
Akáthistos es una palabra griega que significa 'no sentado', es decir, de pie. Reciben este nombre los célebres himnos de la liturgia oriental que, como signo de veneración, se cantan o escuchan de pie, al igual que el Evangelio. El más preclaro de tales himnos es el dedicado a la Madre de Dios.
Menos conocido, pero de gran profundidad teológica y belleza, es el siguiente, en honor del glorioso patriarca san José, Esposo de la Bienaventurada Virgen María y padre adoptivo de Cristo. Se canta en la Iglesia de Ucrania:
Himno "Akáthistos" al Justo José, Esposo de la Santísima Virgen María
Bendito sea nuestro Dios ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
Si no hay sacerdote:
V. Por las oraciones de nuestros santos padres, oh, Señor Jesucristo, Dios Nuestro, ten piedad de nosotros. Amén.
R. Gloria a Ti, Dios nuestro, gloria a Ti.
V. Rey del Cielo, Consolador, Espíritu de la Verdad, que estás en todo lugar, y que todo lo llenas, Tesoro de bienes y Dador de la Vida, ven y haz de nosotros tu morada, purifícanos de toda mancha, y salva, Tú que eres bueno, nuestras almas.
R. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros
V. Santísima Trinidad, ten piedad de nosotros. Señor, purifícanos de nuestros pecados. Maestro, perdona nuestras transgresiones. Santo, visítanos y cura nuestras dolencias, por tu nombre.
R. Señor, ten piedad,
Señor, ten piedad,
Señor, ten piedad,
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Padre nuestro...
Kontakion I
¡Oh, justo José, elegido protector de la Santísima Virgen María, custodio providente y nutricio de Dios-Hombre! Celebrando tu servicio al misterio inefable de la Encarnación del Verbo de Dios, te dedicamos himnos de alabanza. Ahora que estás ante el trono de Cristo, nuestro Señor, contando con tu gran confianza en Él, te pedimos que ores por nosotros que te aclamamos:
¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!
Ikos I
Dios te eligió, oh, justo José, humilde carpintero, para ser protector y testigo de la Virginidad de María Santísima y para custodiar el misterio del Nacimiento del Verbo de Dios, incomprensible incluso para los ángeles. Por eso,, exaltándote como el elegido iniciado en los misterios de Dios, te aclamamos:
¡Salve, honorable descendiente del linaje de Jesé!
¡Salve, tú fuiste íntimamente adornado con majestad real!
¡Salve, tú has adquirido el bienestar espiritual en la privación de las cosas terrenas!
¡Salve, tú has obtenido la gloria eterna a través del ocultamiento!
¡Salve, tú eres más glorioso que los reyes!
¡Salve, tú eres más virtuoso que los patriarcas y los padres antiguos!
¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!
Kontakion II
Contemplando a la Virgen María, que había crecido en el Templo, el Sumo Sacerdote Zacarías gritó al Señor: «¡Muéstranos un hombre digno de ser desposado con la Virgen, oh, Señor!» Y cuando la vara de José floreció, encomendándole a la Virgen, clamó a gran voz al Señor:
¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)
Ikos II
Tu virtud es conocida hasta los confines de la Tierra, oh, san José, pues te fue concedido el incomparable honor de ser prometido a la bienaventurada María, de quien Cristo el Señor vino al mundo de manera virginal. Fuiste elegido por tu fe firme, tu pureza, tu humildad y tu excelencia en todas las virtudes. Por esto, aclamamos:
¡Salve, hombre justo, desposado con la más pura!
¡Salve, humilde de espíritu!
¡Salve, hombre de fe, que llevaste contigo a María, trono de Dios!
¡Salve, sencillo de corazón!
¡Salve, santo que serviste al Santísimo!
¡Salve, tú eres rico sin medida en todas las virtudes!
¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!
Kontakion III
En aquel tiempo, el poder del Altísimo cubrió a María con su sombra, y ella, que no conocía varón, concibió. Pero José no conocía este maravilloso misterio y cuando fue instruido por el mismo Dios, exclamó:
¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)
Ikos III
Al contemplar a la Virgen, en cuyo seno estaba el Señor, José se turbó, sabiendo que no estaban unidos en matrimonio y que podían sospechar de ella amores ilícitos. Y como era hombre justo, pensó despedirla en silencio, dejando el juicio al Señor que todo lo sabe y que nos enseña a aclamar:
¡Salve, guardián de la castidad!
