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La verdadera Iglesia de Dios...

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Nos iluminaste con la Luz de Cristo...

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domingo, 30 de marzo de 2025

Oración del hijo pródigo

 

Hijo pródigo (Puerta Santa)



"Padre, pequé contra el Cielo y contra Ti. No merezco ser llamado 'hijo tuyo'. Trátame como a uno de tus jornaleros" (Cf. Lc. 15, 18. 19. 21).


"Padre, pequé contra el Cielo y contra Ti, cada vez que te desplacé de mi vida y te reemplacé por antiguos o nuevos ídolos...


Cuando me creí con el derecho de determinar cuáles de tus Mandamientos aceptar y cuáles rechazar, declarándolos 'obsoletos'.


Cuando me consideré superior a los demás y me arrogué tu inalienable derecho de juzgar sus faltas...


Cuando, como otro Judas, traicioné a tu Hijo, callando cuando lo insultaban y mirando para otro lado cuando se le burlaban...


Cuando no supe o no quise servir a tu Hijo en la persona de mis hermanos...


Cuando huí de Ti y dilapidé los dones que de tus manos recibí desde la infancia...


Cuando me dejé seducir por falsos profetas y fabriqué otros dioses a la medida de mis conveniencias...


Cuando, con espíritu de autosuficiencia y soberbia, te fui indiferente, creyendo que podía vivir sin Ti...


Cuando profané el título de 'hijo tuyo', que fue adquirido para mí y para mis hermanos al precio de la Sangre de tu Hijo, y preferí ser tratado como uno de tus jornaleros...


Padre amoroso, hoy quiero volver a Ti:

Concédeme la alegría de amarte sin medida, de servir a Cristo sin condiciones, de dejarme guiar por tu Espíritu sin vacilaciones y de llegar al asilo precioso de tu abrazo definitivo en el Cielo.


Sé que no merezco ser llamado 'hijo tuyo', pero estoy seguro de que amas que te diga 'Padre', como me enseñó tu Hijo, a Quien sea la gloria junto Contigo y con el Espíritu Santo, por toda la eternidad. Amén.



30 de marzo del Año Santo 2025, en el Domingo IV de Cuaresma (Lætare).
Entrada dedicada a Dios Padre Misericordioso.

martes, 25 de marzo de 2025

Oración a la Virgen María en favor de la vida humana

 

La Anunciación (Puerta Santa)


La siguiente oración fue compuesta por san Juan Pablo II e incluida al final de su célebre Carta Encíclica Evangelium vitae, n. 105:


"Oh, María,
Aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a ti confiamos la causa de la vida:
mira, Madre, el número inmenso
de niños a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas
de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos, muertos
a causa de la indiferencia
o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu Hijo
sepan anunciar con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud
durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia, 
para construir,
junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios, 
Creador y amante de la vida. Amén".


25 de marzo del Año Santo 2025, solemnidad de la Anunciación del Señor.
Día del niño por nacer.
Trigésimo aniversario de la publicación de la Carta Encíclica Evangelium vitæ, obra de  san Juan Pablo II.
Entrada dedicada al Verbo Encarnado en el Trono viviente de su Santísima Madre.

miércoles, 19 de marzo de 2025

Himno "Akáthistos" al Justo José, Esposo de la Santísima Virgen María

 




Akáthistos es una palabra griega que significa 'no sentado', es decir, de pie. Reciben este nombre los célebres himnos de la liturgia oriental que, como signo de veneración, se cantan o escuchan de pie, al igual que el Evangelio. El más preclaro de tales himnos es el dedicado a la Madre de Dios.

Menos conocido, pero de gran profundidad teológica y belleza, es el siguiente, en honor del glorioso patriarca san José, Esposo de la Bienaventurada Virgen María y padre adoptivo de Cristo. Se canta en la Iglesia de Ucrania:


Himno "Akáthistos" al Justo José, Esposo de la Santísima Virgen María


Bendito sea nuestro Dios ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

Si no hay sacerdote: 

V. Por las oraciones de nuestros santos padres, oh, Señor Jesucristo, Dios Nuestro, ten piedad de nosotros. Amén.

R. Gloria a Ti, Dios nuestro, gloria a Ti.

V. Rey del Cielo, Consolador, Espíritu de la Verdad, que estás en todo lugar, y que todo lo llenas, Tesoro de bienes y Dador de la Vida, ven y haz de nosotros tu morada, purifícanos de toda mancha, y salva, Tú que eres bueno, nuestras almas.

R. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros

Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros

Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros


V. Santísima Trinidad, ten piedad de nosotros. Señor, purifícanos de nuestros pecados. Maestro, perdona nuestras transgresiones. Santo, visítanos y cura nuestras dolencias, por tu nombre.

R. Señor, ten piedad, 
     Señor, ten piedad, 
     Señor, ten piedad,


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.


Padre nuestro...





Kontakion I

¡Oh, justo José, elegido protector de la Santísima Virgen María, custodio providente y nutricio de Dios-Hombre! Celebrando tu servicio al misterio inefable de la Encarnación del Verbo de Dios, te dedicamos himnos de alabanza. Ahora que estás ante el trono de Cristo, nuestro Señor, contando con tu gran confianza en Él, te pedimos que ores por nosotros que te aclamamos: 

¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!


Ikos I

Dios te eligió, oh, justo José, humilde carpintero, para ser protector y testigo de la Virginidad de María Santísima y para custodiar el misterio del Nacimiento del Verbo de Dios, incomprensible incluso para los ángeles. Por eso,, exaltándote como el elegido iniciado en los misterios de Dios, te aclamamos:

¡Salve, honorable descendiente del linaje de Jesé!

