A los efectos de que sea difundido y más conocido, se copia y pega íntegro en esta entrada un archivo hecho público en la Red, que contiene el texto completo* de la venerabilísima composición mariana llamada AKÁTHISTOS, que es un "antiguo Himno a la Madre de Dios":
Presentación
1. Nombre
«Akáthistos» se llama por antonomasia al himno litúrgico de la Iglesia bizantina del siglo V, que fue y continúa siendo el modelo de muchas composiciones himnográficas y litánicas, antiguas y recientes. «Akáthistos» no es el título originarios sino una rúbrica: «no-sentados», porque la Iglesia ordena cantarlo o recitarlo «estando de pie», como se escucha el Evangelio, en señal de reverente obsequio a la Madre de Dios.
2. Estructura
El himno Akáthistos consta de 24 estrofas divididas en dos partes de 12 estrofas cada una: una litúrgico-narrativa; la otra dogmática; ambas subdivididas en dos secciones de 6 estrofas: la primera cristocéntrica, la segunda eclesiocéntrica.
Las estrofas impares se amplían con 12 salutaciones marianas.
3. Importancia litúrgica
La Iglesia bizantina ha dedicado a este himno una memoria litúrgica el quinto sábado de Cuaresma, «sábado del Akáthistos», y se canta una sección en cada precedente sábado de Cuaresma. Pero monjes, sacerdotes y fieles lo recitan en otras muchas ocasiones, también cada día, porque instintivamente descubren su belleza y lo reconocen como la expresión más alta de su doctrina y piedad hacia la Santísima Madre de Dios. Casi todos los monasterios y las iglesias bizantinas y eslavas reproducen escenas del Akáthistos sobre las paredes de los edificios sagrados, sobre los ornamentos, sobre los objetos litúrgicos o para encuadrar los iconos más célebres. El Akáthistos ha ejercido un notable influjo sobre la tradición del Occidente, gracias a la versión latina que se remonta al año 800.
4. Valor teológico
El himno Akáthistos es una composición inspirada, que contempla a la Virgen-Madre en el proyecto histórico-salvífico de Dios desde la creación hasta el último cumplimiento, uniéndola indisolublemente a Cristo y a la Iglesia, cual Madre del Verbo y Esposa inmaculada del Esposo divino. El himno armoniza el contenido cristológico y el mariano, subordinando sabiamente la Madre al Hijo, la alabanza mariana a la glorificación divina.
El Akáthistos toma, según la metodología litúrgica oriental, los contenidos y su expresión de las imágenes de la creación, que manifiestan al Creador, y de los episodios, anuncios y figuras del Antiguo Testamento, que han preparado la Venida del Salvador; pero sobre todo de la fe profesada y celebrada por la Iglesia: profesada en los concilios de Nicea (325), Éfeso (431) y Calcedonia (451), de los cuales directamente depende; celebrada sobre todo en el ciclo de Navidad orientado a la Pascua, que fielmente sigue e interpreta. El Akáthistos, por lo tanto, canta el misterio de la Virgen-Madre en el misterio de Cristo y de la Iglesia, y el acontecimiento de la Encarnación y de la Navidad a la luz de la Pascua del Redentor y de los redimidos. Por esto, el autor lo ha proyectado intencionadamente con números simbólicos que representan a Cristo y a la Iglesia: el número 2, que indica las dos naturalezas del Hijo – la divina y la humana – convergentes en la única Persona del Verbo; y el número 12, que revela la Jerusalén celestial, descrita en el Apocalipsis cual esposa del Cordero, resplandeciente de la gloria divina (Ap 19 y 21). De esta visión, el himno deduce el estri-billo «Salve, Virgen y Esposa» y el «Aleluya», presentando ya realizado en María lo que toda la Iglesia desea y espera ser.
5. Significado ecuménico
El Akáthistos es el único texto que propone en forma orante cuanto la Iglesia de los orígenes, todavía unida, ha creído y dicho de María en sus pronunciamientos oficiales y en su universal consenso de fe.
6. Autor
Muchos nombres han sido propuestos. Uno solo es atendible: el de Basilio de Seleucia, teólogo profundo y elegante escritor, conocedor de la tradición alejandrina, antioquena y siria, uno de los Padres más influyentes del Concilio de Cal-cedonia (451).
7. Objeto
El himno no fue compuesto para una fiesta mariana, sino presumiblemente para celebrar el gran misterio de la Madre de Dios patrona de Costantinopla en su santuario de Blanquerna, construido por la emperatriz Pulqueria (450-453) como muestra y prenda de la celestial protección de la Virgen sobre la Ciudad y su Imperio.