¡Salve, hombre de buen corazón!
¡Salve, oh, israelita, en quien no hay engaño!
¡Salve, hombre manso!
¡Salve, has puesto toda tu confianza en Dios!
¡Salve, que te encomiendas a ti mismo y a los demás a su Providencia!
¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!
Kontakion IV
Para calmar la tempestad de los pensamientos dudosos del casto José, el ángel le reveló el misterio del Nacimiento del Hijo de Dios, Salvador del mundo, de la Virgen María; y le dijo: 'Lo llamarás 'Jesús', porque salvará a su pueblo de sus pecados'. Y a Él todos aclamamos:
¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)
Ikos IV
Habiendo oído de las Escrituras que el Señor había dicho: «He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un Hijo, y llamará su nombre 'Emmanuel'», creíste lo que te dijo el ángel, oh, justo José. y tomaste contigo a María como un libro sellado, en el que estaba escrita la Palabra por el Dedo del Padre; y la cuidaste con celo y veneración. Por esto, te saludamos:
¡Salve, tú te dispusiste a comprender la ley de Dios!
¡Salve, tú te abriste para acoger sus Misterios!
¡Salve, tú tuviste el honor de conocer el misterio de Dios hecho Hombre!
¡Salve, tú has contemplado su Venida para nuestra salvación!
¡Salve, tú creíste en lo que te fue revelado!
¡Salve, tu fe te ha sido acreditada como justicia!
¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!
Kontakion V
Oh, bienaventurado José, recibiendo en tu casa a la joven elegida por el Señor, la amaste como a tu desposada, la honraste como a la Virgen Santísima y Madre del Salvador del mundo, y la serviste con devoción y reverencia, esforzándote con toda tu alma en observar todo lo que estaba escrito en la Ley y en los Profetas; y con María, aclamaste al Señor:
¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)
Ikos V
Contemplando en el pesebre de Belén la Estrella que brilló de Jacob, fuiste el primero en adorar al Niño; y cuando el Cielo le ofreció una estrella; los ángeles, un himno; los pastores, su testimonio; y los Magos, su adoración y sus dones, tú, oh, justo José, te ofreciste enteramente al Señor, dedicando tu vida, tus cuidados y tus sacrificios a su servicio. Por esto, te saludamos:
¡Salve, tú fuiste el primero en contemplar el Sol de justicia que no tiene ocaso!
¡Salve, primer testigo del Hijo encarnado, engendrado del Padre antes de todos los siglos!
¡Salve, carpintero terrenal a quien se le concedió ser padre del Arquitecto celestial!
¡Salve, protector y guardián del Niño a quien los ejércitos de ángeles sirven con temor!
¡Salve, reverente siervo de la Madre de la Palabra de Dios!
¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!
Kontakion VI
A Aquel que fue anunciado por la ley y los profetas, conservado en la Trinidad como una perla preciosa surgida de los tesoros del Cielo, para ser revelada a todos los hombres, tú lo circuncidaste al octavo día, oh, José, y le pusiste el Nombre de 'Jesús', con lo cual, habiendo asombrado a los ángeles, deleitado a los hombres, aterrorizado a los demonios y perfumado el mundo entero con dulce mirra, clamaste al Señor:
¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)
Ikos VI
El Niño Jesús, 'luz de las gentes y gloria del pueblo de Israel', como profetizó Simeón, fue inmediatamente cubierto por una nube de tribulación, oh, justo José; Mientras la nación estaba agitada, Herodes se enfureció, queriendo la Vida del Niño, y se predijo que una espada atravesaría el Corazón de su Madre, para que su fe y su paciencia se revelaran a todos. Por ello, te aclamamos a ti, que eres firme en la paciencia e inquebrantable en la fe:
¡Salve, humilde en la alegría!
¡Salve, paciente en el dolor!
¡Salve, purificado continuamente por las pruebas, como el oro en el crisol!
¡Salve, tú que siempre fuiste fiel a los Misterios que te fueron confiados!
¡Salve, te dejas guiar por la fe como por una estrella en la oscuridad!
¡Salve, tú te encomendaste a Dios como ancla en las tormentas de la vida!
¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!