¡Salve, tú fuiste íntimamente adornado con majestad real!

¡Salve, tú has adquirido el bienestar espiritual en la privación de las cosas terrenas!

¡Salve, tú has obtenido la gloria eterna a través del ocultamiento!

¡Salve, tú eres más glorioso que los reyes!

¡Salve, tú eres más virtuoso que los patriarcas y los padres antiguos!

¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!


Kontakion II

Contemplando a la Virgen María, que había crecido en el Templo, el Sumo Sacerdote Zacarías gritó al Señor: «¡Muéstranos un hombre digno de ser desposado con la Virgen, oh, Señor!» Y cuando la vara de José floreció, encomendándole a la Virgen, clamó a gran voz al Señor: 

¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)


Ikos II

Tu virtud es conocida hasta los confines de la Tierra, oh, san José, pues te fue concedido el incomparable honor de ser prometido a la bienaventurada María, de quien Cristo el Señor vino al mundo de manera virginal. Fuiste elegido por tu fe firme, tu pureza, tu humildad y tu excelencia en todas las virtudes. Por esto, aclamamos:

¡Salve, hombre justo, desposado con la más pura!

¡Salve, humilde de espíritu!

¡Salve, hombre de fe, que llevaste contigo a María, trono de Dios!

¡Salve, sencillo de corazón!

¡Salve, santo que serviste al Santísimo!

¡Salve, tú eres rico sin medida en todas las virtudes!

¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!


Kontakion III

En aquel tiempo, el poder del Altísimo cubrió a María con su sombra, y ella, que no conocía varón, concibió. Pero José no conocía este maravilloso misterio y cuando fue instruido por el mismo Dios, exclamó: 

¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)


Ikos III

Al contemplar a la Virgen, en cuyo seno estaba el Señor, José se turbó, sabiendo que no estaban unidos en matrimonio y que podían sospechar de ella amores ilícitos. Y como era hombre justo, pensó despedirla en silencio, dejando el juicio al Señor que todo lo sabe y que nos enseña a aclamar:

¡Salve, guardián de la castidad!

¡Salve, hombre de buen corazón!

¡Salve, oh, israelita, en quien no hay engaño!

¡Salve, hombre manso!

¡Salve, has puesto toda tu confianza en Dios!

¡Salve, que te encomiendas a ti mismo y a los demás a su Providencia!

¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!


Kontakion IV

Para calmar la tempestad de los pensamientos dudosos del casto José, el ángel le reveló el misterio del Nacimiento del Hijo de Dios, Salvador del mundo, de la Virgen María; y le dijo: 'Lo llamarás 'Jesús', porque salvará a su pueblo de sus pecados'. Y a Él todos aclamamos:

¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)


Ikos IV

Habiendo oído de las Escrituras que el Señor había dicho: «He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un Hijo, y llamará su nombre 'Emmanuel'», creíste lo que te dijo el ángel, oh, justo José. y tomaste contigo a María como un libro sellado, en el que estaba escrita la Palabra por el Dedo del Padre; y la cuidaste con celo y veneración. Por esto, te saludamos:

¡Salve, tú te dispusiste a comprender la ley de Dios!

¡Salve, tú te abriste para acoger sus Misterios!

¡Salve, tú tuviste el honor de conocer el misterio de Dios hecho Hombre!

¡Salve, tú has contemplado su Venida para nuestra salvación!

¡Salve, tú creíste en lo que te fue revelado!

¡Salve, tu fe te ha sido acreditada como justicia!

¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!





Kontakion V

Oh, bienaventurado José, recibiendo en tu casa a la joven elegida por el Señor, la amaste como a tu desposada, la honraste como a la Virgen Santísima y Madre del Salvador del mundo, y la serviste con devoción y reverencia, esforzándote con toda tu alma en observar todo lo que estaba escrito en la Ley y en los Profetas; y con María, aclamaste al Señor:

¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)


Ikos V

Contemplando en el pesebre de Belén la Estrella que brilló de Jacob, fuiste el primero en adorar al Niño; y cuando el Cielo le ofreció una estrella; los ángeles, un himno; los pastores, su testimonio; y los Magos, su adoración y sus dones, tú, oh, justo José, te ofreciste enteramente al Señor, dedicando tu vida, tus cuidados y tus sacrificios a su servicio. Por esto, te saludamos:

¡Salve, tú fuiste el primero en contemplar el Sol de justicia que no tiene ocaso!

¡Salve, primer testigo del Hijo encarnado, engendrado del Padre antes de todos los siglos!

¡Salve, carpintero terrenal a quien se le concedió ser padre del Arquitecto celestial!

¡Salve, protector y guardián del Niño a quien los ejércitos de ángeles sirven con temor!

¡Salve, reverente siervo de la Madre de la Palabra de Dios!

¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!


Kontakion VI

A Aquel que fue anunciado por la ley y los profetas, conservado en la Trinidad como una perla preciosa surgida de los tesoros del Cielo, para ser revelada a todos los hombres, tú lo circuncidaste al octavo día, oh, José, y le pusiste el Nombre de 'Jesús', con lo cual, habiendo asombrado a los ángeles, deleitado a los hombres, aterrorizado a los demonios y perfumado el mundo entero con dulce mirra, clamaste al Señor: 

¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)


Ikos VI

El Niño Jesús, 'luz de las gentes y gloria del pueblo de Israel', como profetizó Simeón, fue inmediatamente cubierto por una nube de tribulación, oh, justo José; Mientras la nación estaba agitada, Herodes se enfureció, queriendo la Vida del Niño, y se predijo que una espada atravesaría el Corazón de su Madre, para que su fe y su paciencia se revelaran a todos. Por ello, te aclamamos a ti, que eres firme en la paciencia e inquebrantable en la fe:

¡Salve, humilde en la alegría!

