el pasaje de Nehemías 8, 1-4a. 5-6. 8-10. Salmo 18 B, 8-9. 10. 15. (Ritual, 12; 54; CE, 896).

Respuesta: "Tus palabras, Señor, son espíritu y vida". (Ritual, 54).

Se acercan al Obispo el lector con el Leccionario y el salmista. El obispo recibe el Leccionario y lo muestra a la asamblea, pronunciando la fórmula litúrgica establecida. (Ritual, 53).

Monición general para las lecturas:

Damos comienzo a la Liturgia de la Palabra, que nos instruirá acerca del valor de los lugares reservados para el culto divino, y nos recordará que son signo concreto de la gran iglesia espiritual que constituimos los creyentes, como miembros de Cristo, a la vez que imagen y anticipo de la Nueva Jerusalén.

Los lectores se dirigen hacia el ambón. El que lleva el Leccionario lo hace de manera que toda la comunidad pueda ver este libro litúrgico. (Íd).

Para la proclamación del Evangelio, no se llevan ciriales ni incienso.
(Íd; CE, 896).

Luego de la homilía se dice el Credo.
Se omite la Oración de los fieles pues en su lugar se cantan las Letanías de los santos.
(Ritual, 56; CE, 898).


Tercera parte: Rito de la Dedicación

-Letanías de los santos:

La invocación de los santos, que son moradores de la Jerusalén celestial, nos recuerda que nuestra vida entera debe ser, como la de estos bienaventurados, un cántico de alabanza y gratitud al Señor. Que ellos intercedan por nosotros para que jamás olvidemos que nuestra meta definitiva es el Hogar del Cielo.

Se cantan las Letanías de los santos que propone el Ritual de Dedicación. (De pie, si es un domingo o en el Tiempo Pascual; de rodillas, en todos los demás casos). Pueden añadirse los nombres del titular de la iglesia, del patrono del lugar y de los santos cuyas reliquias eventualmente se van a colocar debajo del Altar. (Ritual, 58, 59; CE, 899).

-Colocación de las reliquias: (Ritual, 14, 61; CE, 900).

Todos permanecen de pie.

Ahora son llevadas al Obispo las reliquias de los santos que serán colocadas debajo del Altar. Así, se quiere expresar que la glorificación de estos hijos de Dios, que nos han precedido en el Reino de los Cielos, ha sido posible por su plena comunión con el Misterio de Cristo, muerto, sepultado, resucitado y vivo para siempre.

Un diácono o, de no haberlo, un presbítero, acerca las reliquias al obispo, quien las deposita debajo del Altar en el lugar previamente preparado para tal fin.

-Plegaria de Dedicación (Ritual, 15, 62; CE, 901):

El Obispo, sucesor de los apóstoles, pronuncia la antiquísima Plegaria de Dedicación, en la que expresa la inefable santidad de la única Iglesia fundada por Jesucristo y prefigurada en el Antiguo Testamento; el valor sagrado de los templos materiales, apartados de las cosas del mundo para el exclusivo culto divino; y el llamado que Dios nos hace a la santidad mediante la recepción de los sacramentos, la vida piadosa y el ejercicio de la caridad.
 
 


 
 
 
-Unción del Altar y de las paredes (Ritual, 16, 63, 64, 65; CE, 902, 903):

El Obispo unge con el Santo Crisma el Altar, que representa al mismo Cristo, ungido por el Espíritu Santo con óleo de alegría, y dispuesto a ofrecer su vida en sacrificio por la salvación de todos los hombres.
Luego, para expresar con mayor claridad la sacralidad de este lugar, serán ungidos los muros, (en los cuales podemos observar doce (o cuatro) cruces -y cirios aún apagados- con los nombres de los apóstoles del Cordero, garantes de la fe y columnas de la Iglesia). (Ritual, 64; CE, 903).

Supliquemos "al Señor de nuestras vidas, que de este altar, que ahora va a ser ungido con Óleo santo y sobre el que se consumará el Sacrificio de amor de Cristo, brote un río constante de gracia y caridad sobre esta ciudad de N, sus habitantes y el mundo entero". (S.S. Benedicto XVI, Homilía en la Dedicación de la iglesia de la Sagrada Familia en Barcelona, 07/11/10). 

La unción del Altar es exclusiva del Obispo que preside. La de las paredes puede realizarla él mismo o encomendarla a algunos presbíteros. (Ritual, 63; CE, 903). 

-Incensación del Altar y de la iglesia (Ritual, 16, 66, 67; CE, 905):

Ahora se coloca un braserillo sobre el Altar y se realiza la ofrenda del incienso. Este sugestivo rito da cuenta de la realidad de nuestras oraciones que se elevan al Señor y del "buen aroma" de la santidad que debe embellecer a la Iglesia de Jesucristo. Esa misma Iglesia se hace presente ahora ya aquí, en este templo material con la asamblea reunida en torno a su pastor, el Obispo, que se dispone a "inciensar"  el Altar, para luego serlo él mismo.
Después, serán "inciensadas" la asamblea y las paredes, como elocuente expresión del misterio de la Iglesia congregada.