Kontakion VII
Queriendo salvar del odio de Herodes a Aquel que había venido a liberar al mundo, oh, admirable José, no preguntaste al ángel, que te ordenaba huir a Egipto, si el que salvó a otros, no podía salvarse a Sí mismo. Al contrario, siendo hombre de fe, como un nuevo Abraham, siempre dispuesto a la obediencia, sin considerar las dificultades del camino, partiste inmediatamente hacia Egipto, con María y el Niño, gritando gozoso al Señor:
¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)
Ikos VII
En Egipto, te revelaste como un nuevo José; pero más grande que este antiguo patriarca, que salvó al pueblo egipcio del hambre, tú salvaste de la muerte al Salvador del mundo y ofreciste el Pan de Vida al pueblo hambriento de Dios. Tú, José, sembraste el germen de la Vida eterna, del que nació una cosecha maravillosa en los desiertos de Egipto. Por esto, te saludamos:
¡Salve, tú soportaste con alegría el dolor y la fatiga por amor de Cristo!
¡Salve, guardián del Niño Jesús que guiaba a Israel en el desierto!
¡Salve, tú alimentaste a Aquel que sació a su pueblo con maná!
¡Salve, tú llevaste en tus brazos al Autor de la vida!
¡Salve, tú salvaste al Libertador de Israel de la crueldad de Herodes!
¡Salve, tú anunciaste a Egipto la gracia de la adopción, en lugar de la esclavitud!
¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!
Kontakion VIII
Has contemplado innumerables maravillas: Dios hecho Niño en un pesebre; la Virgen Madre; los ángeles glorificando a Dios; la circuncisión; la llegada de los Magos con regalos de Oriente para adorarlo; la huida a Egipto de la locura de Herodes; la salvación de todos los hombres y la Luz del pueblo; la espada que traspasaría el Corazón de la que lo dio a luz, como dijo Simeón. Lo reconociste como verdadero Dios y verdadero Hombre, y por esto lo aclamaste:
¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)
Ikos VIII
Habiéndote consagrado enteramente a Dios, que llamó a su Hijo de Egipto por medio de su ángel, siguiendo su mandato, fuiste a vivir con Jesús y su Madre en Nazaret, para que se cumpliera lo dicho por los profetas: «Será llamado 'Nazareno'». Por esto, te invocamos como fiel servidor de Dios:
¡Salve, tú siempre conversaste con los ángeles!
¡Salve, tú participaste en la economía divina!
¡Salve, tú trabajaste en armonía con la voluntad de Dios!
¡Salve, tú estás consagrado en la tierra a las profundidades de los Misterios divinos!
¡Salve, tú acogiste las profecías acerca de Jesús!
¡Salve, tú guardaste estos Misterios con reverencia en lo más profundo de tu corazón!
¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!
Kontakion IX
Toda criatura en el Cielo, en la Tierra y debajo de la Tierra se inclina al Nombre de Jesús; Y a ti, oh, admirable José, te obedeció el Niño Jesús como a su padre. Por esto, admirando la gran condescendencia del Señor hacia ti, aclamamos:
Ikos IX
Los oradores más elocuentes no sabrían alabarte dignamente, oh, justo José. La Madre de Dios, Reina del Cielo y de la Tierra, te ha llamado su Esposo; el Hijo de Dios hecho Hombre te llamó 'padre', y tu casa terrena fue morada de santidad celestial, porque allí habitaba el Rey del Cielo y de la Tierra. Por esto, te invocamos humildemente:
¡Salve, guardián elegido de la santidad de Dios!
¡Salve, maravilloso carpintero, en cuya casa habitó el Creador!
¡Salve, alimento del Niño Dios, que sustenta toda la creación!
¡Salve, honrado por contemplar al Hijo de Dios, estrecharlo entre tus brazos y de besarlo!
Salve, que aún hoy continúas bendiciéndolo y glorificándolo con el Padre y el Espíritu!
¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!
Kontakion X
Tú puedes salvar a todos los que recurren a tu intercesión y ayuda, oh, bienaventurado José. Por eso, ¿cómo podrá el que estuvo sujeto a ti en todas las cosas terrenas no escucharte ahora que estás delante de Él en el Cielo, aclamando a gran voz con los coros angélicos:
¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)
Ikos X
Eres un baluarte poderoso para todos los que recurren a tu intercesión, oh, justo José; Por eso, no desprecies a quienes pedimos tu ayuda y que, en medio de las tormentas de las tentaciones, de las adversidades y de los sufrimientos de la vida, te invocamos a gran voz:
¡Salve, tú que nos ayudas en los peligros!
¡Salve, nuestro poderoso intercesor ante Dios!
¡Salve, nuestra firme esperanza en la tormenta y la duda!