¡Salve, paciente en el dolor!

¡Salve, purificado continuamente por las pruebas, como el oro en el crisol!

¡Salve, tú que siempre fuiste fiel a los Misterios que te fueron confiados!

¡Salve, te dejas guiar por la fe como por una estrella en la oscuridad!

¡Salve, tú te encomendaste a Dios como ancla en las tormentas de la vida!

¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!


Kontakion VII

Queriendo salvar del odio de Herodes a Aquel que había venido a liberar al mundo, oh, admirable José, no preguntaste al ángel, que te ordenaba huir a Egipto, si el que salvó a otros, no podía salvarse a Sí mismo. Al contrario, siendo hombre de fe, como un nuevo Abraham, siempre dispuesto a la obediencia, sin considerar las dificultades del camino, partiste inmediatamente hacia Egipto, con María y el Niño, gritando gozoso al Señor: 

¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)


Ikos VII

En Egipto, te revelaste como un nuevo José; pero más grande que este antiguo patriarca, que salvó al pueblo egipcio del hambre, tú salvaste de la muerte al Salvador del mundo y ofreciste el Pan de Vida al pueblo hambriento de Dios. Tú, José, sembraste el germen de la Vida eterna, del que nació una cosecha maravillosa en los desiertos de Egipto. Por esto, te saludamos:

¡Salve, tú soportaste con alegría el dolor y la fatiga por amor de Cristo!

¡Salve, guardián del Niño Jesús que guiaba a Israel en el desierto!

¡Salve, tú alimentaste a Aquel que sació a su pueblo con maná!

¡Salve, tú llevaste en tus brazos al Autor de la vida!

¡Salve, tú salvaste al Libertador de Israel de la crueldad de Herodes!

¡Salve, tú anunciaste a Egipto la gracia de la adopción, en lugar de la esclavitud!

¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!





Kontakion VIII

Has contemplado innumerables maravillas: Dios hecho Niño en un pesebre; la Virgen Madre; los ángeles glorificando a Dios; la circuncisión; la llegada de los Magos con regalos de Oriente para adorarlo; la huida a Egipto de la locura de Herodes; la salvación de todos los hombres y la Luz del pueblo; la espada que traspasaría el Corazón de la que lo dio a luz, como dijo Simeón. Lo reconociste como verdadero Dios y verdadero Hombre, y por esto lo aclamaste: 

¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)


Ikos VIII

Habiéndote consagrado enteramente a Dios, que llamó a su Hijo de Egipto por medio de su ángel, siguiendo su mandato, fuiste a vivir con Jesús y su Madre en Nazaret, para que se cumpliera lo dicho por los profetas: «Será llamado 'Nazareno'». Por esto, te invocamos como fiel servidor de Dios:

¡Salve, tú siempre conversaste con los ángeles!

¡Salve, tú participaste en la economía divina!

¡Salve, tú trabajaste en armonía con la voluntad de Dios!

¡Salve, tú estás consagrado en la tierra a las profundidades de los Misterios divinos!

¡Salve, tú acogiste las profecías acerca de Jesús!

¡Salve, tú guardaste estos Misterios con reverencia en lo más profundo de tu corazón!

¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!






Kontakion IX

Toda criatura en el Cielo, en la Tierra y debajo de la Tierra se inclina al Nombre de Jesús; Y a ti, oh, admirable José, te obedeció el Niño Jesús como a su padre. Por esto, admirando la gran condescendencia del Señor hacia ti, aclamamos:


Ikos IX

Los oradores más elocuentes no sabrían alabarte dignamente, oh, justo José. La Madre de Dios, Reina del Cielo y de la Tierra, te ha llamado su Esposo; el Hijo de Dios hecho Hombre te llamó 'padre', y tu casa terrena fue morada de santidad celestial, porque allí habitaba el Rey del Cielo y de la Tierra. Por esto, te invocamos humildemente:

¡Salve, guardián elegido de la santidad de Dios!

¡Salve, maravilloso carpintero, en cuya casa habitó el Creador!

¡Salve, alimento del Niño Dios, que sustenta toda la creación!

¡Salve, honrado por contemplar al Hijo de Dios, estrecharlo entre tus brazos y de besarlo!

Salve, que aún hoy continúas bendiciéndolo y glorificándolo con el Padre y el Espíritu!

¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!


Kontakion X

Tú puedes salvar a todos los que recurren a tu intercesión y ayuda, oh, bienaventurado José. Por eso, ¿cómo podrá el que estuvo sujeto a ti en todas las cosas terrenas no escucharte ahora que estás delante de Él en el Cielo, aclamando a gran voz con los coros angélicos: 

¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)


Ikos X

Eres un baluarte poderoso para todos los que recurren a tu intercesión, oh, justo José; Por eso, no desprecies a quienes pedimos tu ayuda y que, en medio de las tormentas de las tentaciones, de las adversidades y de los sufrimientos de la vida, te invocamos a gran voz:

¡Salve, tú que nos ayudas en los peligros!

¡Salve, nuestro poderoso intercesor ante Dios!

¡Salve, nuestra firme esperanza en la tormenta y la duda!

¡Salve, nuestra liberación de las calumnias de los hombres!

¡Salve, sustentador de Aquel que mantiene en la existencia todas las cosas con el poder de su Palabra!

¡Salve, nos libras del hambre espiritual y de toda tribulación!

¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!


