El neologismo "descatolización"
Desde siempre, en la Iglesia, hubo sacerdotes en los que el fervor de una auténtica vocación inicial, seguida de determinado crecimiento, empezó a disminuir progresivamente. En varios casos, por desgracia, desapareció por completo. Esto hizo que muchos dejaran de ejercer el ministerio y que otros tantos permanecieran en él como meros funcionarios que ya no predican a Cristo y su Evangelio sino creencias personales o "doctrinas" mundanas que, por lo general, gozan del beneplácito de una parte considerable de la sociedad. Si se tuviera que crear un neologismo para aludir a esa realidad, el vocablo "descatolización" sería bastante descriptivo, entendido como un proceso de apartamiento paulatino de la fe católica, el cual, al principio, suele ser imperceptible. Es evidente que no solamente los sacerdotes pueden "descatolizarse". También los demás fieles. Pero en esta entrada queremos considerar a los primeros, debido a la mayor gravedad del hecho. En efecto, es más peligroso que equivoque el camino el pastor, por ser guía, que sus ovejas, que deben ser sabiamente conducidas.
Alertas
Algunos de los signos que pueden indicar que un sacerdote posiblemente se halle en tal proceso de "descatolización" son los siguientes:
Oración
Empieza priorizando la acción frente a la oración (eclesial y personal). Luego, deja la oración eclesial (Liturgia de las Horas) y finalmente, algunas veces, también la personal, aduciendo casi siempre escasez de tiempo.
Santo Sacrificio de la Misa
Cuando ya la oración ha perdido sentido, el más perfecto Acto de culto, la Oración por excelencia, que es la Misa, se convierte en un mero "trámite" que el sacerdote realiza como le place, apartándose de las rúbricas de la liturgia y añadiendo u omitiendo (o permitiendo a diáconos o laicos añadir u omitir) elementos ajenos al culto sagrado o propios de él, respectivamente. Luego, empieza a perturbarle la realidad de la Misa entendida como único y auténtico Sacrificio. Ya no se siente destinatario y custodio de un Misterio inefable recibido del mismo Jesucristo por los apóstoles y conservado por los sucesores de éstos a lo largo de los siglos. Por el contrario, le parece mejor presentar la Misa como "encuentro" o "fiesta" fraternal, rebajando su valor infinito a la categoría de un mero convite social de carácter religioso, equiparable a tantos otros. Lo que es de institución divina se convierte así en un simple producto del ingenio humano. En esta instancia, ya no son tan claros los límites entre los sacerdotes y los seguidores de Lutero, para quienes sencillamente no existe el Orden sacerdotal.
Esta velada impugnación de la naturaleza de la Misa tiene su correlato casi inmediato en la liturgia. Y es a la vez causa y consecuencia. De hecho, ¿por qué una mera reunión social, casi informal, habría de verse "limitada" por rúbricas despojadas de su razón de ser y vaciadas de su contenido?
El veneno de las ideologías
En este grado del proceso, como hemos dicho, el sacerdote ya no predica sobre la fe sino sobre temas de moda. Éstos nunca se presentan relacionados con las realidades espirituales, lo que los hace permeables a diversas ideologías. De esta manera, tópicos importantes como la ecología, las migraciones, la fraternidad social, la unidad más allá de los credos y otros, devienen en consignas partidistas y proselitistas, que son apropiadas por diferentes grupos ideológicos, y por lo tanto, rechazadas por sus contrarios. Estamos en presencia de un ataque contra una de las notas características de la Iglesia Romana: la unidad en la fe y en la caridad.
Herejías
En tal punto, el terreno ya está preparado para que el sacerdote ponga en tela de juicio una o más verdades de la fe, semper, ubique et ab omnibus creídas por la Iglesia. Esto se puede potenciar por el silencio o indiferencia del obispo, quien o bien no advierte la gravedad de la situación, o bien voluntariamente se hace cómplice de ella, por también haber atravesado él mismo un previo proceso de "descatolización".
La realidad es de tal manera angustiante que se empieza a incrementar la división. Frente a católicos fieles que advierten el peligro y migran, cuando es posible, a otras parroquias, hay otros que optan por permanecer "fieles" a "sus" sacerdotes "descatolizados". Esto da lugar a la formación de grupos semejantes a sectas que ya no siguen a Cristo sino a tal o cual sacerdote de su simpatía. Así, comienzan a proliferar "clases" de Misas: 'del padre N', 'para jóvenes', 'para niños', 'para enfermos', 'carismática', 'de sanación', 'de tal o cual grupo parroquial', etcétera.
Esta terminología, pretendidamente descriptiva a la vez que aparentemente inocua, hace que los fieles católicos se aparten de la enseñanza de la Iglesia de que la Misa es uno y el único Sacrificio de Cristo, y pasen a creer que es uno junto a otros platos de la carta de un restaurante, entre los que cada creyente puede elegir según le plazca.
En fin, si por un lado preocupa la escasez de sacerdotes o su deserción, ha de ser aún más alarmante el creciente número de "descatolizados" que perjudica en gran medida la fe del pueblo de Dios, lo que, a su vez, hace peligrar la eterna salvación de las almas.
Pidamos a Jesucristo, de quien proceden y a quien deben su razón de ser el sacerdocio común de los bautizados y el sacerdocio ministerial, la gracia de la perseverancia en la auténtica fe de la Iglesia.
4 de octubre de 2024, memoria litúrgica de san Francisco de Asís, diácono. Año de la Oración.
Entrada dedicada al Poverello.