¡Salve, nuestra liberación de las calumnias de los hombres!
¡Salve, sustentador de Aquel que mantiene en la existencia todas las cosas con el poder de su Palabra!
¡Salve, nos libras del hambre espiritual y de toda tribulación!
¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!
Kontakion XI
Otro himno te ofrecemos, oh, divinamente sabio José; y te rogamos que, como defendiste al mismo Jesucristo de todo mal y aflicción, así ahora intercedas ante Él para que preserve a su Santa Iglesia de todos los peligros, visibles e invisibles, y proteja a nuestra patria para que, llevando una vida pacífica y serena, podamos aclamar al Señor:
¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)
Ikos XI
En el Templo contemplaste al Niño Jesús de doce años, Luz del mundo que se apareció a los que estaban inmersos en las tinieblas de la ignorancia, iluminando con la Verdad a los doctores de la ley de Dios, revelando la grandeza de su ministerio según el plan del Padre Celestial. Por esto, te saludamos:
¡Salve, fiel guardián de la ley de tus padres!
¡Salve, tú que condujiste al Niño Jesús a la casa de Dios!
¡Salve, tú que sufriste con su Madre cuando ella permaneció en Jerusalén!
¡Salve, lo encontraste sentado entre los doctores, escuchándolos y preguntándoles!
¡Salve, tú lo escuchaste revelar los misterios del Padre!
¡Salve, tú contemplaste su crecimiento en edad, sabiduría y gracia!
¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!
Kontakion XII
Al ver al Niño Jesús crecer en edad y sabiduría ante Dios y los hombres, conservaste todas estas cosas en tu corazón, como un siervo fiel que guarda en secreto el tesoro que le fue confiado, hasta el día en que todos los creyentes comenzaron a aclamarlo como Dios y Salvador del mundo, diciendo:
¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)
Ikos XII
Junto a tus trabajos y sufrimientos, exaltamos también tu bendito descanso. Porque es en los brazos del Verbo de Dios y de su Madre donde te has dormido dulcemente, oh, justo José, con fe cierta en la bienaventurada eternidad. Por esto, te saludamos:
¡Salve, tú fuiste fiel a una gran misión!
¡Salve, tú fuiste considerado digno de los mayores honores!
¡Salve, tú te desposaste en la Tierra con Aquella que es Gloria y Decoro del Paraíso!
¡Salve, Dios te ha concedido partir en paz a la Vida venidera!
¡Salve, tú proclamaste la gran alegría de David!
¡Salve, tú anunciaste a Cristo que vino a liberar a la humanidad del infierno!
¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!
Kontakion XIII
¡Oh, santo y justo José! Acepta esta humilde súplica nuestra y, por tu poderosa intercesión ante Cristo Señor, pídele la gracia de ser siempre firmes y constantes en la fe, celosos y perseverantes en el seguimiento de sus Mandamientos, y que nos conceda todo lo que es útil para nuestra vida terrena y para la Vida eterna, a quienes aclamamos:
¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)
(El precedente Kontakion se recita tres veces, luego de lo cual se repiten Ikos I y Kontakion I):
Ikos I
Dios te eligió, oh, justo José, humilde carpintero, para ser protector y testigo de la Virginidad de María Santísima y para custodiar el misterio del Nacimiento del Verbo de Dios, incomprensible, incluso, para los ángeles. Por eso, exaltándote como el elegido iniciado en los Misterios de Dios, te aclamamos:
¡Salve, descendiente honrado del linaje de Jesé!
¡Salve, tú fuiste adornado con majestad real!
¡Salve, tú has adquirido el bienestar espiritual en la privación de las cosas terrenas!
¡Salve, tú has obtenido la gloria eterna a través del ocultamiento!
¡Salve, tú eres más glorioso que los reyes!
¡Salve, tú eres más virtuoso que los patriarcas y los padres antiguos!
¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!
Kontakion I
¡Oh, justo José, elegido protector de la Santísima Virgen María, custodio providente y nutricio del Dios-Hombre! Celebrando tu servicio al misterio inefable de la Encarnación del Verbo de Dios, te dedicamos himnos de alabanza. Ahora que estás ante el trono de Cristo, nuestro Señor, contando con tu gran confianza en Él, te pedimos que ores por nosotros, que te aclamamos:
¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!