Kontakion XI

Otro himno te ofrecemos, oh, divinamente sabio José; y te rogamos que, como defendiste al mismo Jesucristo de todo mal y aflicción, así ahora intercedas ante Él para que preserve a su Santa Iglesia de todos los peligros, visibles e invisibles, y proteja a nuestra patria para que, llevando una vida pacífica y serena, podamos aclamar al Señor: 

¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)


Ikos XI

En el Templo contemplaste al Niño Jesús de doce años, Luz del mundo que se apareció a los que estaban inmersos en las tinieblas de la ignorancia, iluminando con la Verdad a los doctores de la ley de Dios, revelando la grandeza de su ministerio según el plan del Padre Celestial. Por esto, te saludamos:

¡Salve, fiel guardián de la ley de tus padres!

¡Salve, tú que condujiste al Niño Jesús a la casa de Dios!

¡Salve, tú que sufriste con su Madre cuando ella permaneció en Jerusalén!

¡Salve, lo encontraste sentado entre los doctores, escuchándolos y preguntándoles!

¡Salve, tú lo escuchaste revelar los misterios del Padre!

¡Salve, tú contemplaste su crecimiento en edad, sabiduría y gracia!

¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!


Kontakion XII


Al ver al Niño Jesús crecer en edad y sabiduría ante Dios y los hombres, conservaste todas estas cosas en tu corazón, como un siervo fiel que guarda en secreto el tesoro que le fue confiado, hasta el día en que todos los creyentes comenzaron a aclamarlo como Dios y Salvador del mundo, diciendo: 

¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)


Ikos XII

Junto a tus trabajos y sufrimientos, exaltamos también tu bendito descanso. Porque es en los brazos del Verbo de Dios y de su Madre donde te has dormido dulcemente, oh, justo José, con fe cierta en la bienaventurada eternidad. Por esto, te saludamos:

¡Salve, tú fuiste fiel a una gran misión!

¡Salve, tú fuiste considerado digno de los mayores honores!

¡Salve, tú te desposaste en la Tierra con Aquella que es Gloria y Decoro del Paraíso!

¡Salve, Dios te ha concedido partir en paz a la Vida venidera!

¡Salve, tú proclamaste la gran alegría de David!

¡Salve, tú anunciaste a Cristo que vino a liberar a la humanidad del infierno!

¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!


Kontakion XIII

¡Oh, santo y justo José! Acepta esta humilde súplica nuestra y, por tu poderosa intercesión ante Cristo Señor, pídele la gracia de ser siempre firmes y constantes en la fe, celosos y perseverantes en el seguimiento de sus Mandamientos, y que nos conceda todo lo que es útil para nuestra vida terrena y para la Vida eterna, a quienes aclamamos: 

¡Aleluya! (¡Alabado sea el Señor!)

(El precedente Kontakion se recita tres veces, luego de lo cual se repiten Ikos I y Kontakion I):


Ikos I

Dios te eligió, oh, justo José, humilde carpintero, para ser protector y testigo de la Virginidad de María Santísima y para custodiar el misterio del Nacimiento del Verbo de Dios, incomprensible, incluso, para los ángeles. Por eso, exaltándote como el elegido iniciado en los Misterios de Dios, te aclamamos:

¡Salve, descendiente honrado del linaje de Jesé!

¡Salve, tú fuiste adornado con majestad real!

¡Salve, tú has adquirido el bienestar espiritual en la privación de las cosas terrenas!

¡Salve, tú has obtenido la gloria eterna a través del ocultamiento!

¡Salve, tú eres más glorioso que los reyes!

¡Salve, tú eres más virtuoso que los patriarcas y los padres antiguos!

¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!


Kontakion I

¡Oh, justo José, elegido protector de la Santísima Virgen María, custodio providente y nutricio del Dios-Hombre! Celebrando tu servicio al misterio inefable de la Encarnación del Verbo de Dios, te dedicamos himnos de alabanza. Ahora que estás ante el trono de Cristo, nuestro Señor, contando con tu gran confianza en Él, te pedimos que ores por nosotros, que te aclamamos: 

¡Salve, oh, justo José, protector de nuestras almas!





Si guía un sacerdote (V), preceden las intercesiones que siguen; si no, la oración final de más abajo:

V. Ten piedad de nosotros, Señor. Por tu gran misericordia, te rogamos: Escúchanos y ten piedad.

R. Señor, ten piedad (tres veces).

V. Te rogamos, Señor, nuestro Dios, que escuches las plegarias de quienes somos pecadores, que tengas piedad de estos siervos tuyos y los protejas de toda adversidad, peligro, inquietud, necesidad, y de todo tipo de enfermedad física y espiritual, concediéndoles salud y larga vida. Te rogamos que nos escuches y tengas piedad:

R. Señor, ten piedad (tres veces).

V. Roguemos que Él pueda preservar esta ciudad, este sacro templo y toda ciudad, pueblo y nación de la carestía, la guerra civil, los desórdenes y las invasiones extranjeras. Y que nuestro Dios, que es benévolo y amante de la humanidad, pueda perdonar nuestros pecados y aplacar su justa ira, teniendo piedad de nosotros.

R. Señor, ten piedad (seis veces).

V. Escúchanos, oh, Dios, nuestro Salvador, esperanza de todos aquellos que viven en los confines más remotos de la Tierra, y de los que viajan por mar, aire y tierra, sean o no gentiles. Oh, Maestro, perdona nuestros pecados y ten piedad de nosotros, Señor de la gracia, que amas a la humanidad. Nosotros te glorificamos, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.