8. Versión y canto
Compuesto para el canto en una refinadísima métrica griega, el himno es intraducible. Nosotros ofrecemos una propuesta rítmica del padre Jesús Castellano Cervera, lo más fiel al texto original que ha sido posible. Puede ser cantado con las melodías del M° Luigi Lasagna, o con otra melodía adecuada.
9. Indulgencias
San Juan Pablo II ha solemnizado las celebraciones centenarias de los Concilios Costantinopolitano I y Efesino (1981) con el canto del Akáthistos. Él mismo ha presidido varias celebraciones. Constatando con alegría que la recitación del himno se está difundiendo fructuosamente también entre los fieles de rito latino, con la finalidad de «consolidar ulteriormente y difundir esta loable costumbre», con Decreto de la Penitenciaría Apostólica del 31 de mayo de 1991 concedió al Akáthistos las mismas indulgencias que al santo Rosario, en particular «la indulgencia plenaria a los fieles que recitan el himno Akáthistos en la iglesia o en un oratorio, o también en familia, en una Comunidad religiosa o en una Asociación piadosa» (Acta Apostolicae Sedis, 83 [1991], p. 627-628). Esto constituye un ulterior auspicio para que la Iglesia vuelva a respirar con sus «dos pulmones» (Redemptoris Mater, n. 34).
Ermanno M. Toniolo, o.s.m.
HIMNO AKATHISTOS
Un arcángel excelso
Salve, por ti resplandece la dicha;
Salve, por ti se eclipsa la pena.
Salve, levantas a Adán, el caído;
Salve, rescatas el llanto de Eva.
Salve, oh, cima encumbrada
a la mente del hombre;
Salve, abismo insondable
a los ojos del ángel.
Salve, tú eres de veras
el trono del Rey;
Salve, tú llevas en ti
al que todo sostiene.
Salve, lucero que el Sol nos anuncia;
Salve, regazo del Dios que se encarna.
Salve, por ti la creación se renueva;
Salve, por ti el Creador nace niño.
Salve, ¡Virgen y Esposa! bis.
2.
Conociendo la Santa
¡Aleluya! bis.
3.
Deseaba la Virgen
Salve, tú, guía al eterno consejo;
Salve, tú, prenda de arcano misterio.
Salve, milagro primero de Cristo;
Salve, compendio de todos sus dogmas.
Salve, celeste escalera
que Dios ha bajado;
Salve, oh, puente que llevas
los hombres al cielo.
Salve, de angélicos coros
solemne portento;
Salve, de turba infernal
lastimero flagelo.
Salve, inefable, la Luz alumbraste;
Salve, a ninguno dijiste el secreto.
Salve, del docto rebasas la ciencia;
Salve, del fiel iluminas la mente.
Salve, ¡Virgen y Esposa! bis.
4.
La virtud de lo Alto
¡Aleluya! bis.
5.
Salve, oh, rama del Fruto incorrupto.
Salve, al pío Arador tú cultivas.
Salve, tú plantas quien planta la vida.
Salve, oh, campo fecundo de gracias copiosas.
Salve, oh, mesa repleta de dones divinos.
Salve, un prado germinas de toda delicia;
Salve, al alma preparas asilo seguro.
Salve, incienso de grata plegaria.
Salve, ofrenda que el mundo concilia.
Salve, clemencia de Dios para el hombre.
Salve, del hombre con Dios confianza.
Salve, ¡Virgen y Esposa! bis.
6.
Con la mente en tumulto,
inundado de dudas,
el prudente José se debate.
Te conoce cual Virgen intacta;
desposorios secretos sospecha.
Al saber que es Acción del Espíritu, exclama:
¡Aleluya! bis.
7.
Los pastores oyeron
los angélicos coros
que al Señor hecho hombre cantaban.
Para ver al Pastor van corriendo;
un Cordero inocente contemplan
que del pecho materno se nutre,
y a la Virgen le cantan:
Salve, Nutriz del Pastor y Cordero;
Salve, aprisco de fieles rebaños.
Salve, barrera a las fieras hostiles;
Salve, ingreso que da al Paraíso.
Salve, por ti con la Tierra
exultan los Cielos;
Salve, por ti con los cielos
se alegra la tierra.
Salve, de Apóstoles boca
que nunca enmudece;
Salve, de Mártires fuerza
que nadie somete.
Salve, de fe inconcuso cimiento;
Salve, fulgente estandarte de gracia.
Salve, por ti es despojado el averno;
Salve, por ti revestimos la gloria.
Salve, ¡Virgen y Esposa! bis.
8.
Observando la estrella
que hacia Dios los guiaba,
sus fulgores siguieron los Magos.
Era antorcha segura en su ruta;
los condujo ante el Rey Poderoso.