Si guía un sacerdote (V), preceden las intercesiones que siguen; si no, la oración final de más abajo:
V. Ten piedad de nosotros, Señor. Por tu gran misericordia, te rogamos: Escúchanos y ten piedad.
R. Señor, ten piedad (tres veces).
V. Te rogamos, Señor, nuestro Dios, que escuches las plegarias de quienes somos pecadores, que tengas piedad de estos siervos tuyos y los protejas de toda adversidad, peligro, inquietud, necesidad, y de todo tipo de enfermedad física y espiritual, concediéndoles salud y larga vida. Te rogamos que nos escuches y tengas piedad:
R. Señor, ten piedad (tres veces).
V. Roguemos que Él pueda preservar esta ciudad, este sacro templo y toda ciudad, pueblo y nación de la carestía, la guerra civil, los desórdenes y las invasiones extranjeras. Y que nuestro Dios, que es benévolo y amante de la humanidad, pueda perdonar nuestros pecados y aplacar su justa ira, teniendo piedad de nosotros.
R. Señor, ten piedad (seis veces).
V. Escúchanos, oh, Dios, nuestro Salvador, esperanza de todos aquellos que viven en los confines más remotos de la Tierra, y de los que viajan por mar, aire y tierra, sean o no gentiles. Oh, Maestro, perdona nuestros pecados y ten piedad de nosotros, Señor de la gracia, que amas a la humanidad. Nosotros te glorificamos, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.
R. Amén.
V. Inclinando nuestra cabeza y doblando nuestras rodillas, con toda humildad, oramos al Señor:
R. Señor, ten piedad.
Oración al santo y justo José, Esposo de la Santísima Madre de Dios
¡Oh, santo y justo José! En tu vida terrena, tuviste confianza en el Hijo de Dios que fue muy feliz de llamarte su padre y de ser obediente a ti, Esposo de su Madre. Creemos que ya que ahora estás en el Cielo con los coros de los justos, eres escuchado en todo lo que pides a nuestro Dios y Salvador. Por eso, refugiándonos en tu protección y defensa, te suplicamos y humildemente te rogamos: como tú mismo fuiste librado de una tempestad de pensamientos dudosos, así también líbranos a nosotros, que somos sacudidos por las tormentas y olas de la confusión y de las pasiones; Así como protegiste a la Virgen Inmaculada de las calumnias de los hombres, así ahora defiéndenos también a nosotros de toda calumnia; Así como preservaste al Señor hecho hombre, de todo mal y aflicción, así ahora defiende también a su Iglesia y a todos nosotros de las tribulaciones y peligros. Tú sabes, oh, santo de Dios, que también el Hijo de Dios tuvo necesidades en los días de su vida terrena, y tú las atendiste; Por esto, te suplicamos que proveas a nuestras propias carencias con tu intercesión, dándonos todo bien que precisemos en esta vida. Te pedimos especialmente que intercedas por la remisión de nuestros pecados ante Aquel que fue llamado tu Hijo, el Hijo unigénito de Dios, nuestro Señor Jesucristo, para que seamos dignos de heredar el Reino de los cielos y, habitando allí contigo, glorifiquemos siempre al único Dios en tres Personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Conclusión
V. ¡Sabiduría!
Oh, Santísima Madre de Dios, sálvanos.
R. Tú eres más honorable que los querubines y serafines, pues, sin corrupción, has engendrado al Verbo del Padre. Verdadera Madre de Dios, te glorificamos.
V. ¡Gloria a Ti, Cristo Dios, nuestra esperanza! ¡Gloria a Ti!.
R. Gloria al Padre...
Si preside un sacerdote, imparte la bendición como de costumbre, diciendo:
V. Cristo, nuestro Dios verdadero, por la plegaria y de la Santísima e Inmaculada Madre, del santo y justo José, su prometido Esposo, de todos los santos y gloriosos Apóstoles, y de san N, cuya memoria celebramos en este día, de los santos y justos Joaquín y Ana, abuelos de Cristo, y por la intercesión de todos los santos, Tú, Señor (en domingo o tiempo pascual: que has resucitado de entre los muertos), ten piedad de nosotros y sálvanos, porque eres bueno y amante de la humanidad.
R. Amén.
Si preside un laico, dice:
Por la oración de nuestros santos padres, Señor Jesucristo, nuestro Dios, ten piedad.
19 de marzo del Año Santo 2025, solemnidad de san José, Esposo de la Bienaventurada Virgen María, padre adoptivo de Cristo y patrono de la Iglesia universal (y de este blog).
Entrada dedicada a él.