R. Amén.

V. Inclinando nuestra cabeza y doblando nuestras rodillas, con toda humildad, oramos al Señor:

R. Señor, ten piedad.


Oración al santo y justo José, Esposo de la Santísima Madre de Dios





¡Oh, santo y justo José! En tu vida terrena, tuviste confianza en el Hijo de Dios que fue muy feliz de llamarte su padre y de ser obediente a ti, Esposo de su Madre. Creemos que ya que ahora estás en el Cielo con los coros de los justos, eres escuchado en todo lo que pides a nuestro Dios y Salvador. Por eso, refugiándonos en tu protección y defensa, te suplicamos y humildemente te rogamos: como tú mismo fuiste librado de una tempestad de pensamientos dudosos, así también líbranos a nosotros, que somos sacudidos por las tormentas y olas de la confusión y de las pasiones; Así como protegiste a la Virgen Inmaculada de las calumnias de los hombres, así ahora defiéndenos también a nosotros de toda calumnia; Así como preservaste al Señor hecho hombre, de todo mal y aflicción, así ahora defiende también a su Iglesia y a todos nosotros de las tribulaciones y peligros. Tú sabes, oh, santo de Dios, que también el Hijo de Dios tuvo necesidades en los días de su vida terrena, y tú las atendiste; Por esto, te suplicamos que proveas a nuestras propias carencias con tu intercesión, dándonos todo bien que precisemos en esta vida. Te pedimos especialmente que intercedas por la remisión de nuestros pecados ante Aquel que fue llamado tu Hijo, el Hijo unigénito de Dios, nuestro Señor Jesucristo, para que seamos dignos de heredar el Reino de los cielos y, habitando allí contigo, glorifiquemos siempre al único Dios en tres Personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.


Conclusión 

V. ¡Sabiduría!

Oh, Santísima Madre de Dios, sálvanos.

R. Tú eres más honorable que los querubines y serafines, pues, sin corrupción, has engendrado al Verbo del Padre. Verdadera Madre de Dios, te glorificamos.

V. ¡Gloria a Ti, Cristo Dios, nuestra esperanza! ¡Gloria a Ti!.

R. Gloria al Padre...

Si preside un sacerdote, imparte la bendición como de costumbre, diciendo:

V. Cristo, nuestro Dios verdadero, por la plegaria y de la Santísima e Inmaculada Madre, del santo y justo José, su prometido Esposo, de todos los santos y gloriosos Apóstoles, y de san N, cuya memoria celebramos en este día, de los santos y justos Joaquín y Ana, abuelos de Cristo, y por la intercesión de todos los santos, Tú, Señor (en domingo o tiempo pascual: que has resucitado de entre los muertos), ten piedad de nosotros y sálvanos, porque eres bueno y amante de la humanidad.

R. Amén.


Si preside un laico, dice:

Por la oración de nuestros santos padres, Señor Jesucristo, nuestro Dios, ten piedad.


19 de marzo del Año Santo 2025, solemnidad de san José, Esposo de la Bienaventurada Virgen María, padre adoptivo de Cristo y patrono de la Iglesia universal (y de este blog).
Entrada dedicada a él.

miércoles, 5 de marzo de 2025

Oración penitencial a Jesús


Jesús y la mujer pecadora (Puerta Santa)

 

"Señor Jesús, Dios de amor y perdón, de reconciliación y esperanza, en esta Cuaresma (del Año Jubilar), dirige tu mirada compasiva sobre la Iglesia penitente.

Da sabiduría y coraje al Santo Padre N, para que capitanee la nave de la Iglesia por las agitadas olas de este momento 
de la historia 
y la conduzca al puerto seguro de la Jerusalén celestial.

Haz que quienes creemos en Ti, seamos capaces de reconocer todos nuestros pecados, 
con sinceridad; 
de pedir perdón por ellos, 
con humildad; 
de reparar los daños cometidos, con decisión; 
y, de experimentar tu infinita Misericordia, 
con gozo espiritual.

Envía tu Espíritu Santo a los hombres de buena voluntad 
que no creen en Ti, para que caiga el velo de sus ojos 
y te reconozcan como su Dios y Redentor.

Que tu Madre bendita, que es 'Refugio de los pecadores', 
nos conduzca de la mano 
por el camino de una auténtica conversión.

Jesús Misericordioso, Puerta de salvación y vida, ten piedad de nosotros y de toda la humanidad.
Amén".


5 de marzo del Año Santo 2025, Miércoles de Ceniza.
Entrada dedicada a Jesucristo en el desierto cuaresmal.

domingo, 2 de marzo de 2025

Ejercicio de desagravios para el Carnaval

 

Ángel del Paraíso (Puerta Santa)


De orígenes anticristianos que no rastrearemos aquí, los excesos del Carnaval se han difundido y multiplicado hasta convertirse, en nuestros tiempos, en un explícito acto de promoción del desenfreno y la obscenidad, de la lujuria y el sacrilegio. Hay lugares en los que proliferan las imágenes de Satanás y sus demonios, ante los que se postran públicamente personas con disfraces de estos y otros seres representativos de las tinieblas. Coreografías blasfemas, que los medios de comunicación promocionan y difunden por doquier, como espectáculos culturales de diversión y "sano" esparcimiento.


Los cristianos de antes eran mucho más conscientes que los de hoy de la gravedad moral de estos festejos libertinos. Y las autoridades de la Iglesia denunciaban mucho más claramente tales peligros.


Al respecto, en el año 1890, se publicaba en Barcelona, con las debidas licencias eclesiásticas, la segunda edición de este Devoto ejercicio de desagravios para tres días de Carnaval, obra del presbítero Félix Sardí Salvany, director de la "Revista popular". (Librería y tipografía católica).