-Revestimiento del Altar (Ritual, 16, 69; CE, 906):

El Altar es revestido con el mantel y los cirios requeridos para la Misa. (Según la oportunidad, se adorna con flores).

-Iluminación del Altar y de la Iglesia (Ritual, 16, 69-71; CE, 906, 907):

El Obispo entrega un cirio encendido al diácono (o al sacerdote), con el cual este enciende, a su vez, los cirios del Altar. (Ritual, 70; CE, 907).

Jesucristo es la Luz del mundo. Donde Él está, se disipan las tinieblas.

Pidámosle que su eterno resplandor embellezca este recinto, erigido y consagrado para gloria suya, de su Padre y del Espíritu Santo de Ambos.

Se procede a la iluminación festiva del templo, de manera semejante a como se hace en la Vigilia Pascual, en el momento del Lucernario. Se encienden todas las luces, incluyendo los cirios oportunamente colocados en los muros y cualesquiera otros que hubiere. Mientras tanto, la asamblea canta las antífonas sugeridas en el Ritual u otras. (Ritual, 70, 71; CE, 907).


Cuarta Parte: Liturgia de la Eucaristía

La Misa sigue como de costumbre aunque no hay incensación de las ofrendas, de la Cruz, del Altar, del presidente y sus concelebrantes ni de la asamblea.


Iniciamos la Liturgia de la Eucaristía, "que es la parte principal y más antigua de todo el rito". (Ritual, 17).

-Ofertorio

Llevemos hacia el Altar recién ungido los dones de pan y vino. Son de veras criaturas selectas de Dios, porque fueron elegidas por Jesucristo para la confección del Santísimo Sacramento de su Cuerpo y su Sangre, Ofrenda de amor y reconciliación que todo lo santifica.

Se realiza la procesión de las ofrendas. (Ritual, 62; CE, 908).

El Obispo canta o recita el Prefacio propio de la Dedicación con la Plegaria Eucarística I o con la III, cada una de las cuales posee sus partes específicas alusivas al rito de Dedicación. (Ritual, 75; CE, 909).


Comunión

Una vez más, por el ministerio de la Iglesia, se ha hecho presente entre nosotros el mismo Señor Jesucristo. Él, bajo las humildes apariencias de pan y vino, cumple así su promesa de permanecer con nosotros hasta el final de los tiempos.
Para que Él sea nuestra vida, recibámoslo como Alimento espiritual en este Sacramento de su entrañable amor.

-Inauguración de la Capilla del Santísimo Sacramento (Ritual, 80, 81, 82; CE, 910-914):

Después de la Comunión, se deja sobre el Altar el copón con el Santísimo, al que el Obispo inciensa de rodillas, luego de haber pronunciado de pie la Oración después de la Comunión (Ritual, 83). Después, revistiéndose del velo humeral, toma el Santísimo y lo lleva en procesión entre ciriales y turiferarios hasta la capilla. Precede la cruz. Como puede advertirse, es un procesión semejante a la que se realiza el Jueves Santo, al final de la Misa In Cena Domini.

Al llegar al tabernáculo de la capilla, el Obispo deposita el copón con el Santísimo en el altar propio o en el sagrario, dejando las puertas de este abiertas. Inciensa el Santísimo. Después, un diácono cierra el tabernáculo, dentro del cual queda el Santísimo. Se enciende la luz que allí anunciará de manera permanente la presencia del Señor Sacramentado.


El Obispo puede impartir la bendición final desde la capilla, si allí puede ser por todos visto, o desde la sede o el Altar ungido. (Ritual, 82; CE, 913). Se emplea la Bendición solemne de la Dedicación. (Ritual, 84; CE, 915).



Despedida

Llega a su fin esta solemne Eucaristía.

"Hemos dedicado este espacio sagrado a Dios, que se nos ha revelado y entregado en Cristo para ser definitivamente Dios con los hombres". (S.S. Benedicto XVI, Homilía en la Dedicación de la iglesia de la Sagrada Familia en Barcelona, 07/11/10). 
¡Sea alabada por siempre la Santísima Trinidad!

O bien:

Al concluir esta peculiar celebración, invoquemos a María, la Virgen Madre de Cristo, Piedra Angular:

"Que Ella presente a su Divino Hijo las alegrías y las penas de todos los que lleguen a este lugar sagrado en el futuro, para que, como reza la Iglesia al dedicar los templos, los pobres puedan encontrar misericordia, los oprimidos alcanzar la libertad verdadera y todos los hombres se revistan de la dignidad de hijos de Dios". (Cf. ídem).


7 de noviembre de 2019, en el IX Aniversario de la Dedicación del Templo de la Sagrada Familia, en Barcelona, por Su Santidad Benedicto XVI. Entrada dedicada al gran Pontífice alemán.

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