Al llegar hasta el Inalcanzable,
le cantan:
¡Aleluya! bis.
9.
Contemplaron los Magos
entre brazos maternos
al que al hombre plasmó con sus
manos.
Comprendieron que era Él su
Señor,
a pesar de su forma de esclavo;
presurosos le ofrecen sus dones
y a la Madre proclaman:
Salve, oh, Madre del Sol sin ocaso;
Salve, aurora del místico Día.
Salve, tu apagas hogueras de errores;
Salve, Dios Trino al creyente revelas.
Salve, derribas del trono
al tirano enemigo;
Salve, nos muestras a Cristo
el Señor y el Amigo.
Salve, nos has liberado
de bárbaros ritos;
Salve, nos has redimido
de acciones de barro.
Salve, destruyes el culto del fuego;
Salve, extingues las llamas del vicio.
Salve, camino a la santa templanza;
Salve, alegría de todas las gentes.
Salve, ¡Virgen y Esposa! bis.
10.
Portadores y heraldos
de Dios eran los Magos
de regreso, allá en Babilonia.
Se cumplía el oráculo antiguo
cuando a todos hablaban de Cristo,
sin pensar en el necio de Herodes
que no canta:
¡Aleluya! bis.
11.
El Egipto iluminas
con la luz verdadera
persiguiendo el error tenebroso.
A tu paso caían los dioses,
no pudiendo, Señor, soportarte;
y los hombres, salvados de engaño,
a la Virgen aclaman:
Salve, levantas al género humano;
Salve, humillas a todo el infierno.
Salve, conculcas engaños y errores;
Salve, impugnas del ídolo el fraude.
Salve, oh, mar que sumerge
al cruel enemigo;
Salve, oh, roca do beben
sedientos de Vida.
Salve, columna de fuego
que guía en tinieblas;
Salve, amplísima nube
que cubres el mundo.
Salve, nos diste el Maná verdadero;
Salve, nos sirves Manjar de delicias.
Salve, oh, tierra por Dios prometida;
Salve, en ti fluyen la miel y la leche.
Salve, ¡Virgen y Esposa! bis.
12.
Simeón el anciano,
al final de sus días,
de este mundo dejaba la sombra.
Presentado le fuiste cual niño,
mas, al verte cual Dios poderoso,
admiró el arcano designio
y gritaba:
¡Aleluya! bis.
PARTE DOGMÁTICA
13.
Renovó el Excelso
de este mundo las leyes
cuando vino a habitar en la
Tierra.
Germinando en un seno
incorrupto
lo conserva intacto cual era.
Asombrados por este prodigio,
a la Santa cantamos:
Salve, azucena de intacta belleza;
Salve, corona de noble firmeza.
Salve, la suerte futura revelas;
Salve, la angélica vida desvelas.
Salve, frutal exquisito
que nutre a los fieles;
Salve, ramaje frondoso
que a todos cobija.
Salve, llevaste en el seno
a quien guía al errante;
Salve, al mundo entregaste
a quien libra al esclavo.
Salve, plegaria ante el Juez verdadero;
Salve, perdón del que tuerce el sendero.
Salve, atavío que cubre al desnudo;
Salve, del hombre supremo deseo.
Salve, ¡Virgen y Esposa! bis.
14.
Ante el Parto admirable,
alejados del mundo,
hacia el Cielo elevamos la mente.
El Altísimo vino a la Tierra
con la humilde semblanza de un
pobre
y enaltece hasta cumbres
de gloria a quien canta:
¡Aleluya! bis
15.
Habitaba en la Tierra
y llenaba los Cielos
la Palabra de Dios infinita.
Su bajada amorosa hasta el
hombre
no cambió su morada superna.
Era el parto divino de Virgen
que este canto escuchaba:
Salve, mansión que contiene al Inmenso;
Salve, dintel del augusto Misterio.
Salve, de incrédulo equívoco anuncio;
Salve, del fiel inequívoco orgullo.
Salve, carroza del Santo
que portan querubes;
Salve, sitial del que adoran
sin fin serafines.
Salve, tú sola has unido
dos cosas opuestas;
Salve, tú sola a la vez
eres Virgen y Madre.
Salve, por ti fue borrada la culpa;
Salve, por ti Dios abrió el Paraíso.
Salve, tú, llave del Reino de Cristo;
Salve, esperanza de bienes eternos.
Salve, ¡Virgen y Esposa! bis.
16.
Todo el orden angélico
asombrado contempla
el misterio de Dios que se encarna.
Al Señor, al que nadie se acerca,
hecho hombre, accesible, admira
caminar por humanos senderos,
escuchando:
¡Aleluya! bis.