Sin cambiar absolutamente nada del contenido teológico del texto original, escrito en castellano del siglo XIX, he visto la necesidad de adaptarlo al español actual de tierras latinoamericanas, y transcribirlo en esta entrada, para difundir y dar a conocer el piadosísimo ejercicio, que se puede practicar, como es voluntad de su autor, en los "tres días de Carnaval", es decir, el domingo, lunes y martes que preceden al Miércoles de Ceniza, en que se inicia la santa Cuaresma:

 

 Devoto ejercicio de desagravios para tres días de Carnaval

 

Por la señal de la santa Cruz...


¡Soberano Señor Sacramentado! Me acerco contrito y fervoroso a tus augustos pies, para ofrecerte mis pobres homenajes de reparación, hoy que te veo por tantos de mis hermanos desconocido y ultrajado, y para pedirte también luz, misericordia y perdón para sus almas. 

Acompáñame tú, Madre mía y de todos los pecadores, María, para que, a pesar de mis faltas, sean bien acogidas estas preces ante el Trono de Su Divina Majestad. 

Glorioso San José, santos patronos y abogados mios y de estas tierras, ángeles que a millares están rodeando en estos momentos el solitario Tabernáculo; ustedes, en particular, custodios fieles de mi alma y de las de mis hermanos, por quienes voy a rogar, intercedan por ellos y por mí. Y hagan todos que sea para mayor gloria divina, y para bien mío y de todos los pobrecitos pecadores, este acto de desagravio que me propongo practicar.
Amén.


DÍA PRIMERO
 
MEDITACIÓN 

¡Cuán gravemente es ofendido nuestro Soberano Señor en estos días!

I

Atiende bien y considera, alma mía, si hay o no justísimos motivos para que te presentes a ofrecer tu homenaje de desagravios al Divino Esposo Jesús en estos diabólicos dias de Carnaval. Son días en que realmente parece haber vuelto a tomar completa posesión del mundo Satanás, pues son muchos los que se apresuran a mostrarse vasallos suyos. Aquello que dijo el Divino Salvador: Nunc princeps huius mundi eicietur foras (Jn. 12, 31), ("Ahora, el príncipe de este mundo será arrojado afuera") parece en verdad desmentido por el espectáculo que ofrece en tales días nuestra sociedad cristiana. Un nuevo código parece haberse proclamado en vez del Evangelio, una nueva moral, un . nuevo dios, un nuevo culto. Todo se encuentra tolerable, todo se dispensa fácilmente, como si Dios y la Iglesia hubiesen abdicado en tales días su soberana Autoridad sobre las costumbres y las conciencias. Ataques a la Religión en groseras parodias de ella, hasta en sus más augustos Misterios; ataques al pudor y a la honestidad, hasta en las calles y plazas más concurridas. Cristo Dios puede asomarse a ese inmundo espectáculo, y exclamar congojoso y angustiado: «¿Son estos los hijos que Yo redimí con mi Sangre, llamé con mi gracia y sellé con el bautismo?» Sí, Dios mío, Jesús mío y amado Esposo mío! Estos son, pero no como los quieres, a tu imagen y semejanza, sino como a imagen y semejanza suya las ha transformado y disfrazado tu enemigo Luzbel. Estos son, pero ya no cristianos, sino de nuevo paganos, como si por ellos no hubieses padecido y muerto. ¡Oh, Bien mio despreciado! ¡Oh, Sangre pisoteada! ¡Oh, santa Cruz renegada y desconocida! ¡Oh, espantosa ingratitud!


II

Reflexiona, alma mía, cómo por estos motivos, aunque en todos los días del año se vea ofendido Dios, nuestro Señor, en éstos es cuando más grave y repetidamente se le dirige el agravio a su honra divina. Esta, más que la última de Cuaresma, es su verdadera semana de Pasión. Razón tiene la Iglesia santa en conservar en la liturgia  aquel tristísimo: Ecce ascendimus Jerosolymam (Mt. 20, 18; Mc. 10, 33): ("He aquí que subimos a Jerusalén"), que parece escrito para estos días. Sí, volvemos a Jerusalén,, volvemos al Calvario; se repite la sangrienta tragedia de la que fue autor el pueblo judío. Sólo que ahora lo es con mucha mayor crueldad el mismo pueblo cristiano. Sí, Cristo es de nuevo escupido, abofeteado, puesto en Cruz, mofado y silbado en ella. Desde aquí, oigo los aullidos de un pueblo brutal que prefiere seguir, más que a Cristo, al infame Barrabás. Desde aquí, se percibe el rumor de las masas seducidas que se burlan de Él y lo blasfeman y zahieren. ¡Oh, pobre Jesús mío! ¡Y Tú solo, aquí, soportando la vergüenza de esos escarnios! ¡Tú solo aquí, con un reducido grupo de amigos fieles, pocos, muy pocos en comparacion de los innumerables que reniegan de Ti, o por lo menos, te vuelven indiferentes el rostro! ¡Ah! Consuélate, dulcísimo Jesús mío, con mis pobres obsequios, y perdona. Sigue teniendo extendidas las Manos para recibir amoroso a tanto ingrato, si por acaso vuelve más tarde a Ti. Mi corazón te ofrezco; pide de él algún sacrificio que sea en desagravio de tu vilipendiado honor. ¡Ojalá pudiera yo ofrecerme como víctima sobre este altar por Ti y por mis infelices hermanos!

Aquí, con mucho fervor se ofrecerá cada cual al Sagrado Corazón de Cristo Sacramentado, en expiación por los pecados del Carnaval, aceptando por ellos cualquier tribulación y angustia que Su Divina Majestad dispusiere permitir.

 
Ofrecimientos y deprecaciones

¡Señor mío Jesucristo! Por mis hermanos, los pobres pecadores, acudo solícito a tus soberanos pies, para que les concedas saludable arrepentimiento y filial retorno a Ti.

Perdónalos, Señor.

Por la pureza sin mancha de tu Madre y por la virginal limpieza de su santa Maternidad, perdona a tantos infelices las deshonestidades y lascivias con que embrutecen su alma. 

Perdónalos, Señor.

Por la pobreza de tu Nacimiento y oscuridad de tus primeros años, perdona a tantos infelices los excesos del lujo con que rinden tributo al mundo y a Satanás.

Perdónalos, Señor.

Por la modestia de tus dulces ojos, que nunca miraron mal, y por la prudencia de tus palabras, que siempre fueron de edificacion y buen ejemplo, perdona a tantos infelices las miradas impúdicas que dirigen u ocasionan, y las conversaciones escandalosas, que son ruina del pudor y de la vergüenza cristiana.

Perdónalos, Señor.

Por tus pasos y fatigas en busca de los pecadores, por tus congojas y sed en la predicacion evangélica, perdona a tantos infelices los sacrificios de su salud con que sirven al mundo y a su carne, en vez de sacrificarse por Ti.

Perdónalos, Señor.

Por aquel amor con que instituiste el Santísimo Sacramento en la Última Cena, a pesar de que sabías cómo este Misterio de infinita caridad había de ser vilmente escarnecido por tantos infelices en Carnaval.

Perdónalos, Señor.

Por la amarga tristeza que en Getsemaní te dieron los excesos de estos días, que claramente veías, y por aquella traición de Judas, que tantos infelices imitan hoy.

Perdónalos, Señor.

Por aquella bofetada, por aquellos azotes y espinas, por aquella ignominiosa cruz que pidió para Ti el ingrato pueblo judío, menos culpable que los infelices cristianos, que en estos días renuevan tu Pasión.

Perdónalos, Señor.

Por las tres negaciones con que te afligió aquel Apóstol cobarde a la voz de una criada, que no te afligieron más que las repetidas negaciones con que en estos dias abjuran de su nombre y carácter de cristianos tantos infelices hijos tuyos.

Perdónalos, Señor.

Por las siete palabras que en la Cruz dijiste, por el vinagre y hiel que allí se te ofreció, por las lágrimas que viste derramar a tu dulce Madre, por tu agonía y último suspiro, por tu sepultura y Resurrección, que tantos infelices desconocen y olvidan en estos días,   como si por ellos no hubieras padecido, muerto y resucitado. 

Perdónalos, Señor.


ORACIÓN 

¡Señor mío Jesucristo! dígnate aceptar en reparación de tu divina gloria ofendida, y por mis pobres hermanos extraviados, estas súplicas y ofrecimientos que te dirijo, seguro de la benignidad con que los acogerá tu misericordioso Corazón. Compadécete, Jesús mío, de esos hijos  que has redimido con tu Sangre, y admítelos un día en el dulce abrazo de tu reconciliación. Amén.


DÍA SEGUNDO

Por la señal de la Santa Cruz... y oración como el primer dia.


MEDITACIÓN 

¡Cuán cierta es la perdición de muchas almas en estos días de Carnaval!

I

Si no conmueve, oh, cristiano, tu corazón el continuo ultraje que en estos días recibe la honra divina, que te conmueva al menos el gran número de hermanos que por los excesos de ellos se lanzan a la perdición. Si vieses caer a derecha e izquierda de ti miles de hombres, víctimas de una cruel epidemia, no sería espectáculo tan doloroso como lo es hoy ver a tantos desdichados precipitarse, víctimas de esa pestilencia del vicio, por los caminos de su eterna desventura. ¿Y dices amar al prójimo como a ti mismo, y no te horroriza este estrago de almas tan general? ¿Y nada harás para disminuirlo, si sabes que en tu mano está librar alguna de esas desventuradas víctimas? Sí, en tu mano está, por medio de la fervorosa oración, a Cristo Sacramentado. Ha querido Dios nuestro Señor que cada uno pudiese ser de  este modo brazo de salvación para su hermano. Resuélvete, pues, a serlo de los que puedas en esos días infelicísimos del Carnaval. ¡Señor mío Jesucristo! Concede a mis ruegos, aunque  indignos, lo que tanto necesitan esas pobrecitas almas apartadas de Ti. Un rayo de tu luz que las haga ver lo peligroso de su estado, un toque de tu gracia que las ayude a salir de él. ¡Señor, mira que se alegra con esa infernal cosecha el demonio, tu enemigo! No sea inútil el precio de tu Sangre en tantos desventurados por quienes, como por mí, la has derramado. Que vean, Señor, que vean esos ciegos de la más peligrosa ceguera, que vean y te bendigan después por toda la eternidad. 