17.
Oradores brillantes
como peces se callan
ante ti, Santa Madre del Verbo.
Cómo ha sido posible no
entienden ser tú Virgen después
de ser Madre.
El prodigio admiramos tus fieles,
y con fe proclamamos:
Salve, sagrario de arcana Sapiencia;
Salve, despensa de la Providencia.
Salve, por ti se confunden los sabios;
Salve, por ti el orador enmudece.
Salve, por ti se aturden
sutiles doctores;
Salve, por ti desfallecen
autores de mitos.
Salve, disuelves enredos
de agudos sofistas;
Salve, rellenas las redes
de los pescadores.
Salve, levantas de honda ignorancia;
Salve, nos llenas de ciencia superna.
Salve, navío del que ama salvarse;
Salve, oh, puerto en el mar de la vida.
Salve, ¡Virgen y Esposa! bis.
18.
Por salvar todo el orbe,
el Divino Alfarero
hasta el mundo bajó, porque quiso.
Por ser Dios era Él Pastor nuestro;
se mostró por nosotros Cordero;
como igual sus iguales atrae;
cual Dios oye:
¡Aleluya! bis.
19.
Virgen, Madre de Cristo,
baluarte de vírgenes
y de todo el que en ti se refugia
el divino Hacedor te dispuso,
al tomar de ti carne en tu seno;
y enseña a que todos cantemos
en tu honor, oh, Inviolada:
Salve, columna de sacra pureza;
Salve, umbral de la vida perfecta.
Salve, tú inicias la nueva progenie;
Salve, dispensas bondades divinas.
Salve, de nuevo engendraste
al nacido en deshonra;
Salve, talento infundiste
al hombre insensato.
Salve, anulaste a Satán
seductor de las almas;
Salve, nos diste al Señor
sembrador de los castos.
Salve, regazo de nupcias divinas;
Salve, unión de los fieles con Cristo.
Salve, de vírgenes Madre y Maestra;
Salve, al Esposo conduces las almas.
Salve, ¡Virgen y Esposa! bis.
20.
Impotente es el canto
que alabar presumiera
de tu gracia el caudal infinito.
Como inmensa es la arena en la
playa pueden ser nuestros
himnos, Rey Santo, mas no
igualan los dones que has dado
a quien canta:
¡Aleluya! bis.
21.
Como antorcha luciente
del que yace en tinieblas
resplandece la Virgen María.
Ha encedido la Luz increada;
su fulgor ilumina las mentes
y conduce a la ciencia celeste,
suscitando este canto:
Salve, oh, rayo del Sol verdadero;
Salve, destello de Luz sin ocaso.
Salve, fulgor que iluminas las mentes;
Salve, cual trueno enemigos aterras.
Salve, surgieron de ti
luminosos misterios;
Salve, brotaron en ti
caudalosos arroyos.
Salve, figura eres tú
de salubre piscina;
Salve, tú limpias las manchas
de nuestros pecados.
Salve, oh, fuente que lavas las almas;
Salve, oh, copa que vierte alegría.
Salve, fragancia del ungüento de Cristo;
Salve, oh, Vida del sacro Banquete.
Salve, ¡Virgen y Esposa! bis.
22.
Por querer perdonarnos
el pecado primero,
el que paga las deudas de todos,
de sus prófugos busca el asilo,
libremente del Cielo exiliado.
Mas, rasgando el quirógrafo
antiguo, oye un canto:
¡Aleluya! bis.
23.
Celebrando tu parto,
a una voz te alabamos
como templo viviente, Señora.
Ha querido encerrarse en tu seno
el que todo contiene en su mano,
el que santa y gloriosa te ha
hecho, el que enseña a cantarte:
Salve, oh, tienda del Verbo divino;
Salve, más grande que el gran Santuario.
Salve, oh, Arca que Espíritu dora;
Salve, tesoro inexhausto de vida.
Salve, diadema preciosa
de reyes devotos;
Salve, orgullo glorioso
de sacros ministros.
Salve, firmísimo alcázar
de toda la Iglesia;
Salve, muralla invencible
de todo el Imperio.
Salve, por ti enarbolamos trofeos;
Salve, por ti sucumbió el adversario.
Salve, remedio eficaz de mi carne;
Salve, inmortal salvación de mi alma.
Salve, ¡Virgen y Esposa! bis.
24.
Digna de toda loa,
Madre santa del Verbo,
el más Santo entre todos los
Santos.
Nuestra ofrenda recibe en el
canto; salva al mundo de todo
peligro; del castigo inminente
libera a quien canta:
¡Aleluya! bis.
Interpretación: Rubén Darío Robadin.
*Obra escrita y fuente:
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