II 

Observa bien, alma mía, cuántos lazos especiales tienden en estos días el mundo, el demonio y la carne, para hacer suyas las almas, y con qué horrible facilidad se dejan atrapar estas en tales redes de perdición. La más vergonzosa licencia se encubre bajo las apariencias de gracejo y buen humor; la orgía más desenfrenada se llama sencillamente desahogo propio de la temporada. La vil lujuria que arruina tantas almas y prostituye tantas honras toma el color de sencillo pasatiempo y distracción; la impiedad volteriana que ríe y hace reír a costa de lo más sagrado, no parece sino chiste urbano, y rasgo de ingeniosa y amena galantería. Infinidad de corazones pagan tributo a esa atmósfera de pecado que parece lanzar envenenada sobre la Tierra por todos sus respiraderos el mismo Infierno. ¡Cuántos contraen en estos dias la espantosa gangrena que ha de hacer miserable y criminal toda su vida, hasta dar con ellos en los abismos de la eterna condenacion! ¡Cuántas muertes de réprobo no tendrán otro origen que esos infames desórdenes con que se torció para siempre el curso de una vida tal vez cristianamente empezada, para no parar sino en las inmundicias de una corrompida ancianidad! ¡Oh, Dios mío y Señor mío! A Ti acudo en demanda de gracia y misericordia por tantas almas que aún pueden quizá ser dignas de Ti por un sincero arrepentimiento. Compadécete de ellas, de la inexperiencia de su edad, de la locura de sus pasiones, de los miles de ardides con que las rodea el enemigo y de las falsas máximas con que las seduce un mundo traidor. Da, Señor, una mirada compasiva a  esos extraviados: un rayo de tu soberana luz hará de ellos, tal vez, las ovejas más fieles de tu redil. Escucha por ellos mis oraciones, recibe por ellos mi Comunión y mis escasos sacrificios; mi salud, mi honra, mi vida, tómalas en pago de sus deudas, si con aquellas puedo retornar una alma siquiera de las extraviadas, a tus divinos pies.

Amén.

Lo demás como en el día primero.


DÍA TERCERO

Por la señal de la santa Cruz...

 Oración como el primer día.


MEDITACIÓN 

Lo que agradece Dios nuestro Señor el desagravio que se hace a su honra, y la súplica quo se le dirige por los pecadores.

I

Muchos más serían los corazones consagrados a la dulce tarea de desagraviar a Dios, nuestro Señor, si conociesen cuánto agradece y estima Él tal muestra de amor de sus fieles amigos. Sabido es que tanto solemos más apreciar un obsequio, cuanto es más singular y menos acostumbrado. Allí brilla más la acendrada amistad y se echa de ver más firme y animoso el verdadero afecto. Considera, pues, con cuán buenos ojos verá el dulce Jesús las horas que has pasado estos días en su devota compañía, mientras los del mundo se entregaban con tan loco afán a sus culpables o siquiera frívolos y peligrosos devaneos. Me parece ver al Corazón de nuestro dulce Señor inclinarse más amoroso que nunca a los fieles amigos suyos desde su escondido tabernáculo, para agradecerles y recompensar con nuevos dones de su caridad esas muestras que se apresuran a darle de reparacion y desagravio. ¡Oh, cómo consolará el divino Esposo en sus aflicciones a tales almas que no lo han dejado en su soledad! ¡Oh, cómo les hará en sus tristezas amorosa y delicada compañía! Sí, que muy agradecido es el Corazon de nuestro buen Dios, y no sufre que le aventaje nadie en gratitud. ¡Alma mía! Esfuérzate en ser fiel a tu dulce Jesús, cuando son tantos los ingratos que lo ofenden y los distraídos que lo olvidan. Redobla tu celo, duplica tu fervor, reenciende más y más tu cariñoso anhelo, para suplir con tus adoraciones las que el mundo, demonio y carne roban en estos días a tu adorable Salvador. Hazlo con más  ahínco en este último día de Carnaval, y no te pesará en el momento de la muerte haber permanecido constante y fiel a tu ofendido y menospreciado Jesús.


II

Ni merecerás menos, alma mía, por el celo que hayas mostrado en rogar e interceder en tales días, y especialmente en este postrero, por los infelices pecadores, que trae ciegos y locos tras sus banderas el infernal caudillo Satanás. Dios, nuestro Señor, después de su propia honra y gloria, que es lo más digno de ser enaltecido y glorificado, ama muy especialmente las almas de esas criaturas que para el Cielo formó, y por quienes derramó toda su Sangre. Y duele infinitamente a su Corazón amante verlas precipitarse por caminos de perdición, y que por su severísima justicia hayan de ser condenadas a eterno castigo. Insta, pues, suplica, apremia, para que salga quien se interponga entre ellas y el infierno,, quien las aparte de sus pésimos senderos, quien las vuelva a sus brazos arrepentidas y reconciliadas. Y para eso quiere que haya quien ore mucho por ellas, quien por ellas se ofrezca, quien por ellas satisfaga y expíe, para facilitarle así a su misericordia, sin perjuicio de su eterna justicia, la grata obra de perdonar. Así que,   bien podemos asegurar que nada agradecerá tanto el Divino Señor, y nada recompensará con tan subidas mercedes que la intercesión de los buenos en favor de sus hermanos pecadores. Se asocia a su obra de Redentor y se hace como redentor con Él, quien trabaja y ora, sufre y expía, para hacer eficaces en las almas de sus hermanos los frutos de la misericordia. ¡Oh, suavísimo Redentor mío, y que lo eres también de todos mis hermanos pecadores! A eso aspiro yo, y eso espero merecer por tu infinita misericordia. Que logre devolverte alguna de esas almas perdidas que te robó Satanás; que logre haber alcanzado con mis pobres oraciones y expiaciones algún toque interior de gracia para alguna de ellas en estos dias de Carnaval. ¡Ponte de mi parte tú, Señora, Reina y Madre de pecadores, ángeles y santos, patronos de estas tierras, custodios de los infelices hermanos míos apartados de Dios! Presenten mis últimas súplicas al Altísimo, y alcancen ellas por su recomendación lo que por mis escasos méritos no pudieran tal vez obtener. Amén.

Lo demás, como en el día primero.
 
 
2 de marzo del Año Santo 2025, domingo VIII del tiempo Ordinario.
Entrada dedicada a Jesús, en desagravio por las nefastas prácticas del Carnaval.